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La espera de 20 años valió la pena. Quienes dudaban si Harrison Ford podría sacar adelante al doctor Henry Jones Jr., alias Indiana Jones, personaje que, luego de Han Solo en Star Wars, marcaría su carrera para siempre, han de saber que ha pasado la prueba. Indiana Jones and the Kingdom of the Crystal Skull (E.U., 2008), cuarta entrega de la saga del arqueólogo y aventurero más famoso del cine, es tan buena como Indiana Jones and the Last Crusade (1989), la anterior película, o Indiana Jones and the Temple of Doom (1984), la segunda parte, aunque para gusto de quien esto escribe, la mejor de toda la franquicia es y seguirá siendo Raiders of the Lost Ark (1981), el primer filme. Esta nos presentaba a un maestro de arqueología con una doble vida de explorador, cazador de tesoros y que le teme a las serpientes, como extraído de los antiguos seriales de aventuras de los 1930-1940, protagonizados por Erroll Flynn.
Lo mejor de ver a un Ford aceptando el reto de una cuarta película, que mantuvo escépticos a buena parte de los admiradores de “Indy” es, no nada más verlo dar golpes, patadas, saltos, lucir esa sonrisa socarrona característica y usar el látigo como en la primera película, sino que ha sabido envejecer junto al personaje. La nueva película nos pone al corriente de los años que han pasado en la historia. Su padre (Sean Connery en el tercer filme) y el Dr. Marcus Brody, su entrañable amigo (el fallecido Denholm Elliott) han muerto, aunque eso no ha evitado que Jones siga de aventura, metido al inicio -como siempre- en un aprieto, ahora con los rusos.
Estamos ahora en los años 1950, los nazis ya son cosa del pasado. La Guerra Fría y el espionaje comunista en los E.U., son la nueva amenaza a la seguridad nacional, el pretexto perfecto para que Indy entre en acción. Steven Spielberg, realizador de todos los filmes, y George Lucas, creador del personaje y productor, vuelven a formar mancuerna en esta espectacular resurrección de Indiana Jones, en un filme entretenido de principio a fin, divertido y emocionante, con ese clásico y disfrutable toque anacrónico de siempre. Además, Spielberg se ha atrevido a agregar un poco de ciencia ficción, al más puro estilo serie B de los filmes de aquellos años 1950.
Resulta ahora que los militares rusos, encabezados por una científica especializada en estudios paranormales (Cate Blanchett), andan tras los pasos de Jones, para que les ayude a encontrar un mítico y legendario cráneo de cristal, oculto en algún templo mesoamericano ubicado en Sudamérica. Leyendas mayas e incas, así como crónicas de la conquista española (El Dorado), se combinan sin problemas, donde incluso las teorías pseudocientíficas sobre la supuesta influencia extraterrestre en la cultura maya, son explotadas de manera hábil. Los infaltables pasadizos secretos, momias, insectos gigantes, códigos y pistas ocultas que van ampliando más y más las investigaciones de Jones, el principal atractivo de los filmes, siguen presentes aquí.
Por supuesto, la tecnología digital está al servicio de la nueva película, y aquellos elementos han mejorado y aumentado (¡Esas hormigas gigantes!), dando como resultado un moderno filme con atractivos efectos especiales, pero que al mismo tiempo conserva el nostálgico sello visual y musical de los filmes de los 1980: el clásico mapa marcando la trayectoria de los viajes, o el poderoso tema musical escrito por John Williams. El elegante trabajo fotográfico de Janusz Kaminski (cinefotógrafo de cabecera de Spielberg), es el que marca la diferencia, en el suave y delicadamente iluminado acabado visual.
Este regreso de Indiana Jones al cine, es un enorme homenaje al primer filme, ya que Karen Allen, interés romántico de Indy en aquella película, regresa como Marion, y se dejarán ver varias referencias tanto a Raiders of the lost Ark (aparición fugaz del “arca perdida”), como a The Temple of Doom (la triple caída en las cascadas) y a The Last Crusade. El reparto es espléndido y se amplía con John Hurt, Ray Winstone y el joven Shia LaBeouf, como el hijo de Indy, encarnando una parodia de la figura del “rebelde sin causa” a lo James Dean, o del “salvaje” a lo Marlon Brando, abriendo la posibilidad a más secuelas en el futuro. ¿Será que la próxima veremos a Harrison Ford interpretando un papel parecido al de Sean Connery en la película anterior? Muy probablemente.