jueves, 13 de diciembre de 2012

X-MEN: THE LAST STAND * * * *

SER O NO SER... MUTANTE. Patrick Stewart y Sir Ian McKellen.

La secuela de X-Men (2000) tardó cerca de 6 años en ver la luz. Esta franquicia, si bien avanza a pasos lentos y agigantados, es una de las más sólidas, sin una película que sea, en el sentido estricto, una decepción. En X-Men: The Last Stand (2006) las fuerzas del bien, comandadas por el telepático Dr. Charles Xavier (Patrick Stewart) y las malévolas fuerzas comandadas por Magneto (Sir Ian McKellen), se enfrentan quizás por última vez. Brett Ratner toma las riendas dejadas por Bryan Singer (director de la primer película), y el resultado es una entretenida película de superhéroes con buenas dósis de acción, algo que no interfiere con el hecho de tenernos involucrados en los conflictos de sus personajes.

Los X-Men son súper héroes que no dejan de tener un lado humano marcado, y como otros tantos personajes de este tipo llevan cargando traumas. Aquí están estigmatizados como mutantes, viven marginados por una sociedad que no los acepta, encontrando un refugio en la escuela del profesor Xavier, quien les enseña cómo manejar sus superpoderes. Es como una escuela secundaria, en la que los adolescentes superdotados tienen que lidiar con sus súper poderes en lugar de sus hormonas. 

Hay dos centros dramáticos. Primero, el hecho de que la bella Jean Grey (Famke Jansen) ha regresado de entre los muertos, nada amistosa y como poseída por un demonio destructor, que pondrá a Wolverine (Hugh Jackman) en total desconcierto. Mientras vemos si Jean se pasa o no al lado obscuro de la fuerza, un científico anuncia que ha descubierto una vacuna que, aparentemente, puede curar a los mutantes y volverlos humanos comunes y corrientes.

La historia está cubierta por un velo trágico y un subtexto social. Activistas mutantes protestan por la vacuna, en algo que podría compararse con la lucha por los derechos gay en otro contexto.  Los mutantes se encuentran en la política también, aquí representados por el azulado, peludo y bestial Beast (irreconocible Kelsey Grammer, enfundado en maquillaje), como un senador luchando por los derechos y el reconocimiento de los mutantes.   

Hay una muerte que parece dejar toda la trama en puntos suspensivos y a nuestros héroes sin rumbo. Sin embargo, Ratner sabe cómo balancear bien todos los elementos de la historia, tanto los del melodrama como los del simple filme de acción. Además, hay una subtrama que tiene un particular y sensible brillo, que involucra el triángulo sentimental entre tres jóvenes mutantes, uno de ellos Ana Paquin, cuyo personaje, recordemos, sufre el no poder tener contacto físico con ser viviente alguno, sin el peligro de absorber su energía y matarlos. Por ello, se encuentra considerando el tomar o no la vacuna antimutante. 

Si hay un pero, es que en la trama se agrega, casi muy forzadamente, un personaje que acaba muy perdido. Un niño mutante (Cameron Bright), que tiene la capacidad de neutralizar los poderes de todos los mutantes, tan sólo con acercarse a él unos cuantos centímetros. El niño luce más como un chico sacado de un filme de ciencia ficción, rapado y confinado en un laboratorio, pero su papel en la historia es poco o nada relevante.

La revolución de los mutantes encabezada por Magneto, tiene su mayor golpe en el puente Golden Gate de San Francisco, en una espectacular escena que antecede al clímax de la película, en una batalla de alcances épicos. Es una buena película de superhéroes, con efectos especiales muy atractivos y logrados, y un más que eficiente reparto, encabezado por la dupla shakespereana formada por Patrick Stewart y Sir Ian McKellen. Lo más atractivo de su interacción en el filme, es ver cómo en cierta escena clave los restos de una amistad del pasado siguen presentes. 







martes, 11 de diciembre de 2012

LIFE OF PI * * * *

EL JOVEN Y EL MAR. Richard "El Tigre" Parker y Suraj Sharma. 

Life of Pi (2012) es visualmente sorprendente. Sus imágenes pueden tener una inspiración obvia en  documentales sobre vida animal, pero están tratadas con una estética refinada, artística y moderna. En la más reciente película de Ang Lee, los animales, si bien están generados con tecnología digital, son importantes protagonistas. El libro de Yann Martell es traducido por Lee en la pantalla grande como una película de una poesía visual intensa, acerca de la sobrevivencia de un joven hindú (la gran revelación Suraj Sharma, simplemente fenomenal en su primer película) perdido en medio del océano. 

En un principio, la película parece una cruza de Forrest Gump con The Namesake. De hecho, el par de actores de esta última, Irrfan Khan y la cantante y actriz Tabú, aparecen aquí, el primero interpretando al Pi del título, quien de adulto se encuentra relatándonos su odisea oceánica.  Un escritor (Rafe Spall, por cierto, con un muy convincente acento americano), escucha, entre atónito y algo incrédulo, su aventura. 

La narración de Pi comienza con su niñez y el cómo adquirió dicho sobrenombre. De ser apodado "piscina" por su afición a nadar y a las lecciones de nado por su padre (Adil Hussain), el apodo acabó recortado por sus compañeros en la escuela a simplemente a Pi, la letra griega. Además, el chico tiene una inquieta y nerviosa curiosidad por otras religiones, experimentando con el Cristianismo y la religión musulmana. "Es mejor sentirse culpable frente a un sólo Dios que frente a 400", cuenta irónicamente Pi sobre lo difícil que es profesar el hinduísmo. 

La historia es una impresionante y, al mismo tiempo, entretenida fábula, contada con un agradable toque humorístico. Es un humor cubierto de inocencia, la cual persiste hasta que nuestro héroe se vea en la experiencia más difícil de su vida. Dueños de un zoológico en la India, Pi y su familia se embarcan (animales incluídos), en una aventura transocéanica, dentro de una especie de arca de Noé moderna hacia Canadá. El viaje transcurre sin problemas, hasta que el barco naufraga, en medio de una colosal tormenta de dimensiones bíblicas. 

Pi acabará en un bote salvavidas acompañado por un tigre de Bengala, de nombre Richard Parker. Prácticamente, toda la historia está instalada en el bote salvavidas, pero lo maravilloso de la trama es ver cómo Pi se las arregla para sobrevivir y salir adelante, teniendo al peligroso y enorme felino como acompañante en el bote. El asunto recuerda de inmediato la pequeña pero genial novela de Hemingway "The Old Man and the Sea", en el sentido de que Life of Pi es el clásico relato del hombre luchando contra la naturaleza. 

Sin embargo, el filme tiene un giro sorprendente, igualmente conmovedor, pero diferente en muchas formas. La valentía del chico, junto a sus quiebres emocionales, son la parte medular de la historia, así como lo son también los peculiares modos que deberá idear para comunicarse con el tigre. Al final, descubrimos que este último es un ser con alma e inteligencia propias, llevando encima su propia lucha por sobrevivir hambre, sed y tempestad. 

Aquí vale la pena resaltar el magistral trabajo de los realizadores en la creación digital del tigre. Es una muestra de lo cada vez más avanzados que están los efectos y animación digitales, capaces ahora de traer a la vida a un animal que luce 99.99 por ciento real. Es un trabajo digno de ser premiado; un trabajo que debió de haber tomado horas eternas para estudiar cada mínimo detalle, por insignificante que este sea, de tigres reales.

Hay otras imágenes poderosas e impresionantes, como aquella escena nocturna que muestra un cielo iluminado de estrellas, encontrando un símil con el mar iluminado por medusas, con una enorme ballena saltando encima de la embarcación. Luego, la escena toma un giro fantástico y delirante en el fondo del mar. En ese sentido, Life of Pi es una película en la que los efectos especiales tienen una presencia constante, pero son usados de una forma inteligente, al servicio de la historia y no al revés.


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