sábado, 14 de septiembre de 2013

BRIGHTON ROCK * * * * *

PASIONES QUE MATAN. Andrea Riseborough y Sam Riley,
en la segunda adaptación al cine de "Brighton Rock.

Esta es la segunda adaptación de la novela de Graham Greene, Brighton Rock, una enérgica historia de gángsters instalada en la ciudad portuaria de Brighton Rock, Reino Unido, en 1964. Sam Riley (Control) ofrece una poderosa actuación como el siniestro Pinkie, un gángster que se ve envuelto en una intriga romántica con una linda e inocente mesera, Rose (Andrea Riseborough). Un miembro de la pandilla rival, los Colleoni, ha sido asesinado por Pinkie. Momentos antes, la mesera, accidentalmente, acabo siendo fotografiada con el sujeto asesinado, convirtiéndola en testigo clave del crimen.  Pinkie, con deseos de tomar el liderazgo de la banda a la que pertenece y asesinar a su jefe, no sólo tendrá que recuperar esa fotografía que lo implica, sino engañar con falsas pretensiones románticas a Rose. Esta, por su parte, acabará perdidamente enamorada del mafioso. 

Es apenas el primer largometraje del realizador televisivo Rowand Joffe, y ha conseguido una impecable, atractiva y muy visible película de época. Ambientada magníficamente y con un diseño de arte de primer nivel, Brighton Rock es una película de mafiosos intrigante, un buen new-noir británico, con un centro emocional cimentado en la destructiva relación entre Pinkie y Rose. La chica, en su total entrega, nos despierta lástima, al verla caer en total sumisión ante la fría y humillante indiferencia del gángster. Para Pinkie, la chica no es más que un estorbo, del cual tiene que deshacerse pronto. Ahí es donde radica el suspenso de la historia: ¿Rose abrirá los ojos y descubrirá que comparte su vida con un criminal? ¿Pinkie logrará su objetivo? Hellen Mirren y John Hurt tienen papeles secundarios, pero como siempre, su participación es de lujo.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

WIN WIN * * * 1/2

GANANCIA DOBLE. Paul Giamatti y su estrella deportiva, Alex Shaffer.

La película sigue una fórmula básica, tal vez muy vista con anterioridad: el chico deportista y talentoso, de carácter indomable, en una relación complicada con el mundo y con su entrenador, el cual no tiene  menos problemas. A pesar de todo, Win Win (2011) es una película muy visible, entretenida, con el corazón bien puesto y tremendamente bien actuada. Paul Giamatti está hecho para cierto tipo de personajes, aquellos de apariencia bonachona, pero que parecen llevar a cuestas todo el peso del mundo y sus habitantes. Su interpretación de dicho entrenador, a cargo de un equipo escolar de lucha grecorromana cuando no es abogado, marca todos los cuadros en la lista de aquellas cualidades, incluyendo la actitud de siempre estar escondiendo algo. La salvación para su equipo de chicos con mucho espíritu pero poca fuerza, es Kyle (Alex Shaffer, un campeón escolar de lucha en la vida real), un adolescente sin nadie en la vida más que su abuelo (Burt Young), a quien no conocía, y una mamá (Melanie Lynskey) en rehabilitación por drogas, tan talentoso en la lucha grecorromana que parece increíble a su corta edad. Mike (Giamatti), oportunista y con las mejores intenciones, se apunta para ser su tutor y darle una familia adoptiva. Bobby Cannavale da la nota cómica en el reparto, mientras que Jeffrey Tambor está ahí, como siempre, haciendo un gran papel secundario. Con todo y su tono de melodrama familiar televisivo, la película aplica una inesperada llave emocional al espectador,  imposible de resistir los tres conteos.   

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