viernes, 16 de noviembre de 2007

EN CARTELERA: MR. WOODCOCK * * 1/2

No puedo dejar pasar algún filme en el que participe Billy Bob Thorton, un buen actor que, sin esforzarse ni proponérselo mucho, sabe trabajar bien la comedia, pero no cualquier comedia. Billy Bob ha sabido desarrollar un tipo de personaje gamberro y mala leche, que es el alma de comedias tendientes a lo vulgar, corriente y políticamente incorrecto, para ser exactos desde Bad Santa (Terry Zwigoff, 2003), pasando por el remake de Bad News Bears (Richard Linklater, 2005), y ahora Mr. Woodcock (E.U., 2007), comedia dirigida por el virtualmente desconocido realizador Craig Gillespie, que en su haber tiene tan sólo otra comedia, inédita en España y México, Lars and the Real Girl (2007).

Billy Bob interpreta al Mr. Woodcock del título, un personaje que tiene todas las características que el actor sabe imprimir a estos exquisitos seres, con los que uno se divierte como espectador, pero que en el fondo detesta. Mr. Woodcock es un fascistoide maestro de educación física, que se dedica a torturar a sus alumnos de todas las maneras que el deporte se lo puede permitir: darles pelotazos, castigarlos con lagartijas y vueltas al gimnasio por cualquier insignificancia, destrozarlos mientras les enseña lucha grecorromana, etc, forzándolos a asimilar su filosofía de vida competitiva, mientras los mira con ojos de asesino.

John (Sean William Scott), es un ex alumno de Woodcock que sufrió sus torturas, pero se ha hecho famoso escribiendo un libro de superación personal, basado en una frase que le dijo mientras lo castigaba: “hay que dejar al pasado atrás”. John será honrado por su pueblo natal en Nebraska (estado maicero por excelencia) con un premio, y deberá dejar los compromisos públicos agendados por su metalizada publirelacionista (Amy Poehler) para ir a recibirlo.

El problema para John, es que su madre viuda (Susan Sarandon) es novia de Mr. Woodcock, elegido por el pueblo como hombre del año. Afectado por el hecho, John se propondrá evitar ante todo que su madre, convencida de que es un buen hombre, se case con el causante de todos sus traumas de la infancia.

La película de Gillespie basa toda su comicidad en el sadismo y agresividad de Mr. Woodcock, y algo también de la agente de John, una alcohólica que se dedica más a maltratarlo que a otra cosa. Aunque me agrada mucho el trabajo de la comediante Amy Poehler (en especial el del programa Saturday Night Live), creo que este papel está lejos de ser uno de sus mejores trabajos. En ese sentido, Mr. Woodcock tiene su gracia en la medida que Gillespie sabe explotar la comedia física y un poco de slapstick, que funciona bien gracias al buen trabajo de Billy Bob. Hay uno que otro gag gracioso, aunque no los suficientes como para que el filme no sea la historia olvidable que termina siendo.

El guión intenta mostrar con muchas dificultades al Mr. Woodcock humano, y el mayor problema de la película, es que el mensaje que los guionistas Michael Carnes y Josh Gilbert intentan transmitir es uno distorsionado y mal enfocado. Al final, John deberá darse cuenta que no importa cuanto lo torturó física y psicológicamente su maestro, ya que todo fue por su propio bien y, para colmo, debe agradecérselo. No importan los medios, sino el fin, es decir, “la letra con sangre (golpes y patadas ) entra.”

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