viernes, 20 de junio de 2008

THE INCREDIBLE HULK * * * 1/2


The Incredible Hulk (2008), el nuevo filme del personaje creado por Stan Lee, con dibujos de Jack Kirby, para mi gusto no ha estado mejor que la anterior entrega, Hulk (2003), dirigida por Ang Lee. Más bien, es diferente. Para ser sincero, hay cosas en la película de Ang Lee que me hubiera gustado ver en la nueva y viceversa. Por ejemplo, eché de menos la locura del científico frustrado como el encarnado por Nick Nolte (padre de Bruce Banner en el filme de Lee), además de su más interesante historia, su estilizada narración que dividía la pantalla en varios “cuadros” (a manera de las viñetas de un cómic), o una presencia femenina más fuerte y, a la vez, vulnerable, como con Jennifer Connelly. En general, falta la profundidad y complejidad de los personajes de la película de Ang Lee, que en su momento fue destrozada por muchos críticos y fans del personaje.

La nueva película, dirigida por el francés Louis Letterier (de hecho, le ofrecieron la dirección de la primer película), tiene sus puntos a favor: unos mejorados efectos especiales, en un Hulk más realista, feroz e impresionante; un William Hurt que me convenció más en su frío papel de general, que el encarnado por Sam Elliot en la película de Lee, con un agregado en su afán de crear un arma militar, tomando como base los experimentos con rayos gama de Bruce Banner. Además, me gustó mucho más el Banner interpretado por Edward Norton, muy por encima de la blanda actuación de Eric Banna en la pasada película.

Ahora, la historia lleva a Bruce Banner a viajar por varios puntos geográficos del mundo, desde alguna favela en Río de Janeiro, pasando por Guatemala, México, hasta llegar a los E.U. El relato está más cercano al espíritu original de la teleserie de los 1980, e incluso está plagada de referencias a la misma, como el homenaje al actor original, el fallecido Bill Bixby, o a Lou Ferrigno, quien interpretaba al monstruo con peluca de estropajo, en fugaces cameos. Para los que añoran el tema musical, la banda sonora también rescata parte de la melodía original del programa, con la que veíamos al ermitaño Banner partir solitario por la carretera.

Ese es el Banner que Letterier y Norton, coguionista del filme, han decidido retratar en la nueva película, aquel que está solo en el mundo, sufriendo por ese monstruo que lleva dentro y por ser perseguido por el ejército. Sin embargo, Banner ahora busca todo tipo de remedios, no tanto para curar su mutación, sino para controlarla, como la meditación y las artes marciales, aspecto que quizás deje un poco desconcertados a los fans al ver a Banner sentado en posición de loto y meditando, llevando una revisión precisa de su pulso con un reloj en su muñeca. Vaya, que veremos en un momento que no podrá ni experimentar un poco de fugaz pasión amorosa, ya que si se emociona demasiado podría transformarse en Hulk.

Lo que realmente me gustó, es ese toque nostálgico que los realizadores imprimieron a la película y a la concepción original que tuvo Stan Lee del personaje, una mezcla del Dr. Jekyll y Mr Hyde con el monstruo Frankenstein. En ese sentido, resulta casi surrealista ver a un Tim Blake Nelson encarnar a un moderno Dr. Frankenstein, desesperado, nervioso al manejar la tecnología que él mismo creo para intentar ayudar a Banner, quien está postrado en una camilla con Liv Tyler a su lado, en lágrimas y atestiguando la que podría ser su muerte. Mientras, afuera se desencadena una verdadera tormenta de maquinaria militar, en una de las mejores escenas, cuando vemos cómo el monstruo reconoce a su chica, o aquella de las armas que lanzan ondas nucleares-magnéticas al enfurecido Hulk. Es decir, escenas de acción pura y bien ejecutada.

El tema de la obsesión armamentista sigue presente, y se extiende ahora a experimentos científicos. El general de William Hurt (con quien nos viene a la mente un homenaje a su trabajo en Altered States), no está tan alejado de la demencia de Nick Nolte, en tanto Tim Roth encarna a un villano que sólo tiene que hacer una cosa: obedecer a su lunático “amo”. El colosal enfrentamiento final entre dos titanes, remite a una lucha estilo serie B, como “Godzilla contra King Kong” (¡la huída de Hulk colgándose de edificios y puentes!), en lo que acaba siendo una película veraniega sin otra pretensión que entretener, y despertar la nostalgia de los fanáticos del cómic y la teleserie.

jueves, 19 de junio de 2008

HULK, GIGANTE DEL CÓMIC, LA TELEVISIÓN Y EL CINE

Los comics han encontrado en el cine una manera de extender su lenguaje. Una buena cantidad de realizadores, por involucrarse en el redituable negocio de una franquicia o por añoranza de un superhéroe de su infancia, retoman historias de estos personajes, víctimas de un suceso traumático que les marcó una doble identidad (Batman, The Phantom,...), con alguna discapacidad doblemente compensada con algún super poder (Daredevil), pertenecientes a un mundo sobrenatural o extraterrestre (Superman, The Shadow) y aquellos que por accidente adquieren habilidades sobrehumanas, psíquicas o mutaciones irreversibles (Spiderman, Fantastic Four, etc), dando a su vida un giro vertiginoso y sentido profundo: auxiliar a la humanidad en momentos de crisis.

The Hulk fue uno de los comics más afortunados en cuanto a adaptaciones –no todas afortunadas- se refiere. Extraído de la imaginación de Stan Lee (creador de Spider-man, los X-men y Daredevil), en colaboración con el dibujante Jack Kirby, en 1962, Hulk nació como una apología hacia la fuerza militar estadounidense, en tiempos en que los estragos de la Segunda Guerra Mundial aún hacían mella, para luego venir la Guerra de Corea y, al terminar esta, la invasión militar en Vietnam. En medio de tal panorama, la historia del Dr. Robert Bruce Banner, un científico que se contamina con la radiación de rayos gamma por salvar a su asistente, Rick Jones, de una explosión nuclear, servía como alegoría del poder de E.U. en el manejo de la fuerza nuclear. Una fuerza capaz de dotar a un hombre común de características físicas extraordinarias, y una fuerza semejante a la diez escuadrones de infantería juntos. Interrumpidos sus experimentos nucleares, en la fabricación de una bomba de rayos gamma para el ejército estadounidense en Nuevo México, Bruce Banner comienza a transformarse en un monstruoso hombre gris, cada vez que se estresaba o enfurecía. El inicial color gris del personaje, fue sustituido por un color verde militar debido, según se dice, a problemas de fotomecánica e impresión del cómic.

Después de una adaptación en dibujos animados a mediados de los 1960, en pequeñas historias junto a Iron man, Thor, Captain America, etc., Hulk tuvo una memorable adaptación televisiva en los 1970, despojada de las originales referencias militares del cómic. El proyecto surgió de un telefilme que sirvió como programa piloto, The Incredible Hulk (Johnson-Neufeld Jr, 1977), aunque ya antes se había realizado The Incredible Hulk: Death in the Family (Levi, 1977). La teleserie fue transmitida de 1978 a 1982, y era una reelaboración de The Fugitive, exitosa serie de los 1960, con la eterna persecución de Javert contra Jean Valjean en el clásico de Victor Hugo, Los Miserables. El programa narraba la penosa existencia fugitiva del Dr. David Bruce Banner (Bill Bixby), un científico que por sus arriesgados experimentos con rayos gamma, se ve condenado a transformarse continuamente en un musculoso monstruo verde (el fisicoculturista Lou Ferrigno) cada vez que se enfurecía. Por si fuera poco, Banner cargaba con la culpa de no haber podido salvar a su esposa de un accidente automovilístico, cuya muerte es atribuida a Hulk, y tenía que cargar también con la persecución obsesiva de un periodista, Jack McGee (Jack Colvin), el único que conocía la identidad secreta del monstruo. Episodio tras episodio, veíamos en los televisores a Hulk salvar al indefenso o alguna mujer en problemas, por diferentes pueblos y ciudades. Aun queda en la memoria de los telespectadores los ojos de Bill Bixby con lentillas verdes, su ropa rasgándose por el musculoso cuerpo de piel verde mientras se transformaba, la ridícula peluca que usaba Ferrigno y el melancólico tema musical a piano que cerraba cada capítulo, con la panorámica del ermitaño Banner caminando por la carretera.

Las posteriores adaptaciones no fueron más que telefilmes basados en la serie, extensiones de su argumento original y con los mismos actores. Mientras se seguía transmitiendo el programa, se estrenó en tele Bride of the Incredible Hulk (Johnson, 1979), un intento de darle un giro romántico a la historia. Más tarde, cuando la serie cumplió su ciclo, vino una serie de telefilmes tardíos que revivirían, temporalmente y con mucho esfuerzo, el éxito de la serie. The Incredible Hulk Returns (Corea, 1988) trajo de vuelta a Bixby y a Ferrigno en un telefilme de mediana calidad, donde Hulk formaba equipo con Thor (Eric Allan Kramer), otro superhéroe de la Marvel. Posteriormente, vinieron dos últimos telefilmes, esta vez dirigidos y producidos por Bill Bixby: The Trial of the Incredible Hulk (1989), ahora haciendo equipo con otro héroe de Marvel, Daredevil (Rex Smith), para medir fuerzas contra un gángster millonario (John Rhys-Davies) y The Death of the Incredible Hulk (1990), el mejor de todos, que mostraba a David Banner, considerado muerto, como empleado de limpieza en un laboratorio y, al mismo tiempo, tratando de curar sus transformaciones. La trama ponía a un grupo terrorista interesado en utilizar los poderes del monstruo verde.

Después de una larga ausencia, Hulk resurgió como producto del boom fílmico relacionado con los comics, con todas las ventajas que ofrece una superproducción de Hollywood: los efectos digitales y un reparto de primer nivel. Fue Hulk (2003), dirigida por el taiwanés Ang Lee, la película que marcó el espectacular debut del gigante verde en la pantalla grande. El enérgico actor Nick Nolte interpretaba el papel del padre (curiosamente llamado David Banner) del Dr. Bruce Banner (Eric Banna, flojo y no muy convincente), mientras la bella Jennifer Connelly era el interés romántico del científico, quien se encuentra huyendo de un general (Sam Elliot) que desea eliminar a Hulk antes que este destruya San Francisco. Ahora son unos experimentos genéticos los que provocaban las transformaciones de Banner en Hulk, y la historia, de tintes freudianos, reflejaba una interesante, traumática y compleja relación padre-hijo, cuando el primero comenzó experimentando consigo mismo, para luego querer hacerlo con su propio hijo. Ang Lee dotaba al filme de su experiencia dirigiendo películas de artes marciales, con un ritmo ágil y una notable capacidad para entremezclar registros variados, como la fantasía y el romance.

El paso de Hulk por el cine se encuentra más cercano a los filmes serie B, con su carga de discursos pseudocientíficos y alegorías de paranoia social sobre una amenaza imaginaria, como lo fueron en su tiempo Gojira (1954) o The Blob (1958). Según Stan Lee, Hulk nació como una fusión del monstruo Frankenstein (de la novela de Mary Shelley), y del Dr. Jekyll and Mr. Hyde (de la novela de Robert Louis Stevenson), y además de ser la representación de la ciencia como fuente de obsesiones humanas, es el símbolo del lado bestial y violento del ser humano, de neurosis dormidas, con referencias claras a Der Golem (1914) e incluso a King Kong (Cooper-Schoedsack, 1933).

Mañana se estrena en España The Incredible Hulk (2008), la última adaptación al cine del personaje creado por Stan Lee, dirigida por el francés Louis Leterrier. Protagonizada (y coescrita) por Edward Norton como Bruce Banner, Liv Tyler, William Hurt y Tim Roth, la película ha sacrificado la complejidad de una trama como la del filme de Ang Lee, por el espectáculo visual y climáticas escenas de acción.
++Reseña mañana viernes.

miércoles, 18 de junio de 2008

CLÁSICOS DE CLÁSICOS: THE MIND OF MR. SOAMES * * * 1/2

Al ver The Mind of Mr. Soames (1970), es inevitable recordar las últimas y, en la mayoría de los casos, lamentables apariciones en el cine de Terence Stamp, de los mejores actores británicos de los últimos años. Basta recordar sus participaciones en My Boss’s Daughter, ese mayordomo fantasmagórico que hizo en The Haunted Mansion, o también ese “sensei” de Elektra en la película del mismo nombre. Al parecer, Terence Stamp ha ido saliendo de esa mala racha con su actuación en Dead Fish (al lado de Gary Oldman y Robert Carlyle), y pronto lo veremos también en la, aparentemente, divertida Get Smart este 2008.

The Mind of Mr. Soames, narra el “despertar” de un hombre con la mentalidad de un bebé, gracias a los esfuerzos de un doctor de ideología humanista, Michael Bergen (Robert Vaughn). El hombre en cuestión, John Soames (Terence Stamp), estuvo en coma desde que nació hace 30 años, y despertaba gracias a una milagrosa operación en el cerebro.

El dilema planteado en esta película, adaptación de la novela de Charles Eric Maine, es sobre la posibilidad de educar a un hombre que no ha aprendido ni siquiera a hablar. La película, con un ritmo narrativo tranquilo, mostraba la evolución de Soames en el desarrollo de sus destrezas motoras hasta el uso del habla. Eran lentos pero efectivos los avances de Bergen, en colaboración con el doctor Maitland (Nigel Davenport), hasta que, inevitablemente, Soames comienza a mostrar interés por el mundo exterior.

Era una reelaboración de la premisa de Frankenstein, y Bergen es el “hombre de ciencia” con la responsabilidad de cuidar al nuevo ser que estaba creando. Terence Stamp ofrecía una magnífica actuación, en su imitación de gestos y lloriqueos de un niño de 1 o 2 años, lo mismo que el buen trabajo de Robert Vaughn, y Nigel Davenport. Los personajes prácticamente se regocijan en una serie de interrogantes y teorías relacionadas con el comportamiento humano. Había una implícita: la sociedad termina moldeando al ser humano, creando patrones de conducta, como cuando Soames descubre por primera vez el cariño y cuidados de una mujer. ¿Se enfrentaba a un despertar sexual o con el descubrimiento del amor materno?

The Mind of Mr. Soames, en el rigor estático de su puesta en escena, está inmersa en una complejidad digna de ser analizada por estudiantes de Psicología con todo y ser un relato de ciencia ficción, aunque también es entretenida en esa inocencia e ingenuidad que transmitía Stamp: su interacción con los doctores de la clínica, su intento de hacerse amigo de una nerviosa chica, hasta un final desgarrador pero satisfactorio de acuerdo a la premisa.

martes, 17 de junio de 2008

CINE ANIMADO: MONONOKE-HIME * * * * *


El maestro Hayao Miyazaki, el mayor exponente del anime, consiguió en La Princesa Mononoke (Mononoke-hime), una espectacular fábula ecologista. Escrita por el mismo Miyazaki, La Princesa Mononoke no tiene los recursos digitales con los que gusta ahora de complementar sus filmes. Tiene algún fondo retocado digitalmente, habrá también ligeros efectos especiales en el impresionante final, pero en general la película es un prodigio de la arcaica técnica de animación bidimensional.

Su mensaje ecológico es obvio: la raza humana está arrasando con la naturaleza, los bosques y sus recursos naturales, en una especie de reelaboración de Tarzán y The Jungle Book, con batallas de samuráis incluidas y un acertado toque épico y fantástico. El bosque es un personaje más, lleno de criaturas míticas, que serán uno de los puntos fuertes al constituir una fuerza que luchará contra la depredadora raza humana.

La desafortunada suerte de un chico, Ashitaka (voz de Yoji Matsuda), infectado por la maldición que lleva un jabalí hechizado, le acabará dando una fuerza extraordinaria con el arco y espada. Su encuentro con San (voz de Yuriko Ishida), conocida como Mononoke, princesa de los lobos, lo llevará a completar ese viaje iniciático que emprende en su búsqueda por una cura , que el fascinante dios Ciervo, guardián supremo del bosque, podría darle.

Es el viaje de Ashitaka para descubrirse como el héroe predestinado que es, y la travesía de Mononoke, negada a considerarse humana, a descubrir ese lado perdido y olvidado de sí misma al haber sido criada por los lobos, para liderar una batalla épica entre humanos y animales por la defensa del bosque. La influencia del cine japonés clásico de samuráis, se hace presente en la subtrama de una villa productora de hierro poblada por mujeres guerreras, asediada por samuráis sedientos de poder.

Lo que eleva a la Princesa Mononoke por encima del simple relato infantil con moraleja, es la clásica visión sumamente orgánica de Miyazaki, terrorífica en muchos momentos, violenta, pero delirantemente fantástica y surrealista en todo su conjunto.

lunes, 16 de junio de 2008

DVD: LE SCAPHANDRE ET LE PAPILLON * * * *


Julian Schnabel es un amante de las artes plásticas. Es un pintor jugando a ser cineasta. Antes de La Scaphandre et le papillon, había mostrado casi siempre las mismas inquietudes: entender, a través de biopics como Basquiat (1996), las almas complejas y atormentadas de artistas, e incluso escritores, como en Before Night Falls (2000), su anterior largometraje. Schnabel también tuvo una pequeña participación en el último documental del recientemente fallecido Sydney Pollack, Sketches of Frank Gehry (2004), donde habla con pasión y convicción sobre la obra maestra del arquitecto estadounidense: el Museo Guggenheim de Bilbao.

Tomando como punto de partida el libro homónimo escrito por Jean-Dominique Bauby (Mathieu Amalric, en una de sus mejores actuaciones), editor de la revista Elle a mediados de los 1990, Julian Schnabel se aleja del mundo del arte para adentrarse y adentrarnos, literalmente, en el alma torturada de Bauby, poco después de despertar de un coma provocado por una embolia cerebral, que lo paralizó completamente. Su única forma de comunicación con el mundo, era el parpadeo de su ojo izquierdo, el único que le quedó intacto.

Schnabel huye del chantaje, así como del camino fácil y predecible. Somos cómplices de los pensamientos, recuerdos y diálogos internos que Bauby tendrá consigo mismo, bromeando en ocasiones, riéndose de sí mismo y de su situación, justo cuando su neurólogo le mande a dos bellas terapeutas (la canadiense Henriette Durand y Olatz López Garmendia), para enseñarle a comunicarse a través de un sistema codificado. Con este sistema, Bauby logró una hazaña fenomenal: escribir precisamente el libro en el que se basa la película, una recopilación de sus experiencias en la clínica, su vida como padre de familia, el divorcio de su atractiva esposa (Emmanuelle Seigner) y de su frívola vida profesional, como editor y novio de una guapa modelo; con autos lujosos y, ante todo, declarándose agnóstico hasta la médula.

El realizador -según confiesa- tomó como inspiración la agonía que pasó su padre, al atestiguar cómo una enfermedad lo fue consumiendo hasta la muerte. Sin embargo, la película tiene un mensaje optimista, llena de reflexiones y filosofía de la vida. Es todo un examen de conciencia, que Bauby hace recurriendo a magníficos flash-backs, en cuidadas transiciones entre el tiempo presente y pasado, así como a fantasías que se forma para hacerse más llevadera la existencia (esa secuencia de la comilona de ostras y mariscos) y calmar el apetito sexual, con el cual bromea siempre.

Pero el gran merito, por encima de lo que parece una típica trama sobre la fortaleza humana en la enfermedad, es en el aspecto formal. Schnabel ha sabido transmitir, inteligente y hábilmente, la experiencia visual de lo que es ver tan sólo con un ojo (gran parte de la película está rodada con estilo de “cámara subjetiva”), para revelarnos el entorno de Bauby desde su punto de vista. Su ojo sano es la única “ventana” que tiene abierta hacia una realidad sobrecogedora, difícil, dramática, dolorosa, terrible la mayoría de las veces, pero que puede ser también alegre, jovial y juguetona.

++Próximamente en DVD.

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