viernes, 31 de agosto de 2007

EN CARTELERA: WOLF CREEK * * *

Si hay un verdadero protagonista en Wolf Creek (Australia, 2005), no lo encontraremos en su trío de jóvenes y desorientados turistas, que acaban perdidos en el supuestamente emocionante viaje que emprenden a la zona australiana que da título al filme, sino el inmenso desierto en el que acaban atrapados, sin un alma que los escuche, los vea o los pueda rescatar de una muerte segura.

Ya no son ninguna novedad los filmes de terror juvenil que tienen como base un relato de turismo paranoico, ambientados en un punto geográfico lejano, extraño y desconocido, como lo ejemplifica el díptico gore Hostel (2005 y secuela/2007), sobre un grupo de chicos norteamericanos quienes, en su viaje de turistas por algún país de Europa Oriental, serán víctimas de una corporación de cirujanos frustrados, dedicados a torturar y asesinar a turistas despistados.

Largometraje debut del realizador australiano Greg McLean (apenas con un cortometraje titulado ICQ), Wolf Creek es un ejemplo más del filme que tiene como centro el fatídico destino de unos turistas, que no se acerca a los niveles sangrientos de Hostel, pero termina siendo una pequeña e interesante obrita dentro del género, gracias a la funcional mano de McLean para crear una opresiva e inquietante road movie terrorífica.

Los escenarios de los valles desérticos del sur de Australia, vistos a través de la lente de McLean y su cinefotógrafo Will Gibson, son de una belleza tan sencilla como intrigante. La historia, basada hechos reales, sostenidos por unas estadísticas que abren el filme difíciles de creer, que hablan de una gran cantidad de gente perdida en las carreteras de Australia, sin que se vuelva a saber nada de ellos.

“Hacía un verdadero servicio a la gente matando canguros...estaban por todos lados, como los turistas”, dirá en cierto momento un amable cazador retirado al australiano Ben (Nathan Phillips) y a sus dos amigas británicas (Cassandra Magrath y Kestie Morassi, notables), nuestros tres turistas en dificultades, cuando en su viaje para admirar el inmenso cráter de Wolf Creek, su destartalado coche se descomponga en plena noche. El cazador (John Jarratt, igualmente notable) se ofrecerá a remolcarlos con rumbo desconocido.

El guión de McLean aventura lo que pudo haber sucedido con los chicos, durante las terribles horas que pasaron extraviados en algún punto desconocido del desierto, en una película en apariencia menor, pero llena de detalles (ambientación, ritmo y actuaciones muy logrados), que la hacen más grande de lo que parece.



jueves, 30 de agosto de 2007

LA SCIENCE DES RÊVES * * 1/2

Algo que pude comprobar al ver La Ciencia del Sueño (La Science des rêves, 2006), largometraje del videoclipero galo Michel Gondry, es que al actor mexicano Gael García Bernal, protagonista del filme, no se le da mucho la comedia, mucho menos los papeles cómicos. Es todo, menos un comediante nato, a pesar del talento demostrado en anteriores ocasiones.

La película es todo un despliegue de la habitual creatividad e imaginación de Gondry. Demuestra nuevamente su versatilidad y maestría para la animación en stop-motion. Junto a los Hermanos Quai, Gondry ha sabido explotar todas las posibilidades de esta artesanal técnica, para dar origen a delirantes y surrealistas fantasías. Esta es una de las clásicas travesías oníricas que el realizador gusta hacer, a través de los recovecos de la mente de sus inmaduros personajes.

Tal y como lo hizo en Eternal Sunshine of the Spotless Mind (2004), Gondry hace un estudio romántico -y en muchos momentos simplón- de la creatividad, a través de un personaje que evidencia muchos aspectos autobiográficos. Stéphane (García Bernal), es un chico mexicano que ha decidido instalarse en París, luego de la muerte de su padre. Por intervención de su madre francesa (Miou-Miou), Stéphane conseguirá un trabajo ordinario como asistente en una imprenta, armando calendarios comunes y corrientes, labor alejada de sus aspiraciones artísticas como ilustrador.

Enamorado de su vecina, Stephanie (la británica Charlotte Gainsbourg), el chico intentará conquistarla al verla como su media naranja, impresionado por su capacidad de crear figuras de tela. La película es impresionante, al menos visualmente hablando. Las inseguridades, miedos y traumas infantiles de Stéphane, al igual que sus sueños románticos con Stephanie, levantan por momentos a una cinta cuya  historia de amor es demasiado burda, plana y sin fuerza. No vemos otra cosa más que los esfuerzos, casi ridículos. del chico por llamar la atención de su vecina.

Dentro de este estira y afloja, se colarán imágenes muy bellas, técnicamente logradas con mínimos recursos técnicos (como el caballo de tela que cobra vida en un sueño, el “vuelo” acuático que hace Stéphane por encima de la ciudad, entre otras). Sin embargo, creo que el personaje de Stéphane debió de haber caído en un actor con más capacidades cómicas, que supiera transmitir más gracia en pantalla. En resumen, con más talento para la comedia, como el Jim Carrey en Eternal Sunshine of the Spotless Mind, que pudiera sostener más el ritmo y caprichos visuales de un realizador como Gondry.

Gael García Bernal.


miércoles, 29 de agosto de 2007

CINESPAÑA: LA PLAYA DE LOS GALGOS * * *

“Eres un buen hombre”, le dirá su moribunda madre al impasible y tranquilo panadero Martín (el siempre efectivo Carmelo Gómez), quien sentirá aquellas palabras más como una carga emocional, que como un cariñoso cumplido, en una de las escenas iniciales de La Playa de los Galgos (España, 2002), reciente filme del realizador y guionista Mario Camus (La Vuelta del Coyote/1998, La Ciudad de los Prodigios/1999), una sencilla película de suspenso en la cual el nombre de ETA tal vez no se mencione nunca, pero su peso se deja sentir sobre sus tres personajes protagónicos durante todo el filme.

El fuerte del trabajo de Camus, será más evidente en su buena mano para dirigir a sus actores, que en su guión. La historia podrá irse poniendo predecible con el paso del tiempo, pero no hay duda que la capacidad de Carmelo Gómez y su imperturbable rostro, así como la buena actuación de la guapa actriz italiana Claudia Gerini, con su fría y maliciosa presencia en pantalla, mantienen a flote una película a ratos irregular, a ratos algo dispareja.

La película abre con la ejecución de un hombre amagado y con los ojos vendados, en medio de un bosque a principios de los 1980. Antes de morir de un disparo en la cabeza, el hombre alcanzará a pronunciar el nombre de una mujer. Muchos años después, tenemos a un paranoico hombre, Pablo (Gustavo Salmerón) viviendo en Dinamarca en un estado de alerta constante y con un revolver, junto a su novia (Ingrid Rubio), ya que cree que alguien lo busca para asesinarlo.

Mientras tanto, en la costa de Cantabria, Martín vive una rutinaria y solitaria existencia en el negocio de la panadería, tratando de encontrar a Pablo, su hermano, de quien no sabe nada desde hace muchos años. El seco panadero, aficionado a tocar el acordeón y que dedica parte de su tiempo libre a cuidar unos galgos rescatados de ser sacrificados, al ya no servir para las carreras, verá cambiar su vida cuando conozca a Berta (Gerini), una atractiva mujer de la cual quedará prendado y con quien iniciará una tortuosa relación debido a la hermética personalidad de ella, en su trayecto hacia Dinamarca para dar con Pablo.

Lo que vendrá es un relato sobre el ajuste de cuentas emocional que Pablo hará con su pasado y presente. No estaremos por supuesto ante un film-noir, pero el guión de Camus sigue al pie de la letra los elementos y convenciones de un típico film-noir: Pablo, de personalidad noble e inocente, busca encontrarle sentido a su existencia encontrando una verdad oculta de su pasado y con el amor de una mujer, que acabará siendo la típica femme fatale de algún clásico film noir de Hollywood. Los conocimientos de un psiquiatra (el argentino Miguel Ángel Solá), exiliado de la dictadura argentina en los 1980, serán la guía y voz de la experiencia en toda la historia.

La Playa de los Galgos es una película sobre la venganza y cómo golpea a la larga la violencia y el terrorismo, formando una cadena interminable que parece no terminar nunca, tal y como parece sentirlo Martín mirando al horizonte mientras sus galgos pasean en la playa, en el plano final de la película.

lunes, 27 de agosto de 2007

SKETCHES OF FRANK GEHRY * * * * *


Sydney Pollack y Frank Gehry
La entrada del realizador Sydney Pollack al género documental, Apuntes de Frank Ghery (Sketches of Frank Ghery, E.U., 2005) es el cuidadoso acercamiento que el director hace a la figura del inclasificable y genial arquitecto estadounidense Frank Ghery. Digo cuidadoso, porque con todo y la gran amistad que une a Pollack con Ghery, el documental ofrece una visión llena de matices sobre este gran arquitecto, alabado por muchos y criticado por otros, sin caer en la condescendencia amistosa en la que fácilmente hubiera podido caer.

Tampoco es que el documental sea un frío análisis de Ghery, lleno de tecnicismos académicos. El documental es una presentación cálida que Pollack nos hace de su querido amigo llevándonos, mientras lo sigue con una minicámara digital portátil, hasta la intimidad de su oficina y ofrecernos instantes valiosos de ver a Ghery, con toda su explosiva y cambiante creatividad, en su proceso laboral en el que crea edificios como extraídos de la imaginación de un niño, que se divierte como enano haciendo lo que más le gusta.

Hay una “estrella” que por un instante quiere competir con la figura de Ghery, dejándonos extasiados mientras vemos sus líneas, brillos y raras formas: el museo Guggenheim de Bilbao, la que puede considerarse su obra maestra hasta el momento. Gran obra de la arquitectura moderna destinada a exhibir arte, que como lo afirma filosófica y sabiamente uno de los entrevistados, el director Julian Schnabel, si el edificio roba la atención de los visitantes a las exposiciones de arte “es que ese arte, entonces, no es tan bueno”.

El documental, maravillosamente fotografiado en la manera de capturar la arquitectura de Ghery, podrá estar sencillamente realizado, pero es un ambicioso intento de Pollack por tratar de descifrar de dónde radica su genialidad, cuando el alegre y bonachón arquitecto (tal personalidad transmite en todo momento) pasó una infancia complicada, tratando de ayudar económicamente a su padre trabajando como conductor de camiones o limpiador de aviones.

No existirá en Apuntes de Frank Ghery (el titulo correcto en español sería Bocetos de Frank Ghery) la pretensión de dar una definición precisa hacia tamaña figura: un arquitecto que más bien trabaja como escultor (sus edificios son como esculturas gigantes), no muy buen dibujante, pero considerado por muchos como un artista difícil de catalogar (¿cubista? ¿funcionalista?), que vino a romper con todo lo establecido, y que a su psicoanalista, que hace una simpática participación en el filme, dio varios dolores de cabeza.

Autor de la escultura "El Pez", ubicada en el Port Olímpic de Barcelona (frente al Hotel Arts), el documental es un magnífico primer paso para adentrarnos en la fantástica obra de Frank Ghery, de manos de alguien que lo admira y también intenta conocerlo a fondo por primera vez, como Pollack.



CINESPAÑA: PRINCESAS * * * *

A lo largo de su filmografía (una de las más coherentes de la cinematografía española moderna), Fernando León de Aranoa (Madrid 1968) se ha mantenido fiel a la temática social de su cine, así como una crítica directa al gobierno y la política. El lugar donde gusta ambientar sus historias es Madrid, su ciudad natal, en la que sabe moverse por sus rincones marginales, demostrando lo bien que conoce la capital española y sus alrededores. Aranoa plasma en sus filmes parte de su propia experiencia, y si algo ha sido evidente en sus películas, es la sensibilidad que tiene para abordar los temas que plasma, así como aprovechar al máximo las locaciones para ambientar sus tramas. En resumen, dotes que sabe amalgamar para que sus filmes exuden un impresionante realismo.

Recientemente, León de Aranoa ofreció seminarios en el Centro Cultural de España de México, con motivo de la presentación de su documental Caminantes (2001), que trataba la marcha que los zapatistas hicieron desde Chiapas hasta la Ciudad de México, para manifestarse a favor de los acuerdos de San Andrés, tema internacional que no escapó a los ojos y atención del director madrileño. Además, ofreció cursos sobre guionismo en D.F., materia en la que ha tenido una actividad más amplia.

Con apenas 4 largometrajes, Fernando León de Aranoa tuvo en Barrio (1998) el que es hasta ahora su mejor trabajo, ambientado en los suburbios de Madrid, y que contaba la historia de un grupo de amigos adolescentes, Rai, Javi y Manu, con muchos problemas familiares encima, la vagancia como “actividad” principal y el nihilismo envolviendo sus vidas, intentando mostrar cómo las problemáticas juveniles provienen de un entorno familiar conflictivo. Como podía verse en Javi (Timmy Benito), personaje principal, y la mala relación que lleva con su padre (Enrique Villén, actor fetiche de León de Aranoa), hasta la tragedia que cerrará un filme crudo por ver una juventud en decadencia, de diálogos fuertes, al igual que la personalidad de estos jóvenes.

El penúltimo filme de Aranoa, Los Lunes al Sol (2002) -éxito internacional por los premios que ganó-, entre ellos varios Goya e incluso un Ariel de Plata en México, gracias en especial a su estrella, Javier Bardem, que se robaba la película con una lograda caracterización como Santa, un desempleado junto a otros tres amigos igual en paro, tratando de una manera sensible, pero también entretenida, la problemática del desempleo en España.

“Existes porque alguien más piensa en ti y no al revés” dirá en uno de los instantes cruciales de Princesas (España, 2005) su protagonista principal, Cayetana (magnífica Candela Peña), el más reciente filme de Fernando León de Aranoa. Ambientada nuevamente en Madrid, Aranoa intenta en la película sumergirse en el mundo de la prostitución, a través de la triste pero inocente mirada de su par de protagonistas femeninas, una de ellas una inmigrante ilegal, proveniente de República Dominicana.

En buena medida, Princesas es uno de los filmes más arriesgados de Aranoa hasta el momento, no nada más por tratar el tema de la prostitución con el mayor de los cuidados (desde el punto de vista estético, incluso), sino también por la fuerte crítica -nada extraño en el cineasta- hacia el gobierno y sus funcionarios, esto cubierto de un velo humorístico en la forma de un grupo de prostitutas españolas, que día a día se reúnen en una peluquería a observar de lejos cómo sus colegas inmigrantes les quitan el trabajo.

Zulema (Micaela Nevárez), la prostituta inmigrante en cuestión, es la vecina de Cayetana, que sin muchos problemas logran conocerse y hacerse amigas, para compartir a lo largo de la cinta sus desdichadas y amargas vidas. La primera sin papeles, sufriendo los chantajes y abusos de un funcionario de gobierno, que le ha prometido conseguir documentos a cambio de sexo, ocultandole a su familia en América cómo sobrevive en España, y con un hijo pequeño esperándola en la isla. Mientras, “Caye” tiene que llevar una doble vida: la familiar, ocultando a su madre y hermanos su verdadero trabajo de prostituta, sobreviviendo apenas con unos cuantos euros que saca de los ocasionales trabajos que consigue, mientras sueña con algún día operarse los senos para conseguir más clientes.

Princesas es la combinación de dos temas, la prostitución y el problema de la inmigración ilegal, en un trabajo en el que Aranoa incluso juega con el estilo documental, filmando a verdaderas prostitutas trabajando en las calles, dejando entrever su notable capacidad para conseguir ambientes, mantener su acostumbrado realismo, no nada más por las locaciones, sino por las estupendas actuaciones de todo el reparto.

La cinta es un reflejo quizás algo idealizado de las prostitutas, pero en lo que acierta es en su retrato de ellas como seres con sentimientos, sufrimientos y sueños, que aspiran a vivir un cuento de hadas inalcanzable –como alude el título-, a una vida normal que parece más bien una ilusión.

CINE ANIMADO: TOCCATA FOR TOY TRAINS * * * * PARADE, OR HERE THEY COME DOWN OUR STREET * * * *

Los hermanos Ray y Charles Eames dirigieron una gran cantidad de cortos animados, labor que no tuvo pausa a partir de la década de los 1950. Entre sus inquietudes, estaba el reflejar de una peculiar manera los avances tecnológicos de aquella época, como en The Information Machine y Do-nothing Machine (ambos del año 1957), que hacían una reflexión en torno al funcionamiento veloz de las computadoras y su utilidad para la sociedad. IBM apoyó la producción de estos cortos, que fueron exhibidos en la Feria Mundial de Bruselas de ese año.

Dentro de sus inquietudes por la tecnología, los hermanos Eames realizaron ese mismo año Toccata for Toy Trains (E.U., 1959), que como su título indica, hacía una maravillosa exhibición de trenes de hoja de lata y sus pasajeros--del mismo material-. Los juguetes lucen bellísimos frente a la cámara de los Eames. Charles hacía la narración de las acciones que tenían lugar en la imaginaria estación de trenes, donde un regordete personaje de traje blanco –un muñeco que se desplaza sobre ruedas-, es el que conduce la mayoría de la narración, en su prisa por abordar su tren.

El corto está magníficamente musicalizado por Elmer Bernstein, y los Eames editaron su corto al ritmo de la banda sonora. Se podría poner en duda que este corto sea animado. Quizás no lo sea dentro de la tradicional técnica del stop-motion o de los dibujos animados. Lo que esencialmente se aprecia, son unos objetos –los juguetes- animados por medios distintos (conocidos por los que tuvieron la fortuna de poseer estos juguetes en su niñez). Por ejemplo, muchos de los trenes son de cuerda, otros avanzarán con un poco de petróleo (como también lo hacían ciertos barquitos, que al encenderles una mecha avanzaban en el agua) etc. Una fantástica exposición, bien musicalizada, de juguetes que hoy en día han pasado al recuerdo de nuestros padres y abuelos, aunque sumamente apreciados y conservados por coleccionistas.

Otro corto es Parade, or Here They Come Down Our Street (E.U., 1952), que podría considerarse un antecedente de Toccata for Toy Trains, ya que es también una gran exhibición de juguetes de hojalata y uno que otro de plomo. La acción es sencilla, pero majestuosa: un desfile musicalizado estruendosamente llega a una ciudad. El desfile está formado por soldaditos de plomo (unos montados a caballo), coches de colores, etc. Aquí, los juguetes sí están animados con la técnica del stop-motion (cuadro por cuadro), pero la rudimentaria técnica apenas y se nota. Los juguetes se desplazan con mucha fluidez por el cuadro. Aquí, los hermanos Eames se lucen también con una elaborada edición y con sobreimpresiones impecablemente hechas.

Ambos cortos, son una nostálgica mirada a juguetes que parecerán insignificantes en esta época, pero que en realidad son unas hermosas piezas que, con un poco de imaginación, hacían pasar en la antigüedad horas interminables de diversión. Tal es la premisa de los Eames en ambos cortos: el poder de la imaginación a la hora de divertirse.

EL HOLLYWOOD DE AYER: CALL IT MURDER * * *

La mayor parte de la acción en ¡Llámenle Asesinato! (Call It Murder, Estados Unidos, 1934) sucedía en la residencia del férreo miembro del jurado, Edward Weldon (el actor australiano O.P. Heggie), durante una noche en la que los miembros de su familia le cuestionan su implacable decisión de haber mandado al cadalso a una mujer, que había cometido un homicidio pasional. Este sencillo filme está basado en la obra teatral de Claire y Paul Sifton, que tenía a un jovencísimo Humphrey Bogart en el papel de un hombre conquistador, que se hacía amante de la hija de Weldon, Stella (Sidney Fox), el día del juicio de la desafortunada mujer. Originalmente, la película, dirigida y escrita por Chester Erskine, tenía el título de “Midnight”, sólo que luego fue reestrenada por la empresa Astor Films bajo el título de “Call It Murder”, con la intención de promocionar al joven actor Bogart, cuyo nombre aparecía en los créditos en letras grandes, sin que tuviera un papel protagónico en el filme.

La puesta en escena es pequeña. Toda la acción en la residencia de los Weldon era dirigida por Erskine sin mucha imaginación, cercano más bien a una puesta teatral y con una dirección de actores algo pobre. Sin embargo, el inicio servía a Erskine para una puesta en imágenes dinámica, especialmente en esa parte en que los miembros del jurado escriben su veredicto en privado, hasta que la atención se centra en el rostro de Ethel Saxon (Helen Fint), la mujer asesina, que termina confesando que su móvil tenía que ver con el dinero que le quitó a su víctima después de dispararle.

Durante el desarrollo, habrá un intercambio de espacios caótico en la estructura narrativa alterna que propone Erskine. Saltos entre la residencia de Weldon y la celda de Ethel, mientras en la primera se desarrolla una subtrama típica de melodrama familiar, en la que Edward y su esposa (Margaret Wycherli) le hacen ver a su hija que el tal Garboni (Bogart) no les agrada mucho como novio para ella. Consejos proféticos, ya que Garboni esa misma noche le dice a Stella que debe partir a Chicago por cuestiones de negocios, cuando en realidad lo que quiere es dejarla. En un arranque de pasión, Stella, aparentemente, mata a Garboni de un disparo. ¿O habrá sucedido otra cosa? Es una acción que nunca se ve, pero en estado de shock Stella confiesa a su familia haber matado a Garboni.

El dilema que se presenta en este drama (tan adecuado para un film noir o un thriller policiaco), encamina al estricto Weldon a concluir que debe aplicarse la ley por igual a su hija -si es que resulta culpable-, tal y como lo hizo con Ethel Saxon. Un tercer acto soberbio, intensamente actuado por el resto del reparto secundario, entre los que se incluían a actores extraídos del medio teatral de Broadway, como las mencionadas Margaret Wycherli y Helen Fint; junto a Henry Hull, Granville Bates, Lynne Overman y Richard Whorf. El realizador parece en este momento levantarse del letargo, demostrando además un buen manejo del encuadre, de la disposición de sus actores en escena, permitiéndose algunos destellos de humor al llegar el fiscal de distrito (Moffat Johnson).

El final quedaba abierto. Invitaba a que uno sacara sus conclusiones al respecto, sobre lo que realmente había sucedido esa noche: ¿Era inocente o no Sydney? Algo cierto, es que la película no tenía intención alguna de manejar un discurso en contra de la pena de muerte, sino confrontar a sus personajes con sus mismos ideales, creencias, incluso sus temores, esto último en el caso de la romántica Sidney.

Vistas de página en total