martes, 14 de agosto de 2007

CINE ANIMADO: A SCANNER DARKLY * * * 1/2

Con A Scanner Darkly (E.U., 2006), reciente filme de Richard Linklater, realizador que ha dedicado la mayor parte de su filmografía a plasmar las inquietudes, sueños y conflictos de la juventud moderna (Antes del Amanecer/1995, Antes del Atardecer/2004), se vuelven a superar los límites en cuanto al género animado se refiere, así como a plantear sus alcances tecnológicos.

Basada en la novela homónima del imprescindible escritor de ciencia ficción, Philip K. Dick, (publicada en 1977), es un libro que Terry Gilliam y Charlie Kaufman quisieron adaptar mucho antes al cine, sin que nada se concretara. A Scanner Darkly es una aproximación de Philip K. Dick a sus propias experiencias con las drogas, relato alejado un poco de las distopias futuristas planteadas en Blade Runner (Scott, 1982) o Minority Report (Spielberg, 2002).

En A Scanner Darkly sigue presente la policia, afectándose a sí misma por sus propios métodos, o más directamente, por lo que está intentando perseguir o eliminar, como sucede con el protagonista, un detective de narcóticos, Bob Arctor (Keanu Reeves), realizando encubierto una investigación, para dar con el fabricante de la Sustancia D., una droga en forma de cápsulas, a la cual él mismo es adicto.

Para su adaptación de la obra, Linklater ha recurrido por segunda vez a la impresionante técnica del rotoscopio, tal y como lo hizo en la delirante Waking Life (2001), que prácticamente transforma una película con actores de carne y hueso, en un versátil filme animado. Si Waking Life lucía como una pintura viviente, A Scanner Darkly es como un auténtico cómic vitalizado, inspirado en el estilo visual de artistas como Mike Mignolla, en un minucioso trabajo que consistió en redibujar digitalmente, cuadro por cuadro, a los actores, para transformarlos en dibujos animados, que de todas formas conservan su actuación intacta.

En cuanto a la historia, A Scanner Darkly es una crítica al gobierno y a las instituciones, a la invasión de la privacidad, en una sociedad orwelliana en donde la policia observa con cámaras los movimientos de cada persona y escucha sus conversaciones. La cinta no está desposeída del toque juvenil propio de Linklater, en el que casi todos los adultos son como alocados adolescentes, tontos, bromistas, simplones en varios instantes, como las vulnerables víctimas de las drogas y del corrupto sistema que las produce.

Linklater extrae del libro lo que en verdad desea: mostrar a una juventud embrutecida y afectada por las drogas. Aunque también es verdad que el deseo de experimentar con la técnica del rotoscopio hasta sus últimas consecuencias, de concentrarse demasiado en el aspecto visual, le trae limitantes en el desarrollo del argumento, en una cinta de todas formas fascinante que, al menos por ahora, está lejos de convertirse en material de culto. Ya el tiempo dirá.

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