jueves, 27 de septiembre de 2007

CINESPAÑA: SON DE MAR * * 1/2

El cineasta catalán Juan José Bigas Luna, perteneció a esa nueva generación que, a finales de los 1970 y principios de los 1980 (acabado el franquismo), renovó drásticamente la industria cinematográfica hispana. Junto a otros realizadores como Pedro Almodóvar, dio un vuelco al cine ibérico, dotándolo de versatilidad y modernidad, usando un lenguaje y estilos, más bien, reaccionarios, de protesta, como instrumentos sumamente expresivos. Con películas como Las Edades de Lulú (1990) y la trilogía Jamón, Jamón (1992), Huevos de Oro (1993) y La Teta y la Luna (1994), Bigas Luna trajo con Son de Mar (España, 2001) una visión más romántica, lírica y visualmente más refinada. Basada en una novela de Manuel Vicent, adaptada por el guionista Rafael Azcona, Son de Mar tiene como eje central los conflictos emocionales de tres personajes, a través de una historia sencilla y ambientada en las costas de Cataluña.

Ulises (Jordi Mollà), profesor de literatura, llega a un pueblo pesquero de la Costa Brava catalana, para impartir clases en un instituto. En la hostería donde se hospeda, conocerá a Martina (Leonor Watling), la guapa hija de los dueños. Ulises y Martina quedarán prendados desde el primer momento, ambos se casan y procrean un hijo. Sin embargo, Ulises comienza a sentirse harto y desencantado de su nueva vida, y un día, después de haber salido a pescar en su barca, desaparece misteriosamente en el mar.

Jorge Sierra (Eduard Fernández), el adinerado dueño de una constructora, lleva tiempo pretendiendo a Martina, la cual por su difícil situación, terminará casándose con él. La historia tomará un giro cuando Ulisés regrese para buscar a Martina, y quiera revivir su antigua relación con ella, cosa que no será nada sencilla con Sierra en medio.

Son de Mar es quizás la película más romántica de Bigas Luna. El director recurre a un lirismo exacerbado y poético, además de un tratamiento visual muchísimo más cuidado y delicado en sus inevitables escenas eróticas. Este último aspecto (escenas de desnudos bellamente iluminados y fotografiados) es de lo mejor del filme, un respiro por parte de Bigas y sus temas sexuales.

De todas las actuaciones, destaca Leonor Watling, en aquel entonces joven promesa, al contrario de Jordi Mollá, inexpresivo y con unos diálogos que le quedaron demasiado grandes para lo poco que ofreció en el filme, mientras Eduard Fernández está simplemente sobreactuado.

Si bien en muchas partes la película cae en la frivolidad telenovelera, Son de Mar presume una buena ambientación, con referencias al arte griego (la residencia de Sierra), en la que es evidente la relación de la trama con el relato de Ulises en la "Ilíada" y la "Odisea". El buen trabajo del cinefotógrafo José Luis Alcaine y una notable banda sonora de Glen Johnson, hacen de Son de Mar una alegoría sobre el amor no del todo conseguida, pero que merece la pena revisarse, en especial por los seguidores del realizador catalán, considerado “de culto”. Son de Mar es una simple curiosidad dentro de su filmografía, provocadora y subversiva.

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