sábado, 31 de enero de 2009

LET IT BE * * * *


No hay momento más antológico en la historia del rock’n roll (y porqué no, en la historia de la música del siglo XX), que aquel último concierto que ofreció The Beatles en el techo del edificio de Apple Records, en Londres, disquera que ellos mismos fundaron… y que ahora los veía despedirse. Instantes nostálgicos, tristes, pero sin duda con algo de humor y energía, interrumpidos con la llegada de la policía para callar a una de las bandas de rock más grandes de todos los tiempos.

“¡Gracias a todos, hemos pasado la audición!” fueron las palabras de despedida de John Lennon, cuando fue imposible seguir el concierto, que los “cuatro fabulosos de Livepool” planearon cuando ya estaban fragmentados como grupo (incluso quisieron realizarlo a bardo de un barco), y que quedó inmortalizado en el documental Let it Be (1970), del realizador Michael Lindsay-Hogg. El documental mostró lo que nunca antes: una sesión entera de The Beatles grabando, aunque agonizantes como grupo, mostrando signos de hartazgo uno de otro, y un par de discusiones de George Harrison con Paul McCartney y John Lennon, dejando claras sus diferencias creativas y de egos musicales. Eran cuatro fieras musicales enjauladas, que pedían un poco de aire. Y ahí también están presentes la eternamente demonizada Yoko Ono, esposa de Lennon, y Linda McCartney, esposa de Paul.

Refugiándose en la casa de Eric Clapton, George Harrison fue el primero en salirse del grupo al pelearse con Lennon. Por supuesto, nada de esto se muestra en el filme, pero se sabe que en casa de Clapton George compuso “Here Comes The Sun”, para luego regresar al ser convencido de terminar el proyecto musical de grabar “Let it Be”, último disco del grupo, así como el documental. Pero hay momentos que elevan a cualquier melómano y fanático del grupo (como yo) al cielo: ver interpretar en el piano a Paul “Let it Be”, acompañado por sus compañeros. Ringo Starr, a pesar de su evidente cansancio, da lo mejor de sí, mientras Lennon da los acordes finales de guitarra a la canción.

No hay muchas virtudes cinematográficas en el documental. Hogg no es un realizador prodigioso ni mucho menos. En su mayoría, el documental es un aglomerado de los momentos más significativos de la grabación de "Let it Be", de algunas risas, bromas y momentos relajados entre los cuatro Beatles. Su gran valor, es que nos lleva de la mano por los rincones más íntimos del espacio creativo de The Beatles, dentro de su estudio de grabación. Nos involucra en sus discusiones, nos hace sentir incómodos de estar ahí. Constatamos que lo que al principio del grupo eran bromas, juegos, tonterías y alegría, ahora es una amarga y forzada reunión, más por compromiso que por otra cosa, de aquellos que parecían inseparables.

Hasta que, al final, llega el concierto, tomando por sorpresa a decenas de personas en las calles de Londres, incrédulas de lo que escuchaban. “¿Escuchas eso? ¿Son The Beatles, verdad?”, preguntaba un policía a su compañero recordando aquellos momentos. Sí, son ellos, y por última vez.

viernes, 30 de enero de 2009

THE CAT'S MEOW * * * *

Una de las famosas leyendas sobre el Hollywood de los años 1920, fue aquella noticia que inundó los tabloides en 1924, por la muerte del director de cine Thomas H. Ince, aquel que formó, junto a Mack Senett, la Associated Producers. Aquel año, el magnate del cine y la prensa William Randolph Hearst, festejó en su enorme yate el cumpleaños de Ince, teniendo como invitados a Charles Chaplin, la escritora Elinor Glyn, la actriz Margaret Livingston, amante de Ince, así como la crítica de cine Louella Parsons. Según la versión oficial, Ince murió por complicaciones de su úlcera a bordo del yate, de donde fue bajado de emergencia y llevado a su hogar, en donde moriría días después.

Sin embargo, cuenta la leyenda que en realidad Ince murió de un balazo en la cabeza, accidentalmente disparado por Hearst, en un ataque de celos provocado por el supuesto romance que su amante, la rubia actriz Marion Davies, estaba teniendo con Chaplin. Esta versión fue publicada por el diario rival de Hearst, y este mandaría publicar después en su diario que la muerte se debió a los “problemas de salud” de Ince.

Esta intrigante leyenda es rescatada en el filme The Cat’s Meow (2001), del actor y director neoyorkino Peter Bogdanovich. Una pequeña producción que ofrece un interesante estudio sobre la inestable, insegura y enfermiza personalidad de Randolph Hearst (Edward Herrmann, magnífico), aventurando la hipótesis de que el mismo Ince fue el causante de su propia tragedia, alimentando las sospechas y celos de Hearst respecto al amorío de su mucho más joven novia Davies, interpretada por Kirsten Dunst.

La cinta abre con una impresionante secuencia en blanco y negro, justo en el funeral de Ince, pareciendo todo una premiere, con los reporteros más interesados en captar a las estrellas asistentes. La secuencia cierra haciendo una bella y simbólica analogía entre el ataúd de Ince y su impresionante yate, anclado en la costa. De ahí, un largo flash-back nos lleva a bordo del yate, desafortunadamente cayendo la narración en una dispersión total durante la primera hora. Bogdanovich se muestra hábil llevándonos por los recovecos de los sets art-deco del barco, pero no logró verdaderamente engancharme con los personajes ni con sus problemas, mucho menos con uno de los puntos importantes del argumento: la fusión que Ince (Cary Elwes) buscaba hacer con la productora de Hearst, la Cosmopolitan Pictures. Para convencerlo, Ince buscaba destruir emocionalmente a Hearst, explotando los celos patológicos que sentía por la relación entre Davies y Chaplin (Eddie Izzard).

Steven Peros adapta su propia obra teatral, basándose en una versión de la historia contada por Orson Welles en los 1960. La película tiene su punto fuerte en la buena actuación de Edward Herrmann, quien construye un Hearst que roza el patetismo en su dependencia emocional hacia Marion Davies, quien no encontrará entereza psicológica hasta después de ocurrida la tragedia. Davies ocultará todo a la esposa de Ince, pedirá silencio a varios de los invitados (que no sabían lo que realmente había pasado), y comprará a la única testigo del hecho, Louella Parsons (Jennifer Tilly, excelente), ofreciéndole un contrato de por vida en el periódico con un aumento de sueldo.

Al final, una cinta por fortuna con pocos defectos (faltó un mejor guión) y muchas virtudes (la banda sonora es genial), disfrutable para los amantes del chisme cinematográfico. Me declaro culpable.

++Disponible en DVD, con extras como tráiler(V. Española y V.O.), "Charles Chaplin", "Claire Windsor", el "Cómo se hizo", entrevistas, ficha artística, ficha técnica y filmografías selectas

jueves, 29 de enero de 2009

WATERLOO BRIDGE * * * *


Un avejentado capitán mira nostálgico una figurilla en su mano, desde el puente de Waterloo, en Londres. De ahí, irá hacia los recuerdos de una relación que lo dejó marcado para siempre. Todo es perfecto en esta escena, de las primeras que abren Waterloo Bridge (1940), un dramón romántico en donde el realizador Mervyn LeRoy supo hacer un sabio uso del artificio.

Remake de la película dirigida por James Whale en 1931 -que no he visto-, la versión de LeRoy es realmente notable, escrita por los guionistas S.N. Behrmann, George Froeschel y Hans Rameau, basándose en la obra teatral de Robert E. Sherwood. Al parecer, comparando ambas versiones, la segunda resultó más noble e inocente. En la primera película, la desafortunada protagonista era una prostituta que conseguía clientes rondando por el puente de Waterloo, para enamorarse de un soldado de buena familia. En el filme de LeRoy, una talentosa bailarina de ballet acaba convertida en prostituta por el amor del capitán Roy Cronin, interpretado excelentemente por Robert Taylor.

Vivian Leigh lucía bellísima en su papel de Myra, la bailarina en cuestión, con sus ojazos penetrantes y su hermoso rostro, mirando enamorada a Roy desde su encuentro en un refugio en la ciudad de Londres, durante un bombardeo en plena Primera Guerra Mundial. Los constantes llamados de Roy al campo de batalla, obstaculizarán mucho su relación. Para Myra, será su demandante carrera en la Compañía de Danza, donde la disciplina y las reglas se representan en la férrea figura de su instructora, Olga Kirowa (la actriz rusa Maria Ouspenskaya, en una pequeña pero eficaz actuación).

La crisis llega cuando Roy aparezca en la lista de muertos en un diario, situación que llevará a Myra a prostituirse, expulsada de la academia y sin un centavo para comer. Waterloo Bridge es la historia de una apasionada y hermosa chica, con un futuro prometedor en el mundo del baile, que acaba echando por la borda todo lo conseguido por el amor hacia un militar de buena familia. Resultan notables las actuaciones de Lucile Watson, como la amable madre de Roy, así como de C. Aubrey Smith, como su tío de afrancesado bigote, también militar de carrera.

Además del gran trabajo de realización de LeRoy, el filme está plagado de pequeños pero lucidores detalles, como la banda sonora de Herbert Stothart (nominada al Oscar), donde destaca una maravillosa orquestación de la música de “El Lago de los Cisnes”. La pieza musical del nacimiento del cisne, ejecutada por Myra ante el sorprendido Roy, se transformará en un leit motiv en los momentos de soledad e indecisión de Myra. La edición a cargo de George Boemler y la fotografía de Joseph Ruttemberg, son técnicamente estupendos. Ruttemberg es capaz de crear atmósferas ásperas y nocturnas, con una buena dosificación de la luz.

Por su parte, Vivian Leigh interpretó uno de los mejores papeles de su carrera, superando –para mi gusto- su trabajo en Gone with the Wind (1939). Su mayor logro como actriz en Waterloo Bridge, fue haber conseguido reflejar un auténtico sentimiento de desasosiego y desesperanza, sin necesidad de caer en desplantes lacrimógenos ni sobreactuaciones. Apenas y una lágrima se verá en su rostro, cuando el sentimiento de culpa por su forzada prostitución la invada, ante la incredulidad de verse a sí misma pasear por la calle buscando clientes.

El único reproche que le hago a este excelente filme romántico, es la ingenuidad del guión, de cierta torpeza con la que trata a sus personajes a la hora de enfrentarse a un tema tabú en esa época: la prostitución. Ni Myra, ni Roy, ni algún otro personaje, pueden siquiera articular la endemoniada palabra “prostituta”. La lengua parece dolerles ante tal hecho. Lo peor, es que ante la censura, los guionistas y el realizador pretendían hacer creer al espectador que los personajes, sin mayor explicación, sobreentendían de lo que hablaban: del “oficio más viejo en la Tierra”, sin siquiera pronunciar la palabreja.

miércoles, 28 de enero de 2009

THE SPIRIT * 1/2

Me declaro un ignorante de la obra de Will Eisner, en específico, de su más famosa creación, el cómic “The Spirit”, publicado en la década de los 1940, aunque tengo entendido que existe una nueva versión del 2008. Por lo tanto, antes quisiera preguntar ¿será tan malo el cómic como la película? Sinceramente, no lo creo, ya que al menos no existiría un premio con el nombre de Eisner en el mundo del cómic.

La adaptación cinematográfica de Frank Miller (creador de las novelas gráficas “Sin City” y “300”), desafortunadamente, es fallida, y no hace falta conocer el cómic para darme cuenta que estoy frente a mi primera decepción cinéfila del año. Era una de las películas más esperadas por mí, y resultó ser una aburrida e insípida historia (si es que la tiene); un film neo-noir que solamente puede ir uno a ver bajo pretexto de disfrutar el, sin duda, soberbio espectáculo visual que Miller ofrece.

Es el experimento estético ya visto en Sin City (2005), prácticamente con el mismo tipo de fotografía en blanco y negro de alto contraste, con pequeños detalles de color en momentos clave, que emulan el estilo visual de un cómic y sus viñetas. Tampoco creo que tenga mucho que ver este estilo expresionista con el del cómic original, pero al menos me hizo algo llevadera la experiencia de ver a Samuel L. Jackson hacer el ridículo de su vida profesional, haciendo un personaje con el que, cada vez que salía en pantalla, me daban ganas de salirme de la sala. Su villano, un tal The Octopus, el típico científico loco que gusta de hacer clonaciones, resultó ser peor que cualquier “malo” en la peor película de la Disney: ridículo, insoportable y con una verborrea de humor idiota.

Junto a un grupo de pelones que intentan ser “ayudantes” de The Octopus (a la segunda escena ya me tenían harto), a la inútil participación de Paz Vega (guapísima, como siempre, pero hubiera dado lo mismo que participara o no), a la pobre Scarlett Johansson haciendo el peor trabajo de su carrera, a una narración caótica y terriblemente rutinaria, es decir, a una enorme secuencia del personaje principal, The Spirit (Gabriel Macht), le sigue otra de The Octopuss, y así sucesivamente; más una narración en off que se hace exhaustiva debido a lo plano de la historia (con solamente una escena climática), me hace llegar a la conclusión (junto con la de un amigo, más conocedor de cómics que yo), que Frank Miller no tiene nada que hacer dirigiendo cine.

El personaje de The Spirit, es una suerte de mezcla entre The Green Hornet y The Shadow, un ex policia que ha regresado del más allá en la forma de un, precisamente, espíritu inmortal y justiciero, que busca reencontrarse con el amor de su adolescencia y también luchar contra el mal, para que su amada Ciudad Central pueda dormir tranquila. Dicha inmortalidad nos hace ver escenas insoportables, como aquella en la que Spirit y Octopus se pelean con… un retrete. Vemos muy poco de la lucha contra el mal de Spirit (acompañado siempre por un gato), debido a sus eternos diálogos consigo mismo, inmerso en un enorme dilema existencial: su debilidad por las chicas guapas.

Si se quiere otro pretexto para ver este churro, tal vez deba saber que puede reencontrarse con el padre de Kevin Arnold (Dan Lauria, de la serie The Wonder Years). Para mi gusto es quien mejor actúa de todo el reparto y es de las pequeñas cosas rescatables.

++ Lo mejor: el soberbio y espectacular trabajo visual, al más puro estilo de "Sin City". ¡Ah! y Dan "The Wonder Years" Lauria.

++ Lo peor: Samuel L. Jackson y sus tres acompañantes pelones.

martes, 27 de enero de 2009

A LITTLE TRIP TO HEAVEN * * * 1/2

Forrest Whitaker.

La primera película dirigida por el islandés Baltasar Kormákur en Estados Unidos, no está muy lejos de los temas habituales en su filmografía (101 Reykjavic y Hafid). A Little Trip to Heaven (2005), quizás tiene en su contra el seguir la tendencia de muchos melodramas hollywoodenses, con historias sobre personajes con destinos cruzados y marcados por aparatosos accidentes automovilísticos (¿A alguien le suenan "Amores Perros" y "21 Grams"?.

El resultado, de todas maneras, no deja de ser impresionante. Kormákur le da un apabullante realismo a las escenas de los accidentes. Tres choques automovilísticos hilvanan los hilos dramáticos, en una película que se mueve entre el thriller policiaco y el melodrama familiar. Su personaje central, interpretado por el siempre estupendo Forrest Whitaker, es un agente de seguros con vocación de detective, forzado a investigar las consecuencias de un terrible accidente en la carretera. El accidente ha  dejado una persona calcinada, muchas preguntas y una millonaria poliza, que podría ser cobrada por una mujer (Julia Stiles), madre de un pequeño niño y esposa de un mecánico con pinta de tenerle mucho cuidado (Jeremy Renner).

“¿Es largo el camino al Cielo?”, le pregunta el niño de apariencia angelical al confundido agente de seguros, dentro de un escenario de clima caótico (lluvia torrencial, mucha nieve, etc.). Si bien Kormákur a veces cae en lo caótico en la narración, al desentrañar apresuradamente las revelaciones finales, lo admirable es su cuidado aspecto visual, así como su notable dirección de actores. Whitaker llena a su personaje de varios aspectos atractivos (ese tono de voz irritante, su tartamude). Su agente de seguros es grisáceo, frío, pero en el cine de Kormákur todos –o casi todos- se dirigen a una redención. Abe, el agente en cuestión, también va por ese camino, uno casi celestial.

Para ser su primer filme en los Estados Unidos, Kormákur supo lograr, con todo y sus contados defectos, un interesante thriller, alejado de las concesiones comunes en este género y, claro, de los elementos más comunes en sus filmes anteriores, por ejemplo, las familias disfuncionales. Aunque, a decir verdad, aquí sí hay una familia disfuncional, pero los secretos que esconde serán, más bien, tétricos.

++ A Little Trip to Heaven (titulada en España "Verdades Ocultas") se encuentra disponible en DVD, aunque en una edición sin extras de relevancia.

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