miércoles, 23 de abril de 2014

BEASTS OF THE SOUTHERN WILD * * * *

MITOLOGÍA AL ESTILO SUREÑO. Quvenzhane Wallis frente a un "auroch".

Un cuento de hadas fuera de lo común y lo tradicional. Sus locaciones tampoco son muy normales que digamos: los desastres causados por el huracán Katrina en Nueva Orleans. El joven realizador Behn Zeitlin aprovechó -en el mejor sentido del término- estos escenarios, para ambientar el diluvio, de proporciones casi bíblicas, que amenaza el universo de los personajes que pueblan Beasts of the Southern Wild. La muy joven revelación, Quvenzhané Wallis (nominada al Oscar en 2013), con un nombre impronunciable, como extraído de un relato fantástico como este, interpreta a   Hushpuppy, la protagonista, cuyo nombre es una referencia a un platillo típico de las tierras sureñas de E.U. 

Las bestias a las que hace referencia el título, son unos monstruos llamados aurochs, liberados por obra del deshielo polar, y que lucen más bien como cerdos negros con cuernos. Los aurochs se encuentran en marcha hacia el lugar donde vive Hushpuppy, con un propósito no específico. Los monstruos podrán ser o no obra de la imaginación de la niña, pero el caso es que esta adorable y, al mismo tiempo, cruda fantasía escapista, no necesita de una multimillonaria superproducción veraniega, cargada de efectos especiales, para atrapar y conmover al espectador.

La aventura que emprende Hushpuppy junto a su papá (Dwight Henry, muy bien), y otro grupo de la  comunidad isleña en donde viven (simplemente llamada "La Tina"), es para tratar de encontrar a su mamá (a la cual nunca conoció, pero que, según el papá, era tan "ardiente", que podía encender la estufa con sólo pasar cerca) y, además, tratar de llegar a tierra firme luego de la tormenta, con el peligro de ser llevados a un refugio. Su papá, cuando le platica la pequeña historia de cómo fue concebida (una divertida parte, por la inocencia que envuelve al relato), afirma que "Tu mamá y yo éramos tan tímidos, que podíamos estar horas y horas nada más sonriéndonos el uno al otro". El papá tiene una extraña enfermedad terminal (podría ser leucemia), y está muriendo. Sin embargo, el hombre trata de mantener el espíritu en alto y oculta su enfermedad, para que su hija no desfallezca, ni se rinda, y aprenda a sobrevivir en la más difícil de las circunstancias. Incluso, le enseña la mejor y más eficiente manera de comer cangrejo (descuartiza y come todo lo masticable).

El tratamiento del filme, ocasionalmente, es como el de un documental. Zeitlin no pierde detalle de todo lo que se encuentra en su camino (incluídos animales muertos), y es interesante, por los pequeños apuntes que tiene aquí y allá sobre la forma de vivir de las comunidades bayou. Quizás ese haya sido uno de los propósitos del director, envolviéndolo todo en una fantasía surreal, con toques de realismo mágico. 


lunes, 21 de abril de 2014

THE AMAZING SPIDERMAN 2: RISE OF ELECTRO * * * 1/2



¡BONITO LOOK, JAMIE! Jamie Foxx y, bajo la máscara, Andrew Garfield. 

The Amazing Spider-Man 2, es dos grados mejor que la anterior entrega, a pesar de lo larga que puede sentirse y, en ocasiones, redundante. El papá de Peter Parker y las circunstancias de su muerte, siguen dando material por donde escarbar y explorar. Además, si se trata de espectacularidad y pirotecnica visual, este secuela la tiene y de sobra. Sigue siendo hipnóticamente entretenido ver a Spidey (interpretado nuevamente por un Andrew Garfield menos sombrío y con más chispa), colgarse y columpiarse de un edificio a otro. Es una especie de viaje acrofóbico por los rascacielos de Nueva York, en donde vamos casi colgados con él en la misma telaraña. Ya casi ni la necesita, debido a que parece poder volar. Hay minutos y minutos de metraje para apreciarlo en un millón de acrobáticas posiciones distintas.

El tono de la película se torna jocoso a ratos, cayendo en el humor simplón, quizás para que los peques también tengan chistes para reírse. Peter parece tener ahora una arácnida vena de comediante, sacándola a relucir en los momentos más peligrosos. Muchas escenas de acción se notan redundantes en su tratamiento, con esa cámara hiper-lenta estilo Matrix, congelando la acción y mostrándonos lo que ocurre en distintos ángulos. 

El nuevo filme de Spiderman puede resultar visualmente cargado, con toda la parafernalia de efectos especiales por encima del desarrollo y avance de la historia. Después del excitante inicio, con un irreconocible y frenético Paul Giamatti anunciando lo que podría ser un posible villano (en esta, o en la siguiente entrega), causando caos y destrucción, a la película le toma mucho tiempo despegar del letargo en el que cae. Marc Webb (repitiendo en la dirección), por alguna cursilona razón, decide darle muchas vueltas al dilema romántico entre Peter y Gwen Stacy (Emma Stone), entre si decide nuestro héroe seguir la promesa que hizo al padre de ella (Denis Leary) de mantenerse alejado, o seguir a su arácnido corazón.

En general, esta secuela es palomera, para pasar una entretenida tarde sabatina, no exenta de sus problemas. Por ejemplo, ahí también tenemos a un muy desperdiciado Jamie Foxx en plan nerd, como un irritante científico que trabaja para la OSCORP, en un experimento relacionado con electromagnetismo. El tipo acaba accidentalmente convertido en Electro, la nueva némesis de Spidey, un muy aburrido mutante con piel de neón y venas visibles, con problemas para controlar sus poderes eléctricos, y con la capacidad para causar apagones masivos en la ciudad.

Con excepción de unos cuantos minutos al final, el Duende Verde (Dane DeHaan), quien en su forma más humana es Harry Osborne, está prácticamente ausente durante el filme. ¿Por qué dedicarle más tiempo a Electro que al Duende Verde, el más famoso de los villanos en  la  historia de Spiderman? Es un misterio. Pero sin duda, de haber dedicado más tiempo al Duende, hubiera resultado una película más interesante debido a la complejidad del personaje. Para colmo, otro icónico personaje del cómic, Mr. J.J. Jameson, vuelve a brillar por su ausencia. Lo siento, pero  sigo prefiriendo las películas de Sam Raimi.

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