jueves, 23 de febrero de 2012

BOXCAR BERTHA * * * 1/2


Barbara Hershey como "Boxcar Bertha".

A primera vista, Boxcar Bertha (1972) luce como la respuesta de Martin Scorsese a Bonnie and Clyde (1967), de Arthur Penn. La aproximación es todavía más rural, no muy alejada de una historia de bandidos instalada en el lejano oeste, sólo que ambientada durante la Gran Depresión, en los racistas estados sureños de E.U. La historia está basada en el libro “Sister of the Road”, de Ben L. Reitman, una autobiografía ficticia sobre una mujer, la “Boxcar Bertha” del título, interpretada por Barbara Hershey.  Cuenta cómo, de ser una inocente pero atractiva chica campirana, se convirtió en una de las criminales más buscadas junto a su pareja, Big Bill Shelly, interpretado por David Carradine. Big Bill Shelly es un personaje de cierta complejidad, ambiguo. De ser un humilde trabajador en las vías del ferrocarril, se convierte en un líder sindical, que luego de intentar frustradamente una huelga decide tomar otras medidas, más drásticas y, sin duda, no muy legales, en contra de la constructora del ferrocarril.
Junto a Boxcar Bertha, Big Bill Shelly empezará a asaltar ferrocarriles. No bastará que sea encarcelado y puesto a trabajos forzados. Shelly encontrará la manera de escapar con la ayuda de Bertha. Junto a un cobarde apostador compulsivo yanqui, Rake Brown (Barry Primus), el único “extranjero” del grupo, proveniente de Nueva York, y Von Morton (Bernie Casey), un ex empleado negro en la granja de Bertha, Shelly seguirá su carrera criminal en contra de los ferrocarrileros. Lo interesante, es que cuando comiencen a llamarlo “criminal”, algo dentro de él se moverá, una voz interior le dirá que él podrá ser todo menos un ladrón. El dinero que roba es para la “causa” del sindicato. Sin embargo, hay algo en él, una doble moral tal vez, que por momentos parece desviarlo de su primer propósito. ¿Realmente sigue robando por la causa sindical? ¿Es más por la popularidad, por el beneficio propio?
En ese sentido, el guión no es del todo brillante. No profundiza más en Shelly como personaje. En cuanto a Bertha ¿simpatiza con la causa, o es más el amor hacia Shelly lo  que la hace seguirlo en sus robos? Creo que es más de lo segundo. Como sea, aunque el filme no destaca por ser un gran estudio de personajes, resulta entretenido, así como un cómico y, a la vez, violento retrato de la miseria en el sur durante la época. Su banda sonora (escrita por Gib Guilbeau y Thad Maxwell) es completamente disfrutable, para quienes somos aficionados al blues y al blue grass. La pequeña participación de John Carradine (padre de David) es destacada, como el millonario dueño de la ferrocarrilera. Es  casi antológico verlos antagonizando en las escenas de robos (el asalto a su residencia). Martin Scorsese hace su cameo de rigor.  Su inspiración formal en los spaguetti westerns, queda patente en todo momento. Los tiroteos, la edición, la violencia, la puesta en escena, etc., hacen pensar además en un homenaje a Sergio Leone.   


martes, 21 de febrero de 2012

FLIKAN SOM LEKTE MED ELDEN * * * 1/2

Noomi Rapace.

La historias de Lisbeth Salander y Mikael Blomkvist continúan en Millenium 2: The Girl Who Played with Fire (Flikan som lekte med elden, 2009), secuela de “The Girl With the Dragon Tatoo” (2009). No me pareció tan buena como la primer película, ahora dirigida por Daniel Alfredson (hermano de Tomas Alfredson, director de la genial “Let the Right One In” y “Tinker Tailor Soldier Spy”), pero resulta pasable como un entretenido thriller de suspenso, con casi el mismo toque psicológico que caracterizó a su predecesora. La razón por la que quizás no sea tan buena, es que ahora Lisbeth y Mikael, quienes formaron un atractivo equipo antes, se encuentran separados durante más del 90 por ciento de la película. Lisbeth (Noomi Rapace) vive escondida, disfrutando su millonaria suma de dinero y propiedades. Tal vez por aburrimiento, por soledad, o porque sus heridas siguen muy abiertas, Lisbeth decide regresar a Estocolmo para ver en qué anda el guardián que la violó y darle un buen susto en su apartamento. Sin embargo, comete el gran error de hacerlo con el arma del sujeto, dejando sus huellas en la misma.
Mientras, Mikael (Michael Nyqvist, sin perder esa imperturbable inexpresividad que lo caracteriza) acaba involucrado en una nueva investigación. Te hace pensar por qué en lugar de ser periodista no es detective privado. Una red de prostitución y tráfico de drogas se encuentra operando en Estocolmo, la cual se encontraba investigando para “Millennium” un joven periodista independiente. Cuando éste y el guardia de Lisbeth sean  asesinados, Mikael decidirá continuar la investigación, ya que la chica del dragón tatuado ha sido culpada de los crímenes, cometidos con el arma de su guardián. Por si fuera poco,  un mastodóntico y cavernario tipo de cabello oxigenado, que no siente dolor físico, se encuentra buscándola, por razones que, en un sorpresivo y revelador giro, serán dichas a Lisbeth mucho más adelante.
Buena parte de la historia, basada en la segunda novela escrita por Stieg Larsson, sirve para llenar “huecos” sobre los personajes que dejó la primer película, para darnos más información sobre el pasado de Lisbeth, su traumática vida familiar y las razones de fondo que la llevaron a quemar a su padre. La chica sigue siendo una hacker, pero en esta  película tiene más escenas que la revelan como una peleadora de gran fortaleza, que sabe  defenderse bien y que tiene todo el potencial para ser una “vigilante”. Hay una escena en donde emula el look de Brandon Lee en “The Crow”, para darle un escarmiento a uno de los tipos que contrató a una de las jóvenes prostitutas (quienes vienen de Europa Oriental, claro) y sacarle información. En resumen, tenemos más acción, más peleas, algo de kick boxing, más escenas eróticas algo subidas de tono y más violencia gráfica, que el ritmo   mesurado de la pasada película. Muy entretenida, pero su punto flojo es la decisión de separar a las dos estrellas.

lunes, 20 de febrero de 2012

CONTRABAND * * 1/2

Mark Wahlberg y Ben Foster.


El realizador islandés Baltasar Kormákur tiene algo de camino recorrido en el cine norteamericano, dirigiendo filmes de corte independiente como “A Little Trip to Heaven”.  No había caído en las garras del mainstream de Hollywood hasta ahora, realizando Contraband (2012), el remake de un filme dirigido por su colega y compatriota Óskar Jónasson, “Reykjavík-Rotterdam” (2008). No lo he visto, por lo que no se puede empezar con las acostumbradas comparaciones. Lo que sí puedo, es comentar lo distante que resulta el género cinematográfico en el que se especializa Kormákur, el melodrama familiar (como en sus dos primeros filmes, “101 Reykjavik” y “Hafid”, o la misma “A Little trip To heaven”), y una película como “Contraband”, un thriller palomero para pasar más o menos entretenido 2 horas un fin de semana.
De entrada, la elección de Mark Wahlberg para el papel principal encaja como anillo al dedo, con su más que probada experiencia en esta clase de thrillers de narrativa frenética. De hecho, la  narración de Contraband parece que va contra reloj. Wahlberg interpreta a Chris Faraday, un ex contrabandista que intenta sentar cabeza llevando una tranquila vida familiar. Sus planes se ven completamente perturbados, cuando su muy joven cuñado (Caleb Landry Jones, el perturbado y maniaco chico de “The Last Exorcism”) se mete en problemas con un traficante de drogas (Giovanni Ribisi, creando una caricatura más que otra cosa). Chris –y este es otro sello particular de Mark Wahlberg como actor- ayudará a su imprudente cuñado a salir del problema, haciendo un trabajo para saldar la deuda: traer desde Panamá un cargamento de dinero falsificado, en una operación cronométricamente calculada. Chris tendrá que hacer lo posible para que las autoridades dentro del barco en donde trabaja (encabezadas por la siempre enérgica presencia en pantalla de J.K. Simmons) no lo descubran.
Me pareció buena la idea de usar una dirección fotográfica que diera una descuidada impresión realista, que incluye una cámara que se mueve igualmente sin cuidado alguno. Aunque creo que en algunos momentos de la película es algo exagerado el estilo nervioso de cámara portátil, acaba siendo funcional. En medio de toda la operación, se incluye una “broma“, que los aficionados al arte encontraremos simpática:  el robo de una costosa pintura de Jackson Pollock, que lleva a cabo sin previo aviso el jefe de los falsificadores (Diego Luna, de entrada por salida, sin mucho que ofrecer). Para todos, la pintura pasará como una simple lona manchada inservible, que por una u otra razón, acaba en poder de Chris.
Aunque es entretenida, la película tiene esa odiosa característica de muchos thrillers medianeros de Hollywood, de sentirse trigonométricamente calculada. Las escenas del robo de la pintura, el escape y carga del dinero en el barco, están muy bien montadas, debo admitirlo. Las actuaciones de Ben Foster (ese joven actor que quiere ser el “nuevo Sean Penn”), Giovanni Ribbisi (con todo y esa voz ridícula) y Kate Backinsale (usando su buen acento norteamericano) son buenas. Fuera de eso, no espere más de la película.

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