viernes, 5 de septiembre de 2008

3:10 TO YUMA * * * * 1/2


El remake del clásico western dirigido por Delmer Daves, 3:10 to Yuma (1957), es una versión corregida y aumentada de esa gran historia, protagonizada en su momento por dos grandes del género, Van Heflin y Glenn Ford, que sin necesidad de batirse a tiros establecieron una gran tensión en sus enfrentamientos verbales y provocaciones. No es que supere al filme de Daves, sino que en esta nueva película vemos la versión que tal vez siempre quiso su realizador, James Mangold.

Aprovechando el fervor de The Dark Night, se estrena tardíamente en España la nueva 3:10 to Yuma (2007), protagonizada también por Christian Bale. En esta nueva versión hay mucha más violencia, se agregaron escenas que ayudan a acrecentar la tensión entre Ben Wade (Russel Crowe, espléndido) y Dan Evans (Christian Bale) y se amplía la trama. Lo principal, es que respecto al personaje de Evans en el nuevo guión, escrito por Halsted Welles, Michael Brandt y Derek Haas, se añaden motivos para hacer más grande la ira, frustración y rabia que siente hacia los bandidos liderados por Wade. No nada más Wade ha pedido “prestados” el ganado y caballos de Evans para asaltar una diligencia cargada de oro, sino que han incendiado gran parte de su granja.

Lo que sigue serán más o menos los mismos hechos del filme original: Dan se ofrece como voluntario para vigilar a Wade, arrestado por aquel junto a otros voluntarios, dentro de un cuarto de hotel para, poco antes de las 3 de la tarde, llevarlo a tomar el tren de las 3:10 a Yuma, donde será colgado.

La intención de Mangold y sus guionistas es hacer más interesantes y ricos a los personajes de Evans y Wade, dándoles un giro interesante: mientras Evans es un sencillo granjero que va dejando ver una violencia oculta, Wade se irá revelando como un villano de imagen pulcra y un lado sensible, incluso artístico (presume una habilidad para dibujar), que el antiguo no tenía. En ese sentido, el odio entre ambos dejará ver más una fuerte envidia de Evans hacia Wade.

En los personajes secundarios también vemos cambios. Por ejemplo, los voluntarios que custodian a Wade ahora tienen una participación más activa en la trama (aquel encarnado por Peter Fonda), o el “brazo derecho” de Wade, interpretado por Ben Foster, joven actor que siempre me ha parecido sobreactuado, pero esta vez sus exageraciones están justificadas.

En la resolución (una de las mejores secuencias de la película), seguimos siendo testigos de la redención de Wade, fiel al original pero con un punto final sorpresa, más violento, contundente, como lo es en sí toda esta reelaboración de un clásico del western.

JOURNEY TO THE CENTER OF THE EARTH * * *


La mejor recomendación que se puede hacer antes de ver Journey to the Center of the Earth (2008), es verla en su formato digital en 3D. Solamente así podrán pasarse por alto sus inconsistencias argumentales, y además, disfrutar al máximo sus buenos efectos especiales. De lo contrario, parecerá que estamos viendo un telefilme de fin de semana.

Lo que menos se debe esperar, es ver una adaptación fiel del gran clásico de ciencia ficción de Julio Verne, en el que el novelista imaginó el emocionante viaje de un científico, acompañado por su sobrino y su asistente, al centro de la Tierra, vía el cráter de un volcán. Los tres descubren que, a cientos de kilómetros bajo tierra, sobrevive un mundo habitado por dinosaurios, plantas y otros seres prehistóricos, incluyendo humanoides temibles, recorriendo por debajo del océano la mitad del planeta.

En la película, dirigida por Eric Brevig, lo que se rescata de la obra de Verne es la pura idea argumental adaptándola al presente, en todo un despliegue tecnológico que anuncia lo que será el cine del futuro: el formato digital en Real 3D. El filme es un entretenimiento 100 por ciento familiar, que se beneficia, en primer lugar, de la actuación del versátil Brendan Fraser, un actor tan capaz para la comedia que ya es difícil imaginarlo en un papel dramático, como aquellos que marcaron los inicios de su carrera.

No hay nada nuevo en el científico encarnado por Fraser, solitario, con una vida caótica y un trauma que no lo deja dormir: la muerte de su hermano, con quien compartía la misma profesión de geólogos, aunque no el mismo espíritu de aventura. A pesar de todo, Trevor Anderson tomará la estafeta para convertirse, no nada más en el hombre que continuará la aventura científica de su hermano, sino que también, por un tiempo, será el “padre” sustituto de su rebelde sobrino. Ambos reencontrarán, en su aventura subterránea que inicia en Islandia, el lazo familiar perdido y rendirán un homenaje al fallecido hermano, una especie de héroe para los dos que emprendió lo que otros ni en sueños, acompañados de una guapa guía de montaña islandesa (Anita Briem).

Con ecos a otras grandes obras, como The Lost World, o incluso a la anterior adaptación que se hizo de la novela en 1950 con James Mason, o para no ir tan lejos Jurassic Park, esta nueva adaptación, al menos en su parte de cine de aventuras y acción, no decepciona. Aunque uno al final se quede con muchas ganas de ver más al rey de los dinosaurios, el T-Rex.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

SUPER 8 STORIES * * * 1/2

Super 8 Stories (2001), es el primero de los dos documentales que ha dirigido hasta ahora el realizador y músico bosnio Emir Kusturica (acaba de estrenar Maradona by Kusturica, que no he visto), la crónica de una gira musical de su No Smoking Orchestra. Sus músicos entretienen de una manera fenomenal a su público. Con su imagen desgarbada y música ecléctica, gustan mezclar de todo: folk, jazz, blues, música tradicional gitana, judía, etc., y demuestran que si algo les sobra es energía.

Titulado así por el formato con el que filma muchos extractos clave, como las entrevistas que hace a los músicos en blanco y negro (aunque también recurre al vídeo digital y al 35 milímetros), Super 8 Stories hace un recorrido por la historia de esta banda (conocida también como Zabranjeno Pusenje) y la de cada uno de sus miembros, desde el mismo Kusturica (vocalista y guitarra principal) hasta el ingeniero de sonido. En tanto, Kusturica va haciendo un recuento de sus mejores actuaciones durante su gira por Europa en 1999.

Kusturica relata cómo fue su infancia en su natal Sarajevo y porqué acabó convirtiéndose en músico, y luego cineasta, en una primera parte con un acertado aire nostálgico. El tono poco a poco se convierte en una divertida y alocada retrospectiva, muy vital, del backstage de las presentaciones. Los juegos del batería con Kusturica, las discusiones por los errores luego de un concierto, y un intrigante momento, cuando el bajista, Goran Markovski Glava, se disloca un hombro en pleno concierto.

La gira incluye un extracto sobre su participación en el Festival de Jazz de Niza, que abarcó países como Italia, Alemania y París. Algo que llama mucho la atención, es la humildad con que Kusturica lleva a cabo la tarea, sin que se note algún protagonismo del cineasta que pudiera opacar a sus compañeros, hilarantes y simpáticos. Si alguien termina robándose involuntariamente el protagonismo, es el vocalista, Nele Karajlic, y el batería, Stribor Kusturica, hijo del realizador, ridículamente simpáticos hasta decir basta. Habrá que ver como Stribor hace enfadar a un fotógrafo italiano durante la presentación de sus retratos.

Para los fans y seguidores de la banda, se presentan datos biográficos interesantes de los músicos, sobresaliendo el violinista Dejan Sparavalo, un verdadero prodigio del instrumento desde su infancia. Si algo comparten en sus vidas, además de la música, es lo difícil que fue salir adelante en el problemático ambiente político de la desaparecida Yugoslavia. En ese sentido, el documental se convierte en una metáfora musical sobre la historia reciente de Europa Oriental. Los músicos cuentan anécdotas graciosas, como la de su participación en un sketch para un programa televisivo, en el que se mostraba la caída del muro que separaba a Sarajevo en la del Este y la del Oeste.

Es hábil el manejo de los múltiples formatos que Kusturica elige, destacando un granuloso blanco y negro, que da forma a este recorrido musical y cinematográfico, con un momento delirante en este último aspecto, en esa suerte de vídeo musical en la parte final. La banda toca en una estación de tren, para luego abordarlo, junto al ataúd de un hombre que revive y sale para unirse al festín musical.

Sencillo, entretenido y bien realizado, Súper 8 Stories también es la crónica de la camaradería que comparten estos excelentes músicos, que difunden sus tradiciones por todos los rincones del mundo que pisan.

++ Super 8 Stories sólo tuvo estreno en el Festival de Documental Musical In-Edit Beefeater, de Barcelona, sin que se estrenara comercialmente en cines. No se encuentra disponible en DVD edición española.

martes, 2 de septiembre de 2008

LEMONY SNICKET'S A SERIES OF UNFORTUNATE EVENTS * * * *

Cuando a los hermanos Baudelaire, Klaus (Liam Aiken) y Violet (Emily Browning) se les muestra su próximo hogar, una derruida y obscura mansión habitada por el cariaguilucho Conde Olaf (un maquilladísimo Jim Carrey), alejada de todas las casas agradables, será evidente que nos estamos enfrentando a un mundo que parece concebido por Tim Burton, el maestro de las fantasías obscuras.

Lemony Snicket's, A Series of Unfortunate Events (2004), parece una mezcla de los mundos visuales creados para Beetle Juice (1988), Edward Scissorhands (1990) y Sleepy Hollow (1999), todas ellas dirigidas por Burton, en una trama que parece también extraída de la mente de Charles Dickens (Oliver Twist), con todo y villano que les hace la vida imposible a los niños huérfanos. Al fin y al cabo, el director del filme, Brad Silberling, llamó a Rick Heinrichs, diseñador de producción de Sleepy Hollow, y al mexicano Emmanuel Lubezki fotógrafo de la misma película, quien repite esta vez muchas de las atmósferas obscuras en su trabajo para Tim Burton.

Esta es la primera adaptación al cine de los libros escritos por Lemony Snicket, para ser precisos los tres primeros: “The Bad Beginning", "The Reptile Room" y "The Wide Window". De hecho, ya suman 11 libros y, según se dice, pretende escribir hasta 30. El filme es entretenido, en primer lugar, gracias a la gran actuación de Jim Carrey, quien a su vez realiza dos distintas caracterizaciones: un científico impostor de nombre Estefano y un marinero Irlandés. Carrey resulta auténticamente gracioso, ya que tiene a su disposición un adecuado vehículo de lucimiento. Luego, la encantadora "actuación" de unas gemelas de nombre Kara y Shelby Hoffman, ambas interpretando un sólo papel, Sunny, la hermanita de Klaus y Violet, que gusta de morder todo lo que se le ponga enfrente.

Los tres niños son una suerte de geniecitos, marginales y solitarios. Klaus es como un “ratón de biblioteca”, que devora quince libros diarios, aprendiendo todo de ellos. Por su parte, Violet es una gran inventora, que toma como materia prima lo que tenga a mano. Los hermanos Baudelaire están condenados a vivir con el Conde Olaf. El conde maltrata a los niños y los tiene como esclavos, limpiando y cocinando. Una serie de circunstancias harán que los niños logren escapar, provocando que el conde los persiga para tenerlos nuevamente en su poder.

La presencia de los niños es agradable en pantalla, sus actuaciones son realmente buenas. Incluso, los efectos especiales son logrados, discretos y nada apabullantes, es decir, no roban protagonismo ni restan encanto a la historia. La escena de la destrucción de la casa de la paranoica tía Josephine (Meryl Streep) resulta impresionante, muy lograda por el suspenso que construye. En resumen, Lemony Snicket..., es un filme magnífico en su parte visual. Vaya, que también vale mucho la pena el corto animado del inicio, sobre unos duendes en el bosque, y las artesanales animaciones de los créditos finales. Si uno disfruta de estas sutilezas visuales, se quedará hasta el último crédito sin remedio.

++ La edición en DVD contiene como extras: comentarios del director Brad Silberling, las caracterizaciones de un pésimo actor (divertidas improvisaciones de Jim Carrey), cómo se entristeció a los hijos de los Baudelaire, Olaf interactivo y escenas huérfanas ("infieles" escenas inéditas y "funestas" tomas falsas).

lunes, 1 de septiembre de 2008

DUMBO * * * *


Apenas y recuerdo la primera vez que vi Dumbo (1941), uno de los clásicos largometrajes de la casa Disney. Decidí verla de nuevo, como si fuera la primera vez, y me he reencontrado con un filme que me conmovió en mi infancia y que ha vuelto a hacerlo, más de 20 años después. Claro, sin mencionar lo mucho que continuó impresionándome su arcaica pero estupenda manufactura visual.

Dumbo es el cuento que de niños todos quisiéramos escuchar antes de irnos a dormir, una historia sobre la autoestima y los talentos ocultos que llevamos dentro. Basada en el libro escrito por Helen Aberson y Harold Pearl, Dumbo es una encantadora historia sobre un pequeño elefante, que sufre las burlas y el desprecio de todos debido a sus enormes orejas, desde el primer instante en que es estregado a su mamá por la cigüeña.

Como en casi toda película de Disney sobre un personaje desorientado, habrá un pequeño compañero que le servirá de guía en todos los aspectos, como sucedía en Pinocho (1940). En Dumbo será un ratón de gran espíritu y fortaleza. Timothy (voz de Edward Brophy), el ratón, será el único que crea en Dumbo, su amigo incondicional y protector. No nada más Timothy tiene experiencia en el mundo del circo, sino una ratonil sabiduría, en especial por las palabras de aliento que le dice a Dumbo en esa gran escena, cuando nuestro elefantito, convertido en payaso, debe brincar al vacío, confiando en la inexistente magia de una pluma negra que carga en la trompa. En realidad, sí hay magia y es la que Dumbo lleva dentro, la cual descubrirá cuando se de cuenta que sus enormes orejas sirven para algo más que darle problemas.

Por otro lado, la película tiene una de las escenas más delirantes y, quizás también, adelantadas a su tiempo, con un regusto a los números musicales de Fantasia (1941). Me refiero a las surrealistas y musicales imágenes de la accidental borrachera de Dumbo y Timothy, que da origen a un número con burbujas transformándose en elefantes rosas, una sucesión de pregnancias visuales y otras imaginativas transformaciones, llenas de explosivos colores y formas. Este número nos invita a deducir el porqué Disney y Dalí llegaron a entenderse bien y planear alguna colaboración dentro de otro largometraje, que tengo entendido nunca tomó forma.

Fuera de estas alucinaciones paquidérmicas, Dumbo es una fantástica fábula con un sano mensaje para cualquier generación, así como una historia de amor maternal, no tan triste como Bambi, obra maestra de la Disney (¿Será coincidencia que fuera producida un año después, 1942, y con un relato más o menos similar?), pero igual de entrañable.

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