jueves, 19 de julio de 2007

CINE INÉDITO: THE NOTORIOUS BETTIE PAGE * * * *

Podrá no haber sido muy interesante su vida, su nombre sonará más a conocedores y “especialistas” en las antiguas publicaciones eróticas para “caballeros”, pero la sensual modelo Bettie Page, de las más famosas “pin-ups” de los años 1940 y 1950, es el pretexto perfecto para que en The Notorious Bettie Page (E.U., 2005), tercer largometraje en la cortísima filmografía de la realizadora Mary Harron (I Shot Andy Warhol/1996, American Psycho/2000), se desarrollen una serie de temas interesantes: la moral respecto a la desnudez en esos años, el golpe que representaron ciertas perversiones sexuales como el sadomasoquismo, la delgada línea entre el erotismo y la pornografía, entre lo “artístico” y lo vulgar, en las publicaciones eróticas.

Famosas por no faltar en toda pared de campamentos y cuarteles (de ahí el término pin-up), en la Segunda Guerra Mundial, las imágenes (pinturas o fotos) de voluptuosas e idealizadas modelos y/o actrices, se convirtieron en un elemento visual clave en la cultura popular. Harron ha demostrado su inquietud por explorar el mundo de la cultura pop (I Shot Andy Warhol), y en The Notorious Bettie Page se adentra en ese mundo a través de un personaje complejo, ambiguo, contradictorio y por demás carismático, como Bettie Page.

Con una arraigada vida religiosa, no exenta de un pasado traumático en la que era abusada por su padre, violada en su adolescencia y maltratada en su primer matrimonio, Bettie Page (magnífica y muy inspirada Gretchen Mol) decidió convertirse en modelo, alcanzando la fama iniciando con inocentes trabajos en portadas de revistas comerciales, hasta que los problemas comenzaron cuando empezó a realizar fotografías sadomasoquistas “underground”, de manos de una pareja de fotógrafos (Chris Bauer y Lily Taylor), que hacían estas fotografías bajo encargo de clientes con “preferencias especiales”.

La cinta, filmada casi en su totalidad en blanco y negro, es una pequeña muestra de cómo se puede lograr un buen trabajo estilizado, sin caer en caóticos excesos. La fotografía de Mott Hupfel es un notable trabajo digno de nominación o premio, combinando distintos formatos e incluso un efecto Technicolor que ya hubiera querido Scorsese en “El Aviador”. Si agregamos una exquisita banda sonora, que incluye mucho jazz de la época, formalmente la película está bastante lograda, pulida y cuidada por Harron. Además, Gretchen Mol consigue un estupendo trabajo, en una versión quizás más dulce, inocente y digamos menos vulgar, que la Bettie Page original.

Sin embargo, el grave problema de la película estará en su guión, que a pesar de sus esfuerzos por hacer una biopic interesante de Bettie Page, le faltó más contundencia y fuerza. Es verdad, Harron tuvo un gran acierto en no caer en dramatismos facilones, además de que se agradece mucho el toque divertido y pícaro que imprime a la cinta. Lo malo es haber pecado de sencillez en la trama, dando como resultado una película visual y auditivamente disfrutable, pero terriblemente plana al final, sin haber profundizado más en el dilema del personaje: ¿Realmente Bettie Page era consciente de lo que hacía? ¿Se hacía de la vista gorda creyendo que nada más hacía un cristiano bien, satisfaciendo las “necesidades” de unos pervertidos?

THE PROPOSITION * * * *

Guy Pierce.

Para aquellos que somos fanáticos del género western, estos últimos tiempos han visto un modesto resurgimiento del género. Pronto llegará la enésima película sobre la famosa banda de forajidos de los hermanos James, The Assassination of Jesse James by the Coward Robert Ford (Andrew Dominik, 2007), así como el melodrama épico Seraphim Falls (David Von Ancken, 2006), con Liam Neeson y Pierce Brosnan. Antes se produjo The Proposition (2005), un curioso western, que a pesar de estar ambientado en Australia, parece desarrollarse en los desiertos del oeste estadounidense, conservando   las convenciones del género. 

La película luce como una mezcla de la leyenda del bandido Ned Kelly (versiones al cine de Richardson/1970 y Jordan/2003) y la de Jesse James, guardando estrecha relación con esta última en la historia.  El filme narra la historia de los hermanos Burns, grupo de bandidos perseguidos por la policia británica por el asesinato de una familia, en los desiertos de Queensland, Australia.

Dirigida por el australiano John Hillcoat, The Proposition es un recuento de lo mejor del western norteamericano: la sangrienta violencia de Sam Peckinpah, una banda sonora acústica al estilo de Pat Garret & Billy the Kid (1973), y los problemas de integración racial vistos en buena parte de la obra de John Ford. En este caso, son los aborígenes australianos subyugados y masacrados por la policia británica.

Charlie Burns (Guy Pearce) cae preso junto a su hermano menor, Mike (Richard Wilson), en una emboscada por las fuerzas policiacas del capitán Stanley (Ray Winstone), por el asesinato de la familia Hopkins. Separado desde hace tiempo de Arthur (Danny Huston), su violento hermano mayor y verdadero responsable del crimen, Charlie recibirá de Stanley una propuesta: ir en búsqueda de Arthur para matarlo, en un lapso de 9 días, a cambio de salvar a Mike de ser colgado.

Hillcoat ofrece un ejercicio visual muy original. Nos hace sentir la experiencia de estar viendo un cómic sobre el lejano oeste, gracias a la buena fotografía de paleta ámbar de Benôit Delhomme. Será una suerte de mundo surrealista en el que se desarrolla la trama, de diligencias tiradas por camellos, de días sin noches, que parecen interminables.

Algo que nos enseña la cinta (escrita y musicalizada por Nick Cave), es que, ya sea en el lejano oeste americano o el “lejano oeste” australiano, la violencia, la tortura y la opresión racista se dan de la misma forma, en nombre del propósito colonizador y "civilizador". Tales son las cuestiones de fondo en The Proposition, un western más reflexivo que de acción. El mayor mérito de la película, junto al estético, es intentar reflexionar en torno a la violencia y la validez que puede tener tanto derramamiento de sangre. No llega a la altura de Peckinpah, pero la iniciativa se agradece, sobretodo en un género en peligro de caer en el olvido.

DVD: HARRY POTTER AND THE ORDER OF THE PHOENIX * * * *

Después de haber visto Harry Potter y La Órden del Fénix (Harry Potter and the Order of the Phoenix, Reino Unido-E.U., 2007), la nueva entrega de esta exitosa franquicia, creo que no había quedado satisfecho con un filme sobre el ahora mago adolescente, desde que vi El Prisionero de Azkabán (Cuarón, 2004), la tercera película. Para ser sinceros, si bien el filme de Cuarón seguía el mismo esquema argumental de las dos primeras películas (después de tener problemas con sus tíos, Harry huye a un nuevo ciclo escolar en Hogwarts, se reencuentra con sus amigos, conoce nuevos maestros y se enfrenta a un nuevo misterio por resolver), el realizador mexicano supo renovar visualmente al filme, al darle un adecuado tratamiento obscuro, tanto a personajes como a sus escenarios.

Harry Potter y el Cáliz de Fuego (Newell, 2005), la cuarta película, siento que dio un paso atrás a lo que había logrado Cuarón, al preocuparse más por ofrecer un convencional espectáculo de efectos especiales, mucha acción, aunque no dejaba por ello de ser entretenida y con algún dramático suceso. En La Orden del Fénix, dirigida por el británico David Yates (el segundo director británico de toda la franquicia) tenemos una verdadera secuela y el primer filme de Harry Potter maduro, con personajes ahora sí llevando problemas más evolucionados. Una verdadera secuela, porque ya no es necesaria la rutinaria presentación de los personajes clásicos, como la estricta pero noble maestra encarnada por Maggie Smith, el gigantesco especialista en animales fantásticos, interpretado por Robbie Coltrane, el maestro darketo especialista en “artes obscuras” a cargo de Alan Rickman. De hecho, muchos de ellos nada más aparecerán unos cuantos minutos en la película.

Además, estamos ante una nueva propuesta en la manera de contar la historia, en el guión escrito por Michael Goldenberg, enfocado a un público adolescente más crecidito (o en su defecto, aquellos niños que han crecido leyendo a Harry Potter desde el primer libro). Después de tener el típico pleito con sus nefastos tíos, Harry (Daniel Radcliffe) se enfrentará con la noticia de que ha sido expulsado del colegio Hogwarts, por haber hecho uso de su magia en el mundo de los muggles (entiéndase, humanos), al tener que defenderse y salvar a su gordazo primo de un ataque de los obscuros Dementors.

Sin mayores preámbulos, Harry deberá enfrentar un juicio para decidir si su expulsión del colegio es definitiva, defendido por el director Dumbledore (Michael Gambon). Pero el mayor problema de Harry, reunido por enésima vez con sus amigos, Hermione (la cada vez más guapa Emma Watson) y el ahora más serio Ron (Ruper Grint), será el regreso del temible Lord Voldemort (Ralph Fiennes), asediándolo en constantes pesadillas y amenazando con un enfrentamiento pendiente, ante el cual deberá prepararse junto con varios compañeros de su grupo.

Por si fuera poco, una nueva maestra (Imelda Staunton), de facha dulce pero perfeccionista, férrea y de implacable disciplina, ha llegado dispuesta a realizar cambios drásticos en el colegio, entre ellos, querer quedarse con el puesto de Dumbledore, y probar ante todo que Harry miente para causar pánico respecto al regreso de Voldemort.

En el filme no se deja de respirar un estado de paranoia de principio a fin, de inquietud y tensión entre todos los personajes. Hay humor, pero se nota que la preocupación principal de Yates fue tratar de equilibrar su muy logrado tratamiento obscuro de la película, con el acostumbrado toque noble e inocente de los filmes anteriores, sin que falten los impresionantes efectos visuales de siempre. Lo que sí ha faltado es el clásico juego de “quiditch” sobre escobas voladoras. Pero a quién le importa, si Harry corre el peligro de pasarse al “lado obscuro”, cuando parece que se le ha metido el diablo y está necesitado de un exorcismo. Ojalá que Yates siga el mismo camino en el sexto filme del próximo año.

martes, 17 de julio de 2007

DVD: HUO YUAN JIA * * * *

Desconozco casi la totalidad de la filmografía del realizador hong-konés Ronny Yu. Si acaso, lo único que conoceré de Yu es el churrazo Freddy VS Jason (2003) y el no menos desafortunado La Novia de Chucky (1998). Sin embargo, me ha bastado ver su más reciente película, El Duelo (Huo Yuan Jia, China-Hong-Kong-E.U., 2006), para convencerme de que Yu es un director con un gran sentido de la acción y entretenimiento en pantalla, muy al estilo Hollywood.

Yu tiene en su haber muchos filmes sobre artes marciales, como alguno que hizo con el desaparecido Brandon Lee, Long zai jiang hu (1986) y El Duelo amplia la lista de filmes sobre kung-fu y karatazos de Ronny Yu. Como su título original indica, esta película es una suerte de biopic (con mucha cosecha fantástica del realizador) sobre uno de los grandes maestros chinos de las artes marciales, Huo Yuan Jia, quien a finales del siglo XIX desarrolló el arte del wushu hasta sus máximas consecuencias, sin el consentimiento de su padre, teniendo que entrenarse a sí mismo desde niño. Además, Huo fue el fundador de la federación deportiva Jingwu a principios de siglo XX, época en que China estaba pasando por su peor momento cultural, social y económico. Dicha federación se fundó bajo los ideales de una China unida y fraternizada, que trabajara por su propio bienestar y desarrollo, frente a la imparable colonización occidental.

El Duelo es una entretenida película de artes marciales, que logra dicho objetivo sin hacer un uso excesivo de efectos digitales. Por otro lado, no deja de ser un respetable acercamiento a la vida del maestro Huo, interpretado magníficamente por el astro oriental del cine de acción y artes marciales, Jet Li.

El Duelo, es verdad, sigue todas las convenciones habidas y por haber de las clásicas historias edificantes del género: Huo desde su niñez, deberá aprender que el wushu (una especie de variante del kung-fu), es una herramienta más para el crecimiento espiritual, el cultivo físico del cuerpo, el conocimiento propio y la defensa, más que un medio para causar daño, lucirse en los enfrentamientos callejeros y adquirir fama, tal y como le sucede al joven e inmaduro Huo.

Huo se convertirá en una celebridad en su pueblo natal, Tianjin, quedando invicto en una serie de peleas, hasta que una tragedia familiar le abra los ojos y provoque su retiro temporal en el campo, donde trabajará cultivando arroz bajo los cuidados de una campesina invidente, recibiendo de ella además reveladoras y filosóficas verdades sobre la vida.

La película funciona perfectamente como un espectacular y bien producido filme de artes marciales, así como un serio acercamiento a la figura de Huo, sin muchas solemnidades de por medio.

lunes, 16 de julio de 2007

EN CARTELERA: TRANSFORMERS * * * *

Confieso que nunca fui un fanático irredento de los Transformers en el momento de mayor popularidad de su serie animada, a mediados de los 1980. Pero me encantaba matar el tiempo viéndola de vez en cuando. Lo que sí recuerdo, es cuanto me gustaba jugar con las figuras de acción, no nada más las originales de la marca Hasbro, empresa que fabricó y distribuyó estos juguetes originarios de Japón, sino de todas las demás fábricas de juguetes que copiaron la idea de unos robots alienígenas, capaces de transformarse en aviones de guerra, coches, helicópteros, e incluso, dinosaurios mecánicos.

Por fin pudo ver la luz Transformers (E.U., 2007), adaptación al cine con actores de carne y hueso de estos famosos juguetes ochenteros, luego de un primer intento fallido en 1986 con el filme animado “Transformer: The Movie”, en donde por increíble que parezca, Orson Welles, prestó su voz a uno de los personajes. Al final, la realización cayó en manos del habilidoso especialista en filmes de acción Michael Bay, y no de Steven Spielberg, quien se encargó de la producción ejecutiva.

La película no nada más me transportó a la época de mayor fama de los Transformers, sino que creo hace justicia a estos mecánicos personajes, en un impresionante espectáculo visual, en el que los verdaderos protagonistas son precisamente estos robots del espacio: los buenos y simpáticos Autobots, liderados por el honorable Optimus Prime, y los destructores y belicosos Decepticons, comandados por el despiadado Megatron, en una lucha de tonos épicos para apoderarse de un místico cubo, su fuente vital de poder, que cayó en la Tierra hace muchos años. Los Decepticons buscan conquistar la Tierra y exterminar a la raza humana, cosa que por supuesto impedirán los Autobots.

En medio de esta lucha estará un tímido adolescente, Sam (Shia LaBeauf), quien sin saberlo recibirá de regalo un Autobot de nombre Bumblebee, en la forma de un destartalado Camaro. Al ser localizado por los Autobots para que les devuelva un código secreto, escondido en las gafas antiguas de su tatarabuelo, el cual tuvo un primer encuentro con los robots en los 1890 durante una expedición en la Antártida, Sam junto a su bellísima amiguita Mikaela (preciosa Megan Fox), terminarán involucrados en la lucha por salvar a la Tierra.

La película, con todo y su humor simplón, acaba fascinando desde el momento en que estos impresionantes robots hacen acto de aparición. En este verdadero exitazo de taquilla veraniega (en E. U. recaudó, nada más en su primer semana de exhibición, casi 30 millones de dólares), acaso el mejor filme de acción fantástico, no nada más del verano sino con seguridad del año, uno en verdad siente empatía por los nobles pero valerosos Autobots, pero también un auténtico terror ante las maquinas depredadoras y destructivas que son los Decepticons. Y es que estas razas de robots alienígenas, provenientes del planeta Cybertron, que llevan cientos de años luchando por el poder, no nada más son una prodigiosa creación en materia de animación, por parte de la Industrial Light and Magic de Steven Spielberg (Oscar seguro el próximo año para Mejores Efectos Digitales), sino que también son carismáticos personajes con una personalidad y cualidades bien definidas.

Sin embargo, hubo algo que me resultó molesto, y es lo obvio que resulta la publicidad que se hace a varias marcas a lo largo del filme, en primeros planos y sin tapujos. Bueno, algún defecto había que tener la cinta. Pero lo bueno es que, entre una y otra hipnotizante escena de acción, se nos olvida que algún personaje tomó Pepto Bismol para aliviarse el malestar estomacal. Algo que logra bien Transformers, es traernos buenos recuerdos para aquellos que crecimos en los 1980, y volver a interesarnos por personajes que marcaron esta época.

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