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lunes, 28 de enero de 2013

DJANGO * * * 1/2

¿QUE CÓMO ME LLAMO? Franco Nero como Django.

La película que vio nacer a uno de los grandes iconos del spaguetti western. Django (1966) es la respuesta italiana del hombre-sin-nombre que Clint Eastwood inmortalizó en The Good the Bad and the Ugly. Franco Nero da vida a este forastero de nombre casi impronunciable; de mirada azul celeste, rostro curtido, enigmático, nada amistoso y que siempre va arrastrando un ataúd de madera (en caso de morir a mitad de camino puede ser enterrado cristianamente). En su primera aventura, Django se ve envuelto en una batalla campal con una secta racista de encapuchados (totalmente al estilo del KuKuxKlan), justo después de haber rescatado a una mujer (Loredana Nusciak) de ser asesinada por un grupo de bandoleros mexicanos. 

No por nada el nombre de Django se convirtió instantáneamente en sinónimo de lo cool en Europa; la encarnación del prototípico personaje del western a la italiana. Es el defensor del desprotegido, el lobo solitario sin amigos y especialista en hacer enemigos al instante. Django parece haber sido extraído de alguna novela amarillenta pulp de bolsillo, de algún semanario o serial en la forma de cómic (como el francés "Blueberry"), creación de Sergio Corbucci, director de la película, y su hermano Bruno.

Django podrá ser lo que sea, pero está cargado de sorpresas (incluyendo lo que tiene escondido en su ataúd). Puede descontar, de una sola vez, a cinco o seis contrincantes con su pistola. Su aliado en la película -o lo más parecido a ello- será el dueño del bar (Ángel Álvarez) donde se refugia y declara la guerra al gobernador (Eduardo Fajardo), a su vez el líder de la secta racista. Su pasatiempo es cazar mexicanos desamparados, jugando al tiro al blanco. Django es un tipo que no toma partido por nada ni nadie, excepto el suyo. El romance está en último plano. Se verá envuelto en alguna batalla de la Revolución Mexicana, pero al final no tendrá más reclamo que un cuantioso botín de oro. El tema principal, cantado por Rocky Roberts (casi parece interpretado por Elvis), es igualmente icónico, que abre y cierra una película clave del género, con mucho acento italiano, entretenida y con un diseño de producción de admirable calidad.     

jueves, 18 de octubre de 2012

THE LION KING * * * * *


DON'T WORRY, BE HAPPY. La trágica historia de un príncipe león,
y los amigos que le ayudaron a recuperar el trono.

Hace casi 20 años se estrenó The Lion King (1994) y sigue tan actual, impactante y conmovedora como me pareció en aquella década. Este año tuvo un reestreno en formato digital 3D. Era inevitable, supongo. Pero no es en lo absoluto necesario ir al cine y pagar dinero extra, para ver una película animada que funciona a la perfección por su gran historia, así como por su magníficamente llevada narración. Algo que podría calificarse, sin temor a exagerar, como "Shakespeare para niños". Puede verse esta película como una ligera y muy felina adaptación de Macbeth a la fauna africana, en donde una manada de leones son los soberanos gobernantes de una paradisiaca sabana. Más allá de sus confines, se encuentra un tenebroso cementerio de elefantes, donde habitan las hienas, enemigos de los leones. 

Mufasa (voz de James Earl Jones) es el rey. El número musical "Circle of Life", nos presenta el  nacimiento de su primogénito, el heredero al trono Simba (Jonathan Taylor Thomas da voz al cachorro, Matthew Broderick da voz al adulto Simba). Resulta curioso, pero Simba es el único hijo de Mufasa, dado el hecho de que los leones procrean camadas de 4 o 5 cachorros. Como sea, no soy un experto en vida salvaje, ni tampoco estamos viendo un documental animado del National Geographic.

Uno de los mensajes de la película tiene que ver con los "cículos naturales", los ecosistemas, etc. Cómo cada ser vivo pertenece a estos círculos y tiene su propio lugar en los mismo. Es una de las lecciones que el sabio y majestuoso Mufasa le enseña al impetuoso cachorrín Simba: se caza sólo para comer. Sin embargo, Simba no es nada más un hiperactivo cachorro que obedece a sus instintos, sino que desea ser tan valiente como su padre. En resumen, Simba es el clásico niño que desea crecer demasiado rápido.

The Lion King, dirigida por Roger Allers y Rob Minkoff (escrita por poco más de una decena de guionistas) es ahora un clásico de la Disney. La música es memorable, especialmente el tema principal, cantado por Elton John. En ese sentido, es una combinación de magnífica música, números musicales bien dirigidos (muchos recuerdan a los del musical Fantasia, otro clásico de la Disney) y, lo mejor, personajes bien construídos; simpáticos, interesantes y nínguno resulta insufrible. Una historia shakespeareana en tono de buddy movie, aderezada con romance en la forma de una leoncita llamada Nala (voces de Niketa Calame y Moira Kelly), la mejor amiga de Simba, y además misticismo, simbolizado en un chamánico mandril, Rafiki (voz de Robert Guillaume), que observa todos los sucesos a prudente distancia. 

Como musical, The Lion King es muy disfrutable (no por nada fue adaptada al teatro musical, con gran    éxito en Broadway), con una canción pegajosa, "Hakuna Matata". Según el suricato Timon (voz de Nathan Lane) y el jabalí Pumbaa (voz de Ernie Sabella), amigos inseparables de Simba, quiere decir "no te preocupes por el pasado y vive la vida". Su encuentro tiene lugar durante el autoexilio de Simba, luego de que su padre muere en una conspiración tramada por Scar (Jeremy Irons), su malévolo y traicionero tío. La escena de la muerte de Mufasa es tan dramática y conmovedora como espectacular, a la altura de otros melodramas animados de la Disney, como Bambi o Dumbo. Nunca he olvidado cómo muere Mufasa, en medio de una enloquecida manada de ñus (un notable trabajo de animación), sacrificando su vida para salvar a su hijo. Sólo por ver esta escena en 3D, pago el dinero extra.





martes, 25 de septiembre de 2012

THE OUTSIDERS * * * *

PERMANECE DORADO. C. Thomas Howell y Ralph Macchio.

Una película icónica de los 1980, plagada de icónicas futuras estrellas del cine. The Outsiders (1983) es el retrato de una época nostálgica, de los últimos años de los "rebeldes sin causa". Al mismo tiempo, puede verse esta adaptación de la novela de S.E. Hinton, como un relato sobre la simbólica y eterna lucha de clases, entre los envaselinados y los chicos ricos. Francis Ford Coppola pudo reflejar ese subtexto social planteado en la novela. No fue la única que adaptó de Hinton, ya que también se dió a la tarea de adaptar Rumble Fish, justo ese mismo año.  La película es más fiel a la historia de amistad entrañable y heroísmo de sus dos protagonistas, Ponyboy (C. Thomas Howell), el chico bueno, casi imposible de etiquetar, que quiere ser un "greaser" sin poder lograrlo del todo, y su mejor amigo Johnny (Ralph "Karate Kid" Macchio), otro chico que no sabe dónde encajar. Sin tener a nadie más en el mundo, Johnny prefiere la camaradería de los greasers.

Cuando Johnny cometa un homicidio, para proteger a Ponyboy de una golpiza por parte de uno de los jefes de los "socs" ("socials", o los de "la alta"), la pandilla rival, chicos que visten bien y tienen   coches, todo el drama tendrá su arranque. Ambos se darán a la fuga, asesorados por Dallas (Matt Dillon), el más marginal, rudo y conflictivo de todos, con un historial que incluye tiempo en prisión. El prototipo del rebelde, sin otra regla que las suyas. La aventura de Johnny y Ponyboy, que tiene lugar en 1966, es un simbólico viaje de maduración, autodescubrimiento y sobrevivencia, enmarcado por la lectura de "Gone with the Wind" y poesía de Robert Frost. El poema de Frost, "Nothing Gold Can Stay", les ayuda a entender un poco su lugar en el mundo. Ponyboy es el sensible, quien gusta de escribir. De hecho, es Ponyboy nuestro narrador, al menos en la novela, empezando el relato como un trabajo escolar para su clase de inglés.

Sin embargo, el verdadero héroe de la historia es Johnny. Es el defensor de su amigo, dispuesto a matar por él, acompañarlo hasta el final y, durante un trágico incidente, ser el heróico salvador de un grupo de niños durante el incendio de una iglesia. Lo que viene después, es el sensible recuento de una honesta demostración de amistad. Los "greasers" demuestran ser los más emocionales, sensibles y fraternales;  dispuestos a todo por sus camaradas. Hay un gran diálogo en la novela, el cual me parece que se pierde un poco en el filme, en donde un "soc", simple y sencillamente, le expresa a Ponyboy lo mucho que  detesta la violencia, lo cansado que está de pelear sin razón desde el asesinato de su amigo. 

El resto del reparto incluye a Patrick Swayze, ya con un nombre y rostro conocidos en el medio, y Rob Lowe, ambos interpretando a los hermanos mayores de Ponyboy. Rumbo a la fama se encontraban Emilio Stevez, como el payaso "Two-bit"; el mismo Matt Dillon, Tom Cruise y Diane Lane en papeles secundarios. 

martes, 19 de junio de 2012

THE STING * * * *

Un golpe a ritmo de ragtime. Paul Newman y Robert Redford.

Revisar The Sting (1973) es reafirmar en la memoria la gran pareja que formaban en pantalla Paul Newman y Robert Redford. Luego de Butch Cassidy and the Sundance Kid (1969), Newman y Redford se reunieron nuevamente en The Sting, una de las mejores caper movies de todos los tiempos. La historia cuenta el plan para espectacular estafar a un millonario, interpretado con sumo temple por el británico Robert Shaw, y de paso, a un estorboso y corrupto detective (Charles Durning). Henry Gondorff (Newman), es un experimentado apostador y jugador de poker, experto en trampas y trucos, que ha sido golpeado por la Gran Depresión. Henry se encuentra atrapado en la monotonía de   hacer funcionar un carrusel. Mientras, Johnny Hooker (Redford), ha caído en la quiebra debido a un incontrolable impulso de apostar en la ruleta, lo que le ha dejado sin chica y sin dinero.

La película está contada por episodios, separados por intertítulos, a ritmo sincopado gracias a la gran música de Scott Joplin. Su más famoso ragtime, "The Entertainer", sirve para sumergirnos en un mundo de barajas, ruletas, humo de cigarro y alcohol, apuestas de carreras de caballos, reales y ficticias. En ese sentido, el plan para defraudar a Doyle Lonegan (Shaw) consiste en montar todo un teatro que sobrepasaba los límites del artificio y engaño. El motivo: Hooker busca vengar a su viejo amigo asesinado, con quien engañaba a transeúntes en la calle fingiendo robos. Es Chicago, década de los 1930. Hooker y Gondorff planearán dejar en la ruina a Lonegan, montando una ficticia pero lujosa casa de apuestas de carreras de caballo, cuidando hasta el más mínimo detalle. Vamos, hasta habrá un hombre oculto, de profunda voz, narrando las carreras como si fueran transmitidas por radio.

Se ha estrenado recientemente la edición en Blu-ray. Puedo imaginar lo impresionante que debe ser apreciar, en este formato, el de por sí magistral diseño de arte (ganador del Oscar), sin mencionar la música (otro Oscar para Marvin Hamlish). El equipo que forman Gondorff y Hooker es fenomenal. Lo mejor, es cómo, de una manera calculada y precisa, consiguen arrastrar poco a poco a Lonegan a la casa de apuestas. Gondorff es la mente, mientras Hooker es el carismático corredor de apuestas. Su transformación, de ser un simple hampón callejero a un refinado corredor de apuestas, es su mayor trabajo, además del saber persuadir y ganarse la confianza del millonario. Un clásico imprescindible. 

jueves, 27 de octubre de 2011

THE RED SHOES * * * *




Esta película, dirigida por Michael Powell y Emeric Pressburger, está considerada como un clásico. Incluso, Martin Scorsese se dio a la tarea de restaurarla hace unos años, a través de la Film Foundation que preside, siendo reestrenada en Cannes 2009 y, posteriormente, en cines, DVD y Blu-ray. Es un clásico de la cinematografía británica y del cine sobre ballet. Su historia central es muy sencilla, un triángulo sentimental que poco a poco va tomando forma, que empieza desde el momento en que Boris Lermontov (el actor austriaco Anton Walbrook), director de una compañía de danza, conoce a la bella bailarina pelirroja Victoria Page (Moira Shearer). Impactado más por su belleza que por su talento como bailarina, Boris contrata a Victoria, al mismo tiempo que enlista en la compañía a un talentoso compositor musical, Julian Craster (Marius Goring).

Boris encargará a Julian la adaptación de “The Red Shoes”, un cuento de Hans Christian Andersen, o mejor dicho, que  reescriba la música previamente escrita por otro compositor. Aquí es donde arranca esta tragedia romántica. Victoria tendrá el gran reto de acoplarse a la complicada música de Julian. Entre tensos ensayos y discusiones, por una u otra razón, resulta que ambos Victoria y Julian acaban enamorados. El fuerte de la película no es el guión escrito por los mismos realizadores. No hay mucho en la historia que nos avise de un posible enamoramiento. Mientras, la noticia caerá como cubo de agua fría para Boris, quien tomará vengativas medidas contra los enamorados.

La historia no es al final nada extraordinario, con la premisa de la artista dividida entre el amor hacia un hombre y a su carrera artística. El verdadero alcance artístico de The Red Shoes está en los números musicales y de baile. La secuencia que incluye los números musicales del estreno de la obra, según se dice, tomó 6 semanas filmarlas. Dicha secuencia es de un lenguaje visual soberbio y extravagante, lleno de sofisticados efectos especiales fotográficos (fotomontajes, sobreimpresiones, etc.), así como una edición, maquillaje y vestuario magníficos. La película de hecho ganó un Oscar a “Mejor Dirección de Arte” y “Mejor Música”. Algo curioso es que, mientras algunos de los sets lucían baratos y nada dignos de premio alguno, es en los escenarios de la obra donde la película tiene lo mejor en su diseño de producción. Me gustaría ver la versión restaurada y constatarlo.



miércoles, 6 de julio de 2011

ONCE UPON A TIME IN AMERICA * * * * *

Robert De Niro en "Once Upon a Time in America".

Tal vez la película más ambiciosa de Sergio Leone, aunque no por ello la más lograda. Después del adrenalínico y magistral spaghetti western Once Upon a Time in the West (1968), el maestro italiano se abocó, varios años después (1984), a realizar una mastodóntica adaptación de la novela de Harry Grey, “The Hoods”. El resultado, fue una película de casi 4 horas de duración, filmada a la par en Nueva York y en los estudios Cine Cittá en Italia.

En las primeras escenas, vemos un fumadero de opio en donde David “Noodles” (Robert De Niro), se encuentra huyendo de un par de tipos. ¿Por qué? Eso lo sabremos dentro de un larguísimo flash back, que muchos críticos han considerado como un “sueño de opio” en el que cae Noodles. De hecho, la compleja narración involucra un flash back dentro de otro…y este dentro de otro. Sus mejores amigos han muerto, y Noodles observa sus cuerpos tendidos en la calle, custodiados por la policia. Once Upon a Time in America es una enorme historia épica sobre los inmigrantes y el mundo criminal en Nueva York, cuya mayor influencia puede rastrearse inmediatamente en The Godfather: Part II (1974).

Esta fue quizás la primera película en mostrar a la mafia no italiana o irlandesa, sino judía. Desde niños, Noodles y su grupo de amigos empiezan su vida criminal en un barrio judío de Brooklyn, en los 1910. En cada una de estas escenas se respira vitalidad, llenas de extras (seguramente habitantes reales del barrio) y con la magnífica ambientación y diseño de producción, cuidado al detalle, característicos de Leone.

Si el reparto infantil (compuesto por una niña Jennifer Connelly, la única que logró una carrera famosa) estaba genial, el adulto era infinitamente mejor. Junto a Robert De Niro, James Woods era la contraparte visceral-explosiva, en su intensa encarnación del también líder Max. Joe Pesci y Danny Aielo (su escena es muy divertida) tienen unos pequeños papeles. Noodles es la parte romántica y sentimental en la historia, que no tarda en corromperse extasiado por el dinero y el poder. De hecho, la edición del director del DVD tiene una cruda escena de una violación (la que ocurre dentro del coche), que roza lo explícito, en donde vemos cómo Noodles irremediablemente ha sucumbido a su lado obscuro y bestial. Pero hay todavía mucho que narrar en esta historia, que abarca 5 décadas. En los 1960, es dónde el avejentado Noodles tiene su ajuste de cuentas emocional, involucrando una misteriosa maleta.

jueves, 16 de junio de 2011

POSSESSED * * * * *


Joan Crawford y Van Heflin en "Possessed".


Possessed (1947) está considerada como una película clave del film-noir. Además, una película clave en la filmografía de Joan Crawford, en donde estuvo  dispuesta a “desglamorizarse” con tal de darle realismo a su personaje. La historia tiene un sabor a la literatura “pulp” de Raymond Chandler. La muerte “accidental” de un personaje, ahogado en un lago enmedio de la noche y en condiciones misteriosas, es chandleriano. ¿La muerte ha sido realmente accidental o provocada? Es el misterio de este filme dirigido con maestría por Curtis Bernhardt.

Las escenas que abren el filme son memorables. Crawford caminando en las calles desoladas de Los Angeles, con la mirada perdida, perturbada y tan solo diciendo el nombre de “David” obsesivamente, son la introducción de una historia de amor enfermiza. Desde un hospital psiquiátrico, con Louise (Crawford) en total estado catatónico, nos sumergimos en un flashback que nos lleva a ser testigos de cómo esta cuidadora de la esposa enferma de un hombre de negocios, es abandonada por David (Van Heflin). Este será el inicio de los problemas y de la enfermiza obsesión de Louise, la principal sospechosa de la muerte de la mujer enferma que cuidaba. Esto, al menos, a los ojos de la hija (Geraldine Brooks), quien ve con total recelo el que Louise se case con su ahora viudo padre.

Van Heflin interpreta lo que algunos críticos han llamado un “homme-fatale”. Este quintaescencial film-noir da la vuelta a la clásica formula del film-noir, en donde la mujer es la causante de las turbulencias en el personaje masculino protagónico. Su actuación es igual de excelente. Aquí, Joan Crawford hizo mancuerna nuevamente con el productor Jerry Wald, con quien ya había trabajado en “Mildred Pierce” (Ganadora del Oscar a “Mejor Actriz” 1945). Bernhardt consigue un inquietante estudio de una mente esquizofrénica y obsesiva, con escenas que están a mitad de la realidad y de las imágenes creadas por la mente de Louise. Estupenda e imprescindible. 

martes, 9 de noviembre de 2010

Z * * * * *

La muerte de un político es el detonante de  "Z"

“Cualquier relación con personajes o hechos reales... es PREMEDITADA”, se advierte al comienzo de Z (1969), tercer largometraje –y uno de los más logrados- del realizador griego Constantin Costa-Gavras, maestro del thriller político, como lo han demostrado Amen (2002), Le Couperet (2005), por mencionar algunos ejemplos.

Basada en la novela de Vassilis Vassilikos, Z es un relato que tiene como centro dramático los disturbios con motivo de la visita de un senador de izquierdas (Yves Montand) a la capital de Algeria, en aquel entonces colonia francesa. A pesar del intenso movimiento del cuerpo policiaco, las cosas se saldrán de control en plena calle cuando la violencia aflore entre bandos pacifistas y conservadores. En consecuencia el senador es golpeado en la cabeza, todo frente a una policia pasiva y que no hace nada para evitarlo. El senador fallece  en el hospital, iniciándose así una investigación a cargo de un juez (Jean-Louis Trintignant), tan absorbente como delirante, en la cual se irán reconstruyendo los hechos desde varias perspectivas.

De entrada, Z se percibe como un relato de denuncia liberal y de izquierda, en contra de la corrupción policiaca y su represión a la libertad de expresión en manifestaciones callejeras. Aunque también es cierto que en Z (el significado del título será revelado hasta el final), prácticamente, nadie se salva de la crítica; no hay nadie que no sea, en mayor o menor medida, culpable de la violencia generada. La violencia genera más violencia, parece recordarnos Gavras y su guionista, Jorge Semprún.

Sin duda, la gran banda sonora, escrita por Mikis Theodorakis, es un personaje más. La música es climática, típicamente griega, pero que ayuda a imprimir el suspenso en el filme de forma estupenda, cosa que en ningún momento está peleada con un agradable toque de humor. El humor está reflejado en el cómico retrato del periodismo, en ese fotógrafo astuto, oportunista y feroz encarnado por Jacques Perrin.

Probablemente, lo magistral de Z está en su capacidad de ilustrar la violencia urbana, la violencia de masas, de hacernos sentir indignación ante el cinismo y doble cara de los responsables directos -e indirectos- de la  muerte del político, así como de hacernos esbozar una sonrisa en la comicidad que Gavras sabe manejar, sin  que por ello la película deje de ser seria en ningún instante.

lunes, 17 de agosto de 2009

THE ADVENTURER * * * 1/2

En The Adventurer, Chaplin consiguió uno de los cortos más logrados de su primera época, una simple pero divertida trama de persecución policiaca y romance.

Dirigido por Charles Chaplin, el corto The Adventurer (1917), es uno de los más famosos del cineasta y actor. El corto pertenece a la época en la que Chaplin trabajaba para la Mutual Comedy Company, visto por primera vez el 23 de octubre de 1917. Para empezar, en el corto se nota una destacada evolución en técnica y estilo de Chaplin, a comparación de sus primeros trabajos de 1914. Una narración lograda (sin los tropiezos en el montaje de antes), dirección de actores sorprendente y un buen timing cómico, son los aspectos que caracterizan este trabajo, en donde Chaplin interpreta a un convicto recién fugado de la cárcel. La comicidad del corto empezaba desde que Chaplin, literalmente, emergía de la arena en la playa donde se ocultaba, justo detrás de uno de los policías que se encuentra buscándolo.

Si bien la historia es la acostumbrada trama de persecución policíaca, muy utilizada en aquellos tiempos, el magistral escape del convicto Charlot tiene lugar al sumergirse en el mar y llegar a un muelle, donde rescata a una madre y a su hija de ahogarse. La policía todavía lo busca, pero entre toda la confusión consigue burlar a la autoridad. En tanto, Charlot complica todavía más el rescate, arrojando al agua al novio de la chica, un grotesco y barbudo Don Juan (Eric Campbell), quien también empieza a ahogarse (luego de rescatarlo, Charlot vuelve a dejar caer al pobre tipo de la camilla de los paramédicos al mar).

Para agradecerle el rescate, las mujeres invitan a Charlie a una fiesta, prestándole incluso un smoking. Esta última parte es magnífica, bien editada, manejando bien el cambio de escenarios (entre exteriores y interiores), con un sinnúmero de gags, ante el peligro de Charlie de verse descubierto por el barbudo novio, cuando este descubre una foto del fugitivo en el periódico. Entre varias patadas, golpes y caídas, Charlie, como siempre, poco a poco iba conquistando a la chica rescatada (Edna Purviance). No hay propiamente un happy end, y si hay un pero en The Adventurer, es lo apresurado del final.

lunes, 22 de junio de 2009

THE BOND * * *

En el corto The Bond (1918), Chaplin no nada más tuvo su habitual via de lucimiento cómica, sino una plataforma para expresar sus ideas políticas durante la Primera Guerra Mundial.






Este bizarrísimo corto fue realizado por Chaplin de manera independiente. Desde el inicio, unos letreros advierten que este trabajo es el primero en el que el comediante utiliza la técnica del “fondo negro”. Este “fondo negro” no era otra cosa que una técnica que ya Georges Meliès había utilizado años antes. Chaplin lo utiliza aquí para conseguir peculiares efectos especiales: apariciones de personajes de la nada, para situar elementos de la escenografía (edificios, faroles, luna en el cielo), o actores que parecen suspendidos en el cielo.

El corto se titula The Bond (1918) y fue hecho por Chaplin para apoyar la causa aliada y la participación de los E.U. en la Primera Guerra Mundial. Chaplin recurre a varias alegorías (unas bastante cursis) sobre la amistad, la fraternidad, el amor, el matrimonio, etc. Una cursi pero bastante graciosa, es aquella en la que Charlie y su enamorada (Edna Purviance, ¿quién más?), flirtean en el parque durante la noche, hasta que de la luna aparece Cupido (la niña Joan Marsch, quien luego tuvo una destacada carrera en cine en los años 1930 con “The King of Jazz”). Cupido le lanza una flecha a Charlie, hace que la pareja se enamore, (enlazándolos con una banda blanca) y luego se case.

Otra muy cómica, es aquella en que la que parece el Kaiser (Syd Chaplin, medio hermano de Charlie), y es golpeado por la Estatua de la Libertad, y en otra algo más patriotera, el Tío Sam da su bendición a un soldado estadounidense que aparece de la nada, antes de partir a la guerra. Luego, aparecerá nuevamente el Kaiser, para ser golpeado por Charlie con un martillo inmenso con una leyenda grabada, que incitaba a los espectadores a fortalecer la ayuda y los “lazos” de hermandad.

Al final, el corto técnicamente estaba logrado y tenía su gracia. Puede verse también como el primer intento cinematográfico de Chaplin por transmitir más directamente su postura e ideas políticas. Extraño y fascinante al mismo tiempo, The Bond es toda una curiosidad en la carrera de Charlie Chaplin.

++ The Bond, como muchos otros cortos de Chaplin, puede verse en Youtube.

lunes, 27 de abril de 2009

THE ROARING TWENTIES * * * *


No creo exagerar si afirmo que en The Roaring Twenties (1939) James Cagney interpreta uno de los mejores gangsters de su filmografía, como el malogrado jefe mafioso Eddie Barttlet. Cagney se comía al resto del reparto, que incluía a un joven Humphrey Bogart, antes de que se consolidara como actor en The Maltese Falcon (1941) y Casablanca (1942).

Esta película, que gozaba de un frenético ritmo para su época, estaba dirigida por Raoul Walsh, especialista en filmes de acción, tanto en la época del cine mudo como en el sonoro. The Roaring Twenties estaba basada en una historia concebida originalmente por el periodista Mark Hellinger y, ambiciosamente, pretendía hacer un recuento cronológico de la historia estadounidense desde finales de la Primera Guerra Mundial hasta la época de Roosevelt, en de los años 1930.

La estructura narrativa combina pequeños boletines noticiosos (como los que se pasaban en el cine antes de la proyección de una película), usando tanto imágenes de archivo como otras dramatizadas. Mientras, seguimos los pasos Eddie, ex combatiente en la Primera Guerra Mundial, que había compartido trinchera con dos grandes amigos, George Hally (Bogart) y Lloyd Hart (Jeffrey Lynn), este un poco más joven. Todos desean que la guerra termine, y hacen planes para cuando eso ocurra. Eddie desea volver a su trabajo en un taller de taxis, Lloyd anhela convertirse en abogado, y George desea ganarse la vida usando medios poco escrupulosos.

Pero Eddie se enfrenta a una dura realidad cuando finaliza la guerra. Su puesto en el taller ha sido dado a otro, y no logra encontrar trabajo por ningún lado debido a la gran crisis de 1929. Luego de intentar ganarse la vida como taxista, es arrestado por entregar licor en un club nocturno sin saberlo, por engaño de un pasajero. A partir de este hecho, Eddie entrará a los bajos mundos del tráfico de licor al asociarse con Panamá (Gladys George, espléndida), y administrará un club en el que venden además alcohol adulterado.

Walsh consiguió un filme entretenido, climático, narrado con un buen ritmo. Se acoplan a la perfección esos interludios documentales con la historia mafiosa de Eddie, soberbiamente interpretado por Cagney, quien se nota estudió minuciosamente a su personaje para darle el peso adecuado a cada gesto, sonrisa, mirada y pose; una actuación de primer nivel. El trabajo de Cagney fue ignorado en la entrega de los oscares de 1939, y únicamente fue reconocida por el National Board of Review.

Si bien el filme puede llegar a ser crudo y violento, también tiene momentos relajados, como esos números musicales conformados por canciones que la actriz Jean Sherman interpreta, en su papel de Priscilla, cantante en el club de Eddie y de la que está enamorado.

The Roaring Twenties intenta ser muchas cosas a la vez: una crónica, de precisión casi documental, de la crisis norteamericana de los años 1920 y 1930, que sirve como marco para la historia ficticia. Es también una magnífica película de gangsters, que presume dos escenas bien dirigidas: la del robo del cargamento de licor al almacén, y aquel enfrentamiento a tiros en el restaurante italiano, contra el mayor enemigo de Eddie, Nick Brown (Paul Kelly). Incluso, hay buenos temas musicales, como “My Melancholy Baby”, “Sweet Georgia Brown” e “It Had to Be You”.

Como agregado, la película también es un tour de force histriónico entre James Cagney y Humphrey Bogart, interpretando a dos entrañables amigos que acaban mal por culpa de la ambición por el poder, el dinero y el amor.

sábado, 31 de enero de 2009

LET IT BE * * * *


No hay momento más antológico en la historia del rock’n roll (y porqué no, en la historia de la música del siglo XX), que aquel último concierto que ofreció The Beatles en el techo del edificio de Apple Records, en Londres, disquera que ellos mismos fundaron… y que ahora los veía despedirse. Instantes nostálgicos, tristes, pero sin duda con algo de humor y energía, interrumpidos con la llegada de la policía para callar a una de las bandas de rock más grandes de todos los tiempos.

“¡Gracias a todos, hemos pasado la audición!” fueron las palabras de despedida de John Lennon, cuando fue imposible seguir el concierto, que los “cuatro fabulosos de Livepool” planearon cuando ya estaban fragmentados como grupo (incluso quisieron realizarlo a bardo de un barco), y que quedó inmortalizado en el documental Let it Be (1970), del realizador Michael Lindsay-Hogg. El documental mostró lo que nunca antes: una sesión entera de The Beatles grabando, aunque agonizantes como grupo, mostrando signos de hartazgo uno de otro, y un par de discusiones de George Harrison con Paul McCartney y John Lennon, dejando claras sus diferencias creativas y de egos musicales. Eran cuatro fieras musicales enjauladas, que pedían un poco de aire. Y ahí también están presentes la eternamente demonizada Yoko Ono, esposa de Lennon, y Linda McCartney, esposa de Paul.

Refugiándose en la casa de Eric Clapton, George Harrison fue el primero en salirse del grupo al pelearse con Lennon. Por supuesto, nada de esto se muestra en el filme, pero se sabe que en casa de Clapton George compuso “Here Comes The Sun”, para luego regresar al ser convencido de terminar el proyecto musical de grabar “Let it Be”, último disco del grupo, así como el documental. Pero hay momentos que elevan a cualquier melómano y fanático del grupo (como yo) al cielo: ver interpretar en el piano a Paul “Let it Be”, acompañado por sus compañeros. Ringo Starr, a pesar de su evidente cansancio, da lo mejor de sí, mientras Lennon da los acordes finales de guitarra a la canción.

No hay muchas virtudes cinematográficas en el documental. Hogg no es un realizador prodigioso ni mucho menos. En su mayoría, el documental es un aglomerado de los momentos más significativos de la grabación de "Let it Be", de algunas risas, bromas y momentos relajados entre los cuatro Beatles. Su gran valor, es que nos lleva de la mano por los rincones más íntimos del espacio creativo de The Beatles, dentro de su estudio de grabación. Nos involucra en sus discusiones, nos hace sentir incómodos de estar ahí. Constatamos que lo que al principio del grupo eran bromas, juegos, tonterías y alegría, ahora es una amarga y forzada reunión, más por compromiso que por otra cosa, de aquellos que parecían inseparables.

Hasta que, al final, llega el concierto, tomando por sorpresa a decenas de personas en las calles de Londres, incrédulas de lo que escuchaban. “¿Escuchas eso? ¿Son The Beatles, verdad?”, preguntaba un policía a su compañero recordando aquellos momentos. Sí, son ellos, y por última vez.

miércoles, 7 de enero de 2009

THE HARDER THEY FALL * * * * 1/2



El último filme de Humphrey Bogart, es acaso uno de los mejores sobre el tema del boxeo que se hayan hecho. Bogart moriría un año después de cáncer de garganta, y su estupenda actuación, aunque no estuviera nominada al Oscar ni considerada para ningún otro premio, sí recibió buenas críticas. Este éxito ya no lo alcanzaría a disfrutar.

Es muy probable que Scorsese se inspirara mucho en The Harder They Fall (1956) para su obra maestra, Raging Bull (1980), especialmente en las peleas en el ring, donde el torpe e inexperto aspirante a boxeador, “Toro” Moreno, proveniente de Argentina e interpretado por el gigantón Mike Lane, gana todas las peleas, arregladas desde antes por sus representantes.

Dirigida por el canadiense Mark Robson, The Harder They Fall es una crítica aguda a los sucios negocios que se hacen dentro del box, y cómo se explota a los novatos aspirantes sin que reciban un sólo centavo al final por parte de sus managers, enriqueciéndose estos a costa de su integridad física y moral. Todas las ganancias se concentran en los “caza talentos” y representantes, quienes maniobran costosas campañas publicitarias para llevar al éxito a los noveles boxeadores.

Dicho aspecto mercadotécnico es reflejado magníficamente en la película. El bien construido personaje de Bogart, Eddie Willis, es un periodista independiente a quien se le encarga llevar a cabo la campaña publicitaria de Moreno. Así, Willis se encarga de fabricar una imagen falsa y exagerada de Moreno, con tal de llamar la atención de los medios y colocarlo en el gusto del público.

Nick Bencko (Rod Steiger), maquiavélico empresario, contrata a Willis y apuesta por el torpísimo Moreno, quien nunca aprende a dar bien un golpe o a defenderse en el ring. Nick encarna la “voracidad” económica y, junto a sus poco escrupulosos colaboradores, arregla las peleas pagando cuantiosas sumas a los contrincantes de Moreno, mientras se queja con Eddie por las arriesgadas y malas administraciones monetarias.

Además de las bien dirigidas peleas y del buen guión (escrito por Philip Yordan), lo mejor de The Harder They Fall es la gran actuación de Bogart, quien logra construir un personaje seguro, hábil para los negocios, experto para enfrentar a la prensa en los momentos más críticos y, al final, ponerse del lado del pobre boxeador latino. Para Moreno quizás el box era lo menos importante, sólo quiere regresar a su país y estar con su familia. Destaca también la excelente edición de Jerome Thoms, así como el diseño de arte de William Flannery y William Kiernan. Un clásico indispensable del gran “Humphy”.

jueves, 25 de diciembre de 2008

THE DAY THE EARTH STOOD STILL * * * 1/2

Michael Rennie. Al fondo, Gort, el robot.

The Day the Earth Stood Still (1951), uno de las clásicos cinematográficos de la ciencia ficción, dirigida por el recientemente fallecido Robert Wise (West Side History), tiene un inicio intenso. En la introducción, escuchamos la narración por radio que hace un locutor, sobre el aterrizaje de un platillo volador en un parque de Washington. Wise demuestra una gran destreza para el género de la ciencia ficción. La película no esconde su condición de puro y llano entretenimiento palomero. La trama, inocentemente, envía un mensaje pacifista en plena época de la posguerra. 

De una manera intrigante, un gran robot baja del platillo volador y, literalmente, desaparece todas las armas y tanques militares del ejército que lo rodea. Lo interesante, es que lo hace sin dañar o herir a los terrícolas, contrario a los marcianos de War of the Worlds. Más intrigante es -con cierto humor involuntario- escuchar hablar un perfecto inglés al piloto de la nave espacial, Klaatu (el británico Michael Rennie), quien es llevado al hospital luego de ser herido por un soldado. Klaatu comienza a dialogar con los doctores y a impresionarlos con su rápida curación. “Me ha hecho sentir como un médico brujo”, dirá un sorprendido doctor.

Al enterarse que será llevado a las autoridades, Klaatu escapa vertiginosamente del hospital. Aquí, la película se convierte en una especie de antecedente de E.T. (1982), cuando nuestro elegante extraterrestre llega a la casa de una familia para rentar un cuarto. Klaatu inicia así su conocimiento de la vida terrestre de la mano de un niño, bajo el nombre de “Carpenter”. Klaatu/Carpenter pasea por la ciudad sin problemas junto a su nuevo amigo, un niño como visualizado por Steven Spielberg, sin padre y con una madre que no le pone mucha atención. Ni el niño ni su familia saben que Klaatu es un extraterrestre, mientras los militares y el FBI lo buscan frenéticamente. En tanto, Gort, el gigantesco robot, permanece como adormilado, resguardado por el ejército.

La película presenta a los medios de comunicación como un elemento principal de la trama. Es más, estos vitalizan su desarrollo. Los medios se escandalizan al enterarse que Klaatu demanda una reunión con todos los líderes del mundo, para darles un importante mensaje. “Señor, estos tiempos que corren no permiten una cosa así”, le responde un representante del gobierno estadounidense. Klaatu le platica algo que es nuevamente de puro humor involuntario, relacionado con “las molestias” que la Tierra provoca, con su “humo, ruido y destrucción”, a los habitantes de su planeta. La Tierra es considerada por los habitantes del planeta de Klaatu, y otros más, como una “amenaza para el universo”. Su advertencia a los terrícolas: si no arreglan esta situación, la Tierra será destruida por el “bien común”.

El mensaje pacifista y político quedaba así patente, en un filme divertido, cuyo argumento fue escrito por Harry Bates y el guión por Edmund H. North (quien adaptara al cine el libro “Patton” en el filme homónimo), no muy lejos de parecerse a los cómics y a la literatura pulp de aquel entonces sobre platillos voladores e invasiones extraterrestres.

viernes, 19 de diciembre de 2008

MIRACOLO A MILANO * * * * 1/2

MILAGROS AL POR MAYOR. Francesco Golisano en pleno vuelo. 
El gran maestro del neorrealismo italiano, Vittorio de Sica, (responsable de la maravillosa Ladrón de Bicicletas), se mantuvo fiel en hacer un reflejo de la pobreza que se vivía en la Italia de la posguerra en Milagro en Milán (1951).

Milagro en Milán es una divertida fábula, que incluso en sus momentos más inverosímiles resulta delirante y conmovedora. Su mayor virtud,  reside en la manera en que De Sica huye de la crudeza y tristeza lacrimógena, encontrando alegría en todos los rincones de una comunidad marginal instalada en un terreno baldío.

En una huerta de coles, Lolatta (Emma Gramatica) encuentra un bebé abandonado, e inmediatamente lo adopta. Ella es alegre, bonachona, y consciente a su hijo adoptivo regalándole juguetes, divirtiéndose juega a los soldaditos con él. Es como una niña, sumamente simpática, y se preocupa por la educación del niño enseñándole, por ejemplo, a multiplicar. Cuando Lolatta muere, el niño termina en un orfanato.

De Sica no se detiene a narrar los acontecimientos del niño, Totó, en el orfanato, por lo que da un gran salto en el tiempo hasta presentárnoslo como un chico veinteañero (Francesco Golisano). Totó es bondadoso, generoso y amable con todo ser que se le pone en frente. Saluda a todo extraño  desprevenido. Es como si para De Sica toda la bondad de un ser humano comience con lo más esencial, con un simple saludo. 

Totó se instala en una comunidad marginal, formada por una heterogénea mezcla de gente pobre (vagabundos, profesionistas fracasados y gente que alguna vez fue rica). El chico intenta alegrar a la comunidad, transmitiendo su optimismo y cortesía, hasta que un rico empresario, el Sr. Mobbi (Guglielmo Barnabo), llega con pretensiones de construir un edificio en el terreno. Pero Totó tendrá muchos ases bajo la manga. Con la ayuda del espíritu de su madre, tratará de salvar el hogar de toda esta gente, haciendo milagros y concediendo deseos.

La dirección de Vittorio De Sica es brillante. Su fantástica historia se hace más hilarante con una banda sonora de música swing, así como una canción principal pegajosa, a cargo de su compositor de cabecera, Alessandro Cicognini. Lo más atractivo del filme son los convincentes efectos especiales, como esas fantasmagóricas presencias que se mueven de un lado a otro, en todos los rincones de esa pobre pero alegre comunidad.

La fantasía escapista en la fiesta popular, como lugar de encuentros y desencuentros, deseos concedidos y frustrados, se desarrolla inteligentemente en el filme. Ahí, un hombre negro y una bella mujer blanca se enamoran platónicamente (él deseará ser blanco para gustarle, ella ser negra para ser igual a él), un anciano querrá ser más alto, etc. Totó se encargará de cumplir todos esos milagros, que se antojan imposibles.

La cosa podrá sonar melosa, dulzona, tal vez cursi. Sin embargo, la visión y hábil dirección de Vittorio de Sica hace que en ningún momento el filme caiga en fórmulas fáciles. Es cierto, parece que  De Sica trata demasiado bien a todos sus personajes, que tal vez se han pasado de ambiciosos en sus ilusos deseos y peticiones a Totó. Es su manera de premiarlos, luego de todo lo que han padecido. Y con Totó vaya que la están pasando bien.

jueves, 11 de diciembre de 2008

STRANGERS ON A TRAIN * * * *



Una de las películas del maestro Hitchcock más populares, cosa que no deja de lado lo inquietante que llega a ser su idea argumental, extraída de la novela homónima de la gran novelista Patricia Highsmith. La novela es adaptada por otro maestro del suspenso y el film noir, el guionista Raymond Chandler. Strangers on a Train fue retomada por Danny DeVito en su comedia “Throw Momma from the Train (1987), lograda, divertida y, lo mejor, es que en ningún momento pretendió ridiculizar la obra de Hitchcock.

En Strangers on a Train (1951), Hitch logra fusionar una trama intrigante, hecha con el más puro estilo de Hollywood en el momento (producida por la Warner, en convenio con la MGM, para que uno de sus protagónicos pudiera aparecer en el filme) agregando un toque romántico. Un accidental roce de pies (parte del cuerpo en la que Hitch tendrá mucha fijación desde el inicio) entre Guy Haines (Farley Granger), popular tenista y socialité, y un parlanchín sujeto, Bruno Anthony (genial Robert Walker), gran admirador del tenista, durante un viaje en tren.

A partir de ese momento, Bruno se convertirá en la “sombra” de Guy, al proponerle una especie de pacto: Bruno asesinará a la esposa de Guy (interpretada por Kasey Rogers), al saber lo molesto que le está resultando su proceso de divorcio, y a cambio, Guy debe prometer asesinar al padre de Bruno. Por supuesto, Guy pensará que todo es un juego tramado por la mente inquieta de Bruno, hasta que todo se convierte en una siniestra realidad.

Hitch refleja sin descanso el sufrimiento de Guy, hostigado por un lunático Bruno, el personaje más interesante. Bruno tiene pinta de buen chico, pertenece a una familia adinerada; logra ganarse la simpatía de la madre de Guy (Marion Lorne) y tiene un claro complejo de Edipo. Su máxima demostración, es cuando Bruno observa una horrenda pintura hecha por su madre, donde parece ver el retrato de su padre mientras ríe malévolamente, como esperando su próximo final.

Guy tiene una nueva relación con Anne (la bella Ruth Roman), hija de un educado senador (Leo G. Carroll) y esta tiene una hermana muy hábil, a pesar de su apariencia (interpretada por Patricia Hitchcock, hija de Hitch), aficionada a las novelas policiacas, algo que ayudará a Guy a liberarse de esta pesadilla.

De lo rescatable del filme es, además de la acostumbrada mano artesanal de Hitch, sus efectos especiales, vistos, por ejemplo, en el asesinato en la “isla del amor”, que vemos reflejado en las micas de unas gafas tiradas en el suelo; la secuencia final en el carrusel que se sale de su eje (siempre me he preguntado cómo le habrá ido al anciano que valientemente desactiva el juego), además de ilustrar las patologías psicológicas comunes en los filmes de Hitch (el complejo de Edipo, los fantasmales recuerdos que atormentan a Bruno y su delirante dependencia patológica).

Para aquellos que no hayan descubierto el clásico cameo de Hitch, es aquel gordito que al inicio sube a un tren, cargando trabajosamente un celo o contrabajo.

viernes, 28 de noviembre de 2008

LE BALLON ROUGE * * * *


Este cortometraje, de una simpleza contundente, tiene como protagonistas principales a un niño y su hermoso globo rojo. En su momento, El Globo Rojo (Le Ballon Rouge,1956), dirigido por Albert Lamorisse, fue sumamente aclamado: Óscar al “Mejor Guión Original”, Palma de Oro al “Mejor Cortometraje” en Cannes, y varios reconocimientos más, contribuyeron a que esta modesta obra tuviera su lugar destacado en la Historia del Cine.

El filme destaca por su buen uso del sonido ambiental. Lamorisse nos introduce en el mundo citadino que el niño tiene que enfrentar, para así poder conservar su preciado globo. A falta total de diálogos (se dejan escuchar a veces algunas palabras ininteligibles), los únicos recursos para narrar el relato son, además del sonido ambiental, una especie de ejercicio de improvisación por parte de las personas que terminan involucradas en la historia.

Todo comienza cuando el niño ve un globo atorado en un balcón, el cual escala con suma habilidad para rescatarlo. El niño caminará feliz y despreocupado por las calles parisinas, llevando su reluciente globo. Tendrá dificultades para subir al tranvía, en algún momento se le escapará de sus manos y, además, un juguetón perro intentará apoderarse del globo para jugar con él. El mayor contratiempo será cuando el globo comience a dar señales de tener vida propia.

La maestria de Lamorisse consiste, más que otra cosa, en convertir al globo en un personaje más. El globo vendrá a ser un fiel compañero del niño, a quien no abandonará en ningún momento. Muchas de las interacciones del niño (Pascal Lamorisse, el hijo del realizador) con la gente que va encontrando en su camino, están lejos de parecer escenificadas. Lucen espontáneas, naturales, y los transeúntes acaban siendo cómplices e inocentes víctimas de lo que va sucediendo en el relato.

La edición es magnífica, le da a la historia un logrado ritmo, junto a unos buenos emplazamientos de cámara, que Lamorisse estratégicamente sitúa en calles y callejuelas claustrofóbicas, para transmitir así una sensación de opresión, haciéndonos temer por la integridad del globo.

Una de las constantes de Lamorisse en su corta filmografía, conformada por otros cortometrajes, como Crin Blanc: Le cheval sauvage (1953), fueron los globos y, especialmente, el tema del vuelo (Le Voyage en ballon). Dichos elementos estarán presentes en El Globo Rojo. En el conmovedor final, de la inocente tragedia vemos en escena a un numeroso grupo de coloridos globos, que han escapado de sus dueños para unirse al pequeño protagonista y llevárselo volando, de un mundo, aparentemente, insensible.

lunes, 17 de noviembre de 2008

THE COLLECTOR * * * *

Rodada por William Wyler en Inglaterra, The Collector (1965) contiene una trama de suspenso psicológico resuelta con apenas unos cuantos actores, donde toda la acción transcurre dentro de una antigua mansión, ubicada en algún paraje boscoso en las afueras de Londres.

Al final, Wyler resolvió con indudable maestría y una lograda dirección de actores esta película, protagonizada de manera estupenda por Terence Stamp y la guapa Samantha Eggar. Basada en la novela de John Fowles, la historia es de una sencillez sorprendente. Freddie Clegg (Stamp), un solitario y educado hombre, secuestra en pleno día a una guapa estudiante de arte, Miranda Grey (Eggar), para encerrarla en el sótano de su residencia.

La asustada Miranda no puede quejarse de maltrato alguno, ya que Clegg le brinda todas las atenciones posibles, pero le advierte que no la dejará libre hasta que... ¡se enamore de él! Ante descabellada condición, Miranda ve muy lejos su improbable liberación.

Terence Stamp construye un personaje rico en matices, logrando a la vez una de las mejores interpretaciones de toda su carrera. Freddie es aficionado al coleccionismo de mariposas, y como podrá adivinarse, Miranda vendrá a ser un precioso objeto más de su colección. Asimismo, Terence Stamp configura un personaje atormentado por sus inseguridades, capaz de explotar emocionalmente cuando se siente amenazado. Freddie jamás ha tenido una relación sentimental en su vida o interacción con el sexo opuesto, evidente en esos chantajes emocionales a los que somete a Miranda.

Wyler crea un ambiente claustrofóbico que rodea siempre a Freddie y Miranda, gracias también a la buena fotografía de Robert Krasker y Robert Surtees, manteniendo un suspenso constante, como en los inútiles intentos de escape de Miranda (memorable la secuencia de la bañera y la del jardín en plena lluvia nocturna).

El final de este sencillo filme confronta todas las expectativas de los espectadores optimistas. Freddie Clegg queda como un personaje interesante y complejo por donde quiera que se le mire.

jueves, 2 de octubre de 2008

ZULU * * * *


Hay un momento soberbio en Zulu (1964), en el que el diezmado ejército británico del fuerte Rorke, en la región de Natal, Sudáfrica, parece escuchar un canto celestial, cuando el primitivo pero fuerte ejército de zulus, marcialmente formados, envían un mensaje de tregua y honor a la valentía de los derrotados soldados de la armada británica.

Dirigida por Cy Raker Enfield, la película recrea con mucha presteza y eficacia la memorable batalla del 22 de enero de 1879, que podría compararse con la batalla del “Álamo” en Texas, 40 años antes. En Zulu, (nombre de la tribu africana en cuestión), la conclusión que dio el guionista John Prebble no se molestaba mucho en pormenorizar sobre las consecuencias colonialistas, políticamente hablando, sino más bien en darle un toque épico y heroico, para lo que en realidad fue una “real” masacre a los soldados ingleses, al servicio de su majestad.

La dupla actoral formada por Stanley Baker, en el papel del Teniente John Chard, y Michael Caine, como el engreído teniente Gonville Bromhead, era una confrontación de egos entre sus personajes, cuando el primero notifica que es un ingeniero con el deber de construir un puente en el fuerte. “Lo dejo seguir haciendo sus lindos pasteles”, le dirá Bromhead irónico desde su caballo. La llegada del reverendo Otto Witt (Jack Hawkins) y su guapa hija (Ulla Jacobsson) para prevenirles sobre el ataque de 4,000 zulus, despertará en los dos tenientes una distante colaboración, que se verá afectada por su diferencia de caracteres.

El guión de Prebble tiene escenas estructuradas con precisión, dedicadas a exponer con lujo de detalle la personalidad de cada soldado. Pero lo cierto también es que el filme es un interesante compendio de detalles acerca de la regia marcialidad militar (esa constante insistencia de los altos oficiales porque sus soldados, en plena batalla, estén con el uniforme bien puesto), aspectos pequeños a primera vista, pero que dan al trabajo de Enfield un sincero toque realista.

Aunado a la destacada producción, que incluye una lograda recreación del fuerte Rorke, a cargo de Ernest Archer, un gran diseño de vestuario de Arthur Newman y maquillaje por Charles Parker, así como una atractiva banda sonora de acordes épicos escrita por John Barry, Zulu (que tuvo una precuela en Zulu Dawn, dirigida por Douglas Hickox, en 1979) es un relato sobre el orgullo y la soberbia, representada en la pobre visión de los oficiales del ejército más poderoso del mundo en aquella época, por su desprecio hacia un ejército de zulus, que armados con tan sólo una arcaica lanza y escudo –muchos con rifles de los mismos ingleses-, hicieron sufrir durante varias horas a los británicos, ocasionándoles bajas considerables.

Un relato de toques políticos ligeros (Chard llama a los irlandeses “independientes” para alentarlos a pelear), con unas batallas bien dirigidas y que presumen un notable manejo de extras, actuado impecablemente hasta por el último de los actores secundarios. Zulu es la experiencia de presenciar un filme bélico que ilustra los límites que un puñado de soldados puede soportar.

miércoles, 1 de octubre de 2008

NAZARIN * * * *

La etapa mexicana de Luis Buñuel no deja de estar ligada con el comentario crítico social. Ahí está la magistral Los Olvidados (1950), y años después llegó Nazarín (1959), premiada en Cannes. Ambientada en la época de la dictadura porfirista en México, la película es una combinación de la clásica visión surrealista de Buñuel, algo de humor negro y un retrato de la pobreza que se vivía en esa época, lo mismo que del machismo mexicano.

La película no esconde su misoginia. Las mujeres en Nazarín o son prostitutas o sumisas ante los hombres, siendo además una de las películas más provocadoras de la filmografía de Buñuel. Beatriz (Marga López), apocada mujer que desea morir por el desprecio de un hombre, y Andara (Rita Macedo), una prostituta, deciden seguir al padre Nazario (Paco Rabal estupendo) luego de cometer un asesinato. El sacerdote decide emprender una aventura de ermitaño, luego de ser expulsado por la iglesia debido a la ayuda que le brinda a Andara.

Existe una tensión sexual latente en el triángulo que formarán el sacerdote y sus dos acompañantes, entre las que llega a surgir una especie de competencia por la atención y el cariño de Nazario. En su camino se toparan con un enano masoquista, enamorado de Andara, que no importa cuanto lo odie y desprecie, aquel siempre estará a su lado para quererla.

El periplo es un viaje iniciático y de búsqueda espiritual, no nada más para las mujeres sino para el mismo padre Nazario, transformado en un mendigo que busca vivir de la caridad y de encontrarle sentido a su nueva vida, ayudando a todo aquel que lo necesite en su aventura. Nazario pasará de todo, estará dispuesto a humillarse ante aquellos que abusen de él, a poner la otra mejilla y afrontar las habladurías que surjan por viajar en compañía de dos mujeres.

Su idílico viaje espiritual será difícil de cumplir, será complicado superar el abuso de poder, la indiferencia y el desprecio. El padre Nazario es, de alguna forma, un ideal de la vida católica-cristiana, de la austeridad, el sufrimiento y la humildad. Pero verlo desde los ojos del maestro aragonés, ya es otra cosa.

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