lunes, 4 de marzo de 2019

AT ETERNITY'S GATE

Willem Dafoe. 
Tarde o temprano sucederían dos cosas: que el pintor y realizador Julian Schnabel (director de la fantástica The Diving Bell and the Butterfly) tomara la decisión de dirigir una película sobre el genio de la pintura post-impresionista, Vincent Van Gogh (ya había dirigido antes la biopic de otro grande de la pintura, Basquiat); y la otra, que el gran Willem Dafoe lo interpretara. Nunca había imaginado a Willem Dafoe interpretando al atormentado pintor holandés. No sólo el parecido físico es impresionante, sino que su actuación es fenomenal. Es cierto, tal vez Dafoe sea más viejo que Van Gogh en el periodo tratado en el filme, su estancia en el pueblito francés de Arles, hasta su muerte, a los 37 años de edad. Qué importa, cuando su rostro sinuoso y enigmático, lleno de recovecos, y erosionado por su interpretación de personajes excéntricos e inclasificables, mantiene tu mirada fija en la pantalla con cada close-up. Como en la escena durante su plática con un sacerdote (Mads Mikkelsen), cuando éste le dice que uno de sus cuadros es "feo, horrendo", a lo que el pintor le contesta, con una mirada azul, fija y perdida, "Pinto las cosas tal y como las veo, es el don que Dios me dio".
Si algo siempre ha fascinado en la vida de Van Gogh, al menos en cine, es su relación de amor-odio con su colega y gran amigo, Paul Gauguin (Oscar Isaacs), y aquí no podía ser la excepción. Aunque Schnabel no muestra su amistad como esa bomba de tiempo a punto de explotar que sí se muestra en Lust for Life (con Kirk Douglas como Van Gogh, Anthony Quinn como Gauguin), sí muestra otro lado, no por ello menos interesante, el de una total codependencia que Van Gogh tenía por Gauguin. Aquí vemos sus clásicas pláticas, donde Vincent trata de convencerlo de que sus ideas y teorías sobre la pintura son válidas (esto mientras orinan tranquilamente, mientras observan un bello paisaje), al igual de convencerlo de que permaneciera en Arles y no se fuera a París. Es donde se muestra la fragilidad mental de Van Gogh, siempre al borde de la locura y del quebranto emocional, inseguro al no saber si era un buen pintor, cosa que Schnabel refleja magníficamente. En lo visual, lo hace con esos desenfoques en ciertas partes de la imagen, al estilo de The Diving Bell and the Butterfly (muy buena dirección fotográfica de Benôit DelHomme).
La película también se centra en la relación de Van Gogh con su hermano Theo (Rupert Friend), la cual termina siendo conmovedora, gracias a la decisión de Schnabel de enfocarse más en la cercanía física entre los dos, que en escritos y cartas. Todo el tema del filme queda resumido en esa escena en donde Vincent le pregunta a su hermano, "Theo ¿crees que soy un buen pintor?". Dafoe (nominado al Oscar a Mejor Actor este año) se enfunda completamente en el papel, tanto, que hasta él mismo se involucró en la realización de las reproducciones de los cuadros vistos en el filme. Más que una biopic convencional, es un gran estudio de personaje el que ofrece. 
⭐️⭐️⭐️⭐️

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