miércoles, 24 de julio de 2013

PACIFIC RIM * * * *

¡QUIÉN SOLTÓ AL KRAKEN! Charlie Hunnam y Rinko Kikuchi,
los héroes de la historia.

En su más reciente película, el realizador mexicano Guillermo del Toro rinde homenaje -y uno muy digno- a las monster movies japonesas (o también llamadas kaiju). Nada más un director con la visión necesaria y experiencia probada en recrear universos poblados por monstruos y otras criaturas fantásticas, lo hubiera podido hacer. El nivel de espectacularidad y sofisticación que puede verse en Pacific Rim (2013), la lleva un paso más allá de la superficialidad de un blockbuster veraniego a lo Michael Bay. Es cierto, Del Toro ofrece una película tremendamente entretenida de enormes "kaijus" (o monstruos) atacando grandes urbes, asustando pescadores en el mar, y destruyendo todo a su paso, hasta que gigantes robots (llamados aquí "jaegers") "piloteados" por humanos, aparecen para enfrentarlos. Sin embargo, Pacific Rim se nota también preocupada por sus personajes, por que nos importen y tengan un desarrollo interesante.

La historia puede no tener los niveles de El Laberinto del Fauno, pero es lo suficientemente interesante como para sostener una película de poco más de dos horas, y que es, básicamente, un filme serie B con un enorme presupuesto y producción. Los héroes de esta película son unos pilotos entrenados como astronautas, para poder manejar unos sofisticados robots gigantes, que forman parte de un programa financiado por varios gobiernos del mundo. Los robots están diseñados para combatir una monstruosa amenaza que ha venido del espacio exterior. Nuestro héroe, Raleigh (Charlie Hunnam), tiene que afrontar el trauma de haber perdido a su hermano, en una batalla cerca de Alaska contra un monstruo. Esto le tiene pasando un trauma que afecta su desempeño como piloto. Los pilotos se mueven dentro de la cabeza del robot como si estuvieran haciendo ejercicio en una maquina elíptica, y se conectan de una manera muy estilo "Matrix" con el robot. Los pilotos fusionan sus neuronas, recuerdos, y emociones con los circuitos de la máquina robótica.

Los efectos especiales son simplemente extraordinarios. En ese sentido, el filme goza de un pedigree visual de primera. Del Toro sabe transmitir una verdadera  sensación de dimensión e inmensidad en las criaturas y robots. No son torpes moles moviéndose tontamente en el cuadro, sino que hay un cuidado   en los movimientos de los monstruos y los robots (están años luz de ser como aquellos tipos disfrazados caminando por maquetas). Hay algo de artes marciales en el filme. La película está salpicada de referencias asiáticas, y una de las mejores peleas ocurre en Hong Kong (curiosamente, no en Tokio). Pero hay una escena de los recuerdos de una chica japonesa (Rinko Kikuchi), aspirante a convertirse en piloto, en donde vemos a una pequeña actriz interpretándola de niña, la cual tiene quizás una de las mejores actuaciones en toda la película. Verla huir del ataque de un monstruo y llorar presa del pánico, con sus ojos hinchados y llorosos, es demoledoramente conmovedor. 

Fans de esta clase de películas de Kaijus contra Mechas (es decir, robots) es el publico adecuado para este filme, y no se diga admiradores del cine de Guillermo del Toro. Luce como el blockbuster veraniego de encargo que le llegó a su escritorio, cuando tal vez debería mejor estar dirigiendo The Hobbit. Sin embargo, es un trabajo visualmente poderoso (el diseño de producción y la fotografía son de lujo), y uno muy personal en muchos aspectos. En el mismo, Del Toro pudo imprimir su marca personal, y además permitirse una increíble cantidad de libertades. No nada más tenemos en el elenco actores apenas conocidos (con excepción de Idris Elba, quien da una muy sólida interpretación de un general que dirige las operaciones), sino que vuelve a meter a su actor cliché de facciones cavernarias, Ron "Hellboy" Perlman. Vamos, hasta Santiago Segura pasó a saludar, quien anda de relleno haciéndola de gángster. 

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