sábado, 2 de febrero de 2013

DJANGO UNCHAINED * * * 1/2

EL DÚO DINÁMICO. Christophe Waltz y Jammie Foxx. 

Quentin Tarantino sigue tan transgresor como siempre en Django Unchained (2012), su más reciente revisión del spaguetti western. Aquí rescata un personaje iconico del género, Django, inmortalizado por el italiano Franco Nero en la película original de 1966, casi al grado de encasillarlo para siempre en el papel. Algún crítico calificó de racista a Django Unchained sin mucho fundamento (la palabra "nigger" se usa decenas de veces), así como de ofrecer una visión reduccionista de la historia esclavista en E.U. Es rasgarse las vestiduras sin sentido. Tarantino rinde homenaje a los maestros del género, como Sergio Leone y al mismo Sergio Corbucci, quien es creador del personaje, en donde la "provocación"y toque maestro de originalidad consiste en la mezcla genérica que ofrece, en la fórmula spaguetti western y blaxplotation movie.

La fórmula no podría ser más interesante y tentadora. La historia no está instalada en el "lejano oeste", sino en el esclavista y racista estado de Mississippi, previo a la guerra de Secesión en los 1860. No tiene mucho que ver con la película original, mucho menos con el primer Django de los 1960. De las pocas cosas que Tarantino rescata de la historia de la primera película, es la secta racista de encapuchados (hay una escena muy cómica, inmersa en la tradición tarantinesca de poner a los personajes a discutir y dialogar interminablemente sobre las incómodas capuchas). Además, Django (Jamie Foxx), no lleva consigo un ataúd. Lo que lleva consigo, además de pesadas cadenas y un gran "afro" a la Jimmie Hendrix, son deseos de venganza. Django es rescatado de unos comerciantes de esclavos por un dentista alemán convertido en caza recompensas (Christoph Waltz, genial), el cual se convertirá en su guía y mentor, enseñándole a ser el gran tirador que Django siempre ha sido desde sus orígenes. Nuestro "esclavo liberado" busca localizar y rescatar a su esposa, Broomhilda (Kerry Washington), quien prontro sabremos es propiedad de un adinerado industrial, Calvin Candie (Leonardo DiCaprio, divirtiéndose y pasándola bomba), en una plantación de algodón.

La película es un disfrutable pastiche, musicalizado por una anacrónica pero bien seleccionada -como es costumbre- banda sonora. El reparto es completamente funcional. Hay una escena antológica, justo cuando se nos presenta al personaje de Calvin. En dicha escena, teniendo como fondo una pelea "Mandingo" con dos esclavos luchando a muerte (pasatiempo cultivado por el mórbido Calvin), Franco Nero y Jamie Foxx intercambian pocas pero reveladoras palabras. El primero le deletrea su nombre al misterioso italiano, especificando que la primera D es muda. Nero, seguro de lo que le hablan, le dice simplemente "Lo sé."

Pudo haber durado menos. Hay partes que se sienten alargadas forzadamente. En general, a la película le falta más estructura en su construcción; en su edición y narración. Sin embargo, esta épica esclavista, sangrienta y violenta (la escena de los perros salvajemente desmembrando a un esclavo es perturbadora), con sangre generada digitalmente brotando a borbotones, es muy entretenida en su mayor parte. Revela la habilidad de Tarantino para distraernos de sus ocasionales indisciplinas cinematográficas. Por ejemplo, la actuación paródica y estereotípica de Samuel L. Jackson como el fiel y sumiso mayordomo (el clásico personaje negro shakespereano, malévolo y de doble cara), es divertida y cómica. Pero hay un momento en el filme, que de tener un indescifrable acento sureño, cambia a uno de gángster como sacado del Bronx. Al final, Django es buena, una simple pero explosivamente entretenida historia de venganza.   



lunes, 28 de enero de 2013

DJANGO * * * 1/2

¿QUE CÓMO ME LLAMO? Franco Nero como Django.

La película que vio nacer a uno de los grandes iconos del spaguetti western. Django (1966) es la respuesta italiana del hombre-sin-nombre que Clint Eastwood inmortalizó en The Good the Bad and the Ugly. Franco Nero da vida a este forastero de nombre casi impronunciable; de mirada azul celeste, rostro curtido, enigmático, nada amistoso y que siempre va arrastrando un ataúd de madera (en caso de morir a mitad de camino puede ser enterrado cristianamente). En su primera aventura, Django se ve envuelto en una batalla campal con una secta racista de encapuchados (totalmente al estilo del KuKuxKlan), justo después de haber rescatado a una mujer (Loredana Nusciak) de ser asesinada por un grupo de bandoleros mexicanos. 

No por nada el nombre de Django se convirtió instantáneamente en sinónimo de lo cool en Europa; la encarnación del prototípico personaje del western a la italiana. Es el defensor del desprotegido, el lobo solitario sin amigos y especialista en hacer enemigos al instante. Django parece haber sido extraído de alguna novela amarillenta pulp de bolsillo, de algún semanario o serial en la forma de cómic (como el francés "Blueberry"), creación de Sergio Corbucci, director de la película, y su hermano Bruno.

Django podrá ser lo que sea, pero está cargado de sorpresas (incluyendo lo que tiene escondido en su ataúd). Puede descontar, de una sola vez, a cinco o seis contrincantes con su pistola. Su aliado en la película -o lo más parecido a ello- será el dueño del bar (Ángel Álvarez) donde se refugia y declara la guerra al gobernador (Eduardo Fajardo), a su vez el líder de la secta racista. Su pasatiempo es cazar mexicanos desamparados, jugando al tiro al blanco. Django es un tipo que no toma partido por nada ni nadie, excepto el suyo. El romance está en último plano. Se verá envuelto en alguna batalla de la Revolución Mexicana, pero al final no tendrá más reclamo que un cuantioso botín de oro. El tema principal, cantado por Rocky Roberts (casi parece interpretado por Elvis), es igualmente icónico, que abre y cierra una película clave del género, con mucho acento italiano, entretenida y con un diseño de producción de admirable calidad.     

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