
El décimo sexto largometraje del realizador catalán Ventura Pons, de los pocos directores catalanes que filman sus cintas totalmente (o casi) en catalán, fue un fracaso de crítica en España, y no es para menos. La película, adaptación de la novela homónima de Lluís Anton Baulenas, es una grisácea, verborreica, monótona y desencantada historia de amor fou (es decir, amor loco), fallida por donde quiera que se le vea, a pesar de las esforzadas actuaciones de Santi Millán y la siempre efectiva Cayetana Guillén Cuervo.
Pére-Lluc es un p

En efecto, durante un tercio y poco más de la película, no veremos más que a Pére y a Sandra tener sexo, sexo y....más sexo, en los lugares más insólitos (¡Ese manoseo en el bar, o esas escenas de sexo en pasillos y escaleras de edificios! ¡Por favor!). El asunto, además de inverosímil, es más bien rutinario.
Aparte del rutinario sexo que sostiene la hueca relación de Pére y Sandra, la narración en off de Pére acaba siendo muy cansada, llena de frases que jamás nos creemos que puedan ser dichas, pensadas o escritas por este personaje. Nunca pude creerme el hecho de que, mientras el Pére narrador está diciendo en off unas líneas tan profundamente “filosóficas” y “poéticas”, el Pére que vemos en pantalla es un tipo que trabajosamente puede decirle algo a Sandra, o expresar un sentimiento por su amigo fallecido.
La historia no nos dice ni revela nada nuevo sobre el amor: es loco, apasionado, irracional e impulsivo. Y que Ventura Pons nos lo trate de decir a través de unos personajes fallidos como Sandra y Pére, no ayuda mucho ni con ese happy-end tan poco creíble.
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