sábado, 12 de abril de 2008

CINE ANIMADO: MADAGASCAR * * *

Madagascar (E.U., 2005), largometraje animado de la casa Dreamworks, apuesta por narrar las aventuras de cuatro simpáticos animales, todos ellos representativos de la fauna africana, en una historia que intenta tocar de manera sumamente humorística un tema socorrido en las buddy-movies: la amistad entre dos seres diametralmente opuestos.

Alex (voz de Ben Stiller), es un león vanidoso del zoológico Central de Nueva York y la atracción principal, la estrella del lugar. Su mejor amigo Marty (voz de Chris Rock), es una cebra que sueña con vivir en la jungla, el paraíso terrenal para él. El cuadro lo completan una hipopótamo, Gloria (voz de Jada Pinckett Smith) y una jirafa hipocondríaca, Melman (voz de David Schwimmer).

Los cuatro son grandes amigos y se preocupan por lo que les pasa entre sí. Sin embargo, la voz de alarma sonará cuando Marty decida escaparse una noche a conocer la ciudad, provocando que sus demás amigos se organicen para salir a buscarlo y que las autoridades de Nueva York se junten para atraparlos, y mandarlos de regreso a África. Unos temerarios y psicopáticos pingüinos desviarán el curso del barco, y los cuatro amigos acabarán de náufragos en la isla de Madagascar, donde tendrán que sobrevivir por primera vez fuera del cautiverio, sin ser alimentados por los humanos, y con el peligro de que sus instintos salvajes despierten.

Dirigida y escrita por Eric Dornell (Antz/1998), y Tom McGrath, (director de varios episodios de Ren & Stimpy), Madagascar es un filme animado que sorprende por su gran capacidad para mantener entretenida a la audiencia durante prácticamente toda la película, con el aire paródico tan clásico de la Dreamworks (las referencias a Saturday Night Fever o las de American Beauty, donde en lugar de pétalos, serán bisteces los que caigan sobre el hambriento Alex; Chariots of Fire, etc.). Pero si hay algo que se roba la película, serán esos cuatro pingüinos que en todas sus intervenciones se sentirán en algún filme de espías, tipo James Bond.

Al lado de toda esta parte graciosa de la película, se encuentra una seria en esa transformación que va experimentando el león ante la falta de comida, ante su necesidad de cazar, de seguir su propia naturaleza. Ese lado salvaje va despertando cómicamente en Alex cuando se saborea a su mejor amigo Marty, llegando un insoportable estado de locura del pobre felino bien reflejado por los realizadores.

Madagascar es una cinta entretenida, para pasar un buen rato riéndose de las “animaladas” que van sucediendo. Alex llega a ser una versión felina de Ben Stiller, al que le pasa todo como en sus filmes, junto a una impecable manufactura visual (la tormenta marina, la playa, sus olas, toda la jungla en su conjunto están logradas). Su final, por supuesto, deja las puertas abiertas para una futura secuela, programada tentativamente para este 2008.

jueves, 10 de abril de 2008

CINESPAÑA: DI QUE SÍ * 1/2

Di que sí (España, 2004), segundo largometraje del realizador Juan Calvo, es una comedia fallida, cuyo grave problema es su total falta de originalidad. El reparto no está mal, se nota el vigor y empeño con el que los actores dieron cuerpo a sus personajes, además de sacar partido a la belleza de su actriz principal, la ahora internacional Paz Vega.

La trama es una mezcla de la más convencional screwball-comedy (pareja-dispareja involucrada), con un inesperado giro de thriller, aunque Calvo (también autor del guión) no evidencia más que una total falta de ingenio para aprovechar todo lo que pudo darle esta fórmula.

Víctor (Santi Millán), es un tímido acomodador en una sala de cine venida a menos, en donde se exhiben grandes filmes clásicos, y que está a punto de ser derrumbada. Su madre (Chus Lampreave), con quien vive a sus 36 años, le aconseja buscar un mejor trabajo al tiempo que ruega a todos los santos para que su hijo encuentre una pareja. Por otro lado, Estrella (Paz Vega), es una aspirante a actriz a quien le cae la oportunidad de un director televisivo (Santiago Segura) para entrar al mundo del espectáculo.

Por azares del destino, Víctor y Estrella coincidirán en un pésimo programa de encuentros de parejas, convirtiéndose en candidatos para unirse en matrimonio y ganar un viaje todo pagado. Al edípico Victor -por increíble que parezca- no le gustará la idea de casarse con la guapa Estrella, y ante aquel bárbaro rechazo, la chica le propone que sigan el juego, para así obtener el cuantioso premio que los organizadores del programa dan a los concursantes.

No hace falta contar más ante la predecible trama. Lo que vendrá será la clásica historia de enredos y desacuerdos entre “la guapa” y “el feo”. Cuando ya no hay más tela de donde cortar, Calvo da un giro a su película que más que beneficiar perjudica a sus personajes principales, restándoles el poco carisma que tenían.

Es más que notoria la intención del director por hacer una “americanada”, por ejemplo, en su banda sonora, típica de una comedia de Hollywood, algo anticuada porque las actuales comedias norteamericanas dejaron de “escucharse” así desde hace mucho tiempo.

No estamos más que ante una comedia desechable, llena de plagios y clichés, un churro que ni la preciosa Paz Vega, ni la desperdiciada presencia de Santiago Segura, logran salvar del naufragio.

miércoles, 9 de abril de 2008

CINESPAÑA: LA ARDILLA ROJA * * * 1/2

Los terrenos en los que se mueve el realizador vasco Julio Medem en La Ardilla Roja (España, 1993), son los que le han servido para cimentar prácticamente toda su filmografía: los sueños, el delirio, el surrealismo y las historias tormentosas de amor. Todo aquello está presente en La Ardilla Roja, ganador en Cannes el premio al Premio de la Juventud, aunque irónicamente fue pobremente reconocido en los Goya (Ganador por Mejor Banda Sonora, dos nominaciones a Mejor Actriz y Mejor Actriz de Reparto). Su influencia en las delirantes historias de suspenso y estilo film-noir de David Lynch (Wild at Heart/1990, por ejemplo), son notorias aquí en Medem, aunque propone un lenguaje visual y narrativo propio.

La Ardilla Roja es todo un puzzle narrativo, que su puesta en imágenes es para el espectador un verdadero reto. La historia arranca con el encuentro de sus dos misteriosos protagonistas, Jota (Nacho Novo), y una amnésica chica (Emma Suárez), el primero a punto de suicidarse arrojándose de un puente. Sin embargo, ella es la que cae accidentalmente en su motocicleta y, medio inconsciente, es auxiliada por Jota, quien la bautizará como Lisa, título de una de sus canciones favoritas.

Poco a poco, iremos conociendo los antecedentes de los personajes. Jota, atraído por Lisa, le inventará que es su novio, y luego de sacarla del hospital emprenderán un viaje por carretera para llegar a un sitio de camping en el bosque, llamado “La Ardilla Roja”, donde se encontrarán con un grupo de no menos extraños personajes: unas gemelas que trabajan de camareras en el lugar, una familia citadina formada por un padre taxista, una esposa solidaria, un hijo aficionado al hipnotismo y su hermana, que fungirá como testigo lejano. El problema es que Jota y Lisa no sospechan que Félix (Carmelo Gómez), esposo de esta, se encuentra en su frenética búsqueda.

Para Medem no hay límites en su narración, ni de espacio ni de tiempo. Félix acechará a Lisa y Jota, incluso, en los sueños de ella. Jota, un antiguo músico de rock, del cual veremos fragmentos de su pasado musical en forma de una suerte de videoclips, poco o nada podrá hacer.

La mezcla de formatos es audaz, aunque la narración jamás pierde su coherencia, a pesar de los saltos entre lo real y lo alucinante, del sueño, de lo onírico. Al ser un filme de Medem, la película estará llena de referencias eróticas, más en sus diálogos que en lo visual, como una forma de conocimiento y descubrimiento entre la pareja protagónica. En ese sentido, La Ardilla Roja es la película más tranquila del realizador, si la comparamos con Lucía y el Sexo (2002) o incluso Caótica Ana (2007), su más reciente película.

Este juego visual de contrastantes imágenes, tan bellas (las del fondo del agua) como inquietantes, con alguna subtrama sale sobrando (el empleado de la gasolinera escuchando la radio), van encontrando un acomodo en el escenario, incluso en la mente de nuestros personajes. Llegará la sorpresiva resolución, en una vuelta de tuerca que se da con suma sutileza, luego del trepidante relato en el que lo mismo vemos a Elisa tomar el punto de vista de una ardilla y trepar árboles, que ver a Félix mutilarse gratuitamente una mejilla. Pero así es el mejor Medem, excesivo, inesperado, y que nunca caerá en lo cursi.

martes, 8 de abril de 2008

DVD: IDLEWILD * * * 1/2


El primer largometraje del videoclipero Bryan Barber, Idlewild (E.U., 2006), será tolerada por un sector de espectadores que gusten mucho del género musical, y en especial, de la música negra, como para perdonarle a esta extravagancia las licencias que se toma sin pudor de principio a fin.

Escrita por el mismo Barber, Idlewild es una mezcla de Chicago (Marshall, 2002), Moulin Rouge! (Luhrman, 2001), con una historia de film-noir inmersa en el mundo de los clubs musicales negros de los 1930. La película tiene un inicio portentoso, enérgico, sumamente original: una secuencia de créditos simpática, bien fotografiada, montada y retocada en los rostros de los actores, al compás de unos estridentes ritmos jazzísticos de fondo, que nos introduce en la historia de los dos protagonistas, Percival (André Benjamin), talentoso pianista que debe trabajar en la funeraria de su padre, y Rooster (Big Boi), un gángster traficante de alcohol y cantante en un club nocturno.

1935, algún lugar del sureño Estados Unidos. Amigos entrañables desde la infancia, Percival y Rooster, son artistas exclusivos del club administrado por un capo mafioso (Ving Rhames) y el vulgar gordazo Ace (Faizon Love). Las dificultades empiezan cuando llega una talentosa y atractiva cantante Angel (Paula Patton) a trabajar al club, y Rooster deba tomar la administración del club y tenga que lidiar con el conflictivo gángster Trumpy (Terrence Howard).

Barber presume maestría dirigiendo al grupo musical Outkast, con el que ha grabado varios videoclips. Por ello, la parte musical será irreprochable, respaldada por un gran trabajo de producción, empezando por los bien montados y coreografiados números musicales, su buena dirección y su banda sonora, en la que hay de todo: desde swing, big band y jazz, hasta soul, rythm & blues moderno y nada menos que... ¡¡rap!! Pero bueno, estamos en un musical que se mueve en todo momento por los mismos terrenos musicales de Moulin Rouge! y su ecléctica banda sonora. Luego, la magnífica fotografía de estilo expresionista, la ambientación y el diseño de producción (muy en deuda con Chicago) son notables.

Por desgracia, el gran y original musical que prometía ser Idlewild se va quedando en el camino, principalmente, por no sentirse más que como un largo vídeo musical para el lucimiento de sus dos protagonistas. El videoclipero Barber le gana al Barber cineasta, al no poder resistirse a los excesos visuales, por ejemplo, esa botella con el gallo parlanchín.

Afortunadamente tenemos una trama entretenida, con un reparto que se desempeña estupendamente. Quien esto escribe, amante irremediable del jazz y el blues, acabó disfrutando la cinta. Si usted (como yo) se resigna a verla entendiendo los antecedentes en el vídeoclip musical de Barber, no le dejará un mal sabor de boca.

lunes, 7 de abril de 2008

DVD: AUTO FOCUS * * * *

En una escena de Auto Focus (E.U., 2002), Bob Crane (Greg Kinnear), ex locutor y aspirante a actor, se da cuenta que las cosas han cambiado demasiado rápido en su vida y que, además, ha perdido el control de la misma, si es que alguna vez lo tuvo. Todo mientras actúa en un capítulo más de Hogan’s Heroes, serie televisiva que lanzó a Crane a la fama a mediados de los 1960, dirigida con maestría por Paul Schrader y que nos introduce de manera hipnótica en los recovecos mentales de Bob Crane.

De hecho, en Auto Focus la presencia de la televisión es constante. La radio es retratada como un medio inocente, limpio, alegre; incluso simpático y suave con las audiencias. Aquí, la tecnología del vídeo, con sus adelantos y artilugios, es la que amenaza esta situación pacífica transmitida por la radio.

Bob Crane ve cumplido su sueño de convertirse en actor de televisión, cuando su agente Lenny (Ron Leibman) le consigue el rol principal como el Coronel Hogan en el sitcom de la CBS Hogan's Heroes, que se transmitió por televisión de 1965 a 1971. La aparente vida ejemplar de Crane, con un matrimonio estable, se verá transformada al conocer en los sets televisivos a John Carpenter (excelente Willem Dafoe), ejecutivo de ventas de productos audiovisuales para la Sony, quien iniciará a Crane en todas las innovaciones tecnológicas del mercado.

Aficionado a la fotografía y la batería, Crane combina su trabajo de actor con la de músico de bandas de jazz en centros nocturnos de dudosa categoría. Acompañado por Carpenter y sus amigas desnudistas, Crane desarrollará una enfermiza afición por la producción de vídeos eróticos caseros, protagonizados por él mismo y por Carpenter, al grado de destruir su vida familiar y su carrera como actor.

Adaptación de “The Murder of Bob Crane” libro del escritor, caricaturista e ilustrador Robert Graysmith, hecha por el guionista Michael Gerbosi, tenemos un argumento sólido, narrado con solvencia y espléndidamente actuado. Auto Focus es el retrato de un Bob Crane en decadencia, afectado por su adicción al sexo, al éxito fácil y sin esfuerzo. El daltónico Carpenter conformará junto a Crane la mancuerna perfecta para dar salida a sus perversiones.

"Un día sin sexo, es un día perdido", es el lema que ambos usan hasta el desgaste, en una película que supera la típica biopic, para convertirse en una minuciosa revisión del ascenso y caída de una estrella de televisión venida a menos, con la ingenua pretensión de convertirse en el “nuevo Jack Lemmon”. Shrader hace del espectador, durante la primera mitad del filme, un vouyeur de todos los excesos de Crane, interpretado por un Greg Kinnear totalmente enfundado y a tono con su papel.

Antes de ser actor, Bob Crane fue DJ en la radio y, una vez concluido Hogan’s Heroes, se abocó a la conducción de programas de televisión. Su trágica muerte, al ser asesinado en su departamento de varios golpes en la cabeza con un trípode fotográfico, está perfectamente documentada y sigue sin resolverse.

Schrader, el otrora guionista de Taxi Driver (1976) y Raging Bull (1980), ambas dirigidas por Martin Scorsese, ha conseguido en Auto Focus un drama intenso, altamente crítico con las falsedades del star system de Hollywood, sobre dos seres, Crane y Carpenter, destinados a destruirse mutuamente.

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