jueves, 16 de agosto de 2012

DRIVE * * * * *

DRIVE: Una tensión pasiva vive dentro de este conductor,
que no te esperará un segundo extra si llegas tarde.

Drive (2011) es un thriller excitante. Además, es una de las mejores películas del 2011. No es cualquier thriller palomero hollywoodense, sino uno con un toque arty, que nada más un director europeo pudo haberle dado. Lo hace de manera inteligente, con destreza y maestría. De hecho, Drive sabe combinar las convenciones hollywoodenses, con una dirección sumamente estilizada, visualmente elegante. Esto suena fácil, pero no es cualquier cosa. Pregunte a Nicolas Winding Refn, realizador danés que quizás el público norteamericano conoció muy tarde. Bronson fue la película que catapultó su popularidad, además de ser el trabajo que dió a conocer todo el potencial -físico e histriónico- de Tom Hardy. Bronson era, igualmente, un thriller hecho con una mano artística, uno sobre peleas callejeras, apuestas y violencia carcelaria, basada en hechos reales. En ese sentido, es increíble lo que Refn puede hacer con sus actores. En Tom Hardy supo explotar la bestialidad que el británico exuda en pantalla, mientras  en Drive, supo aprovechar la gran personalidad y fuerza actoral del cada vez más sorprendente y versátil Ryan Gosling.

El wunderking danés consigue una película de persecuciones automovilísticas a la antigua. Lo consigue en todos sentidos, tanto que en muchas ocasiones parece que estamos viendo una película filmada a finales de los 1970, principios de los 1980. El señor ha visto su buena dósis de cine de acción setentero, incluyendo la que podría considerarse como la "reina madre" indiscutible de estas: Bullitt. Desde los créditos iniciales retrocedemos 30 y tantos años atrás. La adrenalínica secuencia inicial nos presenta al personaje principal, un conductor sin nombre; misterioso, discreto y de contadas palabras. Ryan Gosling parece hecho para conducir a toda velocidad. Sabe transmitir la seguridad necesaria, la destreza para ejecutar los trabajos nocturnos que tiene que realizar: ser una especie de transportador, ayudar a escapar a ladrones sin mencionar palabra alguna, sin hacer o responder preguntas. No vemos precisamente quién lo contrata, pero no parece tener muchas ambiciones para cobrar, ya que vive en un pequeño apartamento, sin nada de lujos. 

Cada segundo es crucial y cronometrado. Nuestro conductor no espera más allá del tiempo establecido. Si los ladrones se tardan, huye del lugar y los deja a su suerte. Sus instrumentos: un auto y una radio, para monitorear todos los movimientos de la policia. Es una secuencia emocionante, una persecución nocturna en donde quedamos convencidos que este conductor es un verdadero profesional y está lleno de sorpresas. Durante el día trabaja como mecánico para un jefe parlanchín y no muy discreto (Bryan "Malcolm in the Middle" Cranston), es decir, su total opuesto y algo de figura paterna ausente, especializado en reconstruir y mejorar autos. Ocasionalmente, el conductor trabaja también como "doble" en películas de acción, conduciendo autos en escenas peligrosas.

El disciplinado y silencioso mundo del conductor se verá agitado cuando se permita involucrarse emocionalmente con su vecina (Carey Mulligan), que trabaja como mesera y se dedica a cuidar a su pequeño hijo (Kaden Leos). La chica es como su media naranja, no podría haber mejor pareja para él, ya que, aunque muy sonriente, es callada, de pocas palabras.  Las cosas empezarán a calentarse -y no es lo que está pensando- cuando el conductor acepte ayudar al reaparecido esposo de la chica (Oscar Isaac), en un trabajo de escape en el que, tal vez por primera vez en su vida, las cosas salen mal. Cuando la mafia está detrás, muchas cosas inesperadas pueden suceder y salirse de control. Albert Brooks interpreta genialmente a un brutal mafioso, que se roba la pantalla cada vez que aparece en escena. Una de esas enérgicas y violentas interpretaciones que, yo pensaba, nada más se le daban a Martin Scorsese conseguirlas de sus actores.

Winding Refn es un director que sabe cómo agregar en una película arty la violencia más cruda y gráfica; física e intensa. Si bien es cierto que no hay una sola escena de intimidad amorosa o sexo en la película, sí las hay de violencia. De ser una película de persecuciones automovilísticas, Refn le da un giro y la convierte en uno, además, de venganzas a lo Charles Bronson. Las escenas finales son de una intensidad única. No tienen una sóla nota falsa y la emoción se mantiene hasta el final.



lunes, 13 de agosto de 2012

MOBY DICK * * * *




¡AHOY CAPITÁN!: Gregory Peck como el obsesivo capitán Ahab.

Adaptación -la mejor, creo- al cine de al novela de Herman Melville. Moby Dick (1956), clásico de la literatura americana y, quizás, universal, es una entretenida película de aventuras en alta mar. Aunque también, es mucho más. Una historia profunda sobre hasta dónde pueden llegar las obsesiones. La obsesión del capitán Ahab (Gregory Peck, quien aceptó el papel sin siquiera haber tenido que leer el guión), es una sola: la venganza. El objeto de su venganza, es una gigantezca ballena blanca, la cual todos los marinos de los 7 mares conocen como "Moby Dick". La gigantezca criatura es responsable de haber dejado a nuestro necio capitán sin una pierna y con el rostro marcado. Es 1841. Ahab no se detendrá ante nada. Lo arriesgará todo, incluso la tripulación de su barco ballenero, con tal de encontrar y matar a Moby Dick.

John Huston logra un estudio de personaje en la máxima extensión de la palabra., con momentos tensos e intensos (cuando Ahab tiene casi hipnotizada a su tripulación, ofreciendo un doblón de oro para el primero que aviste a la ballena, esa gran tormenta que amenaza con hundir al barco).  Gregory Peck ofrece una de las mejores actuaciones de su carrear. Se transforma completamente en un hombre que parece primo de Abraham Lincoln, bajo un sencillo pero buen trabajo de maquillaje. De mirada dura, serio, enfundado siempre en un manto emocional impenetrable. Su fiel asistente, Starbuck (Leo Genn, y sí, el dueño de la famosa e internacional cadena de cafeterías tomó el nombre para su empresa de ahí), llega incluso a tomar medidas desesperadas en otro momento clave de la historia. Un joven marino, Ishmael (Richard Basehart), con sed de aventuras y exploración, es testigo de todo lo que sucede en el barco (por cierto, es el mismo barco que se usó en "Treasure Island", de la Disney), haciendo amistad con un misterioso indio mohawk, Queequeg (Frederich von Ledebur), quien tiene el cuerpo completamente marcado por artísticas cicatrices.

Es una gran historia sobre la lucha del hombre contra la naturaleza, así como del hombre contra sí mismo. He podido ver la película en una edición especial, restaurada con el apoyo de Martin Scorsese. Gracias a esta restauración, se puede apreciar la intención de Huston y su cinefotógrafo, Oswald Morris, de conseguir un look de fotografía del siglo XIX. Lo consiguieron agregando una capa gris adicional al tradicional proceso del Technicolor. Esto le ha dado una tonalidad deslavada, más neutral, lo cual ayuda significativamente a la sensación de estar rodeado por el mar, envuelto por un cielo frío y  nublado. Aunque es, igualmente, una sensación emocional. No hay mucho humor en al película, así como tampoco un personaje con el cual empaticemos mucho. Lo que seguramente quiso Ray Bradbury, coguionista de Huston, es que sintiéramos un perpetuo estado de rechazo-empatía por Ahab.  

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