viernes, 4 de enero de 2008

CINESPAÑA: LA BUENA ESTRELLA * * * 1/2

Acaso una de las mejores actuaciones de Maribel Verdú, es en La Buena Estrella (España, 1997). En una de las mejores escenas, su personaje, Marina, golpeada, sucia, maltratada y con un ojo de vidrio, le pregunta a su héroe-salvador, Rafael (interpretado por Antonio Resines), si quiere subir a su cuarto para “pagarle” el favor de haberla rescatado de la golpiza que le propinaba su novio, Daniel (Jordi Mollá). Son unos cuantos minutos en los que Maribel Verdú sacrifica su atractivo por una soberbia actuación.

Con la ayuda de Rafael, quien la lleva a su casa para ayudarla a recuperarse. El escenario planteado, dará pie a lo que podemos imaginar desde el principio, es decir, el inicio de una dispareja pero pasional relación entre Marina y Rafael, este último resistiéndose a la franca y desinhibida entrega seductora de aquella, debido a su impotencia sexual. La mayor parte de la historia se desarrollará dentro de la casa de Rafael, donde, por un lado, atestiguaremos el que podría decirse será su “despertar sexual”, con la ayuda de la experimentada chica, que encuentra en el tranquilo hombre, dedicado por completo a su negocio de carnicería en Madrid, la paz y serenidad que llevaba buscando por mucho tiempo.

Dirigida por el fallecido realizador y guionista Ricardo Franco (moriría de un infarto un año después de la producción), la película es un torcido relato romántico, en el que no nada más vemos la enésima muestra de la sensualidad de Maribel Verdú como actriz, sino que aquí será el objeto en discordia entre el impasible Rafael y el vulgar y bueno para nada de Daniel, que aparece tiempo después decidido a recuperar a Marina. La cosa se pondrá difícil, cuando esta empiece a mostrarse confusa con lo que todavía son sentimientos hacia Daniel. “No me dejes sola con él, no respondo de lo que pueda pasar”, le advertirá Marina al no menos confundido Rafael.

La realización de Franco es de lo más sencilla, tanto en su puesta en escena como en la fotografía, basada mucho en la luz natural, que ilumina por completo el interior del hogar de Rafael, la víctima que ha quedado en medio de todo este embrollo amoroso y que, además, se echará encima la responsabilidad, por pura voluntad propia, de cuidar al bebé que espera Marina, producto de su relación con Daniel. La sobreactuación de Jordi Mollá interpretando al patanazo de Daniel, resulta más que apropiada, al saber imprimirle algo de humor a la historia del dejado de Rafael, que lo verá meterse hasta el último rincón de su casa, instalarse a sus anchas y, en pocas palabras, que le “vean la cara” sin que este mueva un dedo.

El mayor acierto del realizador, es saberse concentrar en las actuaciones de sus tres protagonistas. Antonio Resines destaca en el papel de un hombre que se pone en contacto de nuevo con su lado humano, olvidado y enterrado, justo cuando llega a su vida Estrella, la hija recién nacida de Marina. Tendremos a tres seres inadaptados compartiendo un solo espacio, una mujer inestable y ninfómana, un hombre trabajador que se pasa de bueno y confunde amor con conformismo, y uno que es la representación perfecta de todos los defectos masculinos (flojo, descarado, violento golpeador de mujeres, libidinoso). Lo intrigante será ver qué ocurrirá con los tres compartiendo la misma casa.

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