jueves, 24 de diciembre de 2009

PEANUTS, EL CINE Y LOS MEDIOS



(Publicadas originalmente el 21 y 22 de diciembre de 1962)

Las cartas a Santa Claus no suelen ser fáciles de realizar. Normalmente, hay que hacer uso de una gran memoria para recordar todos los regalos que uno quiere recibir, y no tanto de si se ha sido bueno o malo durante el año. Aquí tenemos a Lucy escribiendo una carta a Santa Claus, y para no complicarse tanto la vida con estos menesteres, ha tomado una solución práctica y segura. ¿Qué niño no lo ha hecho? Ah, por cierto,...¡Feliz Navidad a todos los fieles lectores de este blog!

REVOLUTIONARY ROAD * * * *

En Revolutionary Road (2008) Sam Mendes consigue un elegante y, a la vez, estremecedor retrato de un matrimonio en decadencia.




No he leído Revolutionary Road, libro de Richard Yates, considerado como una de las mejores novelas de la posguerra. Pero está en mi lista de pendientes. Al menos Stephen King, en su columna para el Entertainment Weekly de esta semana, ya lo ha colocado en su lista de los mejores libros del año. Además menciona que, si uno puede, mejor se salte la adaptación al cine realizada por Sam Mendes. King considera que es una adaptación “pálida”.

Como sea, confiando en las grandes capacidades como realizador que tiene Sam Mendes, he decidido ver primero la película y leer el libro más tarde. Mi primera impresión del trabajo de Mendes, es que Revolutionary Road (2008), la película, es un trabajo logrado y digno de verse; una de sus mejores películas desde American Beauty (1999).

La película reúne nuevamente a Leonardo DiCaprio y Kate Winslet, luego de haber trabajado juntos en Titanic hace poco más de diez años. Para sorpresa mía, no esperaba ver un trabajo histriónico más sólido y poderoso de esta pareja de actores. Si en Titanic derramaban miel desde el primer momento en que se veían, en Revolutionary Road exudan autenticidad, dolor, sufrimiento y una ocasional felicidad, como el joven matrimonio que vive en la idílica tranquilidad de los suburbios en Connecticut. Su felicidad gradualmente se va colapsando junto a un sueño en común: mandar todo al diablo e irse a vivir a Paris para iniciar una nueva vida. O como Frank Wheeler (Di Caprio) dice en una escena, para “huir del vacío desesperanzado de la vida”. En pocas palabras, lo que desean es huir del aburrimiento y el hastío de su rutinaria vida matrimonial.

El escenario principal es el hogar de Frank y April (Winslet), en el que Mendes nos hace testigos íntimos de cómo su matrimonio se va destruyendo, del vaivén emocional de ambos y de sus discusiones acaloradas. La casa se convierte en una prisión emocional, y este inteligente y maduro retrato del lado más obscuro de un matrimonio acaba siendo intrigante. En la película vemos la destrucción del núcleo familiar idealizado en el Estados Unidos de los 1950 (por cierto, la ambientación es de primer nivel. ¿Dónde conseguirá Mendes esos impresionantes autos de época para sus películas?), que al principio Sam Mendes nos muestra en esos viajes monótonos que hace Frank a la ciudad, para trabajar en una empresa aburrida en la que su padre trabajó también lo hizo 20 años atrás. April, una frustrada aspirante a actriz, ha tenido que convertirse en ama de casa.

Creo que lo mejor en Revolutionary Road son sus magníficas actuaciones. Si bien Leonardo DiCaprio ofrece una inmejorable actuación como el explosivo Frank, no es sino Kate Winslet quien lo supera, encarnando a la emocionalmente inestable April, compleja, impulsiva y al mismo tiempo frágil. Y aquí el aborto, más que ser un tema es una idea, que ensombrecerá aún más la ya deteriorada relación matrimonial de Frank y April. De hecho, es Kate Winslet quien tiene la mejor escena de la película, mientras vemos cómo la falda de April, quien mira a través de una ventana, se va ensangrentando poco a poco.

++ Los extras incluyen escenas inéditas y un documental sobre el detrás de cámaras. Disponible en Blu-ray.

martes, 22 de diciembre de 2009

AVATAR * * * *

Avatar es un espectáculo visual sin precedentes, en el que James Cameron imagina un "western" en un planeta habitado por seres con gran consciencia ecológica.


A más de diez años de haber dirigido Titanic (1997), en su momento la película más cara de la historia del cine, James Cameron regresa con Avatar (2009), una mastodóntica producción, con un arsenal técnico detrás nunca antes visto. Se estrena tanto en versión en 3D como en versión bidimensional, y para la primera tuvo que ser filmada con dos cámaras al mismo tiempo. Tal vez de ahí el hecho que las escenas en las que aparecen actores de carne y hueso luzcan algo acartonadas e, incluso, “tiesas” en su dirección. Por otro lado, Avatar está realizada con la técnica de animación con la cual fue creado Golum en The Lord of the Rings, o el nuevo King Kong, es decir, el motion capture, donde el o los actores usan un traje especial cubierto de sensores, que capturan cada movimiento corporal, incluyendo gestos y movimientos faciales. En ese sentido, esperamos bastantes nominaciones a los Oscares del próximo año en rubros técnicos, incluyendo sonido.

Puede afirmarse que Avatar es, en su mayor parte, una película animada. La trama se desarrolla en el planeta Pandora, y para darse una idea cómo es visualmente este lugar basta imaginarse una mezcla de alguna “isla misteriosa” habitada por criaturas prehistóricas (la Isla Skull donde habita King Kong cuenta), con la Tierra Media de The Lord of the Rings y, además, agregue algún planeta alienígena imaginado por George Lucas para su nueva trilogía de Star Wars. Y todo en Pandora está generado digitalmente, incluyendo sus bellos paisajes. Nada en este planeta deja descansar nuestras pupilas, ni siquiera durante las escenas nocturnas, donde su jungla queda convertida en un escenario pop de luces ultravioleta. Sus habitantes más evolucionados son los Na’vi, unos seres con un diseño ecléctico, que lucen como elfos de piel azulada y rayada con facciones felinas y ojos gatunos. Lo mejor, es que miden casi 3 metros.

Avatar es un espectáculo visual sin precedentes. Cameron presume un soberbio manejo de los más sofisticados efectos visuales y de animación. Los Na’vi son una creación de alto nivel técnico. Cada uno lleva no nada más la voz, sino también las facciones y gestos originales de los actores. Cada detalle está cuidado al máximo, incluido los brillos de los ojos y todo lo que se refleja en ellos. No hay un solo elemento en el diseño de Pandora que pase desapercibido, desde su vegetación hasta su variada fauna, que incluye versiones alienígenas de lobos, hienas, una especie de triceratops gigantescos, panteras, caballos e iguanas voladoras. Los Na’vi son los guardianes de toda esta naturaleza espacial, a donde llega el ejército estadounidense con fines de conquista y de arrasar con todo.

Hay que reconocer que lo que logra Cameron concibiendo este visualmente rico universo, no lo consigue tanto en cuanto a historia se refiere. Lo que hace es simplemente mezclar un western (Dances with Wolves, por ejemplo) con una historia de ciencia ficción, ubicada en otro planeta. Los Na’vi son una versión alienígena de alguna tribu de indios norteamericanos, con todo y dialecto nativo. Como en el siglo XIX terrícola, los Na’vi serán las víctimas del inevitable choque cultural y expansionismo norteamericano. Lo que sí me ha parecido interesante es la premisa, que tiene que ver con (y aquí viene el toque a lo Michael Crichton) la idea de crear réplicas o clones de los Na’vi para infiltrarse en su tribu y espiarlos, pero también aprender de sus costumbres y tradiciones.

Tomando ADN de los Na’vi, los científicos crean un “avatar”, al cual Jake (Sam Worthington), un joven ex marine en silla de ruedas, se puede conectar mientras está dormido y durante el sueño ser como un Na’vi e interactuar con ellos. Quien hace una aparición estelar es Sigourney Weaver, como la científica desarrolladora de la tecnología de los avatares, quien hace su primera aparición en un filme de ciencia ficción desde la última película de Alien. Es gracias al avatar que Jake puede librarse de la silla de ruedas y volver a caminar y , por supuesto, conocer a una atractiva na’vi, Neytiri (Zoe Saldana). Ahí es donde radica lo más rescatable de la historia concebida por James Cameron, y que debe mucho a la premisa de Matrix. En otro contexto, tal premisa hubiera podido ser todavía más interesante, uno quizás con menos peso mercadológico.

Es verdad que Avatar está lejos de ser la película más original de la década, o incluso la mejor película del año. Uno de sus problemas, es que a lo largo de la película no se deja de sentir el incómodo deja vú, de haber visto ya esto o aquello en otra parte, o mejor dicho, en otras películas. Aunque también es verdad que la película es irresistible y, en general, es amable con su público. A pesar de pequeños destellos de violencia (algunos soldados atravesados por lanzas y flechas, y poco más), es de lo más familiar. Tiene un intencional y bienvenido mensaje ecologista, y una de sus escenas más impresionantes es la agonizante y simbólica caída de un árbol gigante, junto a la batalla final, donde todas las fuerzas de esta naturaleza alienígena se unen contra un par de villanos caricaturescos, interpretados por el eterno villano del cine Stephen Lang y Giovanni Ribisi, dispuestos a acabar con todo en Pandora.

+Lo mejor: el diseño del planeta Pandora y de todos sus habitantes.
+Lo peor: que todo parece ya haber sido visto antes.

Vistas de página en total