jueves, 2 de octubre de 2008

ZULU * * * *


Hay un momento soberbio en Zulu (1964), en el que el diezmado ejército británico del fuerte Rorke, en la región de Natal, Sudáfrica, parece escuchar un canto celestial, cuando el primitivo pero fuerte ejército de zulus, marcialmente formados, envían un mensaje de tregua y honor a la valentía de los derrotados soldados de la armada británica.

Dirigida por Cy Raker Enfield, la película recrea con mucha presteza y eficacia la memorable batalla del 22 de enero de 1879, que podría compararse con la batalla del “Álamo” en Texas, 40 años antes. En Zulu, (nombre de la tribu africana en cuestión), la conclusión que dio el guionista John Prebble no se molestaba mucho en pormenorizar sobre las consecuencias colonialistas, políticamente hablando, sino más bien en darle un toque épico y heroico, para lo que en realidad fue una “real” masacre a los soldados ingleses, al servicio de su majestad.

La dupla actoral formada por Stanley Baker, en el papel del Teniente John Chard, y Michael Caine, como el engreído teniente Gonville Bromhead, era una confrontación de egos entre sus personajes, cuando el primero notifica que es un ingeniero con el deber de construir un puente en el fuerte. “Lo dejo seguir haciendo sus lindos pasteles”, le dirá Bromhead irónico desde su caballo. La llegada del reverendo Otto Witt (Jack Hawkins) y su guapa hija (Ulla Jacobsson) para prevenirles sobre el ataque de 4,000 zulus, despertará en los dos tenientes una distante colaboración, que se verá afectada por su diferencia de caracteres.

El guión de Prebble tiene escenas estructuradas con precisión, dedicadas a exponer con lujo de detalle la personalidad de cada soldado. Pero lo cierto también es que el filme es un interesante compendio de detalles acerca de la regia marcialidad militar (esa constante insistencia de los altos oficiales porque sus soldados, en plena batalla, estén con el uniforme bien puesto), aspectos pequeños a primera vista, pero que dan al trabajo de Enfield un sincero toque realista.

Aunado a la destacada producción, que incluye una lograda recreación del fuerte Rorke, a cargo de Ernest Archer, un gran diseño de vestuario de Arthur Newman y maquillaje por Charles Parker, así como una atractiva banda sonora de acordes épicos escrita por John Barry, Zulu (que tuvo una precuela en Zulu Dawn, dirigida por Douglas Hickox, en 1979) es un relato sobre el orgullo y la soberbia, representada en la pobre visión de los oficiales del ejército más poderoso del mundo en aquella época, por su desprecio hacia un ejército de zulus, que armados con tan sólo una arcaica lanza y escudo –muchos con rifles de los mismos ingleses-, hicieron sufrir durante varias horas a los británicos, ocasionándoles bajas considerables.

Un relato de toques políticos ligeros (Chard llama a los irlandeses “independientes” para alentarlos a pelear), con unas batallas bien dirigidas y que presumen un notable manejo de extras, actuado impecablemente hasta por el último de los actores secundarios. Zulu es la experiencia de presenciar un filme bélico que ilustra los límites que un puñado de soldados puede soportar.

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