lunes, 14 de abril de 2008

EL HOLLYWOOD DE AYER: SOME LIKE IT HOT * * * * *


No sólo Some Like It Hot (E.U., 1959) es una de las mejores comedias de Billy Wilder, sino también es una de las mejores comedias de todos los tiempos, como muchas del realizador. Todo funciona a la perfección en ella, una inteligente y audaz mezcla de géneros en donde ningún engranaje se siente flojo o fuera de lugar. Wilder integraba sin problemas la trama de una clásica buddy-movie con las típicas situaciones de una cinta de suspenso gangsteril.

La pareja protagónica, formada por Jack Lemmon y Tony Curtis, interpretando a un par de músicos con un montón de sueños, funcionaba de maravilla, en especial, por la gran combinación de caracteres: Jerry (Lemmon), el parlanchín contrabajista de personalidad agitada y algo ansiosa, quien junto a Joe (Curtis), cerebral y hábil saxofonista, tenían la mala fortuna de estar en el momento y lugar inadecuados, al ser los testigos de un asesinato perpetrado por un grupo de mafiosos italianos en Chicago. La banda de gángsters era comandada por Spats Colombo (estupendo George Raft), quienes a su vez eran perseguidos por un persistente detective (Pat O’Brien).

Siguiendo un viejo sueño -de entre tantos que tienen-, Jerry y Joe, sin trabajo y perseguidos por la banda de Colombo, viajarán hasta Florida al integrarse a una orquesta de atractivas chicas (curiosamente todas ellas rubias) disfrazados de mujer, aprovechando la única oferta que su agente les ha podido conseguir. Entre ellas se encontrará la dulce, frágil y vulnerable Sugar Kane (Marylin Monroe, dulce, frágil y vulnerable como siempre), una bella chica que sueña con encontrarse a un millonario, dueño de un yate, con el cual casarse.

El gran logro de Wilder y de la dupla Lemmon-Curtis, es haber aprovechado de manera estupenda todas las situaciones que pudieron originar los travestidos Jerry y Joe, ahora llamados Daphne y Josephine: desde compartir los camarotes del tren con todas las chicas en cortas pijamas, que dará pie a una de las más graciosas e irreverentes escenas de la cinta (la incómoda pijamada), o los inevitables momentos de complicidad femenina cuando Sugar le cuente toda su vida y secretos al nada distraído de Joe-Josephine, quien luego se hará pasar por un millonario estilo Marcello Mastroianni para intentar conquistarla.

El corazón de esta comedia romántica es la manera en cómo Wilder juega con la tensión sexual de sus personajes; con el humor hacia el travestismo y hacia la homosexualidad, todo esto de una forma cuidada y sutil en el giro de 180 grados que toma la trama cuando Jerry-Daphne conozca a un desesperado y sexagenario millonario, Osgood Fielding III (Joe E. Brown), flechado accidentalmente por aquel y que no le despegara el ojo ni un minuto durante la desquiciada estancia en el hotel. Lo peor, es que Daphne quizás empiece a sentir algo por ese anciano en silla de ruedas.

Todos acabarán reunidos en el hotel, donde tendrá lugar un explosivo clímax con la persecución de los gángsters (todos ellos unas caricaturas de los conocidos en un clásico film-noir). El millonario pretendiente de Jerry-Daphne, hacia el final, le dirá en un bote una de las más famosas punch lines de la comedia hollywoodense, después de que aquel le confiesa que es un hombre: “Nadie es perfecto”, le contestará el contento, despreocupado y nada exigente Osgood.

1 comentario:

Joel Meza dijo...

"¡Nadie es perfecto!" Definitivamente una de las mejores líneas finales del cine, Alex. No hay que olvidar las escenas de la Monroe cantando, especialmente esa en que, frente a la orquesta, es iluminada por un seguidor que sugiere un delicado y elegante strip-tease sólo a bse de luz. O la escena de los besos terapéuticos de Marylin a Tony Curtis. ¿Nadie es perfecto? Un poquito de esa imperfección para acá...

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