viernes, 24 de agosto de 2007

DVD: WORLD TRADE CENTER * * * 1/2

El año 2006 coincidieron dos películas sobre el tema de los ataques terroristas del 11-S. La primera en estrenarse fue United 93, del inglés Paul Greengrass, sobre uno de los aviones secuestrados que no alcanzó su objetivo en Washington, y fue a estrellarse en campo abierto en Pennsylvania. El segundo, el último filme del siempre controversial director Oliver Stone, World Trade Center (2006), luego de su fracaso con la crítica al tratar de llevar al cine su visión épica sobre Alejandro Magno en Alexander.

En World Trade Center, Stone ofrece su particular homenaje a todas las corporaciones directamente involucradas en las labores de rescate, antes y después que las Torres Gemelas se vinieran abajo, cuando dos aviones secuestrados se fueran a estrellar en ambos edificios aquel 11 de septiembre. Policias, bomberos, grupos de rescate, paramédicos, etcétera, todos encuentran un hueco en esta espectacular aunque inconsistente película-homenaje.

La película está basada en un conjunto de historias verídicas, sobre las traumáticas horas que pasaron los oficiales de policia John McLoughlin y William Jimeno (interpretados por Nicholas Cage y Michael Peña, respectivamente), cuando al intentar ayudar a evacuar una de las torres, junto a un escuadrón de 5 policías, el desplome del edificio los sorprendió, quedando sepultados entre los escombros. Mientras afuera, sus esposas (interpretadas por Maria Bello y Maggye Gyllenghaal) permanecían angustiadas junto a sus familias en casa, esperando lo peor al enterarse que ambos habían entrado al edificio.

Si por algo sorprende la cinta, es por su excelente recreación de todos los hechos, gracias a la magia de la tecnología digital, reconstruyendo con detalle las torres y el momento en que son impactadas por los aviones, la crisis y paranoia vivida en las calles, los momentos de horror en que las personas atrapadas en lo alto de las torres optaron por arrojarse al vacío, las calles llenas de polvo, escombros y papeles que caían de los edificios. La también impecable ambientación con lujo de detalle de la zona de desastre, una vez que las torres habían caído. Es decir, una lograda manera de transportarnos cinco años atrás y revivir la experiencia para aquellos que nos tocó apreciarla por televisión, sin saber a fondo lo que estaba sucediendo realmente.

Viendo el asunto de una manera, quizás, un poco fría, World Trade Center acaba siendo sobretodo una intrigante película del género de desastres, cargada con todo el drama y sentimentalismo propios de un efectivo espectáculo de Hollywood. Stone quita el velo político al tema, para centrarse en entregar una historia de supervivencia, con instantes extraños y delirantes, como esas visiones de Jesucristo que tendrá uno de los policias atrapados, justo cuando creen que todo está perdido para ellos.

En definitiva, una película que da su merecido sitio al trabajo que hicieron cientos de personas aquel 11 de septiembre y días posteriores, sin caer en glorificaciones, muy bien actuada por todo su reparto, aunque demasiado recurrente al flash back, que insiste en
recalcar el lado humano de McLoughlin y Jimeno.

++Durante la promoción del filme en una conferencia de prensa, Nicolas Cage dijo que esta película llegaba hasta el 12 de septiembre del 2001 y que después “ya mejor ni hablar”. Se mostraba renuente a responder cualquier pregunta relacionada con los hechos posteriores a los atentados, como los bombardeos en Afganistán. Oliver Stone le contestó que no, que creía que si veían la historia de todo desde ese día hasta ahora, algo había salido mal evidentemente. Los dos se separaron por el resto de la promoción.
++Disponible en España desde abril, con una edición especial de 2 Discos.

DVD: L'ENFANT * * * 1/2

El Niño (L’Enfant, Bélgica-Francia, 2005), es el reciente filme de los hermanos Jean-Pierre y Luc Dardenne, la prestigiada dupla de realizadores, guionistas y productores belgas, que dentro de la cinematografía francesa actual, se han caracterizado por filmes que hacen un estudio sensible y dramáticamente detallado de jóvenes agobiados por la soledad, así como una falta total de entendimiento con el mundo adulto.

El Niño tuvo una exitosa premiere en el Festival de Cannes 2005, llevándose la Palma de Oro a la Mejor Película, donde la buena aceptación de la crítica sigue manteniendo el excelente oficio de los Dardenne en alto. Su anterior filme, El Hijo (Le Fils, 2002), era una cinta filmada completamente con cámara portátil, muy realista en su tratamiento visual y puesta en escena, que se centraba en la historia de un chico adolescente, Francis (Morgan Marinne), que entra a un centro de rehabilitación social por recomendación de su directora, para ser adiestrado en el oficio de la carpintería por el serio y adusto Olivier, interpretado por Olivier Gourmet, actor frecuente en varios filmes de los Dardenne, y que también participa con un pequeño papel en El Niño como agente de policia. Son historias distintas, pero al ver con detenimiento la dirección actoral que los Dardenne hacen de sus actores juveniles, tienen en común que al final todos irradian encanto, aunque con su buena dosis de amargura, características que les da el verse envueltos en dilemas y conflictos adultos a su corta edad, como sucede en el caso de El Niño.

Si bien trata el clásico problema de la maternidad durante la adolescencia, el caso es que el guión de El Niño, escrito por los mismos hermanos Dardenne, está exento de cualquier azote melodramático a lo Hollywood, ni se preocupa mucho de que sintamos lástima por su joven pareja de chicos, que sin muchos recursos y un futuro incierto, ni siquiera un apoyo de sus padres, tendrán en sus manos la responsabilidad de cuidar a un recién nacido.

Hermanada con otra notable película francesa, Las Bordadoras (Faucher, 2004) por tratar en esencia el mismo tema, El Niño comparte con Las Bordadoras el hecho de que el embarazo-nacimiento de un bebé, es el suficiente pretexto para desatar en los protagonistas dilemas que los llevarán al límite. Sea la decisión de abortar por parte de la protagonista de las Bordadoras, sea la de vender a un recién nacido para sacar una buena cantidad de euros, tener para comer y seguir llevando una vida cómoda y despreocupada de vago, como en el caso de Bruno (Jérémie Renier), protagonista de El Niño.

Con una economía de recursos impresionante, los Dardenne ofrecen un relato urbano estremecedor, en el que el pequeño bebé al que hace referencia el título, se encontrará en medio de la tormentosa relación sentimental entre Bruno y Sonia (Francois), par de jóvenes sin oficio ni beneficio, que a temprana edad han quedado convertidos en padres. Sin trabajo, ladrón y mendigo ocasional, Bruno será el más despreocupado respecto a su condición de padre y del destino del niño.

Algo curioso en el filme, rodado con la misma habilidad para la cámara en mano del cinefotógrafo Alain Marcoen (como lo evidenció en El Hijo), es que no nada más el bebé -bautizado como Jimmy por Bruno-, será el afectado por haber tenido como padres a dos chicos inmaduros y que no saben qué hacer con sus vidas, sino que el niño pasará a segundo plano para que la trama sea llevada por un Bruno en plena decadencia, enfrascado en deudas por haberse involucrado en una red de tráfico de recién nacidos.

A los Dardenne les interesa exponer un montón de cosas en su película, no nada más la alarmante ignorancia de la juventud gala respecto a los temas sobre sexualidad y control natal (“No te preocupes, tendremos otro bebé y asunto arreglado” dirá Bruno a Sonia), sino problemáticas sociales complejas, como la delincuencia juvenil y lo fácil que es caer en el robo como camino fácil.

Su final es abierto pero redentor; incierto pero esperanzador. Luego de observar el camino seguido por sus protagonistas, excelentemente interpretados por sus jóvenes actores, en especial Jérémie Renier como Bruno, buen actor que ha trabajado al lado de grandes directores como Francois Ozon en los Amantes Criminales (1999), o Pacto con Lobos de Christophe Gans (2001). No queda más que desearles lo mejor a Bruno y a Sonia.

martes, 21 de agosto de 2007

CINE ANIMADO: GRAVE OF THE FIREFLIES * * * *

Mirando desde esta distancia una película animada como Grave of the Fireflies (Hotaru no haka, Japón, 1988), dirigida por el realizador Isao Takahata, curtido en teleseries de animación enfocadas estrictamente al público infantil, podrá lucir ya un tanto arcaica su técnica de animación, pero en eso radica precisamente su encanto y atractivo: sin necesidad de echar mano de los modernos retoques digitales de hoy en día, nos entrega un conmovedor y triste drama ambientado en la Segunda Guerra Mundial.

Takahata, quien por alguna extraña razón se ha mantenido inactivo desde 1999, con su última obra Hônokekyo tonari no Yamada-kun (Mis Vecinos los Yamada), se vale únicamente de la entrañable relación entre un joven adolescente, Seita (voz de Tsutomu Tatsumi) y su hermanita, Setsuko (voz de Ayano Shiraishi), quienes quedan huérfanos luego de que su pueblo, cerca del mar, es bombardeado por las fuerzas aliadas, al morir su madre víctima de las quemaduras en todo su cuerpo. De su padre, un capitán de marina, no han sabido nada en mucho tiempo.

Es en la relación entre Seita y Setsuko donde reside el alma de Grave of the Fireflies, basada en la novela de Akiyuki Nosaka. En especial, es en la magnífica creación del personaje de la pequeña Setsuko, una niñita adorable, tierna, que a veces parece comportarse como si fuera un poco mayor; a veces alegre, vivaz, otras más triste, berrinchuda, aunque comprensible con su hermano. Es evidente desde el inicio, que Setsuko fue el personaje al que, visualmente hablando, Takahata puso mayor cuidado. Dentro del sencillo estilo minimalista del ánime, Takahata ofrece un personaje capaz de expresar tanto en sus ligeros movimientos y sus delicados gestos.

Seita y Setsuko se irán a vivir con una tía lejana, al principio toda amabilidad con los niños, pero al poco tiempo empezará a hacerles el feo, y ambos deberán buscar refugio en el campo, recayendo en Seita toda la responsabilidad de cuidar y alimentar a su hermana, teniendo que pedir caridad, o en ocasiones robar lo que encuentra a su paso, pero la mayoría del tiempo pasando hambre. Su única compañía en las noches, serán las luciérnagas que vuelan cerca del refugio en el que viven, atrapándolas para iluminar su improvisado hogar y tratar de olvidar el hambre que están pasando.

La historia narrada en Grave of the Fireflies es trágica. Es la lucha de dos indefensos niños por sobrevivir en el ambiente hostil de bombardeos continuos y la miseria de las localidades rurales en tiempos de guerra. Nos da rabia e impotencia ver el desarrollo de los hechos hasta su dramático desenlace. Seita, es verdad, es un niño que daría todo por su hermana, es todo su mundo y estaría dispuesto hasta dar su vida por ella, pero es quizás demasiado joven para saber que debe ser lo suficientemente hábil o rápido para evitar la tragedia que sobrevendrá.

En ese sentido, el final de Grave of the Fireflies tal vez no escape al chantaje sentimental, pero su impecable y al mismo tiempo sencilla técnica de animación, sus personajes y su ambientación muy logrados, la historia tan bien contada, que uno, atrapado por el relato, hace suyo el drama de estos niños, y no podemos más que concluir que son las víctimas más vulnerables de la guerra y la postguerra.

lunes, 20 de agosto de 2007

DVD: LETTERS FROM IWO JIMA * * * * 1/2

El díptico iniciado por el maestro Clint Eastwood con Banderas de Nuestros Padres, se cierra con Cartas desde Iwo Jima (Letters from Iwo Jima, E.U., 2006), instalada también en la batalla por la isla de Iwo Jima, en 1945, pero narrada desde el punto de vista del ejército japonés. Eastwood ofrece así las dos caras de una misma moneda; dos frentes separados por grandes brechas culturales, pero que en el filme denotan varios puntos en común. Uno de ellos, es que siempre la juventud es la carne de cañón en la guerra. Aquí no hay héroes, sino víctimas de patriotismos absurdos. Japoneses y americanos se identifican con los mismos ojos del sufrimiento.

Las dificultades narrativas en la dramatización del libro documental “Banderas de Nuestros Padres”, desaparecen en Cartas desde Iwo Jima, un relato lineal, sobrio, de tono reflexivo, centrado por completo en el campo de batalla. En flashbacks, la película narra el pasado de los soldados japoneses, para enterarnos sobre cómo se involucraron en una guerra contra un ejército poderoso, que los superaba en número y en capacidad de armamento.

Basada en el libro “Pictures Letters from Commander in Chief”, de Tadamichi Kuribayashi y Tsuyoko Yoshido, la historia cuenta las experiencias de Saigo (Kazunari Ninomiya), joven panadero de Tokio, quien cavando trincheras se pregunta cuál es el objeto de que su país esté involucrado en una guerra que no le incumbía. A pesar de comentarios tan antipatriotas, Saigo cumple con estoicismo su deber de enlistarse en la guerra. En su aventura, Saigo será testigo de la encarnación del fanatismo patriótico más espantoso: suicidios masivos de compañeros, haciéndose estallar bajo el lema de morir con honor antes que por la mano enemiga.

Saigo encuentra benevolencia en la figura del sensible general Tadamichi Kuribayashi (magnífico Ken Watanabe), hábil estratega, quien escribe cartas a su esposa en Japón ilustrándolas con dibujos, contando en ellas sus miedos, su sentido del deber patriótico y los recuerdos de su vida en E.U., que lo convertía en un valioso conocedor del enemigo.

“Las convicciones de mi país, serán también las mías”, será la respuesta de Kuribayashi a unos diplomáticos estadounidenses, años antes de la guerra, cuando se le pregunta qué haría si -en el remoto caso-, Japón y E.U. estuvieran en guerra. Una frase que explica la fuerza patriota que movía al ejército japonés, derrotado al ser abandonado a su suerte por su gobierno.

Patriotismos no nada más se daban por la parte americana, sino también en la japonesa. Los americanos, en este caso, serán el verdadero enemigo oculto, maligno en muchas ocasiones. Sin embargo, es un mensaje fraternal el de Cartas desde Iwo Jima. En cierto momento, un oficial japonés accede a curar a un soldado americano, mostrando más semejanzas que diferencias entre ambos bandos. Soldados que, leyendo sus cartas, se revelan extrañando lo mismo, amando de la misma forma a sus familias lejanas, anhelando exactamente lo mismo: estar lejos de este pedazo de tierra, que ninguno entiende el porqué lo quieren defender unos y tomar otros.

++ A diferencia de Banderas de Nuestros Padres, parte del rodaje de Cartas desde Iwo Jima sí se hizo en la isla japonesa.
++ Ken Watanabe mostró su sensibilidad en el tema y preparación de su personaje al comentar: “Fueron tan pocos los sobrevivientes, que no teníamos a nadie que nos contará la verdadera historia sobre la guerra de Iwo Jima. Gracias a Clint, ahora podemos”.
++ Clint Eastwood también uso como referencia el libro “Kamikaze Diaries”, que revela que lo que menos querían los aviadores japoneses “suicidas”, era morir.
++ El filme ganó el Globo de Oro a Mejor Película en habla no inglesa. Para los Oscares compitió en los rubros de Mejor Director, Mejor Edición de Sonido, Mejor Guión Adaptado y Mejor Película del Año, superando a Banderas...., que sólo estuvo nominado en dos rubros: Mejor Edición de Sonido y Mejor Mezcla de Sonido.

THE KID * * * * *

Charlie Chaplin y Jackie Coogan buscando ventanas que romper. 
El primer largometraje dirigido y producido por Charlie Chaplin no podía haber tenido otra inspiración más que su propio pasado, y la dura infancia que vivió en Londres. Curiosamente, The Kid (Estados Unidos, 1921) fue un filme producido en una de las etapas emocionalmente más difíciles de Chaplin, cuando se encontraba en medio del divorcio de su primera esposa, Mildred Harris (aunque se consolaría después casándose con una de las extras de este filme). The Kid tuvo numerosas reediciones (Chaplin sentía muchas escenas demasiado sentimentales), y atravesó muchos obstáculos para que los inversionistas le tuvieran fe a un largometraje protagonizado por un Charlot (el icónico personaje creado por el actor) convertido en el padre adoptivo de un bebé abandonado.

Para convencerlos, Chaplin entretuvo a los productores de la First National (quienes preferían algo que durara dos rollos nada más) con su pequeño actor, Jackie Coogan (quien décadas más tarde acabaría interpretando al pelón tío de la teleserie "La Familia Adams", en los 1960). Los productores quedaron fascinados con el pequeño Coogan, y le dieron luz verde a Chaplin para que empezara la filmación.

Con su actuación Jackie Coogan casi "se roba" el filme. El niño de 7 años debutó con Chaplin en el corto A Days Pleasure (1919), producido también por la First National. Luego de haber trabajado para Sam Wood en Peck’s Bad Boy (1921), Jackie se embarcó en el papel que lo llevaría a la fama en The Kid, como el niño huérfano que es adoptado por el siempre noble e inocente Charlot.

Una graciosísima primera secuencia es la que abre la película, con una madre (Edna Purviance, la bella actriz fetiche de Chaplin), saliendo del Hospital de la Caridad con su bebé en brazos. Chaplin retrata a esta madre (que de tan bella uno llega a dudar que sufra tanto) como una santa, a la que parece hay que perdonarle todo y comprenderla del error que comete al abandonar a su hijo dentro de un lujoso coche (Chaplin compara su sufrimiento con el calvario de Cristo, intercalando una silueta de Cristo cargando la cruz). Junto al bebé, la madre deja una nota que pide “cuidar con mucho cariño a este pobre huérfano”, un elemento importante y decisivo en la resolución de la película. Sin embargo, el coche es robado por un par de ladrones, que al llegar a su escondite se dan cuenta de la presencia del bebé.   Cuando la madre se arrepiente y regresa a buscarlo ya es demasiado tarde.

El humilde cuarto de Charlot (diseñado por el mismo Chaplin, recordando aquel que compartió con su madre en Londres) es un pequeño espacio, que durante el resto del filme será el depositario de todas las alegrías y penas del niño y de su nuevo padre. El cuarto es un espacio bastante logrado que, por añadidura, consigue reflejar toda la situación de miseria que viven los dos protagonistas.

De hecho, la cotidianidad y el día a día que se vive en el pobre barrio de Charlot, es un fiel reflejo del mismo que habitó Chaplin en Inglaterra: los vecinos, el fanfarrón tipo con el que se acaba peleando por culpa del niño, etc. Para sobrevivir, Charlot y el niño tienen el método más mala leche que un servidor haya visto jamás: el niño se dedica a romper las ventanas de las casas, para que luego de emprender la huída llegue al lugar casualmente Charlot, en su papel de “técnico reparador de ventanas”,  y el dueño le pida que cambie el vidrio. Un divertidísimo “fraude laboral” el del pequeño Coogan y su extraordinaria puntería para destrozar vidrios.

El tercer acto del filme (el más melodramático de todos) tiene un afortunado repunte, gracias a un delirante fragmento cómico, que años atrás hubiera podido funcionarle a Chaplin como un perfecto cortometraje. En esta secuencia, Charlot tiene un sueño en donde se ve a sí mismo en el cielo (con todo y un perro con alas de ángel), luego de que las autoridades le quitan al niño, extrañándolo e imaginando que se reencuentra con él. La actriz que interpreta el ángel es Lita Grey, segunda esposa de Chaplin. Un fragmento cómico, sentimental, pero no exento de una traviesa y pícara comicidad, donde los celos rompen con toda la armonía amorosa de los ángeles.

Junto a los buenas secuencias cómicas de las que goza The Kid (hay que mencionar también la del refugio de indigentes, donde Charlot se las arregla graciosamente para esconder al niño en la cama), se encuentra, por otro lado, una gran habilidad narrativa de Chaplin (quien musicalizó la película y escribió el guión). Chaplin consigue armar, con inteligencia, los encuentros-desencuentros de Edna Purviance con su ya crecido hijo. Convertida en una famosa cantante de ópera, la madre se reencuentra con su pequeño hijo en el barrio, sin saber que es el hijo que abandonó años atrás.

Más adelante, Chaplin logra un climax de mucha intensidad emocional. Hay una persecución para rescatar al niño, para concluir con una desgarradora y emotiva escena.  Dicha escena es un duelo histriónico entre Chaplin y Coogan, donde ninguno pierde presencia escénica. Al contrario, ambos ganan en el que fue para Chaplin un magnífico debut en el largometraje, así como uno de los mejores filmes de su carrera y de la Historia del Cine en general. 

TORREMOLINOS 73 * * * *

ARTISTAS DEL PORNO CASERO. Javier Cámara y Candela Peña.

 Torremolinos 73 (España-Dinamarca, 2003), titulada en México “Porno quedar Pobre”, llamó la atención en el momento de su estreno, en primer término, por ser la primera película que su actor protagónico, Javier Cámara, hiciera después del éxito internacional que tuvo con Hable con Ella (2002), bajo la dirección de Pedro Almodóvar, ofreciendo una magnífica actuación como el sexualmente ambiguo enfermero Benigno.

Torremolinos 73 es el segundo largometraje del realizador Pablo Berger, donde Javier Cámara se pone, literalmente, “en la piel” de Alfredo, un pobre vendedor de enciclopedias de puerta en puerta a principios de los 1970, que no gana más que los portazos de la gente, que apenas y lo escuchan. La cinta, escrita por el mismo Berger, basada en personajes y hechos reales, intenta hacer una mirada cómica, burlona y desfachatada a la moralina imperante en la sociedad franquista, pocos años antes de la muerte del “Generalísimo”.

El título se refiere a la “obra maestra” cinematográfica que Alfredo dirigirá, al descubrirse a sí mismo como un realizador de películas pornográficas caseras, oficio que deberá tomar como última opción para no ser despedido por su jefe (el siempre eficiente actor Juan Diego), debido a que una línea de enciclopedias sobre educación sexual está teniendo éxito rotundo en Dinamarca y pronto tendrá una edición audiovisual. El trabajo consistirá en que Alfredo y su esposa (Candela Peña) deberán filmarse así mismos teniendo relaciones sexuales, a cambio de cuantiosas sumas de dinero por película.


La pasión por Bergman tocará la vena cinematográfica de Alfredo. Conforme él y su esposa vayan protagonizando las rudimentarias películas caseras en 16 mm, cada vez más “complejas” y escenificadas, el tipo acabará apasionándose cada vez más por ese extraño arte llamado cine. La cinta, estupendamente ambientada y musicalizada, nos sumerge en pleno año de 1973, y por obvias razones estará plagada de referencias al maestro sueco (recientemente fallecido), llevándonos a varios momentos cómicos, algunos otros sublimes, durante la parte de la filmación de “Torremolinos 73”, título de la gran obra cinematográfica que Alfredo pretende filmar. Nada más el rodaje de la escena final de ese tortuoso episodio en el hotel, vale la experiencia de ver la película.


Por supuesto, la trama tendrá sus buenas dosis de melodrama inevitables, en la fragilidad del matrimonio de Alfredo, que por una u otra razón no ha podido tener un hijo, hasta instantes fílmicos sumamente inspirados, sea por el magnífico diseño de arte, o en general, por la buena dirección de Berger, en esa escena donde Alfredo, en un momento digamos “orgásmico”, concebirá la idea de filmar “Torremolinos 73”.

El filme es un trabajo divertido y a la vez valiente, sin necesidad de haber caído en excesos visuales o verbales. Todo vale en este ejercicio de estilo que emula, sobretodo en su montaje, a las comedias españolas de aquella época.

CINESPAÑA: EL LOBO * * * 1/2

Aunque hay un momento en El Lobo (España, 2004) en que Eduardo Noriega luce tan mal como Collin Farrell en Alexander (Stone, 2004), al teñirse el cabello de rubio, lo cierto es que este buen thriller policiaco-político se las arregla para mantenernos interesados en su intrincada trama, ambientada en la España de principios de los 1970, punto álgido de los atentados terroristas de ETA antes de que se iniciará la transición hacia la época democrática.

Cuarto largometraje del irregular realizador televisivo francés Miguel Courtois, El Lobo arroja pocas pero contundentes reflexiones políticas que, a treinta años de los acontecimientos en los que está basado, ayudan a entender un poco cómo es que el terrorismo en España todavía sigue causando tensión y victimas, cuando José Coronado, en su papel de frío jefe de policia, deje entrever que se necesita del terrorismo para que siga funcionando el sistema político.

Corre el año de 1973. Txema (Eduardo Noriega) es un sencillo padre de familia, dueño de una constructora, con esposa y un hijo pequeño. Su vida cambia cuando luego de darle albergue a un par de etarras y ser testigo de un asesinato en plena calle, será arrestado por la policia. Sin embargo, Txema tendrá que tomar un trabajo de infiltrado a cambio de su libertad, en el comando terrorista dirigido por dos mentes maestras, el violento radical Nelson (Patrick Bruel) y el intelectual, más político, Asier (Jorge Sanz), y así también tratar de sacar adelante a su familia de los problemas económicos.

Con el nombre clave de “Lobo”, Txema tomará así la arriesgada labor de informar sobre movimientos importantes del comando y la ubicación de los jefes, dándose tiempo para un romance con una guapa francesa de origen vasco (Mélanie Doutey), involucrándose en una misión que terminará por convertirse en un vehículo para sus pacíficas ideas políticas, en contra de la violencia y la lucha armada.

Basada en hechos reales, según se dice el “Lobo” sigue siendo buscado por ETA por traición, un precio alto que tuvo que pagar a cambio de que la policia llevara a cabo el mayor golpe a la organización terrorista, deteniendo a 150 de sus miembros aquel 1973. Eduardo Noriega logra una impecable interpretación, respaldado por un muy eficiente reparto y una gran ambientación, sin dejar de mencionar la notable capacidad de Courtois para armar visual y narrativamente su película, sobre un hombre común y corriente que lo perdió todo: su familia, su identidad (física y pública) y una vida, al convertirse en el instrumento de una policia, en aquel entonces, tan violenta como el mismo terrorismo que combatía.

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