martes, 27 de noviembre de 2007

EL HOLLYWOOD DE AYER: 3:10 TO YUMA * * * * *

Hay un momento, en la eterna hora que tienen que pasar juntos el enojado ganadero Dan Evans (magnífico Van Heflin) y su prisionero, el líder de la banda de ladrones Ben Wade (Glenn Ford soberbio), dentro del cuarto de hotel que servirá de prisión temporal para el bandido, en la que Wade llega a entender (y de alguna manera compadecer) al también padre de familia Evans, luego de haberle causado pérdidas monetarias al “tomarle prestadas” una buena cantidad de cabezas de ganado, para obstruirle el paso a la diligencia cargada de oro que asaltó junto a sus secuaces, incluidos un par de caballos para escapar.

La historia de redención narrada en 3:10 to Yuma (E.U., 1957), es quizá una de las más famosas dentro del género western (de mis favoritos), en la que el humilde granjero y ganadero encarnado por Van Heflin, harto de tantas injusticias, robos y crímenes, agobiado por la frustración y una temporada de sequía que amenaza con dejar sin alimento a todo su ganado y llevarlo a la ruina, decide echarse encima el deber y responsabilidad de custodiar a Ben Wade, ayudado por un grupo de hombres encabezados por el alguacil, para subirlo a un tren que lo llevará hasta Yuma (pequeño poblado cerca de la frontera con México) y ser colgado.

Dirigida por Delmer Daves, teniendo como leiv-motiv musical toda la película el tema cantado por Frankie Laine, 3:10 to Yuma es un relato originalmente escrito por Elmore Leonard, que llevaba como premisa argumental la posibilidad de que un villano, sarcástico y sanguinario, pudiera enderezar su camino y tener un poco de humanidad, por la impresión que le causa el gran sentido de justicia de Dan, al tiempo que es conmovido por el cálido núcleo familiar que encabeza como patriarca de una familia, formada por dos hijos y una preocupada esposa (Leora Dana).

A primera vista, la película parece un comercial y entretenido western de fin de semana, pero en realidad, tenía algunas audacias en su guión como ese encuentro sexual sugerido entre Wade y la atractiva cantinera (Felicia Farr), o la violencia de varias escenas, como la del asalto, en donde queda perfectamente descrito el personaje de Wade al mostrarlo como un frío y despiadado ser, capaz incluso de sacrificar a sangre fría a uno de sus compañeros con tal de que su robo no se frustrara, el hombre que era colgado del candelabro del hotel o el enfrentamiento final.

La dupla actoral formada por Glenn Ford y Van Heflyn (este último, junto a Ford, un prolífico actor de westerns, como Tomahawk/1951, Shane/1953, etc.) es sencillamente genial, de las mejores y más memorables en el género. Ford resulta en verdad inquietante en su papel de villano, de los pocos que hizo en los numerosos westerns que protagonizó, mientras que la fuerza interpretativa de Heflyn quedaba patente desde el inicio, con un personaje nunca dispuesto a doblegarse ante las manipuladoras tentaciones de Wade, encarnando el ideal del héroe incorruptible y honorable.

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