viernes, 7 de septiembre de 2007

CLÁSICOS DE CLÁSICOS: SCARFACE * * * * *

Los más grandes filmes de gangsters de los últimos tiempos (trilogía The Godfather/Coppola /1972/1974/1990, Goodfellas/Scorsese/1990, The Untouchables/De Palma/1987, entre muchos otros) ¿hubieran sido los mismos sin la influencia de Scarface, de los primeros y más grandes filmes sonoros de gangsters de todos los tiempos? Lo dudo mucho, ya que esta película de Howard Hawks prácticamente impuso escuela en la manera de abordar las historias de mafiosos en el género del film-noir. Basada en la novela de Armitage Trails, fue tal el impacto de Scarface (Estados Unidos, 1932) en su tiempo, que su productor, Howard Hughes, tuvo muy complicado el poder estrenarla, pidiéndole a Hawks que le bajara el tono violento a muchas de las secuencias (mutilándole hasta 8 minutos de metraje), con tal de que pudiera seguir en cartelera tras su polémico estreno. Por si fuera poco, Scarface estaba inspirada en buena medida en la vida de Al Capone (apodado precisamente “Scarface”). Como si se tratara de una burla traviesa de Capone hacia el trabajo de Hawks, esta llegó a ser una de las películas favoritas del capo, que le gustaba verla varias veces.

El remake que Brian De Palma hizo de Scarface (en la película homónima de 1983 y protagonizada por Al Pacino) poco tenía que ver con la historia original, tomando nada más algunos elementos del argumento de Hawks, para adaptarlo a la historia de un inmigrante cubano, que se abrió camino en el mundo del hampa en Miami, Florida.

El acierto de Hawks fue haber dotado a su Scarface de un realismo inusual para la época. Una cinta que al verla hoy en día, no deja de inquietar por los casos críticos de inseguridad que presentaba, y que ocurrían en las grandes metrópolis, como Chicago y Nueva York. Por ello, resultaban sumamente interesantes los titulares previos al inicio de la película: “Lo que se verá está inspirado en hechos reales..., que esto sirva para que el gobierno, SU gobierno, tome cartas en el asunto,...”.

Algunos actores del reparto eran extranjeros, empezando por el actor principal, el austriaco Paul Muni (físicamente, una combinación del actor español Eduardo Noriega con Benicio del Toro), en el papel de Tony Camonte, un matón a sueldo, que luego de asesinar en un restaurante a uno de los capos que dominaban el tráfico de licor y ser arrestado por la policía, sale libre por obra de influencias corruptas, para poco a poco ir escalando en el mando de la banda dominante en el mercado negro, la encabezada por Johnny Lovo (Osgood Perkins, por cierto, padre del actor Anthony Perkins).

Camonte irá muy lejos, y también conquistará a Poppy (Karen Morley), la novia rubia de Lovo, culminando así con su ascenso al poder. Tampoco titubeará al eliminar a todo aquel que le estorbe, en su afán por dominar el tráfico de licor, drogas y prostitución. La maestría de Hawks en la dirección de Scarface, está en la narración prodigiosa que hace de la vida delictuosa de Camonte, en la que da una particular importancia a su vida familiar al incluir a su madre (Inez Palange), como una mujer humilde y angustiada por la personalidad violenta de su hijo, así como por la relación que lleva con su liberal hermana, Cesca (la bella Ann Dvorak), un personaje que será decisivo en la resolución de la trama, el ser que Camonte quiere más en su vida (por encima incluso de Poppy), y que vendrá a representar la pérdida trágica para Tony por su ambición irracional por el poder. Por esos años, Hitchcock todavía no llegaba a Hollywood, pero hay una especial relación entre el Scarface de Hawks y The Man Who Knew Too Much (1934), de Hitch, realizada tan sólo dos años después de Scarface.

Aunado a la magistral narración de Hawks, está también un montaje que acentúa hábilmente los momentos más dramáticos y violentos, como en esa larga secuencia en la que la banda enemiga acribilla todos los restaurantes y bares que se negaban a vender el licor ilegal, el asesinato de cierto jefe (Boris Karloff) en un juego de boliche y esa persecución que le hacen a Camonte en su auto por la carretera, esta última una escena de acción adelantada a su tiempo, bien resuelta hacia su fatal desenlace.

Una fotografía bellísima de influencias expresionistas, a cargo de Lee Garmes y Lewis William O’Connell, destacaba en las escenas nocturnas y en la forma de incluir una misteriosa “X” en escenas clave de los asesinatos, una especie de código tomado de fotografías periodísticas reales de la época, era otro de los logros estilísticos y técnicos de esta obra maestra de Howard Hawks, un film-noir clásico que sigue estando por encima de todas sus películas hijas, nietas y bisnietas, que se realizarían en las subsecuentes décadas de los 1940 y 1950.

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