sábado, 9 de agosto de 2008

THE OTHER BOLEYN GIRL * * * 1/2

Hubiera sido mejor que The Other Boleyn Girl (2007) fuera concebida como una precuela del díptico dirigido por Shekhar Kapur, sobre el reinado de la reina Elizabeth I, interpretada magníficamente por Cate Blanchett. Es como la base para todos los hechos narrados posteriormente en Elizabeth (1998) y su secuela, Elizabeth, The Golden Age (2007). Tal vez así no hubiera pasado tan desapercibida en su estreno comercial, con todo y estar protagonizada por Scarlett Johansson, Eric Bana y la guapísima Natalie Portman.

El filme es un gran trabajo a cargo del realizador Justin Chadwick, curtido en la televisión, y en The Other Boleyn Girl se muestra habilidoso para llevar a buen puerto una producción de época con aspectos como el diseño de vestuario, banda sonora y locaciones originales impresionantes.

Adaptación de la novela de Phillipa Gregory, la película nos instala en la corte de un delgado Enrique VIII (Eric Bana), el caprichoso, mezquino y mujeriego rey, que gustaba de coleccionar amantes como si de preciadas posesiones se tratara. Aquí la estrategia es similar al de los filmes de Kapur: hacer atractivo y entretenido un relato ambientado en el siglo XVI, agregando intrigas políticas, suspenso, romance, infidelidades y demás rencillas de la nobleza británica renacentista, en combinación con una gran producción.

La verdadera protagonista del filme es la joven María Bolena (Scarlett Johansson), cegada por la riqueza y el poder al ser obligada por su padre a convertirse en la amante de Enrique VIII, y así darle un heredero, peligrando con ello incluso la relación cercana que lleva con su bella hermana, Ana Bolena (Natalie Portman).

No llega a tener la fuerza narrativa de los filmes de Kapur, pero lo que sí la coloca a su altura es su fuerza visual, gracias al magistral trabajo fotográfico de Kieran McGuigan, junto a la química de amor-odio que construyen Scarlett Johansson y Natalie Portman, dentro de una tesis que parece descabellada respecto a los hechos que llevaron a la histórica decapitación de Ana Bolena: un improbable intento de incesto.

Bueno, nada más lejos de la realidad histórica, y sí más cercano a la construcción de un triángulo amoroso enfermizo, donde Eric Bana no es el rey más activo que uno espera (fuera de la cama, al menos) y sin la fuerza que requería su personaje. Rostros femeninos bellos pero de almas corruptas, inversión sorpresiva de papeles, posibilidad de redención y también de castigo, todo más cercano a la moda juvenil de la teleserie The Tudors, también ambientada en la corte de Enrique VIII.

++ Disponible en DVD desde el 22 de julio.

viernes, 8 de agosto de 2008

WALL-E * * * * *

WALL-E y Eva, los dos robots protagonistas.

Wall-E (2008), reciente producción animada de la Disney-Pixar, es un filme parcialmente mudo. Sus dos protagonistas, son dos robots que se enamoran apenas pronunciando dos palabras (de hecho, sólo sus nombres). Además, por primera vez, vemos unas contadas escenas realizadas con actores de carne y hueso (Fred Willard, nada menos, interpretando a un improbable presidente de E.U.), cosa jamás hecha en un filme de la Pixar. El realizador y autor del guión es Andrew Stanton (responsable también de Finding Nemo y A Bug’s Life, producciones igualmente de la Pixar), y la historia cuenta las aventuras de un sucio y chatarrezco robotín, el cual se dedica a comprimir basura en cubos, dentro de un escenario distópico y futurista. Las únicas señales de vida en la Tierra, son una cucaracha y una plantita, en una Nueva York árida y desértica. Hay rascacielos ruinosos, unos construidos a base de la basura que WALL-E, el robot en cuestión, se dedica a recolectar.

De lejos, se antoja descabellado que Wall-E sea el responsable de estas construcciones, no muy lejos de parecer esculturas hechas a base de basura. Wall-E (en realidad, las iniciales de su empresa fabricante), el personaje principal de este encantador romance de ciencia ficción, se presenta como un nostálgico y sentimental robot (mezcla del Number 5 de Short Circuit y una sonda espacial de la NASA), que añora los musicales realizados hace más de 700 años (aclaración, el filme se ambienta en el año 2700). Wall-E gusta de escuchar a Louis Amstrong y de ver hasta el cansancio una famosa escena del musical Hello, Dolly! (1969), en un viejo vídeo BETA. Su vida solitaria transcurre entre estas pequeñas aficiones, compactar latas y pasarla junto a su único amigo, una cucaracha. Wall-E es autosuficiente, capaz de repararse a sí mismo y se maravilla con la viejos juguetes y tecnología del siglo XX.

La manufactura visual de la película es impresionante, bellamente diseñada. Texturas e incluso los reflejos en las cubiertas de los robots, son detalles cuidados con caprichoso cuidado. El diseño del filme luce como realizado por diseñadores a cargo de Steve Jobs. Vamos, EVE (voz de Elissa Knight), el interés romántico de WALL-E (voz de Ben Burtt), parece el CPU de una IMac flotante. EVE es una letal pero sofisticada sonda, un arma de destrucción masiva del futuro susceptible de sentir cariño, quien llega a la Tierra para iluminar la rutinaria existencia de Wall-E. EVE acelera los circuitos de Wall-E desde el primer segundo, durante su importante misión de buscar una señal de vida en la Tierra. Si ella encuentra la mínima señal de vida, podrá ser posible el regreso de los humanos sobrevivientes a la Tierra, quienes viajan en un “crucero” espacial, a millones de años luz de la Tierra.

Stanton hace un enorme homenaje, no nada más a obras representativas del género de ciencia ficción (2001: A Space Odyssey, Star Wars, E.T.), sino a la comedia cinematográfica más clásica y silente (Buster Keaton, Charles Chaplin). Y por qué no, es un homenaje también a las visiones futuristas de Steve Jobs, cuyos diseños pueblan la película (desde el manual que porta el capitán del crucero espacial, hasta un IPod que Wall-E tiene en su casa como reliquia). Wall-E, el personaje, toma un poco de cada uno de los gigantes de la comedia silente. En la única palabra que dice, “EVE”, Wall-E nos recuerda a E.T. Suena como una Mac cuando se enciende, aparte de que otros de sus sonidos fueron creados por Ben Burtt, el responsable de aquellos emitidos por el R2-D2 de Star Wars.

La historia da una llamada de atención al sedentarismo, la obesidad y el consumo de la comida chatarra. Además, lleva al final un mensaje ecologista (el descomunal desperdicio de basura industrial, la contaminación, etc.). La película no nada más nos acaba impresionando por su acabado visual, sino también por su elaborado trabajo de edición de sonido, magistral en sus detalles más insignificantes (el sonido de la cucaracha al caminar, los sonidos mecánicos de Wall-E, la entonación de su voz, etc.). La mayor prueba para esta inteligente y, al mismo tiempo, muy conceptual obra de arte animada, será ver si este romántico y oxidado robot captará la atención del público más difícil y exigente: el infantil. Creo que lo conseguirá.

jueves, 7 de agosto de 2008

PURE * * * *


El nombre de Gillies MacKinnon no ha tenido la suerte de trascender fuera de las fronteras de su natal Inglaterra, junto a nombres como Mike Leigh, Ken Loach o Peter Mullan. Su filmografía incluye títulos como Hideous Kinky (con Kate Winslet), Trojan Eddie (con Richard Harris) y la reciente Tara Road, a lo largo de 15 años de carrera cinematográfica.

Con Pure (2002), confieso que hacia el final no pude evitar sentir un nudo en la garganta. Escrita por Alison Hume, Pure se interna en los problemas de Paul (la joven promesa Harry Eden, a quien hemos visto en Peter Pan y Oliver Twist), niño de 10 años con una madurez sorprendente, que debe lidiar con la fuerte adicción a la heroína de su mamá, Melanie (intensa Molly Parker, una actuación digna de ser premiada).

Aquí es donde toda la carga emocional y, especialmente, narrativa, pertenece a Harry Eden, capaz de, literalmente, derretir a la audiencia con su pequeña pero poderosa presencia en pantalla. Cada vez que la cámara hace close-up en su rostro, el pequeñín ya nos tiene en sus manos, ya cumplió su cometido de conmovernos y de hacernos llorar por dentro.

Ambientada en los suburbios de Manchester, MacKinnon le da la vuelta al seco y gris drama social inglés (aquel de Micke Leigh y Ken Loach). Nos pone a prueba con tal drama, que da a cada una de las escenas algo de color en el diseño de arte (las escenas interiores en especial), y permitirse el uso de sets increíbles. En una escena, Paul debe encerrar a su madre y no dejarla salir bajo ninguna circunstancia. Melanie, sumergida en una fuerte crisis, le pide una inyección de heroína, a punto de acabar destrozada por la adicción, en tanto podemos ver lo que pasa en ambos lados de esa puerta, simultáneamente.

MacKinnon hace particulares homenajes al equipo del Manchester United: la toma aérea del estadio, el nombre que la joven camarera y confidente de Paul (Keira Knightley) le pondrá a su bebé, “Baby Beckham”, etc. El final es feliz, intenso y sumamente conmovedor: Paul está en paz consigo mismo, regresando al estadio, después de mucho tiempo de no ir a ver a su equipo favorito jugar.

++El DVD incluye solamente trailers de otros títulos.

miércoles, 6 de agosto de 2008

HONEYDRIPPER * * * 1/2

No siempre las películas de temática musical involucran a la típica biopic sobre el ascenso, triunfo y, casi siempre, descenso de grandes estrellas. También puede quedar involucrado un viejo club de blues, en medio de una sureña y algodonera región del sur estadounidense, a punto de ser cerrado por problemas económicos. El club es administrado por un nostálgico pianista ficticio de blues, que ha derramado toda su vida y talento en ese viejo lugar, al que ya nadie acude.

Honeydripper (2007), por esa y muchas razones, es un filme musical atípico. Es una película más inclinada hacia el cine de autor, de bajo presupuesto y sin las pretensiones de enormes filmes al estilo de Ray (2005) o Idlewild (2007). Según John Sayles, su director, guionista y editor, Honeydripper costó la módica cantidad de 5 millones de dólares. Aún así, lo que la coloca a la altura de otros estupendos trabajos en el género, es la magnífica producción musical, en la que participan actuando músicos auténticos del mundo del blues y el jazz (Gary Clark Jr., Keb’Mo’, Arthur Lee Williams), y donde además, el mismo realizador participó con la autoría de un par de canciones.

Entre otras de sus virtudes, es el traer del olvido a un gran actor como lo es Danny Gloover, interpretando al pianista y administrador del “Honeydripper”, en espera que un milagro caiga del cielo para saldar una cuantiosa deuda y rescatar el club. Sayles ha demostrado a lo largo de su carrera más dotes para el guionismo que la dirección. La historia es predecible, es verdad, pero exuda autenticidad y sinceridad en su “declaración de amor” al blues, a un periodo de transición entre este género musical y el rock’n roll, y a un bucólico escenario sureño como extraído de una novela de Faulkner, en su retrato costumbrista de un pueblito en la Alabama del 1950.

Los puntos en contra de este pequeño pero digno filme son pocos. El principal, es que será disfrutado más por los aficionados al blues (como yo), que por aquellos que buscan más una trama cargada de melodrama. La música, incluso, ayuda a levantar la película en ciertos momentos que amenazan con ponerse flojos, y las magníficas actuaciones de todo el reparto (Lisa Gay Hamilton y Charles S. Dutton lucen notables), son algunos de los elementos que ayudan a hacer más interesante y disfrutable este equilibrado relato.

El trabajo de Sayles es un canto de despedida, poblado de fantasmas (ese sarcástico guitarrista que aparece de la nada) y de viejas leyendas musicales, que entona y dedica el viejo Tyrone (Gloover) al arcaico blues, que se niega a dejar el paso libre a ese nuevo ritmo que nació de este mismo género, el rock’n roll.

++ Honeydripper se estreno en España el 5 de mayo de este año. Próximamente en DVD.

martes, 5 de agosto de 2008

THE COURT JESTER * * *

The Court Jester (1956) es una divertida parodia de los clásicos filmes de caballeros, reyes, princesas, y en específico, del personaje de Robin Hood. Dirigida, producida y escrita por Melvin Frank y Norman Panama, ambos supieron explotar los múltiples talentos de ese “hombre orquesta” que era Danny Kaye en esta película musical. Kaye se luce interpretando a un bufón impostor en el castillo de cierto rey medieval.

Desde los créditos iniciales, Kaye demuestra lo bien que sabía cantar, bailar, hacer unas aceptables rutinas de comedia física y, lo que más se agradece, actuar, no maravillosamente, pero sí de una manera aceptable. Kaye interpreta a Hawkins, el fiel seguidor de un héroe de extraño disfraz, mezcla de El Zorro con Robin Hood llamado, precisamente, El Zorro Negro (Edward Ashley), quien tenía un papel muy secundario en la trama.

La trama pertenece a su fiel servidor, Hawkins, quien tiene una presentación divertida, bailando y cantando disfrazado del Zorro Negro, junto a un numeroso grupo de enanos igualmente disfrazados del héroe. Hawkins, por encargo del verdadero Zorro Negro, debe infiltrarse en el castillo del Rey Roderick (el británico Cecil Parker). El Zorro Negro odia la tiranía con la que gobierna el Rey, por usurpar el trono que por herencia le pertenecía a un bebé, que lleva en su pequeño trasero la marca de una flor púrpura. La misión de Hawkins será encontrar la llave del castillo haciéndose pasar por un famoso bufón, para que así el Zorro Negro pueda invadirlo.

Las cosas se complicarán cuando lleguen enredos amorosos para Hawkins (Angela Lansbury será la culpable), brujerías y conspiraciones políticas. El filme no oculta sus intenciones paródicas. Toda ese acartonado diseño de producción (sets que lucen falsos, vestuario de mediana calidad, una pobre ambientación, etc.), lejos de evidenciar un bajo presupuesto, ayuda a que la película luzca más cómica de lo que realmente es, y aumenta su constante tono de comedia.

Además, las canciones tienen letras divertidas, la mayoría cantadas por Kaye, con números musicales geniales, como aquel en el que cuenta al rey y sus invitados cómo llegó a ser bufón. Una parte la dedica a su paso por España y su baile flamenco resulta divertido.

En general, el guión saca partido de un simple gag (el hechizo hipnótico y los chasquidos para dormir-despertar), para llevar a cabo un mínimo de tres rutinas cómicas bien ejecutadas por los actores. Hay una escena estupenda, en el que se involucra un duelo a muerte, que comienza con unas estúpidas pruebas que Hawkins debe pasar para convertirse en caballero, pasando por un hilarante juego de rimas para evitar tomar el veneno de una copa (sí, como en Hamlet), y las dificultades del bufón para acostumbrarse a su nueva armadura.

Aquí no hay otra pretensión que la de construir una burla a las cintas de temática medieval, de espadachines y hasta de los mismos musicales (coreografías concebidas sin un mínimo de complicación), para acrecentar más la broma a los aficionados al género.

lunes, 4 de agosto de 2008

A BUG'S LIFE * * * *


A finales de los 1990, surgió en el género animado, de manera sorpresiva, una fascinación por el diminuto mundo de los insectos. Todo empezó con Antz (1998), atractivo largometraje animado producido por la casa Dreamworks, en el que Woody Allen debutaba dentro del doblaje dando su voz a uno de los personajes. El problema de Antz, era que nada más se centraba en la agitada vida de las hormigas dentro de su hormiguero...y nada más.

La respuesta vino de la siempre genial casa Pixar con A Bug’s Life (1998), dirigida por John Lasseter (realizador de Cars, Toy Story 2) y Andrew Stanton (guionista de Finding Nemo), este último realizador de Wall-E, el más reciente estreno de la casa productora. A Bug’s Life no nada más se concentra en el sufrido universo de unas hormigas color violáceo, sino que aparecía una variedad más amplia de insectos, y por ello, los resultados eran más interesantes y divertidos.

Lasseter y Stanton, es cierto, retoman la trama del gran clásico del cine japonés, Los Siete Samuráis (1954), de Akira Kurosawa, del que ya se hizo una adaptación en Hollywood al mundo del western con The Magnificent Seven (1960). Hay mucho de ambas películas en A Bug’s Life, una aventura sobre los inadaptados que buscan un lugar en el mundo, aquellos que tratan de encajar en una sociedad que los rechaza por ser diferentes.

Nuestras hormigas, todas ellas iguales entre sí al contrario de Antz, viven como los inocentes e indefensos habitantes del pueblo de algún western, asediados por una pandilla de langostas cuatreras. La aventura comienza cuando Flik (voz de Dave Foley), una desastrosa pero inventiva hormiga, se atreve a levantar la voz y a encontrar una solución al problema: ir en búsqueda de un equipo de valientes guerreros que puedan ayudarlos a vencer a las langostas. Lo mejor que podrá encontrar será un grupo de insectos cirqueros, (una araña, un escarabajo, una mantis, un par de cochinillas, una mariquita y una mariposa) sin mucha suerte en el negocio del espectáculo.

Resulta magnífica la adaptación que se hace al mundo de los insectos de una historia clásica de la cinematografía. La película ya forma parte de la gran tradición de la Pixar y su equipo creativo, para lograr grandes fábulas con un buen mensaje y sin dificultades para ser disfrutada por chicos y grandes. Es un trabajo salpicado de mucho humor, ingeniosa en muchas secuencias (la ciudad de los insectos, la cantina, el circo de la pulga,...) y con escenas de acción espectaculares (la persecución del pájaro), todo en un mundo miniatura en donde, gracias al gran diseño visual, la experiencia nos hace sentirnos enormes.

Ante lo evidente, al menos para mí, A Bug’s Life acaba siendo superior a Antz, y curiosamente, hace poco la Dreamworks regresó al mundo de los insectos sin mucho éxito, con Bee Movie (2007). Creo que lo admirable del trabajo de la Pixar, es haber sabido crear y contar una historia de insectos tratando de hacerlo desde el punto de vista de... un insecto, contrario a los afanes de la Dreamworks de trasladar forzadamente el universo de los insectos al de los humanos.

++ Wall-E se estrena en España este viernes 8 de agosto.

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