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Después de ver Man on the Moon (1999), filme de Milos Forman sobre el provocador comediante Andy Kaufman, que siempre se caracterizó por las bromas pesadas que gustaba hacer al espectador manejando hábilmente los medios y que era, por añadidura, algo obsesivo-compulsivo, uno se pregunta si tiene sentido dedicar 120 minutos de metraje a un personaje de tales características. Tratándose de Milos Forman, al menos para mí, sí lo tiene.
Forman se atrevió a ofrecer en Amadeus (1983) un Mozart borracho, con una risa escandalosa, pero ante todo un ser humano que sufría a consecuencia del genio musical con el que nació. El Andy Kaufman de Forman es algo muy similar al Mozart de la multinominada al Oscar “Amadeus”: un ser incomprendido hasta por su propio padre, desde que ensayaba sus rutinas cómicas en su habitación, debido al estilo trasgresor que quiso imponerle a su público. Kaufman buscaba reacciones bruscas y sorpresas cuando menos se lo espera el público, por ejemplo, con peleas simuladas a mitad de la grabación de un programa.
La interpretación de Jim Carrey reparte dosis de excesos, ironías y sarcasmos por igual, en uno de los mejores papeles de su carrera, con el que aguanta incluso hacia el final un poco de registro trágico, cuando la vida de Kaufman acabó repentinamente por un cáncer de pulmón. El filme abre de manera irreverente, con Kaufman, en un close-up en blanco y negro, dirigiéndose al espectador advirtiéndole que es el final de la película, mientras aparecen los créditos de abajo hacia arriba y con los que juega, como lo hizo en ese especial de televisión de la ABC, televisora para la que trabajó durante cierto tiempo, hasta que los ejecutivos se hartaron de él y lo echaron.
El público espectador, que observa siempre de lejos en un teatro o auditorio, es como siempre uno de los objetos de estudio que interesa a Forman. Como sucedía en Amadeus, es un aspecto destacable gracias al estilo tan natural con el que registra cada una de los rostros, reacciones y gestos de ese público que observa a Kaufman, para él unos conejillos de indias. Kaufman era extrañamente innovador desde sus primeras presentaciones en clubs nocturnos, hasta su salto a la televisión en la serie Taxi.
El logrado realismo, en un tono de falso documental, nos ubica bien en los 1970, principios de los 1980. Hacen cameos muchos de los actores originales de la televisión de aquellos años, como Christopher Lloyd, uno de los actores de Taxi, o David Letterman con su talk show. A Danny de Vitto, protagonista original de Taxi, se le dio otro personaje, el de George Shapiro, el muy tolerante manager de Kaufman durante toda su carrera.
Este destacable trabajo de Milos Forman se queda a un paso de ser la gran película que prometía. Fuera de su magnífica ambientación y de la magistral actuación de Jim Carrey, uno tiene la sensación de haber visto una imagen de Kaufman pasada por un bondadoso filtro. Kaufman termina cayéndonos muy bien. Se siente mucha lástima por él al tener un público tan mal agradecido ante su genio para la comedia. Eso lo reafirma Milos en ese travelling final, a manera de homenaje a la stand-up comedy, donde quiere colocar a Kaufman casi a la altura de Stanley y Oliver o Charles Chaplin. Sinceramente, no creo que sea para tanto.
++Pocos extras en el DVD de este buen filme, tan sólo filmografías, trailer de cine, escenas eliminadas, vídeos musicales y entrevistas.