lunes, 4 de marzo de 2019

GLASS

Samuel L. Jackson, JamesMcAvoy y Bruce Willis.
El mejor pretexto que pudo encontrar M. Night Shyamalan para regresar a su universo creado en Unbreakable (2000), fue incluir a Kevin Crumb (el camaleónico James McAvoy, estupendo), el personaje de Split, también dirigida por Shyamalan. Esa impresión queda después de ver Glass, secuela que trae de vuelta a Bruce Willis y Samuel L. Jackson, interpretando al indestructible David Dunn, y al, por el contrario, frágil y físicamente quebrantable, Elijah Price Glass, sus respectivos personajes de Unbreakable. La verdad, ha pasado tanto tiempo, que muchos quizás tengamos que revisar nuevamente el primer filme, a casi 20 años de su estreno. Si no necesario para disfrutar Glass, verla de nuevo ampliará -y mejorará- la experiencia. En Glass, de todas formas, vemos una recapitulación pequeña de lo que es realmente la primer película: la sorprendente historia de David Dunn, el único sobreviviente de un aparatoso accidente en un tren, debido a que es indestructible y posee fuerza sobrehumana.
Unbreakable no es una película de superhéroes, ni lo es ahora Glass, aunque están muy cercanas a dicho género. Shyamalan tomó prestado un poco del universo de los cómics para crear esta historia, más cercana a los relatos de antihéroes de las novelas gráficas, sobre vigilantes nocturnos, héroes anónimos que se dedican a hacer justicia por su propia cuenta. Desafortunadamente, en Glass el factor sorpresa de Unbreakable está ausente. Sin embargo, no deja de tener cierta fascinación el saber qué ha sucedido con David y Elijah. El primero, el dueño de una tienda de tecnología de seguridad junto a su ya adulto hijo (Spencer Treat Clark, de vuelta), quienes forman una dupla para combatir el mal (o más bien, maleantes que se dedican a quebrantar la ley). Mientras, Elijah Glass, vive encerrado en un sanatorio, confinado a una silla de ruedas, con el peligro de que cualquier movimiento, el más mínimo, fracture sus huesos.
David y Spencer se adjudicarán la misión de rastrear y encontrar a Kevin Crumb, quien sufre de un severo desorden de personalidad múltiple, y que se ha dedicado a secuestrar chicas. La película verdaderamente comienza, cuando, luego de una serie de circunstancias, los tres personajes acaban reunidos en el sanatorio, bajo la supervisión de una psiquiatra (Sarah Paulson), la cual hará de Kevin su objeto de estudio. El problema, es que buena parte de la segunda mitad, es ver a los tres personajes en sesiones y pláticas con Sarah Paulson. La mayoría de las escenas son más un vehículo de lucimiento para la versatilidad de un actor del calibre de James McAvoy, el cual se roba la película, que algo realmente interesante. Ver a McAvoy cambiar, en un abrir y cerrar de ojos, de una personalidad a otra, es un verdadero espectáculo. "La Bestia", uno de sus alter-egos, es un musculoso tipo, capaz de escalar paredes y caminar sobre el techo.
Samuel L. Jackson y Bruce Willis acaban palideciendo frente a McAvoy, aunque no por eso dejan de tener lo suyo en el filme; un brillo trágico y algunas sorpresas bajo la manga. Contrario a los superhéroes, ellos están dentro de un plano más humano y terrenal, con vulnerabilidades y puntos débiles. Para el tercer acto, los dos acaban resucitando como personajes. Si bien, esta parte del filme tiene sus lagunas, baches, cosas ridículas (esas escenas en los restaurantes, que tienen que ver con una secta), es la más rescatable, en donde habrá revelaciones, y puntos que se conectan con otros. Si Shyamalan ha dejado de sorprender desde hace mucho tiempo con sus películas, Glass acaba siendo una curiosidad que, con la actitud requerida, se termina disfrutando. ⭐️⭐️⭐️

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