jueves, 29 de octubre de 2020

FAMILIA DE MEDIANOCHE

Los Ochoa respondiendo una emergencia.

No recuerdo cuándo fue la última vez que vi un documental tan adrenalínico como éste. Por que así es Familia de Medianoche, una película documental que, así como tiene instantes de cierto humor involuntario, también está lleno de muchos momentos de suma tensión. La película se mueve a través de mini historias en la Ciudad de México, las cuales tienen lugar en la noche. En efecto, apenas y vemos la luz del día en esta película, que nos lleva por las calles de la gran metrópoli dentro de una ambulancia privada, revelándonos un mundo poco o apenas conocido: el servicio de estos vehículos, no exactamente regulados, en toda clase de emergencias y percances, para llevar a la gente accidentada o herida a los hospitales más cercanos --- o convenientes.

Lo que más llama la atención de todos los hechos que se presentan en el filme (nominado al Ariel a Mejor Largometraje Documental este año) es cómo la gente, en su desesperación y dolor físico, se ponen en manos del personal, en este caso la familia Ochoa, dueños de la ambulancia, confiando en que sean paramédicos certificados y con el suficiente conocimiento y preparación para atenderlos. Uno de ellos, de nombre Juan, quizás no pase de los 25 años, pero es quien se encarga de conducir la ambulancia a una velocidad impresionante (quizás llega a rozar los 100 km por hora en algún momento del filme).
Pero Juan también impresiona por los diagnósticos, casi inmediatos, que da para cada caso que ve, y es quien también provee a la película de lineas cargadas de una filosofía franca, directa, y práctica. "Esto es un negocio", dice Juan. "Si no hubiera enfermos o accidentes, no habría este negocio de ambulancias, ni tampoco hospitales; y si no hubiera muertos, no sobrevivirían las funerarias". Así de simple.
Dirigido, escrito, fotografiado, y editado por Luke Lorentzen, la película tiene el logro de saberte poner en el epicentro de toda la acción, es decir, dentro de la ambulancia; ya sea en la parte trasera, en donde transportan a las personas accidentadas, o frente a ellos, en la parte delantera, mientras conducen. Lorentzen sabe construir la tensión adecuada de una forma sencilla, y lo hace, irónicamente, no mostrando imágenes de alto contenido gráfico, o cayendo en estrategias baratas de nota roja. Sólo escucharemos llantos, quejidos de dolor, o cuando es posible, los accidentados respondiendo a las preguntas de los Ochoa. Mientras, la cámara únicamente se centra en el trabajo que hacen. Aunque también hay momentos de pura adrenalina, como cuando tienen que competir con otras ambulancias en calles semi vacías (o usando el carril del metro bus), quemando llantas a lo "Rápido y Furioso", para ganar y tratar de ser los primeros en llegar al lugar de la emergencia.
Pero creo que lo más difícil para la familia (la cual incluye a un niño, el hermano menor regordete, al cual le reprochan los mayores el no dedicarle tiempo suficiente a la escuela, y que no hace otra cosa más que comer todo el tiempo) no será exactamente el trabajo de paramédicos que llevan a cabo, sino el momento de cobrar en el hospital, a quien haya acompañado al accidentado, por el servicio. Algo que, por alguna razón extraña, Lorentzen prefiere mantenerse al margen, sin mostrar gran cosa del proceso; alejado, y sin que sepamos nunca la conclusión de estos momentos. Algo sí es claro -o más o menos claro-, y es que, por lo poco que se puede ver, es que aceptan lo que la gente pueda o quiera darles.
Lo cierto, es que Familia de Medianoche será, para muchos -como quien esto escribe- un documental revelador. Te tendrá con las manos sudando, o también con ansiedad. Sin embargo, los miembros de la familia son, en sí, todos unos personajes. A pesar de lo crudo y difícil de las situaciones que enfrentan, son también los protagonistas de sus propias historias, de las cuales se nos muestran sólo guiños, con algo de comedia y de melodrama familiar-social. Muy recomendable.
⭐️⭐️⭐️⭐️

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