viernes, 29 de enero de 2016

THE REVENANT * * * *

Leonardo DiCaprio como Hugh Glass.
Alejandro G. Iñárritu fue muy lejos esta vez, demasiado quizás, para conseguir el mayor realismo posible en The Revenant, el primer western en su filmografía (basado en parte en el libro homónimo de Michael Punke). Se llevó a todo su equipo y actores a filmar en el más extremoso clima invernal, con temperaturas de entre 30 y 40 grados bajo cero. Una locura, sí. De hecho, el mismo Iñárritu ha admitido estar un poco loco. Sus actores estuvieron sometidos a torturantes jornadas, en donde el frío apenas y les permitía mover las manos (dedos inmóviles, extremidades temblorosas, ojos cerrándose, labios azules, dientes castañeantes), o incluso hablar, con el riesgo de sufrir una inminente hipotermia. Es la locura típica del artista dispuesto a sacrificarlo todo, a cualquier precio, por caro que pueda ser. 

Iñárritu quiso filmar todo con luz natural, en una época en donde tienes luz del sol disponible nada más 20 minutos. Fueron 12 meses de filmación (más 5 años previos de planeación), para tratar de llevar a la pantalla un guión que nadie quería -o se atrevía- a rodar, con locaciones entre Calgary y Argentina. El resultado ha valido la pena, ya que el realizador mexicano quizás tenga aquí su película más ambiciosa a la fecha, teniendo en el papel principal a un Leonardo DiCaprio quien, posiblemente, gane su primer Oscar. El actor aceptó un reto que nadie quería tomar: interpretar el papel de Hugh Glass, un cazador y comerciante de pieles que vivió en los 1820s, y quizás morir congelado en el intento. 

El tono y ritmo en Revenant se acercan más al de un Terrence Malick (puede verse por partida doble junto a The New World, con la que guarda muchas similitudes temáticas y visuales). Aunque en esencia, la trama es una convencional historia de venganza, que se ha visto incontables veces en westerns clásicos, la visión de Iñárritu distingue a su filme de las demás. Junto a su inseparable colega, Emmanuel "Chivo" Lubezki, su director de fotografía de cabecera, tenemos un trabajo impresionante, en el que estética, aventura, y emoción toman forma entre imágenes sublimes de gran  belleza. La historia se desarrolla (en 2 horas y media de duración) en medio de majestuosos paisajes montañosos, en donde la nieve -y el clima en sí- es como un personaje más. 

Leonardo DiCaprio, enfundado en capas y capas de pieles, y look de náufrago con barba y pelo largos, interpreta a Hugh Glass con sorprendente fortaleza emocional y física. En 1823, durante una expedición en Dakota del Sur, Glass fue sorprendido y atacado por una enorme "mamá oso", dejándolo al borde de la muerte. Es una escena que te deja sin aliento, tanto por su impresionante realismo, como por ser en extremo gráfica, donde Iñárritu nos acerca lo más posible a la acción. Vemos cómo Glass es desgarrado y mordido por la bestia (no violado, como muchos decían), que lo sacude y aplasta como un perro y su juguete. Son minutos espeluznantes, de verdadero horror, que parecen interminables.

Glass no nada más está entre la vida y la muerte. Más tarde, será traicionado y abandonado a su suerte por su colega, John Fitzgerald (imponente Tom Hardy), quien además asesina a sangre fría a su hijo de origen indio. Mientras, un grupo de apaches se encuentran pisándoles los talones, en búsqueda de la hija del jefe de la tribu, secuestrada por un grupo de caras pálidas. Iñárritu nos da un hipnotizante y magnífico plano secuencia al inicio (muy similar al que vimos en Birdman, su anterior filme), que nos sitúa en medio de un ataque de los apaches al campamento de Glass. La confusión  y el caos nos rodean, mientras flechas y disparos atraviesan nuestro campo visual. En otra escena, la cámara sigue, sin corte alguno, a Glass montando un caballo y durante todo su recorrido. Todo un mérito cinematográfico para Lubezki, ante el cual no nos queda más que quitarnos el sombrero.

The Revenant es un western atípico, con un toque artístico. En medio de toda su violencia, la historia tiene una poderosa parte sensible, en el amor de Glass por su hijo, Hawk (Forrest Goodluck). Está en la línea de Dead Man, ese extraño e intrigante western de Jim Jarmusch. No faltan momentos de acción, pero también de introspección, con esos flashbacks que muestran hechos traumáticos del pasado de Glass, y que tienen que ver con el destino de su esposa india. Hay situaciones propias de un relato fantástico (la sobrevivencia de Glass roza lo increíble), o lo delirante (la manera en que destripa un caballo muerto para refugiarse dentro del cuerpo vacío), pero indudablemente, Iñárritu consiguió un filme poético, simbólico, y bello de ver. 

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