martes, 9 de noviembre de 2010

Z * * * * *

La muerte de un político es el detonante de  "Z"

“Cualquier relación con personajes o hechos reales... es PREMEDITADA”, se advierte al comienzo de Z (1969), tercer largometraje –y uno de los más logrados- del realizador griego Constantin Costa-Gavras, maestro del thriller político, como lo han demostrado Amen (2002), Le Couperet (2005), por mencionar algunos ejemplos.

Basada en la novela de Vassilis Vassilikos, Z es un relato que tiene como centro dramático los disturbios con motivo de la visita de un senador de izquierdas (Yves Montand) a la capital de Algeria, en aquel entonces colonia francesa. A pesar del intenso movimiento del cuerpo policiaco, las cosas se saldrán de control en plena calle cuando la violencia aflore entre bandos pacifistas y conservadores. En consecuencia el senador es golpeado en la cabeza, todo frente a una policia pasiva y que no hace nada para evitarlo. El senador fallece  en el hospital, iniciándose así una investigación a cargo de un juez (Jean-Louis Trintignant), tan absorbente como delirante, en la cual se irán reconstruyendo los hechos desde varias perspectivas.

De entrada, Z se percibe como un relato de denuncia liberal y de izquierda, en contra de la corrupción policiaca y su represión a la libertad de expresión en manifestaciones callejeras. Aunque también es cierto que en Z (el significado del título será revelado hasta el final), prácticamente, nadie se salva de la crítica; no hay nadie que no sea, en mayor o menor medida, culpable de la violencia generada. La violencia genera más violencia, parece recordarnos Gavras y su guionista, Jorge Semprún.

Sin duda, la gran banda sonora, escrita por Mikis Theodorakis, es un personaje más. La música es climática, típicamente griega, pero que ayuda a imprimir el suspenso en el filme de forma estupenda, cosa que en ningún momento está peleada con un agradable toque de humor. El humor está reflejado en el cómico retrato del periodismo, en ese fotógrafo astuto, oportunista y feroz encarnado por Jacques Perrin.

Probablemente, lo magistral de Z está en su capacidad de ilustrar la violencia urbana, la violencia de masas, de hacernos sentir indignación ante el cinismo y doble cara de los responsables directos -e indirectos- de la  muerte del político, así como de hacernos esbozar una sonrisa en la comicidad que Gavras sabe manejar, sin  que por ello la película deje de ser seria en ningún instante.

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