lunes, 5 de agosto de 2019

THE LION KING



REY DE REYES. La melenuda épica africana de Disney, regresa en
gloriosa animación hiperrealista.
Nunca me surgió la pregunta de cómo se vería El Rey León, uno de los clásicos animados de la Disney, protagonizado por animales reales, o al menos, en la forma de animación hiperrealista. Tampoco me surgió dicha pregunta, en 2016, con otro clásico de la casa Disney, The Jungle Book. Son películas que están bien como están, con su magistral y tradicional animación dibujada a mano, cuadro por cuadro; impecablemente hechas y producidas. Pero en esta era hipertecnologizada, donde ya no nada más se pueden crear digitalmente animales a uno o dos pasos de lucir tan reales que engañarían al ojo más observador, sino actores (así como revivir a algunos que ya nos han dejado), la tentación de los ejecutivos de la Disney no podría haber sido más grande.
Además de las obvias razones monetarias para hacer negocio, y monetizar desempolvando viejas glorias del catálogo de la Disney, también están algunas creativas y experimentales; las de ver nuevamente El Rey León en la forma de un remake producido con la tecnología del nuevo milenio. El resultado no podría ser más impresionante, con todo y el hecho de regresar al cine a ver un filme que en 1994 ya nos había impresionado y conmovido, dirigido en aquel entonces por Roger Allers y Rob Minkoff (con una secuela en 1998, que pasó, por el contrario, sin pena ni gloria por el cine).
Ahora, Jon Favreau regresa en la dirección (luego de haber traído de vuelta The Jungle Book en 2016, como un remake de acción viva, con actores de carne y hueso, y animales generados digitalmente) con esta enternecedora historia de amor paterno-filial, entre el soberano de la sabana africana, el león Mufasa (James Earl Jones, imprimiendo toda la profunda gravedad de su voz al personaje) y su hijo Simba (Donald Glover), con un tratamiento digital hiperrealista, que hace lucir a la película como un documental de la naturaleza que te deja con los ojos desorbitados. Y el factor "wow" está presente todo el tiempo, con el peligro de que el impresionante acabado de texturas casi palpables termine por distraernos.
Esta nueva versión no está precisamente corregida, pero sí aumentada, con media hora de duración de más con respecto a la hora y media de la película original. Hay un par de canciones nuevas, como Spirit, interpretada por Beyoncé, quien da voz a Nala, la gran amiga de Simba desde su cachorrezca infancia. El principal pretexto para ver este nuevo Rey León se reduce al factor visual, el de verla reinterpretada como un gran espectáculo de animación digital del más alto nivel. Casi podemos sentir con nuestras pupilas el pelaje de los leones.
Algo es seguro, y es que sin importar mucho si es la versión animada tradicional o la más moderna digital, el poder de la historia sigue sitiéndose; la de un leoncito que quiere crecer muy aprisa y está marcado por un destino para el cual no se siente preparado, es decir, convertirse en el futuro rey (su historia está parcialmente inspirada en Hamlet). Dicho destino se verá truncado cuando su padre muera asesinado, y el trono sea tomado por su malévolo, usurpador, y sarnoso tío, Scar (excelente trabajo de Chiwetel Ejiofor, al mismo nivel de Jeremy Irons en el filme original), quien no tardará, junto a un grupo de hienas, en imponer sus tiránicas garras y traer decadencia al reino. Forzado a exiliarse, Simba encontrará refugio en la selva, en donde crecerá, a ritmo de la pegajosa canción Hakuna Matata, junto a Timon (Billy Eichner) y Pumbaa (Seth Rogen), en un paradisíaco paraje alejado de problemas y preocupaciones. No pasará mucho antes de que vuelva a recordar su verdadero destino.
El Rey León 2019 podrá sentirse más largo de metraje, podrá ser también que su clara y cristalina alta definición se sienta que compita con la historia, o que haya habido secuencias en que Favreau le haya dado más importancia al impresionante fotorrealismo que a la trama (hay escenas que se sienten sólo como llenadoras de espacio, para presumir el alto nivel de sofisticación alcanzado en este tipo de animación), pero lo cierto, es que acabará siendo inevitable (como hace 25 años) no caer atrapado por la fuerza de esta historia, y ser tocado por toda su felina y melenuda emotividad. 
⭐️⭐️⭐️⭐️

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