viernes, 25 de enero de 2008

CLÁSICOS DE CLÁSICOS: TO SIR, WITH LOVE * * * *

Sydney Poitier interpretó uno de los maestros más memorables del cine en To Sir with Love (Reino Unido, 1967). La importancia de esta película, es que sirvió como modelo para los melodramas escolares de las dos últimas décadas, como The Death Poets Society (Weir, 1989), Dangerous Minds (Smith, 1995), The Emperors Club (Hoffman, 2002), Los Coristas (2004), entre otras. Poitier llevó a cabo el reto de interpretar al maestro Mark Thackeray dignamente, en un trabajo que merecía, por lo menos, una nominación al Oscar, pero fue rotundamente ignorado, aunque no despreciado por la crítica. Incluso, en 1996 se produjo una secuela para televisión, también protagonizada por Poitier, que no he podido ver, pero que pasó sin pena ni gloria.

La trama de la primera película, dirigida por el australiano James Clavell, giraba en torno al desempleado Mark, un ingeniero negro proveniente de la Guyana Británica, que debe tomar por necesidad un puesto de maestro dentro de una escuela para estudiantes problema. Será mucho lo que Mark tenga que enfrentar, no nada más un grupo de jóvenes indisciplinados, groseros y rebeldes, sino comentarios racistas en torno al color de su piel, e indiscreciones de todo tipo. Sin embargo, lejos de usar la fuerza con sus conflictivos alumnos, el estoico Mark, sea por la necesidad de conservar su empleo, sea porque para él representa un reto tomar por las riendas al grupo, soportará todo apenas mostrando un gesto de incomodidad y enfado: ruidos, bromas escandalosas, faltas de respeto, etc. Hasta que Mark decide llevar a cabo un experimento.

Lejos de parecer que la novela de E.R. Braithwaite, libro en el que está basada la película, tenga un intencional discurso revolucionario, por el hecho de que Mark tire los libros a la basura y considere inútil la enseñanza académica a sus incorregibles estudiantes, el realizador intenta transmitir un mensaje de soberana paciencia, que la letra no entra con sangre, sino tratar de entender a fondo los problemas de cada uno de los chicos: hogares conflictivos, pobreza, el trabajo combinado con el estudio para ayudar a sus familias.

Así, Mark empezará por hacerse amigo de sus estudiantes, les propondrá que cada día se trate el tema que ellos quieran. Les hablará de la familia, del matrimonio, de sexo, de relaciones sentimentales. Mientras, los chicos bombardearán a Mark con preguntas sobre su vida personal y su pasado, armándose así una muy interesante interacción entre el improvisado maestro y su grupo. La actuación de los jóvenes actores resulta magnífica (la mayoría de ellos debutantes), y en ese sentido, destaca la actuación de Judy Geeson como la guapa rubia Pamela, que se enamora platónicamente de Mark, o Christopher Chittell como el “rebelde sin causa” Potter, que le pondrá las cosas difíciles a Mark desde el principio.

Después de titánicos esfuerzos para ganarse a sus estudiantes, Mark logra convertirse en su amigo, y lo más importante: enseñarles modales, darles bases para convertirse en adultos modelos en el futuro. La actuación de Poitier es de las mejores en su carrera, un papel interpretado con fuerza, en una película que, contrario a lo que pueda parecer, huye de los discursos moralizantes, aleccionadores y chantajistas, para ofrecer un sensible reflejo de problemáticas estudiantiles, que no cambian con el paso de los años.

DVD: WE ARE MARSHALL * * 1/2

La historia contada en We Are Marshall (E.U., 2006), tal vez sea conocida nada más entre los fanáticos al fútbol: la tragedia que el estado de Oregon vivió en 1971, cuando el avión en el que viajaba el equipo de fútbol colegial de la Universidad Marshall, con entrenadores, porristas y seguidores del equipo, cayó en las afueras del pueblo de Huntington, muriendo todos en un accidente que paralizó a la población entera y la sumió en duelo. La tragedia amenazó incluso con la desaparición de la práctica del fútbol en dicha localidad.

Dirigida por el realizador televisivo y ocasional churrero McG (responsable del par de filmes Charlie’s Angels/2000 y Charlie’s Angels: Full Throttle/2003), podría decirse que We Are Marshall es su primer intento por hacer un filme más o menos serio, dramático. Aunque no hay mucho por lo cual entusiasmase. En realidad, We Are Marshall está sólo un paso delante de ser el convencional telefilme de fin de semana con temática deportiva, respaldada por una decente producción, en la que si algo destaca es su buena ambientación, su disfrutable banda sonora, para aquellos que vivieron los 1970.

Estamos ante el clásico filme deportivo de trama edificante, en el que vemos durante toda su parte intermedia los esfuerzos del presidente del consejo (eficaz David Strathairm), convencido por el capitán del equipo y los pocos jugadores que quedan, para formar un nuevo equipo y que su otrora, no tanto gloria, sino dignidad, resurja de las cenizas. A pesar de la escasez de recursos económicos, el presidente accede, y encuentra a un improvisado y desaliñado coach sureño, Jack Lengyel (buena interpretación de Matthew McGounaghey), con el suficiente entusiasmo como para empezar a buscar jugadores hasta por debajo de las piedras y meter de todo, desde jugadores de soccer, algún beisbolista y hasta basquetbolistas. Nada importará, ni siquiera el hecho de que ninguno sepa ni jota de futbol, mientras tengan el espíritu en alto.

Jack convencerá a Red Dawson (Matthew Fox), quien fuera asistente del anterior coach (pequeño papel interpretado por Robert Patrick), para volver a su antiguo trabajo, con la suerte de seguir con vida gracias a que no tomó el avión el día del fatal accidente. Será difícil para ambos, ya que Red se encuentra afectado emocionalmente por el accidente, así como por el dolor de ver muertos a todos los chicos que tanto trabajo costo entrenar y ver crecer como deportistas.

El principal problema de la película, es que para ser un filme sobre fútbol, lo que menos tiene es eso, apenas y un solo partido al final y que pasa rápido. Los Marshall no habrán sido un gran equipo (antes del accidente, el antiguo equipo estaba pasando por una mala racha de varios partidos perdidos), pero si por algo vale la pena recordarlos en pantalla, además de su dimensión trágica por la forma en que perecieron, es ver cómo contra viento y marea, el equipo renació.

McG no se complicó la vida en la realización, y si el filme se salva, es por su buen reparto principal: Matthew McConaghey, David Strathaim y Matthew Fox, que logran inyectarle mucha vida a una historia ligera, más que sencilla y lineal, es decir, más un melodrama que un activo filme deportivo. McG y su guionista Jamie Linden (basándose en una historia escrita por Cory Helms), quisieron darle un giro dramático a la trama, con personajes en perpetuo duelo, pero el filme difícilmente será pasable o interesante para quienes no sean aficionados al fútbol.


++La película sólo tuvo estreno comercial en E.U., mientras que en el resto del mundo únicamente se lanzó en DVD. La edición española contiene extras como los documentales "Entrenadores legendarios", "La Universidad de Marshall en la actualidad" y el trailer cinematográfico. Disponible desde el 20 de noviembre del 2007.

jueves, 24 de enero de 2008

DVD: THE NEVERENDING STORY * * * * *

Incontables veces he visto The Neverending Story (Alemania-E.U., 1984), a mi parecer uno de los mejores filmes infantiles, y además, de mis favoritos durante mi infancia y hasta la fecha. Adaptación de la novela fantástica homónima del fallecido escritor germano Michael Ende, Die Unendliche Geschichte (publicada en 1979), la película es un inteligente relato para niños (y no tan niños), que combinaba excelentes efectos especiales y una galería de impresionantes criaturas, en una época en la que los seres animados digitalmente de ahora, eran todavía un sueño lejano para los realizadores. Por supuesto, los escenarios de la tierra de Fantasía, lugar donde se ambienta la historia, eran también un artesanal trabajo que mezclaba efectos fotográficos, una lograda ambientación y decoración de sets, al igual que una acertada selección de locaciones.

La película tuvo dos secuelas, The Neverending Story II: The Next Chapter (George Miller, 1990), y The Neverending Story III (Peter McDonald, 1994), e incluso un par de teleseries producidas en 1996 y el 2001, ninguna del todo logradas, y que no le llegaron a los talones al magnífico trabajo conseguido por el realizador alemán Wolfgang Petersen, que apenas y llegó a plasmar en pantalla una parte de la extensa novela de Ende, dejando en el tintero muchos personajes y aventuras de Bastián Baltasar Bux (Barret Oliver, por cierto ¿qué habrá sido de él?), un soñador chico aficionado a los libros de aventuras, cuya madre murió y lleva una distante convivencia con su padre.

El relato de Ende, es una metafórica reelaboración de un rito de iniciación masónico, traducido a una aventura infantil, que apelaba al cada vez más escaso poder de la imaginación de los humanos, ocasionando que el reino de Fantasía se fuera destruyendo bajo el poder de la simbólica “Nada”, un mundo gobernado por una hermosa niña emperatriz, quien se encontraba muriendo por una causa que nadie lograba precisar.

Luego de escapar de unos fanfarrones compañeros del colegio, Bastián encuentra refugio en la librería de un anciano, de donde “tomará prestado” un libro que, según le advierte el dueño, “no es un libro para ti, porque no es como los demás”. Encerrado en el sótano de su colegio, Bastián pasará horas leyendo el libro, precisamente, de The Neverending Story, sobre cómo un niño cazador de origen indio, Atreyu (Noah Hathaway), intentará llevar a cabo la peligrosa y nada sencilla misión de salvar a Fantasía, y de encontrar una cura para la emperatriz.

La película tiene una de las escenas más trágicas que un niño (y un adulto, ¿por qué no?) pueda haber visto antes, cuando Atreyu y su caballo blanco, Artax, intentan cruzar el “pantano de la tristeza”. Llámeme sentimental, pero aun ahora al ver esa escena no se puede evitar sentir, al menos, un nudo en la garganta, así como sentir emoción al ver al joven Atreyu surcar los cielos montado en su dragón blanco con rostro de cocker spaniel, Falkor, el “Dragón de la Suerte”, su principal aliado en la aventura, al ritmo de la estupenda banda sonora escrita por Klaus Doldinger y Giorgio Moroder (por cierto, el tema principal escrito y cantado por Limahl, era también magnífico). En su travesía, Atreyu conocerá a una gigantesca tortuga pesimista, a una pareja de simpáticos duendes ancianos, un duende que volaba en un murciélago dormilón, un caracol veloz, un noble monstruo “come rocas”, etc., todo en un viaje iniciático en el que Atreyu deberá superar sus miedos, dejar atrás su niñez y encontrar su fortaleza interna, al enfrentarse al guardián del umbral, el G’mork, un diabólico lobo con su propia misión: matar a Atreyu.

El mensaje de la película, que repito, lograba impresionar con los añejos recursos de unos convincentes animatronics, mucho maquillaje y caracterizaciones cuidadas, era una bienvenida invitación para los niños a leer, a descubrir otros mundos a través de los libros, justo y como lo hacía Bastián. Gracias a su inquieta imaginación, Bastián lograba ir más allá del texto impreso e involucrarse a tal grado en la historia de Fantasía, cuya salvación, tal vez, estaba en sus manos.

++Existe una edición en DVD sencilla, que incluye extras como sinopsis, ficha técnica, ficha artística, biofilmografías, trailer, premios de la película, y otra edición especial para coleccionistas por el "20 Aniversario", con un empaque de lujo y otros extras, como galería de fotos, trailer, documental detrás de cámaras, premios de la película y un juego titulado "El juego de los Oráculos".

miércoles, 23 de enero de 2008

CINE INÉDITO: THE BIG WHITE * * * 1/2

Luego de ver un filme como The Big White (E.U., 2006), se nota que la principal fuente de inspiración para su realización han sido los Hermanos Coen. Con esto, uno podría imaginarse que el filme carece de total originalidad, que nos enfrentaremos a una simple copia malhecha de X o Y trabajo de mis admirados hermanos Coen. Hay algo de cierto en ambas cosas. Sin embargo, el realizador televisivo Mark Mylod se las arregla para hacernos pasar un rato entretenido con una comedia de humor negro, no del todo perfecta en su guión, pero que se sostiene bastante gracias a que sabe aprovechar a todo su reparto.

La historia está ambientada en los amplios escenarios nevados de Alaska, lo cual, en primer lugar, nos trae a la mente Fargo (Hermanos Coen, 1996). Tendremos también a un par de criminales, parecidos a los que vimos en aquel filme de los Coen, aunque más torpes y menos violentos, intentando deshacerse de un cadáver que nunca sabremos bien quién fue, ni qué hizo para merecer tal destino, pero que será el detonante de todos los enredos, fraudes e intrigas que se desatarán en la trama.

Paul Barnell (Robin Williams), un pobrediablezco agente de viajes, tiene el plan de cobrar la póliza del seguro de su hermano, a quien no ha visto en varios años y ya da por muerto. Las leyes de Alaska establecen que han de pasar algunos años, para que una persona desaparecida se considere como muerta, plazo que todavía no se cumple para mayor desesperación de Paul. Cuando Paul se encuentre en su camino al mentado cadáver, Margaret (Holly Hunter, espléndida), su esposa, quien padece un síndrome que la hace decir palabrotas a diestra y siniestra, tendrá la descabellada idea de usar el cuerpo para hacerlo pasar por su hermano fallecido, y así cobrar la póliza por varios miles de dólares.

Un agente de seguros, Ted (buen trabajo de Giovanni Ribisi), empezará a sospechar de la farsa armada por Paul, y comenzará a investigar el caso para desenmascararlo, complicándose el asunto, primero, por las dificultades que Ted está pasando en su todavía joven matrimonio, con una chica que trabaja dando consejos astrológicos por teléfono, y por la aparición de un par de mafiosos, los “dueños” del cadáver (Tim Blake Nelson y Earl Brown). Aunque lo peor será cuando el hermano desaparecido de Paul (Woody Harrelson), un alcohólico expresidiario, aparezca en escena para desbaratar sus planes.

Entre lo más notable del filme, además del buen trabajo de Giovanni Ribisi, la divertida actuación de Holly Hunter, y en resumen, el buen desempeño de todo el reparto, es la magnífica fotografía de Jammes Glennon, y su habilidad para aprovechar los blancos y fríos escenarios de Alaska. No estamos ante una comedia menor, y la verdad, The Big White no le pide mucho al trabajo de los hermanos Coen, pero si en algo se ha quedado corto Mylod, es en el hecho de que sus personajes acaban siendo demasiado buenos y amables, sin esa naturaleza baja, obscura y humorística que sí tienen las creaciones de Joel e Ethan Coen.

martes, 22 de enero de 2008

EN CARTELERA: I AM LEGEND * * 1/2

I Am Legend (E.U., 2008), es la tercera adaptación cinematográfica de la novela homónima de ciencia ficción, escrita por Richard Matheson y publicada en 1954 (autor de The Incredible Shrinking Man, que también tuvo su adaptación fílmica). Aunque desconozco tanto la fuente literaria original, como las dos anteriores películas, The Last Man on Earth (Ragona-Salkow,1964), protagonizada por Vincent Price, y la posterior, The Omega Man (Boris Sagal, 1971), esta protagonizada por Charlton Heston, un buen amigo que sí leyó el libro, me hizo saber, luego de ver también el nuevo filme, que el guión nada más había conservado la premisa original, y que se habían hecho muchos cambios sustanciales a la historia del libro, en especial, el final. Vaya, tengo entendido que incluso hay una versión animada del libro.

Como me declaro ignorante en el tema I Am Legend, me limitaré a juzgar la nueva entrega, dirigida por el videoclipero musical Francis Lawrence (Constantine/2005), por sus propios méritos o deficiencias que tenga como el filme-palomero-de-fin-de-semana que es. En esencia, I Am Legend es una película más sobre catástrofes apocalípticas que hemos visto infinidad de veces, con todo y escenario urbano destruído, acerca de un hombre que se ha quedado sólo en la faz de la Tierra, el Teniente Coronel Robert Neville (un buen trabajo de Will Smith), luego de una catástrofe bioquímica a partir de unos experimentos para encontrar una cura para el cáncer. Es el año 2012, y algo salió mal con dichos experimentos tres años atrás, que causó una plaga que exterminó casi por completo a la raza humana, mientras los sobrevivientes quedaron convertidos en monstruosos zombies-vampiros, sedientos de sangre.

Acompañado por su perra pastor alemán, Robert se enfrentará al escenario de una Nueva York en ruinas, una especie de náufrago en su propia tierra, ocupado también por animales salvajes, pudiendo salir nada más durante el día, ya que en la noche los vampíricos humanoides salen a merodear por las calles, con el peligro de ser atacado y acabar infectado con el mismo virus que los dejó así. Atormentado por la culpa de no haber podido hacer nada al momento de la tragedia, cuyos antecedentes se nos presentan a manera de flash-backs algo rutinarios, que nos van informando lo que fue de la familia de Robert, su esposa y pequeño hijo (Willow Smith, el otro retoño de Will Smith que nos presenta en pantalla), el militar se encuentra buscando una cura que pueda regresar a los monstruos a su condición humana normal.

I Am Legend acaba siendo un filme de ciencia ficción entretenido, a pesar de sentirse derivativo y algo rutinario, en su reelaboración de la premisa del cine de terror de zombies, a causa de un virus, que al menos aquí sabemos bien de dónde y porqué vino. Además, la película de Lawrence es el perfecto vehículo de lucimiento para Will Smith, que tiene sus momentos inspirados, no en las poco logradas y escasas secuencias de acción, sino en la interacción con su perra, el único ser que le hace compañía, cuando no se encuentra hablando con maniquíes, que ha situado estratégicamente en un videoclub para saludarlos y que lo reciban cuando va por sus DVD.

Por lo demás, a pesar de los atractivos efectos visuales (hay animales y zombies creados digitalmente, aunque estos últimos a ratos lucen acartonados), siento que Lawrence se concentró demasiado en la parte visual de la película, para que centráramos toda nuestra atención en lo impresionante de ver una Nueva York vacía, ruinosa (que recuerda al Chicago de Twelve Monkeys/Terry Gilliam/1995), y en sus criaturas digitales, en lugar de tratar de hacer la historia más interesante y atractiva.

Lo que me dejó I Am Legend, es una tremenda curiosidad por ver de inmediato las antiguas versiones de la novela de Matheson (así como leer su libro), que con seguridad, están mucho mejor que el poco inspirado filme de Francis Lawrence.

lunes, 21 de enero de 2008

CINE INÉDITO: MEAN CREEK * * * 1/2

Las referencias más claras de un filme como Mean Creek (E.U., 2004), se pueden encontrar en ese relato clave de adolescentes de los 1980, que de alguna manera marcó a las generaciones de aquella época: Stand By Me (Reiner, 1986), historia sobre la travesía existencial-emocional-morbosa, que un grupo de adolescentes emprendía para encontrar el cadáver de un muchacho atropellado por un tren.

Partiendo de una premisa similar, el joven cineasta Jacob Aaron Estes da forma a un pequeño pero contundente relato, que se presenta como un acercamiento de corte realista al rostro más gris y desolador de la juventud. Desde el principio, Mean Creek se erige como una singular pieza independiente, que si bien recurre a temas comunes de las historias juveniles (el despertar hormonal, la atracción hacia el sexo opuesto, las travesuras inevitables, los abusos en la escuela de un compañero más fuerte,...), el tratamiento de los mismos se aleja de complacencias y convencionalismos, mostrando la maldad más oculta dentro de la supuesta “inocencia” juvenil.

Sam (Rory Culkin, el hermano menor de Macaulay Culkin), es un jovencito que sufre en la escuela los abusos del robusto George (Josh Peck), quien cada vez que puede le propina una que otra paliza. Harto de tal situación, Sam es aconsejado por su hermano mayor, Rocky (Trevor Morgan) de jugarle una broma bastante pesada a George, invitándolo a pasar el día a un lago y hacerle sentir que lo consideran como un buen amigo.

A la reunión acudirán los amigos de Rocky: Clyde (Ryan Kelley), Marty “Martini” Blank (Scott Mechlowicz) y Millie (Carly Shroeder), amiga de Sam, la única que no está enterada de la broma que le jugarán a George. Contra todas las expectativas, George empieza a caerle bien a los demás, a ser la buena persona que ninguno se esperaba, y cuando empiecen a desechar la idea de la broma, uno de los chicos no se quedará con las ganas de llevarla a cabo, alguien que no se acabará de convencer que George no es tan malo como parece.

De los aspectos destacables de Mean Creek, es la particular habilidad que el director tiene para dirigir a sus jóvenes actores y sacar lo mejor de ellos. Aaron Estes, autor también del guión, conoce bien a la juventud de esta época, sabe cómo hablan y se expresan, sabe profundizar y adentrarnos en la mente del fanfarrón George (la escena en que expresa ante su handy-cam la alegría de sentirse aceptado, gracias a la invitación que le hacen), lo comprendemos totalmente y acabamos involucrados en su soledad.

De hecho, una de las sutilezas estilísticas en la realización de Estes, radica en la manera de utilizar un pequeño artilugio como la handy-cam, para situarnos en el punto de vista de George. Gracias a estos simples hallazgos, producto de la destreza de un realizador que asume su tarea sin pretensiones ni mensajes aleccionadores, Mean Creek sale adelante y está por encima de cualquier teleserie juvenil.

Si final, aparentemente, resulta seco, emocionalmente contenido, pero lo cierto es que ninguno de los protagonistas acabará sin un mínimo de culpa por lo acontecido, en una premisa simple pero inteligente al mismo tiempo.

++ Mean Creek se presentó con éxito en el Festival de Sundance del 2004, y hasta ahora no ha tenido estreno comercial en España, ni existe editada en DVD.

domingo, 20 de enero de 2008

DVD: 1492, CONQUEST OF PARADISE * * * *

Con el quinto centenario del descubrimiento de América, en 1992, se estrenaron dos películas relacionadas con el tema, una de ellas (que hasta la fecha no he visto), protagonizada por Marlon Brando como Juan de Torquemada y Tom Selleck en el papel de Fernando el Católico, era Christopher Columbus: The Discovery (John Glen, 1992), con el actor galo Georges Corraface en el papel de Cristóbal Colón. A pesar de no haber visto el filme de Glen, siento que es menos logrado comparado con el otro filme, 1492, Conquest of Paradise (Reino Unido-E.U.-Francia-España, 1992), dirigida por Ridley Scott, una superproducción que tuvo un presupuesto de 47 millones de dólares, y que según las malas lenguas, nunca recuperó por los malos resultados que obtuvo en taquilla.

Scott, que ha demostrado una buena mano para los filmes de época como en The Duelists (1977), su primer largometraje, y últimamente con Gladiator (2000) o Kingdom of Heaven (2005), ofrece en 1492 una espectacular visión de la aventura que emprendió Colón (magnífico Gérard Depardieu), en su búsqueda por encontrar una nueva ruta a la India y que, como todos sabemos, lo llevó a descubrir un nuevo continente. La película contaba con un por demás atractivo reparto, junto al estupendo Depardieu estaban también el gran Fernando Rey, como un fraile que apoya a Colón en sus teorías y planes, Sigourney Weaver como una reina Isabel de look moderno, Armand Assante como el frío consejero real, Tchéky Kario interpretaba a Martín Alonso Pinzón, Frank Langella, la española Ángela Molina en el papel de la esposa de Colón, etc., junto a, en ese entonces, jóvenes promesas del cine español en papeles secundarios, como Juan Diego Botto y Achero Mañas, como Juanito, el marino de labio leporino.

Escrita por Roselyne Bosch, el filme no pretendía caer en didactismos chocantes, sino ser un filme de aventuras al estilo de Aguirre, La Ira de Dios (Werner Herzog, 1972), aunque el resultado con la crítica no fue favorable. Al fin y al cabo ¿a quién puede interesarle un filme sobre el descubrimiento de América? Aparentemente, no a muchos, de sólo escucharlo suena aburrido. Para quien esto escribe, 1492 fue una lograda película sobre el tema, maravillosamente ambientada al recurrir a fuertes recursos de producción (vestuario, caracterizaciones, una impresionante y fiel reconstrucción de las tres carabelas, la decoración de sets, etc.), con una bella fotografía del fallecido Adrian Biddle, que sacaba mucho partido a las locaciones originales (el monasterio de la Rabida, la Universidad de Salamanca, etc, en España), y escenas impactantes, como la ejecución inicial del Santo Oficio, o el desembarco en la Isla de San Salvador.

Desde el punto de vista formal, la realización de Scott era notable, con un inteligente y estético uso de los ralentis en varias partes de la película. Por si fuera poco, la intensa música electrónica de Vangelis y sus coros, añadía un bienvenido toque anacrónico a una película, en resumen, sumamente cuidada en toda su parte estética.

La historia es por todos conocida, es decir, la riesgosa aventura que desea emprender un navegante a finales del s. XV, estudioso experto en geografía antigua, dispuesto a romper con viejas y absurdas teorías medievales acerca de que más allá del horizonte no había más que un abismo, con riesgo de ser considerado hereje por la Inquisición. El Cristóbal Colón de Scott, es un hombre impulsivo, apasionado, de espíritu aventurero, de enorme fuerza física y carismático, pero que acabó cegado por esa misma pasión al no saber gobernar y administrar aquello por lo que siempre luchó, ni traer los tesoros que prometió a sus patrocinadores.

Si hay algún pero que le pondría al filme, es su duración algo excesiva, de dos horas y media, así como una aparente atracción entre Colón y la Reina Isabel, que siento estaba por demás, incluso, sugerir. En la película, el poder político fue más fuerte que Colón, en su afán de emprender una conquista pacífica en lo que al principio veía como un paraíso, una utopía que Scott y Bosch usan como discurso político para demostrar que tal cosa era irrealizable. Al final, empujado por el radical Moxica (el “carilindo” Michael Wincott), se tuvo que recurrir a la fuerza, a las armas, a la lucha contra los indígenas que opusieron resistencia, en un mundo desconocido para los recién llegados españoles.





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