jueves, 29 de octubre de 2020

THE TRIAL OF THE CHICAGO 7


¿Podrán manejar la verdad?

No hay cinéfilo en este mundo que no recuerde la frase "You can't handle the truth!" dicha por Jack Nicholson en "A Few Good Men", sentado en la silla de testigos, con traje militar, y respondiendo la demanda de Tom Cruise de "¡Querer la verdad!". Tales líneas fueron escritas por Aaron Sorkin, director ahora de The Trial of the Chicago 7, la cual, por supuesto, también escribe. Aunque el filme no tiene uno de esos momentos poderosos descritos con anterioridad, sí contiene sus buenas dosis de emoción, fuerza propia, y que no tiene un sólo momento flojo durante el juicio que da título al filme.

La película cuenta el juicio al que fueron sometidas 7 personas, acusadas de varios cargos cometidos durante una protesta, llevada a cabo frente a la Convención Nacional Demócrata, en Chicago, 1968. La protesta era en contra de la Guerra de Vietnam, y los cargos más serios, irónicamente, fueron el haber incitado a la violencia durante la protesta.
Lo interesante del caso, es lo heterogéneo del grupo de acusados, quienes pertenecían a diferentes facciones. Tom Hayden (Eddie Redmayne, con un excelente acento norteamericano) y su amigo, Rennie Davis (Alex Sharp), miembros de un comité estudiantil, el primero una eminencia en materia de estudios sobre política; David Dellinger (John Carroll Lynch), un padre de familia con ideas pacifistas y de la no violencia, con un hijo peleando en Vietnam. Luego, Abbie Hofman (Sacha Baron Cohen, igualmente, con buen acento americano) y Jerry Rubin (Jeremy Strong), un par de hippies, quienes, puede decirse, empezaron todo como un concierto al aire libre, con un espacio para coches y, según ellos, "fornicar libremente". Bobby Seale (Yahya Abdul-Mateen II), un miembro de los "panteras negras", quien será por un rato el centro de atención durante el juicio, debido a no tener un abogado que lo represente. Otros dos acusados fueron Lee Weiner (Noah Robbins) y John Froines (Danny Flaherty).
Decía que Bobby Seale es el centro de atención durante la mitad del filme, ya que será en buena medida el responsable de ir desenmascarando la parcialidad del juez, Julius Hoffman (Frank Langella, genial). Ambos sostienen constantes enfrentamientos, debido a los incontables desacatos de Seale al interrumpir el juicio, demandando poder defenderse por su cuenta, derecho que nunca se le concede. Esto es lo que empieza a dar cuerpo al juicio, lo que empieza a encenderlo, y darle fuerza, el cual, veremos más adelante, está manchado de tintes políticos, además de discriminación racial.
Justo cuando las cosas se van calentando en la corte, y que nos hace ver que será todo menos un juicio silencioso, están otros dos personajes que pondrán a prueba la paciencia del juez. Abbie Hoffman, todo un personaje del cual no podremos despegar el ojo, quien amenaza con volver el juicio en algo cercano a un circo, con sus burlas y chistes; y con él, William Kunstler (Mark Rylance, otro británico luciendo acento americano), abogado de Tom Hayden. Con el paso de los días (el juicio durará más de un mes), Kunstler desarrolla una actitud desafiante hacia el juez, acumulando cargos por desacato, justo cuando se de cuenta que, además de tener a un juez tendencioso, hay irregularidades, obstáculos, y barreras que harán su defensa casi imposible.
The Trial of the Chicago 7 es un filme complejo de describir. Si bien se desarrolla mayormente en la corte, conforme el juicio avanza veremos cómo se desarrollaron los hechos aquel día, en forma de flashbacks. Joseph Gordon-Levitt interpreta al fiscal Richard Schultz, en una actuación que es toda serenidad y contención en contraste, cuyo trabajo será probar que la violencia fue provocada por los 7 acusados. No lo tendrá muy fácil. Afuera el ambiente político no ayuda mucho, con Nixon empezando a gobernar en la presidencia, la Guerra en efervescencia, el asesinato de líderes como Martin Luther King, etc.
Sorkin consigue una película de juicios y cortes tremendamente entretenida, en el sentido de que el juicio nunca deja de ser interesante. Nuevos detalles irán surgiendo, puntos de vista se confrontan, salen revelaciones, como el hecho de que no todos tenían en mente una protesta pacífica como se tenía planeado, sino una excusa para empezar un enfrentamiento con la policía; o también, que la policía terminó haciendo un uso excesivo de la fuerza y teniendo una respuesta violenta.
Ningún miembro del reparto tiene desperdicio, ofreciendo actuaciones magníficas. Cada personaje termina siendo en sí una parte simbólica de todo el caso, con algo qué decir y demostrar de todo el asunto. Es posible que Sorkin no se haya podido resistir a dramatizar un poco el juicio. Dentro del espacio en donde se lleva a cabo, termina habiendo una micro guerra de ideologías, formas de pensar, de derechos, y defensa de libertades. Recomendable. Disponible en Netflix.
⭐️⭐️⭐️⭐️

THE SECRET OF THE DEEP SEA

MINIESPIAS EN ALEMANIA

El inicio de este filme, te hace pensar que estás a punto de ver una especie de versión germana de Miniespias. Dos niños, Hanne (Linda Madita) y Tarun (Casper Fischer-Ortmann) se encuentran en frenética persecución de un tipo sospechoso, vestido de negro y con pasamontañas, a lo largo de la costa. Los niños son tan intrépidos, que incluso escalan rocas y una pequeña montaña. Sin embargo, no pasará mucho para que este filme, dirigido por Christian Theede, aterrice y nos coloque en terrenos menos fantásticos y lejanos a los de Miniespias; sin efectos especiales y dentro de una producción más modesta.

The Secret of the Deep Sea, es la segunda película de la que parece ser una franquicia titulada "Die Pfefferkörners". No he visto el primer filme, The Curse of the Black King (2017), y la única actriz del reparto original que está de regreso es Linda Madita. Incluso, parece ser que una serie de televisión basada en las películas se está preparando para el próximo año. Lo que caracteriza a esta nueva película, es que su historia lleva un sello ecologista, el cual, contrario a lo que pueda pensarse, no resulta aburridamente sermoneador. Todo lo contrario.
Theede (quien también dirigió la primer película) consigue una película familiar de colores saturados y brillantes (como sacados de una postal), con suficiente acción, suspenso, y al que nada más le falta tener un disco que se auto destruya en 5 segundos (¿o eran 4?). ¿Cuál será la misión? Encontrar a Jaswinder (Myriam Abbas), mamá de Tarun, una científica que se encuentra en medio de una importante investigación relacionada con microorganismos marinos, y quien fue secuestrada en Hamburgo.
Entre los sospechosos del secuestro, se encuentran Alice (Emilia Flint), hija de un pescador, una niña que no les dio ni a Tarun ni a Hanna una muy amigable bienvenida en Hamburgo. Otro sospechoso del secuestro será Robert Fleckman (Heino Ferch), un empresario dedicado al manejo y desecho de basura, el cual se encuentra contaminando seriamente el mar.
Lo que también llama la atención del filme, es la presencia de fuertes personajes femeninos. Además de Alice, Hanna, y Jaswinder, están una oficial de policía (Inga Busch), la cual luce más bien como Frances MacDorman en Fargo, y Clarissa (Charlotte Martz), quien además de valiente e intrépida, es inteligente, y en materia de robo de información ultrasecreta parece entrenada por la misma CIA. Clarissa y su hermano, Johnny (Leander Burat), hábil y temerario en la bicicleta, se unen a Tarun y Hanna para ayudarlos en la búsqueda de la mamá desaparecida.
Aunque llega a haber algunos momentos inverosímiles, cosa de esperarse en una película donde la policia está ausente la mayor parte del tiempo, para dejarle el campo libre a los niños para enfrentar ellos mismos el peligro, Los Investigadores y el Tesoro de las Profundidades del Mar (el título en español del filme) acaba siendo un efectivo entretenimiento familiar, ideal para el medio día de un domingo. Además, con un poco de suerte, podría dejar en los niños una huella ambientalista difícil de borrar.
⭐️⭐️⭐️

GUADALUPE REYES


Juan P. Medina y Martin Altomaro.
Imagino lo que los realizadores y productores detrás de Guadalupe Reyes se dijeron entre ellos, muy entusiasmados y en un golpe de suma creatividad, al momento de gestar la película: "¡Güeeeeeyyy! ¡Y qué tal si ahora hacemos una 'The Hang Over' mexicana güeeeeyyyy!" Disculpas si he repetido mucho la muy folclórica palabra "güey", pero si los protagonistas del filme, interpretados por Juan Pablo Medina y Martin Altomaro, la repiten unas 685 veces en toda la película, es poco. Es decir, unos maestros de la improvisación, además de que el guión (¡escrito por tres guionistas!) demuestra ser toda una "pieza literaria".

Dirigida por Salvador Espinosa, la mayor diferencia entre Guadalupe Reyes y la saga de The Hang Over, es que aquí los personajes no viajan a las Vegas, sino que se quedan aquí, en la Ciudad de México. Y bueno, también el filme de Espinosa, en comparación, es mucho menos gracioso, algo misógino, y por supuesto, en lugar de ser 3 amigos, aquí sólo son 2. ¿Qué pasó con el tercero? Se casó y tuvo un bebé (el cual, por cierto, aparece cargándolo tal y como Zach Galifianakis carga al bebé del primer filme de The Hang Over. ¿Será pura coincidencia?
Hugo Rocket (Juan Pablo Medina) es un tipo que, según dicen en el filme, es tal vez el tipo más "ch---ón" del planeta, y con mucho dinero. "¡Dicen que es el inventor del celular!", comenta algún personaje en el filme. La verdad, no sentí ni noté en ningún momento del filme que el personaje tuviera tales niveles de personalidad. Hugo presume saber mucho de mujeres, pero el guión no lo pone con alguna novia, ni referencia de alguna ex novia. El caso es que el tipo acaba de cumplir 40 años, y le entra la crisis de la mediana edad. Otra contradicción: casi todos sus amigos son millenials, pero no parece soportarlos mucho.
En medio de su crisis, decide contactar a un viejo amigo, Luis (Martín Altomaro), serio, trabajador, muy profesional, y que trabaja para una importante firma de contadores, para proponerle un reto: hacer el maratón "Guadalupe-Reyes". El reto es, simplemente, andar de borrachera en borrachera sin parar, del 12 de diciembre al 6 de enero (¡Guaauu!). Todo quedará notariado frente a un abogado, en donde ninguno podrá echarse para atrás conociendo los riesgos de antemano. ¿Qué impulsa al bien portado de Luis a aceptar el reto? Que su esposa le ha puesto el cuerno, y por ende, siente que no tiene nada que perder, ya que, impulsado por los buenos consejos de su soltero y viejo amigo, con suerte podría tener una aventura romántica en el camino.
Decía que fueron tres escritores los autores del guión (Marcos Bucay, Harald Sumpler, y Erick Zuckerman), pero el problema, es que la historia, dentro de su idea de trazar una travesía para los amigos, pasando por las posadas, Navidad, Año Nuevo, y Día de Reyes, resulta completamente sosa, sin substancia, y que depende mucho -diría demasiado- del humor vulgar. Lo malo, es que dicho humor vulgar no resulta nada gracioso. Es de reconocer que la escena de la pastorela, aunque nada creíble, es más o menos graciosa. Pero de ahí, la trama va perdiendo aire hasta quedarse sin energía. Vamos, al llegar a Reyes, los guionistas se quedaron sin ideas, ya que, sin revelar mucho, los dos amigos aparecen nada más muy felices y comiéndose su rosca con un vasito de leche. Sí, aburrido.
Llevado de manera inteligente, el humor "subido de tono" puede ser gracioso, tal y como lo es en ¿Qué Pasó Ayer? (título en español de The Hang Over), la fuente de inspiración para este filme. Sin embargo, aquí lo que menos hay es inspiración, es decir, una buena historia. Las buenas historias de "grandes amigos" tienen buena camaradería entre sus personajes, buena química entre ellos. Guadalupe Reyes se queda corta en este aspecto. De lo "peorcito" del 2019.
⭐️⭐️

DIA DE MUERTOS


DOS TIPOS DE CUIDADO...EN EL MÁS ALLÁ.
Me equivoqué en mi predicción. Día de Muertos, una de las dos nominadas al Ariel a Mejor Filme Animado, no es una mezcla de Coco con El Libro de la Vida. Ya quisiera. Dirigida por Carlos Gutiérrez Medrano, Día de Muertos está más cercana a ser una entrega más de la serie de películas de "La Leyenda de la Nahuala". Es más, unos títulos alternativos para el filme podrían ser: "La Leyenda del Ocultista Desterrado", o "La Leyenda de Pedro El Malo y Jorge el Bueno". No, es en serio este último. La idea de Gutiérrez y su equipo, al parecer, fue hacer una especie de versión animada de "Dos Tipos de Cuidado", el clásico de la Época de Oro del Cine Mexicano, con Pedro Infante y Jorge Negrete, pero instalada en una tierra de los muertos parecida a la que vimos en Coco. Peor idea no hubiera podido haber. ¿Otro título alternativo a la lista? Este intento de hacer una versión mexicana de Coco se hubiera podido llamar también "Sarita". Perdón, creo que estoy revelando mucho.

Siendo justos, debo reconocer que el equipo detrás del filme superó mis expectativas, al menos, en cuanto al aspecto visual se refiere. Superaron a lo que los filmes animados mexicanos más comerciales nos tienen acostumbrados. Mi único pero, es lo tieso que resultan a veces los movimientos de los personajes, más parecidos a los de una marioneta. Pero también, Día de Muertos resulta una película animada demasiado, digamos, "blanqueada". Me explico. Los tres protagonistas, Pedro (voz de Memo Aponte), Jorge (voz de Alan Estrada), y Salma (voz de Fernanda Castillo), son unos huérfanos que han sido buenos amigos desde niños. Las referencias cinematográficas a las que hacen alusión sus nombres son más que claras, y todos ellos lucen muy blanquitos. Si querían rendir tributo a Salma Hayek, en lugar de concebir el personaje femenino como blanca y ojiverde, debieron haberla hecho morena y de ojos cafés; como es realmente Hayek en la vida real.
Gutiérrez Medrano, creo yo, no supo copiar a Coco del todo bien. Mientras el filme de la Pixar supo reflejar en Coco a todos sus personajes como se debe, es decir, morenos, propio del tipo mexicano, Día de Muertos se inclina por la convención más comercial, de crear a sus personajes con el tipo "latino internacional", y caucásicos. Como sea, luego de escuchar la historia de Morlett (voz de Carlo Rota), un hombre aficionado a las ciencias ocultas, el cual desafió a la Muerte engañándola para escapar de ella, incluyendo a todos los habitantes del pueblo de Santa Clara, Salma decide que es tiempo de averiguar sus propios orígenes, y saber quienes fueron sus padres. En el mentado pueblito, está prohibido poner altares, debido a los poderes mágicos que les ha conferido un reloj de arena (regalo de la misma Muerte) de traer a los muertos de vuelta por tan sólo un día al año.
Doña Sara (voz de Susana Ballesteros), la nana de los tres chicos, hecha a imagen y semejanza de Sara García (para continuar con los tributos a las leyendas del Cine Mexicano), no tendrá muchas respuestas para Salma, por lo que ésta decide viajar a un misterioso castillo, ubicado en una isla cercana, donde se cuenta que Morlett fue desterrado por la Muerte, para ver si ahí encuentra las respuestas que busca.
Lo sé, suena a demasiado, pero Día de Muertos así es, sobresaturada, ya sea de leyendas, de historias del pasado, o de explicaciones de una cosa u otra. Los diálogos no ayudan mucho. Si bien hay dos o tres chistes rescatables, en general, los diálogos resultan simplones (especialmente los dichos por Pedro y Jorge), hechos especialmente para que los niños, con un poco de suerte, tal vez se rían. A mí no me hicieron reír mucho, pero dejo al público infantil juzgar el humor ramplón que abunda en la película, especialmente, el que sale de la boca de Pedro. El personaje resulta irritante todo el tiempo, y si querían emular la comicidad de Pedro Infante, se quedaron muy lejos de obtener buenos resultados.
En la isla se encontrarán con una criaturita rara, como duende de orejas puntiagudas y sin ningún propósito en el filme, y un libro de conjuros en lengua maya, que los acabará transportando al mundo de los muertos. Sus habitantes se ven totalmente copiados de Coco, con todo y la pintura artesanal en el rostro.
Aunque visualmente lograda y con algunas secuencias impresionantes, el guión es caótico. En su intento por homenajear tanto al Cine Mexicano como a la festividad del Día de Muertos, la mayor parte del tiempo la historia va sin rumbo definido. El mundo de los muertos lo rellenan, además, de unas entidades malignas, "almas olvidadas y errantes", debido a que sus seres queridos ya no los recuerdan; o de unas mariposas amarillas las cuales, por el contrario, se crean con los recuerdos que alguien tiene de sus muertos.
La moraleja está sobreentendida: no olvidar a los seres queridos que nos han dejado. Pero qué lastima la manera de finalizar la película, con un duelo estilo Star Wars, referencias a los X Men, y por si no fuera suficiente, unas coplas estilo "Dos Tipos de Cuidado". Ya veo que Olimpia, su competidora en los Arieles, no lo tuvo nada difícil para ganar el premio.
⭐⭐

QUIZ


Matthew Macfadyen y Michael Sheen.
Una miniserie que retoma un caso por demás intrigante y curioso: Charles Ingram (Matthew Macfadyen), un militar y concursante del famoso programa de preguntas-y-respuestas "¿Quién quiere ser un Millonario?", en el Reino Unido, el cual fue acusado en 2001 de haber hecho trampa. Ingram nada más ganó, en una sola noche, la nada despreciable cantidad de un millón de libras, contestando todas y cada una de las preguntas correctamente.

Stephen Frears (Relaciones Peligrosas, La Reina, Filomena) es quien dirige, y su gran mérito es, además de conseguir estupendas actuaciones de todo su reparto, la magnífica recreación de todos los hechos. De los 3 episodios, el segundo es el mejor, el cual recrea el programa en donde Ingram participó. Michael Sheen está completamente irreconocible como Chris Tarrante, el conductor del programa en aquel año, interpretándolo de manera fenomenal. Mientras, Matthew Macfadyen (quien luce aquí como una especie de joven Tom Hanks) también resulta estupendo, logrando reflejar, durante dicho episodio, una ambigüedad de emociones extraordinaria, mezcla de ansiedad y una seguridad sospechosa.
Lo que realmente pone en la mesa la serie, es el dilema de preguntarse ¿Realmente hizo trampa Ingram? ¿Tuvo algo que ver su esposa (Sian Clifford)? ¿Acaso es imposible que un hombre sea lo suficientemente inteligente para responder todas las preguntas y ganar honestamente? No revelaré detalles sobre el caso, ya que lo emocionante es ver cómo se dio todo durante el concurso, así como qué les hizo pensar a los productores que este hombre "no estaba jugando de forma normal", y cómo tuvieron que manejar todo el caso posteriormente, es decir, ¿cuál es realmente el crimen a perseguir? Vale mucho la pena.
⭐️⭐️⭐️⭐️

BELZEBUTH

Joaquín Cosio y Tate Ellington.
De lejos, Belzebuth es un repaso de todos los clichés habidos y por haber de películas diabólicas y sobre posesiones demoniacas. No le fue mal en las nominaciones de los Arieles eso sí, consiguiendo varias en rubros técnicos, como Mejor Maquillaje, Mejor Sonido, Mejor Diseño de Arte, así como Mejores Efectos Visuales y Efectos Especiales, consiguiendo el premio en estos dos últimos rubros. Confieso que antes de ver la película imaginaba que iba a ser una total decepción. Para mi sorpresa, no lo fue tanto, ya que, en comparación a recientes filmes mexicanos de horror (como el remake de Más Negro que la Noche), Belzebuth termina teniendo algunos momentos escalofriantes y de miedo.

Dirigida por Emilio Portes, la película sabe a pan con lo mismo, pero el realizador le da la vuelta a varios de los clichés que recicla de otros filmes, como El Exorcista, y de todo el extenso catálogo de películas de exorcismos, haciéndolos funcionar en favor de la historia. Por ejemplo, el protagonista es el clásico detective de policía amargado, lleno de furia contra el mundo, antisocial, y agresivo. Emmanuel Ritter (Joaquín Cosio, muy bien), nuestro perpetuamente malencarado detective, sufrió la pérdida de su esposa e hijo recién nacido, durante un macabro incidente en un hospital, en donde una enfermera, fuera de sí, asesinó a varios bebés.
Ivan Franco (Tate Ellington), un sacerdote norteamericano, dedicado a investigar fenómenos paranormales, se encuentra investigando esta masacre, así como otras similares que ocurren 5 años después. Conclusión (¡sí, adivinó!): una entidad demoníaca se encuentra detrás de todo. Sin embargo, cuando Franco conozca a Ritter y quiera hablarle de sus investigaciones, se encontrará con un violento, escéptico, y no muy amistoso tipo, el cual necesitará pruebas para convencerlo de que algo maligno y fuera de este mundo está detrás de estos crímenes.
Lo que viene después nos lo sabemos más o menos de memoria: el Mesías ha llegado (y no es nuestro actual presidente), reencarnado en un pequeño niño, Isa (Liam Villa), y el demonio quiere acabar con él. A pesar de que su inglés es casi ininteligible, Ritter y Franco pudieron haber hecho buena química, como sacerdote y policía peleando contra el diablo. El problema, es que el guión (escrito por el mismo Portes y Luis Carlos Fuentes), se empeña demasiado en poner a Ritter en una ira violenta y constante, cosa que apaga la buena química que estaban empezando a construir ambos personajes. Es más, el detective termina siendo tan insoportable, que ni con su regordete colega (José Sefami) se lleva del todo bien.
Las cosas no tardan mucho en ponerse algo ridículas, dignas de un filme serie B, cuando a escena entra Vasilio Canetti (Tobin "Saw" Bell), un ex sacerdote estadounidense, que ha sido excomulgado por la Iglesia, y al que califican de loco. Canetti lleva símbolos satánicos y secretos tatuados en todo el cuerpo, y se encuentra dando refugio y protección a niños a quienes cree son reencarnaciones de los mismos apóstoles.
Con todo y sus problemas, Belzebuth termina siendo culposamente entretenida; de esos churros que saben mejor acompañados con palomitas. Las escenas de los exorcismos en los narco túneles son de lo rescatable del filme, así como los efectos especiales, los cuales sí terminan siendo buenos. El Cristo en la cruz animado digitalmente resulta impresionante y espeluznante al mismo tiempo. Te hace ver que el premio Ariel fue merecido, así como la nominación a Mejor Sonido. #Arieles2020
⭐⭐1/2

OLIMPIA

Por lo regular, la categoría de "Mejor Película de Animación" en los Arieles se caracteriza por ser pobre. No pobre en calidad, sino en número de nominados, cosa extraña, ya que creo que hay animación de calidad en el país (y no me refiero a películas de dudosa calidad, como las "Películas de Huevos" o la serie de filmes de "La leyenda de la Nahuala" y demás). Este año, por ejemplo, sólo hubo dos nominadas: "Día de Muertos" (la cual no he visto, pero imagino que es una copia de Coco, mezclada con El libro de la Vida), y Olimpia. No había pierde en cuanto a cuál resultaría ganadora, ya que Olimpia es un ejercicio de animación por rotoscopia más interesante (y no muy practicado aquí), y que además trata un tema de más alcance e impacto: el movimiento estudiantil de 1968.

Olimpia fue realizada por estudiantes de la escuela de Diseño Gráfico de la UNAM, universidad en donde se ambienta buena parte de la historia, quienes intervinieron a mano cientos de fotogramas, incluyendo también material de archivo, y fragmentos de la película documental El Grito; pintándolos a mano, y juntando todo más tarde para conseguir un filme animado como tal. De hecho, recuerda a Loving Vincent, hecho con la misma técnica, y aunque este filme sobre Van Gogh es, para mi gusto, más inventivo y creativo visualmente hablando, Olimpia, con todo y sus errores, vale la pena revisarse.
Dirigida por José Manuel Cravioto y Gabriel Mariño, la película arranca justo con las primeras protestas de estudiantes, y con la organización en la UNAM del movimiento. El líder intelectual (Diego Cataño) prepara a los primeros jóvenes para enviarlos a recaudar dinero para "la causa", y a repartir volantes, para informar a la sociedad de los objetivos del movimiento. Ahí, coincidirán Rodolfo (Luis Curiel), un estudiante de Arquitectura aficionado a la fotografía, el cual, según dice, no tiene muy claro todavía por qué va a entrar al movimiento; y Raquel (Nicolasa Ortíz Monasterio), su amiga, estudiante de Filosofía y Letras, cuya pasión es escribir.
Hernán (Daniel Mandoki), un estudiante del Politécnico, y también aficionado a la fotografía, visita la UNAM para tomar fotos sobre el movimiento que se está gestando, luego de hacer lo mismo en las marchas, que han tenido lugar en la calle. Así, el movimiento estudiantil termina uniendo sus destinos, y sin revelar mucho lo que viene después, basta decir que sus vidas quedarán marcadas. Las cosas se pondrán muy difíciles, luego de que los militares entren a la UNAM para intentar neutralizar el movimiento, y capturar a los jóvenes involucrados. Raquel será buscada por su mamá (Tiaré Scanda) y su hermana (Valentina Buzzurro), al no saber nada de ella luego de la invasión a la universidad. Hernán tiene las últimas fotos que tomó de Raquel, pero eso le traerá dificultades con su papá (Rolf Petersen), el cual tiene un puesto de alto rango en el gobierno. En tanto, Rodolfo encontrará una nueva pasión, el cine, y junto a estudiantes de cine se dedicará a filmar todo lo que pueda sobre el movimiento (según el filme, él tomó muchas imágenes de archivo que aparecen en El Grito).
La película tiene algunos detalles anacrónicos, errores como el ver en las escenas de calle a uno que otro extra con cortes de cabello del 2018-2019, u otros detalles que tienen que ver más con diseño de producción, como el ver al estudiante de cine con lentes demasiado modernos (se ven más de los 1980, que de los 1960). Mientras, hay actuaciones muy planas, como la de Rolf Petersen, o la de Nicolasa Ortíz, quien se queda muy corta en su personaje de poeta e intelectual, con una actuación algo pobre, incluso acartonada. Por ejemplo, la lectura que hace del poema que cierra la película se oye descuidada, y pudo haber estado mucho mejor. Se siente que los directores se conformaron con una o dos tomas de la lectura.
Al final, con todo y sus fallas, Olimpia es rescatable, a pesar de lo caótico de su estructura y narración, gracias al buen trabajo de animación en rotoscopia que consiguieron los futuros diseñadores; pero también por el tema, el cual, es evidente, todavía tiene mucho qué ofrecer y decir en cine. #Arieles2020
⭐️⭐️⭐️

MONOS

EL SEÑOR DE LAS MOSCAS...EN COLOMBIA
Quizás no sea una adaptación al 100 por ciento fiel de El Señor de las Moscas (novela de William Golding), pero Monos (nominada al Ariel a Mejor Película Iberoamericana) guarda mucho del espíritu de la misma. En esta actualizada versión colombiana, un grupo paramilitar formado por 8 chicos, cuyas edades están entre los 12 y 25 años, viven ocultos en las montañas. La mayor diferencia entre la novela y este filme, dirigido por Alejandro Landes, es que mientras en el libro (adaptado antes al cine en 1963 y 1990) sabemos el origen del grupo de niños, quienes llegan a una isla desierta y forman una micro sociedad con sus líderes y organización propia, el filme se salta este paso.

El inicio nos muestra a los chicos ya instalados en algún lugar recóndito y montañoso, siguiendo cierta disciplina militar, y bajo el mando de un comandante de baja estatura. Aunque durante toda la película nos carcome el preguntarnos: ¿Cómo llegaron allí todos ellos? ¿Cuál es su origen?, Monos acaba siendo una experiencia intensa de ver. Landes supo seleccionar a sus jóvenes actores excelentemente bien, varios de ellos, seguramente, no son actores profesionales. La película describe a todos sus personajes bien desde los primeros 30 minutos, y el realizador sabe cómo transmitir en ellos una personalidad propia, así como el lado salvaje requerido para contar esta historia. A los chicos los conoceremos, más bien, por sus sobrenombres. Por ejemplo, uno es Patagrande (Moises Arias, de Nacho Libre), sin duda el más imponente y con una de esas caras difíciles de olvidar; otro es el Pitufo (Deiby Rueda), a una chica le llaman Rambo (Sofia Buenaventura), a otro el Perro (Paul Cubides), otro es el Bum Bum (Sneider Castro), entre otros más. Todos ellos no están muy lejos de parecer seres primitivos, ocultos en pequeñas cuevas, y en un paisaje siempre cubierto de neblina.
Y si el guión (escrito por el mismo Landes y Alexis Dos Santos) no ofrece mucha información respecto al origen de los miembros de este escuadrón, tampoco ofrecerá información sobre una mujer norteamericana (Julianne Nicholson), a la que tienen como rehén, y únicamente llaman "doctora". El trabajo de los jóvenes será mantenerla vigilada, y seguir las órdenes que reciban por radio. El no saber mucho de lo que nos cuenta el filme, es algo que funciona a su favor, pero también un poco en su contra. A favor, por que sirve para construir un buen suspenso, y además, hacer todo este asunto del secuestro algo más intrigante; en su contra por que, simplemente, nos deja con más preguntas que respuestas.
De no ser por que la película está dirigida con intensidad y fuerza asombrosa por su realizador, sería sencillo el resaltar más los puntos débiles que los puntos fuertes de todo el trabajo, y estos últimos son los que terminan sobresaliendo. No solamente son las actuaciones naturales, auténticas, explosivas, adrenalínicas, y muy físicas de los chicos lo que Landes consigue, sino también una película sobre niños y jóvenes en donde el trazo de cualquier inocencia se ha borrado, y ha sido sustituida por sus instintos más salvajes.
En su segunda mitad, Monos se aproxima a The Revenant, de Alejandro González Iñárritu, en cuanto a las difíciles condiciones en las que, seguramente, la cinta fue filmada, justo cuando la trama se mueve de las montañas a una jungla. Aquí tienen lugar las mejores escenas, como una en un puente, que parece referenciar aquella en Indiana Jones y el Templo de la Perdición (¿la doctora, acorralada, terminará cortando las cuerdas como "Indi"?), u otra con uno de los niños siendo llevado violentamente por unos rápidos, a una velocidad que te pone a pensar sobre su seguridad (o la del doble que usaron para filmarla), mientras otra, que tiene lugar en una laguna, casi al final, es algo difícil de ver. Monos es de los mejores filmes latinoamericanos de este año.
Disponible en Netflix.
⭐️⭐️⭐️⭐️

CORTOMETRAJES NOMINADOS AL ARIEL

De los 5 cortometrajes nominados al Ariel a Mejor Cortometraje Documental, únicamente he podido ver, hasta ahora, "Abrir la tierra", "Lorena, la de los pies ligeros" y "A 3 minute Hug" (estos dos últimos producidos por Netflix). Aunque me gustó mucho "Lorena, la de los pies ligeros", el cual resultó ganador del premio, dirigido por Juan Carlos Rulfo, me pareció mucho mejor "Abrir la tierra". "Lorena,..." tiene un tema atractivo, interesante, y que te engancha de inmediato, sobre una indígena rarámuri, la Lorena del título, quien es corredora internacional de maratones y multimedallista. Como personaje, Lorena te atrapa de inmediato, sumamente humilde, tímida, quien vive en el campo con escasos recursos. Su dieta, por ejemplo, se nota que es limitada, considerando el nivel de entrenamiento y ejercicio que hace para prepararse. Sin embargo, eso no le impide competir en maratones, y en el filme la vemos competir en el maratón de la Ciudad de México, apenas pudiendo mantener el paso, pero no por eso su espíritu se desploma. Por otro lado "A 3 minute Hug", de Everardo González, sin necesidad de narración, o entrevistas, nos adentra de inmediato en su tema y locación: la frontera entre México y E.U., específicamente, la franja entre Ciudad Juárez y el Paso, Texas. Por tan sólo 3 minutos, se permitió en este lugar el paso libre en 2019, para que familiares de personas deportadas a México pudieran verlos y abrazarlos durante ese periodo tiempo. Emocional, conmovedor, el corto sabe cómo situarte en el lugar de la acción, junto a cientos de personas para los cuales, puedes sentir, 3 minutos no es suficiente.

Por otro lado, "Abrir la tierra", de Alejandro Zuno, maneja un tema más delicado y difícil, las desapariciones forzadas de jóvenes en Veracruz. El corto presenta un caso en específico, el de una mamá, Perla Damián, cuyo hijo un día fue arrestado y jamás lo volvió a ver. Con una buena dirección de fotografía, el corto termina siendo revelador, emocional, y al mismo tiempo, intrigante; con su protagonista haciendo un recuento de los hechos, pidiendo justicia, y con la esperanza de que su hijo todavía se encuentre con vida.
Aún tengo que ver "La bruja de Texcoco" y "El valiente ve la muerte sólo una vez".

SONORA


Si en mí hubiera estado decidirlo, le hubiera dado a Sonora el lugar de Cómprame un Revólver, entre las nominadas a Mejor Película en la pasada entrega de los Arieles. Dirigida por Alejandro Springall, Sonora tiene todo lo que Cómprame un Revólver no tiene, empezando por un buen guión, adaptación de la novela de Guillermo Munro (adaptada por el realizador John Sayles y el mismo Springall); además de personajes mucho más interesantes y una mejor producción de época. Lo mejor, es que termina siendo entretenida. No se hubiera llevado el premio, pero Sonora se merecía más la nominación.

Sonora está ambientada en la época de la Gran Depresión, a principios de los 1930, justo cuando la frontera en dicho estado fue cerrada, y el presidente Hoover ordenó la deportación de muchos mexicanos. Las cosas no iban mejor aquí, cuando una ola de racismo apareció en contra de inmigrantes chinos (o la "amenaza amarilla", como la llamaron), apareciendo manifestaciones xenófobas para que salieran de México. Un matrimonio (Giovanna Zacarias y Flavio Medina) ven la oportunidad de hacer negocio con su coche, para transportar a un grupo disparejo y variopinto de personas a Mexicali, en donde la frontera seguía abierta y pudieran pasar a los E.U.
Sin embargo, luego de un pequeño contratiempo, se verán en la necesidad de conseguir la ayuda de un guía que los pueda llevar por el desierto, o por el también conocido como "El Camino del Diablo". Emeterio (Joaquín Cosio, muy bien), un indio yaqui y tío de uno de los pasajeros (Harold Torres), este último un inmigrante recientemente deportado, será el no muy confiable guía. Aunque conoce el desierto como la palma de su mano, Emeterio tiene un problema con la botella. Una de las dificultades durante la travesía, será que Marcos, el sobrino, mantenga a su tío lejos de cualquier tentación por beber.
A medio camino entre un western y una road movie, Sonora tiene algo de sabor a novela de John Steinbeck, o de William Faulkner. ¿Cuánto tiempo podrán estar juntos en un espacio cerrado un inmigrante chino y un racista filo nazi, antes de que los problemas surgan? ¿O cuánto pasará antes de que un viejo ex general villista y machista, no tenga problemas con las dos o tres mujeres viajando en el auto? No mucho, se lo aseguro. Nunca resulta muy creíble que tal cantidad de personas quepan en ese coche. Pero se las arreglarán, de una forma u otra.
Por fortuna, ningún personaje cae en clichés o estereotipos. El resto de los pasajeros será, junto al matrimonio interracial formado por un chino (Jason Tobin) y una mexicana (Patricia Ortiz), viajando con su pequeña hija (Abbie del Villar), una mujer y una chica (Dolores Heredia y Carolina Molva), tratando de llegar a la frontera para probar suerte del otro lado. Ah, sí, y el general villista (Erando González), quien no está ahí precisamente para hacer amigos.
El viaje les depara una serie de imprevistos y contratiempos, empezando por lo que se puede esperar de viajar en un coche Ford de los 1930s, a través del desierto, y sin carretera. Con todo y tener relaciones interesantes entre los personajes, la que verdaderamente es el centro de la historia es aquella entre Lee, el inmigrante chino, y Sánchez, el racista (buena actuación de Juan Manuel Bernal), con el comentario racista y provocador siempre en la boca. La tensión latente entre el matrimonio y Sánchez se siente durante todo el filme. Mientras, Emeterio se encuentra igualmente en el centro de la trama, un personaje interesante también, el cual, durante sus delirios por no poder probar gota de alcohol, recuerda episodios de su juventud, y ritos iniciáticos con un chamán.
A pesar de ser demasiados personajes, el tema del racismo no queda nublado por las demás subtramas, a las que se agregan las de un par de traficantes de alcohol venidos de E.U., uno de ellos un norteamericano (Ben Miliken), y un mexicano inmigrante, de nombre Yuma Joe (Rafael Cebrián).
Para mí, era una ganadora del Ariel a Mejor Vestuario, pero ganó el de mejor banda Sonora, la cual resulta estupenda, así como su dirección de fotografía.
Disponible en Netflix.
⭐⭐⭐1/2

ESTO NO ES BERLÍN

NUEVO LOOK.                      Xabiani Ponce de León.

Al finalizar de ver Esto no es Berlín, uno experimenta cierta indigestión visual. Nominada al Ariel a Mejor Película (en mi opinión, estaba lejos de ganárselo), este filme, del realizador Hari Sama, te dejará algo saturado al llevarte al pasado, con su retrato de época de mediados de los 1980. La cinta se adentra laberínticamente por muchos caminos, como el de la cultura underground, el punk, el dark, el rave, el rock, etc., olvidando lo más importante: contarnos una historia con fuerza. La pequeña trama acaba descuidada, debido a que el realizador le da demasiada importancia a ese collage de fondo, tardando mucho en engancharte desde el inicio.

Si algo hay que reconocer, es que el retrato de época es logrado, en su diseño de arte, peinados, vestuario, y especialmente, una buena banda sonora, que incluye clásicos de esos años, como The Cure. El gran problema, es que su historia de crecimiento, madurez, y complicada transición a la adolescencia de un chico, nunca me atrapó del todo.
México, 1986. El mundial de futbol se encuentra en su apogeo en el país. Carlos (Xabiani Ponce de León, cuya actuación no la sentí como para una nominación al Ariel), lleva una gran amistad con Gera (José Antonio Toledano), ambos estudiantes de una escuela privada, y que gustan de enfrascarse en pleitos y peleas con estudiantes de una escuela pública. El primero es talentoso para ser ingeniero, construyendo cosas, como pequeños juguetes; mientras que el otro, más común y corriente, renta las revistas pornográficas de su papá entre los compañeros de clase. Rita (Ximena Romo, tampoco con una actuación a la altura de una nominación al Ariel), hermana mayor de Gera, tiene una banda de rock-punk, en donde es vocalista.
Invitados por Rita, Carlos y Gera acuden a un club nocturno clandestino, administrado por Nico (Mauro Sánchez Navarro, con una pinta que parece una mezcla del Bono de principios de los 1980 y Corey Feldman), en donde ambos tendrán su primer contacto con el alcohol, las drogas, y, claro, el rock. Pero será Carlos quien termine seducido por el mundo pseudoartístico en efervescencia en dicho lugar. Nico, aspirante a fotógrafo, cuyo muy discutible lema es "el arte debe repugnarte y asquearte", y que gusta de organizar performances provocadores en plena calle, será su guía.
El mismo Sama aparece en el filme, en el papel del tío de Carlos (talento de actor no tiene mucho), y quien hará de figura paterna del chico. Sama es como el tío que todos quisiéramos tener: relajado, con onda, alma juvenil, y que te ofrece tu primer churro de mariguana. El papá de Carlos está prácticamente ausente en el filme, mientras que su mamá (Marina de Tavira), viviendo en el opio debido a la medicación que toma, apenas y le pone atención.
Entre cambios de formato en el filme, con partes filmadas en blanco y negro, y como con cámara de 16 mm, conciertos de rock, performances callejeros (es de verse el del Estadio Azteca, justo antes de llevarse a cabo un partido de futbol), recitales de poesía, pláticas sobre el significado del arte moderno, etc., la historia de Carlos acaba diluida. El guión termina teniendo algunos agujeros narrativos, y pierde el rumbo en la historia de amistad que intenta contar, con un giro de historia gay tardío, muy al final.
El título de la película viene de las palabras que el dueño de una galería le dice a Nico, como recomendación a su trabajo: "¡Dejen de copiar a los artistas europeos!". Si viviste esa época, Esto no es Berlín te llevará a revivirla por un rato, y a pesar de la gran falta de fuerza de su historia, su tema sobre la amistad reluce un poco hacia su conclusión. #Arieles2020
🌟🌟1/2

FAMILIA DE MEDIANOCHE

Los Ochoa respondiendo una emergencia.

No recuerdo cuándo fue la última vez que vi un documental tan adrenalínico como éste. Por que así es Familia de Medianoche, una película documental que, así como tiene instantes de cierto humor involuntario, también está lleno de muchos momentos de suma tensión. La película se mueve a través de mini historias en la Ciudad de México, las cuales tienen lugar en la noche. En efecto, apenas y vemos la luz del día en esta película, que nos lleva por las calles de la gran metrópoli dentro de una ambulancia privada, revelándonos un mundo poco o apenas conocido: el servicio de estos vehículos, no exactamente regulados, en toda clase de emergencias y percances, para llevar a la gente accidentada o herida a los hospitales más cercanos --- o convenientes.

Lo que más llama la atención de todos los hechos que se presentan en el filme (nominado al Ariel a Mejor Largometraje Documental este año) es cómo la gente, en su desesperación y dolor físico, se ponen en manos del personal, en este caso la familia Ochoa, dueños de la ambulancia, confiando en que sean paramédicos certificados y con el suficiente conocimiento y preparación para atenderlos. Uno de ellos, de nombre Juan, quizás no pase de los 25 años, pero es quien se encarga de conducir la ambulancia a una velocidad impresionante (quizás llega a rozar los 100 km por hora en algún momento del filme).
Pero Juan también impresiona por los diagnósticos, casi inmediatos, que da para cada caso que ve, y es quien también provee a la película de lineas cargadas de una filosofía franca, directa, y práctica. "Esto es un negocio", dice Juan. "Si no hubiera enfermos o accidentes, no habría este negocio de ambulancias, ni tampoco hospitales; y si no hubiera muertos, no sobrevivirían las funerarias". Así de simple.
Dirigido, escrito, fotografiado, y editado por Luke Lorentzen, la película tiene el logro de saberte poner en el epicentro de toda la acción, es decir, dentro de la ambulancia; ya sea en la parte trasera, en donde transportan a las personas accidentadas, o frente a ellos, en la parte delantera, mientras conducen. Lorentzen sabe construir la tensión adecuada de una forma sencilla, y lo hace, irónicamente, no mostrando imágenes de alto contenido gráfico, o cayendo en estrategias baratas de nota roja. Sólo escucharemos llantos, quejidos de dolor, o cuando es posible, los accidentados respondiendo a las preguntas de los Ochoa. Mientras, la cámara únicamente se centra en el trabajo que hacen. Aunque también hay momentos de pura adrenalina, como cuando tienen que competir con otras ambulancias en calles semi vacías (o usando el carril del metro bus), quemando llantas a lo "Rápido y Furioso", para ganar y tratar de ser los primeros en llegar al lugar de la emergencia.
Pero creo que lo más difícil para la familia (la cual incluye a un niño, el hermano menor regordete, al cual le reprochan los mayores el no dedicarle tiempo suficiente a la escuela, y que no hace otra cosa más que comer todo el tiempo) no será exactamente el trabajo de paramédicos que llevan a cabo, sino el momento de cobrar en el hospital, a quien haya acompañado al accidentado, por el servicio. Algo que, por alguna razón extraña, Lorentzen prefiere mantenerse al margen, sin mostrar gran cosa del proceso; alejado, y sin que sepamos nunca la conclusión de estos momentos. Algo sí es claro -o más o menos claro-, y es que, por lo poco que se puede ver, es que aceptan lo que la gente pueda o quiera darles.
Lo cierto, es que Familia de Medianoche será, para muchos -como quien esto escribe- un documental revelador. Te tendrá con las manos sudando, o también con ansiedad. Sin embargo, los miembros de la familia son, en sí, todos unos personajes. A pesar de lo crudo y difícil de las situaciones que enfrentan, son también los protagonistas de sus propias historias, de las cuales se nos muestran sólo guiños, con algo de comedia y de melodrama familiar-social. Muy recomendable.
⭐️⭐️⭐️⭐️

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