jueves, 26 de julio de 2012

WE LIVE IN PUBLIC * * * *



WE LIVE IN PUBLIC: Un día en la incómoda vida de dos habitantes del búnker
concebido por Josh Harris.

Josh Harris, con toda su excentricidad y problemas emocionales, anticipó, desde los 1990, la ciber-tecnologizada forma de vivir de principios del siglo XXI. Una vida privada convertida en pública, dominada por el internet. En este siglo no existe la privacidad y las personas viven sobreexpuestas dentro de las redes sociales. Además, Harris fue el productor del primer reality show, un "Big Brother" en donde 100 seres humanos vivieron dentro de un "búnker" lleno de cámaras, como ratas de laboratorio. Todo momento, hasta el más íntimo (cuando usaban el baño, cuando tenían relaciones sexuales, etc.) fue registrado en vídeos. "Me pertenecen, cada momento de sus vidas yo lo poseo", diría Harris, considerado un visionario, el "Warhol del internet". Un tipo que, tal vez, de tan recluída que fue su niñez, nada sociable y dedicada a ver "Gilligan's Island" en la televisión, necesitó de adulto experimentar con su propia vida privada y exhibirla a millones de usuarios a través de internet. ¿No se trata de eso la idea de las redes sociales hoy en día? "¡Véanme! ¡Aquí estoy! ¡Existo!", son frases que existen en el inconsciente de nosotros los usuarios de las redes sociales.

Fundador del sitio "pseudo.com", en donde, por primera vez, se transmitió TV en línea y el primer video chat, Harris acaba siendo uno de esos genios incomprendidos, marginales y misántropos, emocionalmente al borde de la locura. Para muestra, bastan las millones de horas en vídeo que grabó de su solitaria vida con su gato. Podría considerarse como el "tío-abuelo" de Mark Zuckerberg. Este interesante documental va más allá de un típico formato de "cabezas parlantes", ya que tiene una narrativa muy dinámica, así como gráficos animados atractivos. Un inteligente documental, inquietante en muchos momentos, realizado con motivo del 40 aniversario de la "Red Mundial", comunmente conocida como Internet.

martes, 24 de julio de 2012

FIGHTING * * *

Lo mejor de esta película, que se nota muy inspirada en Lionheart (1990), con Jean Claude Van Damme, es el sabor urbano que Dito Montiel, su realizador, supo imprimirle a cada milímetro de sus fotogramas. Mucha cámara en mano, sumergirse en los barrios bajos de Nueva York como escenario principal, son tan sólo algunas de las estrategias que sigue para contar una historia de peleas callejeras. Precisamente, es como aquellas películas que solían realizarse justo en la época en que Van Damme era la sensación del cine de artes marciales y peleas a puño limpio. Pero esos tiempos ya quedaron atrás. Tal vez un actor mucho más creíble en el papel principal que Channing Tatum, como Jason Statham con 10 años menos, hubiera sido una decisión de casting más apropiada. Como sea, Tatum resulta en todo momento efectivo, en su interpretación del tipo golpeado -en muchos sentidos- por la vida, duro, inexpresivo y que tiene que ganarse el pan vendiendo cosas chinas corrientes en la calle, libros pirata y demás basura. Su sorpresiva fuerza y talento para pelear serán identificados inmediatamente por un "agente", un caza talentos callejero interpretado por Terrence Howard, con esa facilidad que tiene para meterse en la piel de personajes con sabor gangsteril, que no nada más parecen vivir en el asfalto, sino masticarlo. 

Las peleas son buenas, filmadas en locaciones reales, llenas de extras y los curiosos que se agreguen. Esto le da un realismo que beneficia al filme en todo momento. Sin embargo, a las pelea les falta la emoción, gracia y cuidado coreográfico que sí tenían, por ejemplo, las películas de Van Damme. Lo peor, es que no son de esas peleas que te tienen al borde del asiento, con el suspenso que cada golpe guarda. El par de protagónicos ofrece actuaciones muy decentes, encaminados a desarrollar una amistad tensa, complicada, marcada por la ganancia monetaria de las peleas y otros secretos que se irán develando. Lo malo, es que la  historia no es lo suficientemente sólida, interesante y que te involucre con los personajes. El personaje de Tatum revela dos o tres cosas que ayudan a entender de dónde proviene su talento para pelear, pero como que no acaba aportando mucho a la historia central, ni a la secundaria en la relación sentimental que tiene con una chica latina (Zulay Henao). Con estos detalles del guión arreglados, se le hubiera perdonado a Tatum no ser Van Damme.   

FIGHTING: Channing Tatum listo para demostrar que tiene punch. 

lunes, 23 de julio de 2012

LAST HOUSE ON THE LEFT * * * 1/2


Tres hermanos y una chica de nombre Sadie,
pondrán en alerta a una familia en vacaciones.

Podrá no tener una historia interesante, pero el remake de Last House on the Left (1975), de Wes Craven, maneja de manera pulsante la idea del "asesino en casa". En este caso, no es un sólo asesino, sino tres, dos de ellos hermanos. Un grupo de psicópatas, encabezados por un fugitivo de prisión (Garret Dillahunt). Es el suspenso lo que más concierne al realizador Dennis Iliadis. Además, intenta en todo momento -y vaya que lo consigue- contruir un estado de tensión emocional constante entre todos los personajes. Es una bella chica, pero a la joven actriz Sara Paxton le cuesta un poco de trabajo expresar un mínimo de tensión emocional. Al menos, en un principio. Mari, su personaje, apenas y expresa un mínimo de dolor o tensión, cada vez que su amiga es torturada por el sociópata hermano del líder (Aaron Paul, enfermizamente intenso), que en todo momento luce bajo los efectos de substancias psicotrópicas. Es hasta que los malos, que incluyen a Sadie (buen nombre, por cierto), interpretada por Riki Lindhome, la novia del líder, comienzan a torturar físicamente a Mari, cuando esta comienza a reaccionar en todos los sentidos.

Un chico (Spencer Treat Clark), precisamente hermano menor del jefe de la banda, involuntario culpable de toda la desgracia, será clave en el desarrollo de lo que sucederá después. De unas, tal vez, muy convencionales persecuciones en el bosque, la trama se traslada a la casa, en donde se encuentran los padres de Mari (interpretados por Monica "me-parezco-a-Julia Roberts" Potter y Tony "Ghost" Goldwin). Sin que lo sepan, los padres alojan en la casa a los criminales que intentaron matar a su hija. Es cuando el verdadero suspenso empieza a tomar forma (¿serán los padres las próximas víctimas?). Un par de objetos y una fotografía son de crucial importancia. La tensión crece gracias a la narración, mientras las actuaciones por ambas partes se tornan vibrantes. Iliadis sabe manejar no nada más el suspenso, sino la cámara y los encuadres. Esas tomas de la sala en la casa, la mirada subjetiva de uno de los criminales, revelan y ocultan al mismo tiempo. Justo en la mesa del centro, alguien se encuentra recuperándose. Es decisivo que a los criminales no se les ocurra asomarse ahí.

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