sábado, 10 de diciembre de 2011

ANONYMOUS * * * * 1/2


¿Qué tal si hubiera sido este hombre el verdadero autor
de las tragedias de Shakespeare?


Anonymous puede incluirse en el género “what if…” (qué tal si…), películas que, si bien están basadas en hechos históricos reales, dan un giro de 360 grados a ciertos eventos. Plantean –y juegan con- teorías sobre el curso que hubiera podido tomar la historia escrita en los libros, si algún suceso hubiera tomado otro curso. Un ejemplo, “Inglourious Basterds”, de Tarantino. En Anonymous, la tesis que se plantea es interesante: ¿Qué tal si William Shakespeare no fuera el autor de las obras teatrales que lo han hecho un personaje inmortal de la literatura, no nada más inglesa, sino universal? No es una teoría nueva. Ya varios estudiosos del dramaturgo de la época isabelina se lo han planteado, aunque nada se ha concluido al respecto. Incluso, muchos se han dado a la tarea de probar que Shakespeare era homosexual.

La película es sorprendente, especialmente porque está dirigida por el más improbable de todos los realizadores para una película “de época” de este tipo, con el tema de la literatura y el teatro. Roland Emmerich (si, el que dirigió Independence Day, The Day After Tomorrow, Godzilla y la odiada, que no he visto aún, 2012), logra una excepcional película ambientada en la corte de la reina Isabel I (magistralmente interpretada por Vanessa Redgrave en sus últimos años, y por Joely Richardson, su hija en la vida real, en su juventud), con una ambientación que superó todas mis expectativas. La producción combina un diseño de arte al nivel de una película “de arte”, con una recreación digital soberbia y de nivel hollywoodense del Londres de finales del siglo XVI. La tecnología que en su momento “reconstruyó” el Coliseo romano en “Gladiator”  hace poco más de 10 años, aquí consigue una ambiciosa reconstrucción de sitios clave de Londres, como la Torre, la abadía de Westminster y el legendario Globe Theatre, en donde Shakespeare representó casi la totalidad de sus obras.

La teoría de Anonymous, es que Shakespeare (Rafe Spall, hijo de Timothy Spall) no fue más que un ignorante, oportunista y vulgar actor de teatro. Shakespeare  aprovechó la propuesta de un joven dramaturgo, Ben Johnson (Sebastian Armesto) para usar su nombre en las obras teatrales escritas por un noble intelectual, Edward, Earl de Oxford (Rhys Ifans). ¿La causa? Las obras eran controversiales, por lo que Edward necesitó usar un pseudónimo. Sir Derek Jacobi, actor shakespeareano, hace una pequeña participación, dándonos una introducción desde un escenario teatral sobre esta teoría. “Shakespeare nunca escribió una sola palabra en su vida”. ¿Por qué habría de ser de otra forma? Shakespeare no era más que un hombre iletrado nacido en un pueblito de provincia.

No llamaría un punto débil en la película el hecho de que su narración sea de una complejidad casi enredosa, al menos, para cualquiera que esté distraído. La estrategia es el flashback dentro del flashback. En el primero, Johnson recuerda, mientras es interrogado brutalmente por Robert Cecil (Edward Hogg), cómo inició todo el plan urdido por Edward, en donde se ilustra luego el éxito que sus obras (Enrique V, Julio César, Romeo y Julieta, Ricardo III, etc.) tuvieron bajo el nombre de “William Shakespeare”. Más tarde, eso nos lleva a un flashback más, en el que se narra la adolescencia de Edward (Jamie Campbell Bower) como un atormentado chico genio, de espíritu renacentista, poliglota y aficionado a la poesía.

No soy un experto. No sé qué tanto sea real e inventado históricamente hablando, pero otra de las bases que sostiene la teoría, es que muchos personajes y situaciones planteadas en las obras teatrales están basados en personas y vivencias de Edward, durante su estancia en la corte de la reina. Por ejemplo, el jorobado Enrique III pudo haber estado basado en el jorobado y obscuro Robert Cecil, y el asesinato de Polonio en “Hamlet” puede estar basado en un asesinato llevado a cabo por el mismo Edward. El mismo Edward parece un Hamlet en su etapa juvenil.

He escuchado quejas sobre la compleja narración. Podría haberse resuelto poniendo el año durante cada cambio abrupto entre una época y otra. Aficionados a devorar cine religiosamente, no tendrán problemas en seguir la historia. Aquellos que gustan de ver cine ocasionalmente, cada fin de semana, tal vez sí. Una segunda revisión del filme lo resolvería. Por fortuna, no acabé perdido en la narración. Aún así, encontré el filme tan fascinante, intrigante y bellamente fotografiado (de nuevo tenemos el antiguo uso de las velas como principal fuente de iluminación, estilo “Barry Lyndon”), que, como aficionado a Shakespeare (y a Joely Richardson) que soy, lo veré por segunda vez. 

miércoles, 7 de diciembre de 2011

RANGO * * * *


Johnny Depp exhibe sus "camaleónicas" habilidades como actor en "Rango".


Algún crítico ha afirmado que Rango (2010) es el mejor filme de Gore Verbinski  hasta el momento. Puede que sea cierto. Hasta ahora he visto todas las películas de Verbinski, excepto The Mexican (2001).  Por los comentarios negativos que he escuchado, creo que no me pierdo de mucho todavía. Verbinski tiene una sensibilidad casi infantil en algunas de sus películas. Por ejemplo, Mousehunt (1997), su primer largometraje, me gustó y está dedicado más que nada al público infantil. Sin olvidar las tres primeras películas que dirigió de la franquicia de “Pirates of the Caribbean”, que sin ser nada extraordinario cinematográficamente, han funcionado como palomeros entretenimientos familiares. Además, iniciaron una colaboración entre Gore Verbinski y Johnny Depp, que dudo mucho llegue a trascender como la que el extravagante y camaleónico actor ha tenido por 20 años con Tim Burton.

De hecho, Johnny Depp regresa a colaborar con Verbinski en Rango (2011),  primera incursión del director en el género animado. La película es una bizarra aproximación a lo que sería un moderno western, en el que hace un homenaje a los “spaghetti western” de Sergio Leone y a los westerns protagonizados por John Wayne. El único detalle, es que está protagonizado por un elenco de animales que parecen diseñados por Ralph Steadman, con un estilo entre lo grotescamente cómico y lo tradicionalmente caricaturesco. Si bien fueron extraídos de la fauna típica del desierto, hay varios que uno ve y piensa “¡Qué demonios es eso!”

El Rango del título (voz de Johnny Depp), es un camaleón de bosque tropical, aficionado a la actuación y que vive en una pecera. Accidentalmente, Rango acaba en medio del desierto, con el peligro de ser arrollado hasta por el mismo escritor Hunter S. Thompson (quien fuera amigo en la vida real de Johnny Depp), quien hace un “cameo” conduciendo su Cadillac convertible. Rango deberá arreglárselas para adaptarse y sobrevivir el calor y los numerosos peligros del desierto. Con la ayuda de una especie de lagartija, Beans (voz de Isla Fisher), Rango llega a un pueblo que parece haberse detenido en los 1880s, en dónde, como es clásico en los westerns, no verán con buenos ojos a los forasteros. Rango está lejos de ser algo que hayan visto antes los animales que habitan el pueblo, gobernados por una tortuga (voz de Nedd Betty) y afectados por la escasez del agua, un tema de varios westerns, así como la llegada abrupta de la industrialización.

El camaleón toma el nombre de “Rango” de “Durango”, un estado mexicano en donde John Wayne filmó varios westerns y tuvo un rancho, que en estos días sirve de atracción turística. Como sea, la película narra la travesía existencial de Rango, la búsqueda de sí mismo. Vamos, el reptil no sabe exactamente ni siquiera qué es. Acepta que todos le llamen lagartija así sin más. El pueblo para él es como un enorme escenario teatral. Ahí interpretará uno más de los personajes que gusta crear, presumiendo e inventando historias que lo pondrán en aprietos, hasta acabar como el nuevo sheriff del pueblo y tener que enfrentarse con una serpiente de cascabel (voz de Bill Nighy), quien es como la versión escamosa y rastrera de Lee Van Cleef. 

Y hablando de Lee Van Cleef, Rango trata de encontrar lo que un shamánico armadillo (voz de Alfred Molina) califica como “el espíritu del oeste”. Cuando nos sea revelado qué -o quién- es el espíritu del oeste será, además de delirantemente surrealista, como un respiro cinéfilo para los amantes no nada más del cine, sino del género western.

En cuestiones más técnicas, la película es impresionante. Para ser producida por una compañía “menor”, o algo más televisiva, como Nickelodeon, Rango tiene una animación de altos estándares. Los animales, si bien están lejos de lucir  ternuras tipo Disney, están caprichosamente creados en términos visuales, donde las texturas y los pelajes parecen rozar nuestras pupilas. No se diga de los paisajes desérticos, que recuerdan a los valles de Utah. Icónicos en toda su aridez, es otro logro que habla de la ambición con la que se documentaron los artistas para lograr un realismo apabullante.

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