viernes, 6 de junio de 2008

DVD: TEAM AMERICA: WORLD POLICE * * * 1/2


La película Team America: World Police (E.U., 2004), es la última broma pesada de los provocadores Matt Stone y Trey Parker, creadores de la no menos mordaz teleserie animada South Park, programa que haciendo uso de un humor malhablado y en doble sentido, pretende hacer una crítica a la vida del norteamericano promedio, al gobierno, los medios, y... todo lo que se les ocurra.

No es de sorprender que los realizadores hayan elegido el uso de títeres para darle forma a una película culposamente divertida, de principio a fin, tomando en cuenta la cantidad de violencia, escatología, vulgaridad verbal y visual escena tras escena. La manufactura de los títeres es impresionante, e incluso da lástima ver como uno que otro termina quemado, desmembrado o descabezado.

La idea de usar estos títeres está inspirada en la teleserie británica Thunderbirds, transmitida en los 1960, que narraba las aventuras de un escuadrón cuyo propósito era salvar a la humanidad de los peligros del malhechor en turno. El escuadrón tenía su guarida secreta en una isla en medio del océano y si por algo es recordada es por su magnífica producción, cuidada al mínimo detalle en el vestuario y escenografías.

Los títeres de Team America están lejos de los inexpresivos y rígidos de los Thunderbirds, teniendo ahora incluso expresiones faciales, con movimientos de boca, ojos y párpados con más fluidez. Sus reconstrucciones de París y Nueva York son excelentes y, por si fuera poco, cada plano está fotografiado con todo y su profundidad de campo, iluminación, luz de atardecer, etc.

El punto débil del filme es la pobreza de su trama. Team America es un escuadrón dedicado a salvar al mundo de la amenaza terrorista de Osama Bin Laden. Cuando uno de sus miembros muera durante una misión especial en París, durante un enfrentamiento contra unos terroristas árabes, el líder de Team America (un títere con toda la pinta de George Bush Jr.), reclutará a un joven actor, Chris, para una misión especial en Egipto, donde se cree que está la guarida de los terroristas.

Sin embargo, la verdadera amenaza no serán los árabes, sino Kim Jong (voz de Trey Parker), presidente de Corea del Norte (aquel que se niega al desarme y quien sí tiene armas de destrucción masiva), que buscará una alianza con el gremio de Actores Anti-Bush (encabezados por el actor Alec Baldwin) para acabar con Team America, para ellos un grupo fascista y que causa destrozos donde quiera que va.

Lo que desequilibra el argumento que con trabajos tratan de armar Stone y Parker, es la manera en cómo quieren abarcar mucho en tan poco tiempo. No acaban con los terroristas árabes, cuando ya estamos en los territorios del norcoreano Kim, y de ahí a su no muy oculta crítica-mofa a Bush Jr.

A pesar de todo, se pasa un buen rato con el filme. La crítica hacia la cursilería patriotera de Bush y sus delirios libertadores, está divertidamente lograda (el Monte Roushmore, con sus colosales cabezas esculpidas, resulta ser la guarida de los Team America). La bandera estadounidense es prácticamente el uniforme de los miembros del escuadrón, decorando también las superficies de submarinos, aviones y helicópteros. De alguna manera, los realizadores no dejan “títere con cabeza”, ni el gremio de actores de Hollywood se salva de la crítica: lucen demagogos, fanáticos y sintiéndose poseedores de la voz del pueblo norteamericano, es decir, liberales hasta la médula. Además de Baldwin, también están los títeres de Tim Robbins, Helen Hunt, Samuel L. Jackson, Matt Dammon (a quien peor le va en la burla), Danny Glover, George Clonney, etc. Ni Michael Moore se libra de la burla, devorando hot dogs.

Las pretensiones del filme son críticas, pero también las de divertir al espectador, que deberá pasar por escenas nada sutiles, como una larga escena erótica entre Chris y Lisa (una de las mujeres del equipo), o la de Chris vomitando interminablemente. Pero qué más puede esperarse de dos guionistas y directores, que hacen estos trabajos para darse la divertida de sus vidas.

++ Los extras de la edición especial para coleccionistas, incluyen Team America: Introducción, construyendo el mundo, creando las Marionetas, manejando los hilos, captando la acción, miniaturas pirotécnicas, "De cerca con Kim Jong-Il", pruebas de vestuario, pruebas de marionetas, escenas eliminadas/ampliadas y tomas falsas, storyboards animados, 2 Trailers de cine.

jueves, 5 de junio de 2008

CINE ANIMADO: TOKYO GODFATHERS * * * *


El realizador Satoshi Kon es un especialista en historias urbanas, nocturnas y, en ocasiones, con un tono de thriller, como lo demostró en Perfect Blue (1998). En Tokyo Godfathers (Japón, 2003), su tercer largometraje, Satoshi Kon sigue demostrando esa gran capacidad para recrear ambientes urbanos, con una precisión admirables. Cada detalle visual es importante para este realizador, de los más importantes representantes del animé actual, junto a Hayao Miyazaki (El Viaje de Shihiro, Howl’s Moving Castle) o Katsuhiro Otomo (las magníficas Akira y Steam Boy), con una inquietud incluso por el realismo casi fotográfico en sus escenarios.

Kon toma prestada la premisa argumental de 3 Godfathers, western dirigido por John Ford en 1948, ubicándola en Tokio durante la víspera de Año Nuevo. Un trío de vagabundos, formado por una chica, Miyuki (voz de Aya Okamoto); Hana (voz de Yoshiaki Umegaki), un homosexual con un sentimiento materno reprimido, y Gin (voz de Toru Emori), un alcohólico violento, unidos a pesar de sus conflictos y peleas, que verán sus callejeras vidas alteradas cuando se encuentren una bebé, abandonada en un montón de basura.

Como será de esperarse, el bebé será el pretexto para que cada uno reflexione sobre su pasado y saquen a la luz sus traumas existenciales: Miyuki es una chica que escapó de su hogar al apuñalar a su padre; Hana se refugió en la calle al no poder lidiar con el rechazo de los demás por su homosexualidad y la muerte de su pareja, mientras que Gin -el más complejo de todos- será un misterio, una caja hermética que nos irá revelando una serie de sorpresas a lo largo del filme. El ecléctico grupo iniciará una aventura por las calles y rincones nevados de Tokio, decididos a encontrar a los padres de la bebé.

No hay duda que Kon es un gran narrador. Su película es un hábil y atractivo entramado de tramas y subtramas, en la forma de un melodrama poblado de personajes atormentados y torturados, lejos del “encanto” navideño en el que se ambienta la historia. Hay humor irónico y bromista (ese “ángel” que mira un golpeado Gin en el suelo), así como una lograda mezcla de géneros, con un poco de film-noir, comedia, acción trepidante (esa persecución en autos por calles y avenidas), un poco de melodramón telenovelero, hasta un gradual suspenso, que descubre una Tokio que parece pertenecer a un mundo surreal y fantástico, el de los marginados sociales, indigentes, gángsters y chicos violentos.

miércoles, 4 de junio de 2008

CLÁSICOS DE CLÁSICOS: LOS OLVIDADOS * * * * *


Gracias a la iniciativa de Fundación Televisa, salió a la venta en México uno de los libros más importantes sobre Los Olvidados, con textos de reconocidos críticos y ensayistas, la edición facsimilar del guión (con notas y correcciones de mano de Luis Buñuel) y fotografías inéditas, constituyendo así una retrospectiva interesante y completa sobre esta película clave de la cinematografía mexicana y, por ende, de la carrera del realizador aragonés, Luis Buñuel.

Declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, Los Olvidados (México, 1950) es una de esas películas que se resisten al paso del tiempo, sigue impresionando cada vez que se transmite por televisión. Confieso que, en esas ocasiones, aprovecho para revisar este crudo retrato de la pobreza que se vivía (y desafortunadamente se sigue viviendo) a principios de los 1950 en la Ciudad de México. Roberto Cobo ofrecía una estupenda actuación en el papel de “El Jaibo”, el “villano” que se dedica a hacerle la vida imposible a Pedro, interpretado por el joven Alfonso Mejía, quien incluso tuvo una pequeña participación en el filme de Michael Curtiz, Jim Thorpe (1951), protagonizada por Burt Lancaster.

Desde su preproducción, Los Olvidados fue un filme que parecía condenado al repudio y desprecio de buena parte de la sociedad mexicana (claro, la clase media y alta), así como de las autoridades gubernamentales de la época, debido a que mostraba una Ciudad de México afectada por una serie de problemas sociales: la miseria, la explotación laboral infantil, la violencia intrafamiliar, pederastas rondando por sus calles (¡esa escena del aparador en la tienda!), etc.; problemas que se enfocaban mucho en una niñez capaz de cometer asesinatos y robar. Lo que más dolía a la opinión pública, era ver como un extranjero se atrevía a, supuestamente, “difamar” con su película al gobierno y sociedad mexicanos, exponiendo problemas que dejaban mal paradas a las autoridades e instituciones.

A pesar de todo, el filme fue un éxito con la crítica extranjera. Además, Buñuel ganó la Palma de Oro a Mejor Director en el Festival de Cannes en 1951 y estuvo nominado al Gran Premio del Festival. En México, ganó numeroso premios “Ariel” (Mejor Fotografía, Mejor Director, Mejor Edición, etc.) Por supuesto, aquellos que odiaban a Buñuel en México, ahora lo elogiaban.

¿Qué es lo que atrae todavía de este filme? A partir de una elemental historia de venganzas y asesinatos a traición, conseguía tratar también problemáticas sociales sumamente fuertes. Buñuel consiguió una de sus obras maestras, gracias al efectivo realismo con el que ambientó todo su filme, muy influido por el Neorrealismo italiano de aquella época. El trabajo de “scouting” en la búsqueda de locaciones fue excelente, muchas de ellas situadas en el Centro Histórico de la Ciudad de México. Para conseguir a su efectivo reparto juvenil, Buñuel también imitó a los realizadores italianos: recurrir a actores no profesionales a través de “castings” callejeros.

Ayudado por el gran ojo de Gabriel Figueroa, Buñuel pudo dotar a cada plano de texturas y claros-obscuros dramáticos, al servicio de un guión intenso y con un ritmo que en ningún momento decae. Lo mejor, fue que Buñuel introdujo su clásico tono surrealista, en escenas delirantes como los sueños de Pedro, la agonía del Jaibo, etc., o incluso en sus mismos personajes, como ese detestable y vengativo músico ciego, Don Carmelo (Miguel Inclán, excelente), sin olvidar el fetichismo y esa injustificada crueldad buñueliana hacia los animales (las gallinas masacradas en la granja por Pedro).

El fallecido crítico español Emilio García Riera, llegó a calificar a Los Olvidados de “fascista”, cosa que yo, hasta la fecha, no he podido comprender bien el porqué de tal afirmación. Es verdad, Don Carmelo encarnaba muchos ideales “fascistoides” (“¡Ojalá los mataran a todos antes de nacer!”, gritará en cierta escena), pero lo cierto, es que entre todo este mar gris de historias desdichadas, Buñuel presenta una secuencia en la que intenta demostrar cómo, a través de la educación y el trabajo, se podía enderezar a los jóvenes (la “Escuela Granja”).

Tan sólo es una pequeña luz en un crudo drama que sigue teniendo una actualidad inquietante. Hace unos años se reestrenó el filme en México, con un “final alternativo”, un happy-end que, se dice, Buñuel filmó previendo los ataques y el rechazo que sabía iba tener su trabajo. En ese final, Pedro regresaba a la “Escuela Granja”, cosa que daba un giro significativo a todo lo ocurrido en la versión original y que, por fortuna, Buñuel nunca tuvo que usar en su momento.

++ El libro de “Los Olvidados” incluye todo el guión fotografiado (bien legible), ensayos del crítico Rafael Aviña, material fotográfico como stills y posters de la época. Por ahora, no está disponible en España.

martes, 3 de junio de 2008

CINESPAÑA: 800 BALAS * * * 1/2

El sexto largometraje del inclasificable y políticamente incorrecto bilbaíno Alex de la Iglesia, no es nada más un homenaje paródico a un género cinematográfico, el spaguetti western, sino a todo un escenario geográfico que vio nacer muchas obras emblemáticas: el desierto de Almeria, España. Un viejo “pueblo” del “Lejano Oeste”, es la atracción principal de turistas alemanes y japoneses, que parecen llegar ahí por equivocación.

Estamos lejos del mejor filme de Alex de la Iglesia. Sin embargo, sigue esa capacidad para burlarse de todos y todo. El relato narra la vida de un grupo de viejos “dobles” (stuntmen, en lenguaje técnico), que alguna vez hicieron carrera en las producciones norteamericanas filmadas en Almeria, como los spaguetti westerns de Sergio Leone, encabezados por el vulgar, alcohólico y agresivo Julián (estupendo Sancho Gracia), un avejentado doble que presume haber sido gran amigo de Clint Eastwood y haber “doblado” a George C. Scott en Patton (Schaffner, 1970).

El relato, a pesar de tener una agresiva comicidad, es un homenaje nostálgico a un género que parece haber quedado en el pasado. Aunque para Julián, el spaguetti western todavía sigue ahí presente y se niega a morir. La historia, narrada con una que otra dificultad, cuenta cómo un niño, Carlos (Luis Castro), desea saber más sobre su fallecido padre, a pesar de las rotundas negativas de su madre (Carmen Maura), centrada en su trabajo.

Luego de una atractiva secuencia de créditos, que lo mismo es capaz de sacar referencias a The Good, The Bad and The Ugly (Leone/1966), como de los filmes de Sergio Corbucci (Django/1966), o Damiano Damiani, nos enteramos, desde el inicio, que el padre de Carlos murió accidentalmente durante la filmación de una escena peligrosa: una persecución en diligencia digna de John Ford. Por ello, Carlos viajará hasta la desértica zona para encontrarse con Julián, su abuelo, quien lleva encima un sentimiento de culpa por la tragedia de su hijo, y así descubrir un mundo cinematográfico oculto: el de los dobles, las caídas y los golpes falsos.

Luego de una primera mitad notable, llena de gracia, irreverencia y el humor ácido que caracteriza a De la Iglesia, al final la película, llena de bromas referenciales (esa pelea de Julián con tres tipos en el bar), se torna caótica. El asunto se le va de las manos al realizador, al querer aglomerar las referencias genéricas al western y, de paso, a películas bélicas, que se siente de más luego de ver esa buena persecución y duelo finales.

lunes, 2 de junio de 2008

CINESPAÑA: LA VIDA QUE TE ESPERA * * * 1/2

Una serie de verdosos, bellos y bucólicos paisajes de la campiña cantábrica, abren el más reciente filme de Manuel Gutiérrez Aragón, La Vida que te Espera (España, 2004), un drama rural de tintes lorquianos en el que, precisamente, el campo es un protagonista más. El centro dramático de la película, es una rencilla entre familias a causa de territorios, propiedades y.... vacas lecheras.

Las tradiciones de los pasiegos, etnia de ganaderos, representado por un par de ancianos amargados, Gildo (Juan Diego) y Severo (Celso Bugallo), dedicados en cuerpo y alma a trabajar sus granjas, entra en conflicto con la juventud rebelde: las dos hijas de Gildo, Val (Marta Etura) y Genia. (Clara Lago), así como Rai (Luis Tosar), hijo de Severo, un peluquero que trabaja en la ciudad, quienes querrán romper con el orden establecido en la retrógrada y cerrada mentalidad pasiega.

La tragedia vendrá cuando, a causa de una vaquilla que invade el territorio de Severo, su tensa relación “amistosa” con Gildo provoque una pelea en la que el primero acaba muerto, luego de que este encerrara y amagara -como vaca- a Val. Lo que realmente pasó ahí, será un secreto entre Gildo y Val.

“Las palabras las borra el silencio”, dirá Gildo a su hija, cuando estos hagan fila en el cementerio para dar sus condolencias a Rai. La situación se tornará más difícil y delicada, cuando este y Val empiecen una relación, pesando sobre ella la carga del secreto sobre la muerte de Severo.

Aragón ofrece un melodrama romántico-costumbrista realizado con solvencia, aprovechando el buen ojo del cinefotógrafo Gonzalo Berridi para darle a la cinta un acabado visual frío, gris; además de incluir escenarios montañosos que encierran más a los personajes. Es mucho lo que Gildo esconde del pasado, un personaje que, a manos de la fuerte personalidad en pantalla de Juan Diego, da como resultado un personaje complejo, contradictorio, detestable, duro... hasta esa vuelta de tuerca final, que nos revelará un lado de él que jamás hubiéramos imaginado.

A pesar de ciertos detalles cómicos (esa vaca que da leche al escuchar su música favorita), Gutiérrez Aragón ofrece un relato amargo y perturbador en muchos momentos, de impulsos incestuosos, de odio oculto entre hijos y padres, de huir de ellos y de su encierro en tradiciones antiguas. Pero el final es optimista, un ajuste de cuentas con el pasado... hacia un obscuro e incierto futuro, como ese túnel en el que entran Val y Rai.

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