jueves, 22 de mayo de 2008

ESTRENO: INDIANA JONES AND THE KINGDOM OF THE CRYSTAL SKULL * * * * *


La espera de 20 años valió la pena. Quienes dudaban si Harrison Ford podría sacar adelante al doctor Henry Jones Jr., alias Indiana Jones, personaje que, luego de Han Solo en Star Wars, marcaría su carrera para siempre, han de saber que ha pasado la prueba. Indiana Jones and the Kingdom of the Crystal Skull (E.U., 2008), cuarta entrega de la saga del arqueólogo y aventurero más famoso del cine, es tan buena como Indiana Jones and the Last Crusade (1989), la anterior película, o Indiana Jones and the Temple of Doom (1984), la segunda parte, aunque para gusto de quien esto escribe, la mejor de toda la franquicia es y seguirá siendo Raiders of the Lost Ark (1981), el primer filme. Esta nos presentaba a un maestro de arqueología con una doble vida de explorador, cazador de tesoros y que le teme a las serpientes, como extraído de los antiguos seriales de aventuras de los 1930-1940, protagonizados por Erroll Flynn.

Lo mejor de ver a un Ford aceptando el reto de una cuarta película, que mantuvo escépticos a buena parte de los admiradores de “Indy” es, no nada más verlo dar golpes, patadas, saltos, lucir esa sonrisa socarrona característica y usar el látigo como en la primera película, sino que ha sabido envejecer junto al personaje. La nueva película nos pone al corriente de los años que han pasado en la historia. Su padre (Sean Connery en el tercer filme) y el Dr. Marcus Brody, su entrañable amigo (el fallecido Denholm Elliott) han muerto, aunque eso no ha evitado que Jones siga de aventura, metido al inicio -como siempre- en un aprieto, ahora con los rusos.

Estamos ahora en los años 1950, los nazis ya son cosa del pasado. La Guerra Fría y el espionaje comunista en los E.U., son la nueva amenaza a la seguridad nacional, el pretexto perfecto para que Indy entre en acción. Steven Spielberg, realizador de todos los filmes, y George Lucas, creador del personaje y productor, vuelven a formar mancuerna en esta espectacular resurrección de Indiana Jones, en un filme entretenido de principio a fin, divertido y emocionante, con ese clásico y disfrutable toque anacrónico de siempre. Además, Spielberg se ha atrevido a agregar un poco de ciencia ficción, al más puro estilo serie B de los filmes de aquellos años 1950.

Resulta ahora que los militares rusos, encabezados por una científica especializada en estudios paranormales (Cate Blanchett), andan tras los pasos de Jones, para que les ayude a encontrar un mítico y legendario cráneo de cristal, oculto en algún templo mesoamericano ubicado en Sudamérica. Leyendas mayas e incas, así como crónicas de la conquista española (El Dorado), se combinan sin problemas, donde incluso las teorías pseudocientíficas sobre la supuesta influencia extraterrestre en la cultura maya, son explotadas de manera hábil. Los infaltables pasadizos secretos, momias, insectos gigantes, códigos y pistas ocultas que van ampliando más y más las investigaciones de Jones, el principal atractivo de los filmes, siguen presentes aquí.

Por supuesto, la tecnología digital está al servicio de la nueva película, y aquellos elementos han mejorado y aumentado (¡Esas hormigas gigantes!), dando como resultado un moderno filme con atractivos efectos especiales, pero que al mismo tiempo conserva el nostálgico sello visual y musical de los filmes de los 1980: el clásico mapa marcando la trayectoria de los viajes, o el poderoso tema musical escrito por John Williams. El elegante trabajo fotográfico de Janusz Kaminski (cinefotógrafo de cabecera de Spielberg), es el que marca la diferencia, en el suave y delicadamente iluminado acabado visual.

Este regreso de Indiana Jones al cine, es un enorme homenaje al primer filme, ya que Karen Allen, interés romántico de Indy en aquella película, regresa como Marion, y se dejarán ver varias referencias tanto a Raiders of the lost Ark (aparición fugaz del “arca perdida”), como a The Temple of Doom (la triple caída en las cascadas) y a The Last Crusade. El reparto es espléndido y se amplía con John Hurt, Ray Winstone y el joven Shia LaBeouf, como el hijo de Indy, encarnando una parodia de la figura del “rebelde sin causa” a lo James Dean, o del “salvaje” a lo Marlon Brando, abriendo la posibilidad a más secuelas en el futuro. ¿Será que la próxima veremos a Harrison Ford interpretando un papel parecido al de Sean Connery en la película anterior? Muy probablemente.

miércoles, 21 de mayo de 2008

THE FOUR FEATHERS * * *

Heath Ledger y Wes Bentley.

Luego de pasar por una insatisfactoria carrera financiera, el realizador hindú Shekhar Kapur probó  suerte como actor en "Bollywood", sin mucho éxito. Su debut en Hollywood fue con Elizabeth (1998), trabajo que despertó el interés de la Academia, nominando a Cate Blanchet como Mejor Actriz, quien interpretó magníficamente a la reina Elizabeth I de Inglaterra. Con Elizabeth, Kapur se dio a conocer como un cineasta con un gran dominio técnico y narrativo, así como una sensibilidad plástica por las imágenes. En The Four Feathers (2002), Shekhar Kapur optó por un tono narrativo más convencional y, desafortunadamente, poco logrado.

De esta historia romántica de honor y sacrificio, escrita por A.E.W. Mason en 1902, ya se habían hecho otras cinco versiones fílmicas. La primeras dos pertenecen a la época del cine mudo (J. Searle Dawley/1915, y Merian C. Cooper-Lothar Mendes-Ernest B. Schoedsack/1928). Los hermanos Korda  (Zoltan, director, y Alex, productor), filmaron la primera versión sonora en 1928. En 1956, los mismos Korda retomaron la historia, bajo el nombre de "Storm Over the Nile" (co dirigida junto a Terence Young). La penúltima versión es de 1977, realizada para la televisión por Don Sharp y protanizada por Jane Seymur.

En la Inglaterra de 1884, un juego de rugby emulará en sus jugadas planeadas estratégicamente, las futuras formaciones de una batalla en el desierto del Sudán, colonia británica. La población musulmana se ha sublevado y el ejército británico debe partir a controlar la situación. Harry Feversham (el fallecido Heath Ledger) ha comenzado a replantearse su futuro en la milicia, donde busca seguir la tradición familiar impuesta por su padre, antiguo combatiente en la guerra de Crimea. Comprometido con Ethne Eustace (Kate Hudson), Harry decide que su relación es más importante y decide desertar del ejercito.

Tal decisión lo llevará a ser desconocido por su padre y criticado por sus compañeros, entre ellos Jack Durrance (Wes Bentley), su mejor amigo. Simbolizando la supuesta “cobardía” y traición de Harry, sus compañeros le enviarán, cada uno, una pluma blanca. Por si fuera poco, la misma Ethne le ha enviado también una pluma. Dolido por el hecho, Harry recapacita y vuelve al ejército, todo para ser rechazado. Así, Harry optará por embarcarse hacia el país africano y participar en el campo de batalla de manera anónima, haciéndose pasar por musulmán.

Nuevamente, Shekhar Kapur retoma un periodo de la historia británica, para hurgar en su proceso de construcción histórico-político. Esta nueva adaptación del libro de Mason, a pesar de su buena ambientación y su excelente vestuario, no puede decirse que sea una de las mejores hasta la fecha. El reparto juvenil, apenas y consigue destacar a lo largo de la película, siendo Wes Bentley uno de los mejores, junto al africano Djimon Hounsou. Sin embargo, este detalle no salva las graves lagunas de la narración, que se extienden hacia el montaje, accidentado en varias partes claves.

A pesar de todo, el filme tiene momentos que valen mucho la pena, como los de la batalla en pleno desierto, cuando el ejército inglés se ve acorralado en su formación cuadrangular, la persecución de los protagonistas por el desierto.

++Los extras incluyen ficha técnica, ficha artística, ficha de doblaje, spots de EE.UU., biofilmografía del director y de los principales actores, tráiler, entrevistas, imágenes del rodaje y otros títulos.

martes, 20 de mayo de 2008

CLÁSICOS DE CLÁSICOS: LES PARAPLUIES DE CHERBOURG * * * *

Revisar un filme como Los Paraguas de Cherbourgo (Les Parapluies du Cherbourg, Francia-Alemania Occidental, 1964), es hacer un viaje a la época de las coloridas historias de amor de los 1960. En comparación a los musicales de Hollywood de esa década y la anterior, el filme, dirigido y escrito por Jaques Demy, ofrecía algo muy distinto y audaz: una narración con música continua, sin interrupciones, con todos sus diálogos cantados.

Apenas y hay unos cuantos silencios que rompen la dulce y dramática continuidad de una sencilla historia de amor, ambientada en la población de Cherbourg, Francia, entre un humilde mecánico, Guy (el italiano Nino Castelnuovo), y una bella chica vendedora de paraguas, Geneviève (Catherine Deneuve, en verdad preciosa), cuya tranquila felicidad se verá perturbada por la partida de aquel a realizar su servicio militar a Algeria.

La película es todo un banquete musical. Lo mismo escuchamos jazz orquestado, en ese vibrante inicio a la salida del taller, antes de que Guy vaya a encontrarse con Geneviève para ir a la ópera (nada menos que a ver “Carmen”), que una dramática melodía en esa escena clave en la que ambos se juran fidelidad, durante los dos años que él estará fuera, con la canción “Te Esperaré”, con música escrita por Michel Legrand.

El reto para Guy y Geneviève, será superar una prueba que desde el principio se antoja imposible de superar: la espera del ser amado que se va a vivir lejos. Son muchas circunstancias en su contra, la principal para ella será su madre, viuda y que no ve con buenos ojos que su hija se case tan joven, ayudando a bajarle la moral a una de por sí triste y desanimada Geneviève, que espera con ansia las cartas de Guy.

La producción musical es magnífica, el desempeño musical de todo el reparto es notable, aunque tuvo que ser doblado en ciertas canciones por cantantes profesionales. Sin embargo, el dominio musical de Demy es admirable, no hay una sola palabra que no sea cantada, ya sea el simple saludo del cartero que entra a la tienda, o un transeúnte que entra a preguntar algo.

Algo que llama la atención, es que no nos encontraremos ante arrebatos melodramáticos, quizá para no romper con el encantador equilibrio que destaca en todo el filme, dirigido con maestría por Demy en esa manera de emplazar y mover su cámara por todos los sets, de jugar con sus actores en varios encuadres (ese espejo en el que Geneviève y su madre quedan “encerradas” como reflejo de la monotonía de su vida juntas).

De ahí que podamos quedar sorprendidos con ese final tranquilo, en el que no habrá ningún reproche, ningún reclamo, ni una sola lágrima entre Guy y Geneviève, mientras ven nevar desde una enorme ventana. Será que el tiempo lo cura todo, hasta la herida de amor más profunda.

lunes, 19 de mayo de 2008

EN CARTELERA: SPEED RACER * * *


Nunca fui un seguidor de la serie animada Speed Racer, uno de los clásicos del ánime por televisión transmitido de 1967 a 1968, creado por Tatsuo Yoshida, cuyo título original era Mahha GoGoGo. Lo poco que tengo en mente de la teleserie, es el impresionante coche blanco de carreras “Mach 5”, conducido precisamente por el joven Speed. Los hermanos Larry y Andy Wachowski, creadores de la trilogía Matrix, rescatan en Speed Racer (E.U., 2008) tan sólo la premisa y los personajes principales, para crear un relato retro-futurista con su inconfundible sello estilístico: una explosiva parafernalia visual, destinada más al público infantil de principios de siglo XXI, que a los seguidores de la serie original de hace 40 años.

Speed (Emile Hirsh) lleva su “Mach 5”, construido por su padre (John Goodman) especialista constructor de autos de carreras, por autopistas vertiginosas que desafían la gravedad, aunque el filme es para verse con el cerebro en “neutral”. Así, probablemente el espectador más adulto podrá tolerar el humor simplón e infantil que ostenta de principio a fin la película, con un mono queriéndose robar cada escena con sus “monerías”. En resumen, la película no es del todo apta para adultos.

Speed Racer es el primer churro bien hecho de los hermanos Wachowski. Cuenta con unos impresionantes efectos especiales, y en sus emocionantes carreras de autos tiene su punto fuerte. Pero no estamos ante comunes carreras Fórmula 1, ya que el filme hubiera sido poco menos que aburrido. Aquí, veremos coches no nada más saltar, dar volteretas y ejecutar acrobacias, sino que, al estilo de las carreras del Episodio I de Star Wars (1999), los autos tendrán toda clase de artilugios y armas ocultas, para tratar de vencer a sus oponentes.

La historia es de lo más convencional, con un obvio subtexto anticapitalista. Es la clásica historia sobre el honor familiar, la maduración, el crecimiento y la ética deportiva. Siendo un niño, Speed vio cómo su hermano mayor, Rex, un experto corredor, pierde la vida en una carrera. Speed seguirá los mismos pasos de Rex, su gran mentor, rompiendo records y cuando un feroz empresario, Royalton (Roger Allam), le revele que todas las carreras en donde ha participado han sido arregladas y le proponga unirse a este lucrativo negocio, el chico enfrentará una lucha contra todo ese sistema corrupto. En el camino, Speed será aconsejado por un misterioso personaje, Racer X (Matthew Fox), en un principio su contricante, y será seguido por su hermano menor, Spritle (muy simpático Paulie Litt), quien lo admira de lejos, siempre a la sombra de los demás.

Hay un gag simpático, el del beso imposible entre Speed y su inseparable amiga Trixie (Cristina Ricci), ligado al ritmo narrativo del filme, que no tiene descanso, a ratos incoherente, a ratos mareador, en un experimental formato visual inspirado en el cómic y en los dibujos animados japoneses, todo logrado con sofisticados efectos especiales que logran ponernos en el centro de la acción.

Algo que llama la atención en el guión, escrito por los mismos Wachowski, son las complejas relaciones familiares que entreteje, y que por fortuna no quedan tanto en un plano superficial (Susan Sarandon incluso logra sobresalir en su secundario papel de madre de Speed), hasta una vuelta de tuerca final que se viene telegrafiando desde la mitad del filme.

Como sea, esta colorida, azucarada, pop e inocente versión del Speed Racer animado, es también un espectacular deleite visual para los aficionados al estilo frenético de los Wachowski, con sus acostumbrados ralentis, imágenes congeladas, artes marciales, en un mundo creado con la socorrida técnica del green screen. Y si usted lleva a su “niño interno” por fuera, mucho mejor, no la pasará tan mal.

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