viernes, 12 de octubre de 2007

CINE ANIMADO: TREASURE PLANET * * 1/2

Desde hace un tiempo considerable, la casa Disney dejó de ser el imperio monopólico del mundo de la animación. Después de sacar a la luz proyectos como Atlantis: The Lost Empire (Trousdale-Wise, 2001), una extraña mezcla de los clásicos literarios de Julio Verne (Viaje al Centro de la Tierra y 20,000 Leguas de Viaje Submarino), o Lilo & Stitch (De Blois-Sanders, 2002), reelaboración infantil simple, algo escatológica y con un tratamiento de ciencia ficción, aunque con cierto encanto, del Frankenstein de Mary Shelley, los "creativos disneyanos", parece que no daban en el clavo. Y es que su posterior producción por aquellos años, Treasure Planet (Estados Unidos, 2002), es otro título que se añadió a esa lista de desvaríos de la Disney.

El título de la película revela su inspiración, es decir, la novela clásica de Robert Louis Stevenson, donde personajes, ambientes y entornos, han sido trasladados al espacio exterior, dentro de la añeja tradición de la Disney de reelaborar clásicos infantiles literarios para luego, realizar sus propias versiones, en este caso demasiado extravagante. Ahí radica el problema de Treasure Planet.

Jim, chico rebelde y aventurero, aunque sensible, se entera de la existencia de un tesoro, ubicado en un planeta a millones de años luz de la Tierra. Su mamá es dueña de una taberna, en donde lo más “ganado” de la, digamos, “navegación espacial”, tiene su lugar de esparcimiento. Cierto día, un marinero-tortuga herido llega a la taberna, huyendo de unos piratas que se quieren apoderar de un mapa virtual que lleva en sus manos. De tal manera, Jim, para sacar a su mamá de sus problemas económicos, decidirá embarcarse y buscar el llamado "tesoro de los mil mundos".

Los directores, guionistas y productores, Ron Clements y John Musker, realizadores también de lo que fueron, en su momento, dignos aciertos como Little Mermaid, Aladdin y Hercules, siento que cayeron apabullados ante producciones animadas de ciencia ficción espacial, como Titan A.E (Bluth-Goldman, 2000), Final Fantasy: The Spirits Within (Sakaguchi-Sakakibara, 2001) -inspirado en relatos de Phillip K. Dick-, e incluso, aunque no animadas, los dos primeros episodios de la nueva trilogía de Star Wars, llevando así el magnífico libro de Stevenson a niveles bizarros, en donde cyborgs, alienígenas al estilo Men In Black, seres humanos y la más variada fauna interactúan entre sí, en una combinación de animación tradicional y digital, en panorámicas con casitas rurales del siglo XVII sin armonizar mucho junto a estaciones espaciales.

La historia del viaje de Jim es narrada con sencillez y eficacia, gracias a la buena dirección de Clements y Musker, quienes, con dignidad, dotan a sus personajes de vitalidad y sentimiento. Lo malo es que han sido muchos los problemas del filme, el principal es lo extremadamente forzada que resulta la adaptación, lo poco imaginativa y original, dadas sus innumerables referencias a filmes de ciencia ficción, que resultaría agobiante enumerarlas en este momento.

Lo inquietante es la pregunta: ¿Por qué no se realizó un filme más fiel a la novela original? Con barcos navegando en el mar, islas llenas de palmeras, piratas con pata de palo, etc, y no cyborgs o un moco saltarín en lugar del simpático perico de la novela original. Sin duda, hubiera sido mucho mejor.

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