martes, 4 de marzo de 2008

CINESPAÑA: LAS HORAS DEL DÍA * * 1/2

Las afueras de Barcelona (en específico, la zona del Prat de Llobregat), y varias calles de la ciudad, sirven al joven cineasta catalán Jaime Rosales (ganador recientemente del Goya a Mejor Película por su filme “La Soledad”/2007) para narrar el relato de su penúltimo largometraje Las Horas del Día (España, 2003), sobre la cotidianeidad de su protagonista, Abel (Alex Brendemülh), propietario de una tienda de ropa instalada en alguna calle silenciosa y poco concurrida de Barcelona.

La intención de Rosales es alejarse de toda referencia citadina a la ciudad. En ningún momento vemos alguna “imagen postal” de Barcelona, alguna de playa, señales en catalán,... nada. Rosales pudo haber pensado que alguno de estos elementos distraerían rotundamente, y nada más se conforma con ubicar a sus personajes en algunos puntos de la ciudad que la hicieran mínimamente identificable: bares de tapas, kioskos de periódicos (se alcanza a ver el rótulo de “El Periódico”) y una solitaria estación del metro.

La trama no tiene mayor complicación: Abel y su novia Tere (Ágata Roca), desean comprarse un piso y comenzar un proyecto de vida juntos. Sin embargo, el pasivo y poco entusiasta carácter de Abel, quien vive con su madre (María Antonia Martínez) choca demasiado con la vitalidad de Tere, que gusta de salir a divertirse. Carmen (Irene Belza) y Marcos (Vicente Romero), amigos de Abel y Tere, por el contrario, viven felices en pareja y próximamente se casarán. El negocio de ropa no va muy bien para Abel, y su única empleada, Trini (Pape Monsoriu), le pide una indemnización justa pero que sobrepasa las posibilidades de Abel.

A lo largo de la película, seremos testigos de la rutinaria existencia de Abel dentro de la tienda, de sus discusiones con Tere, de los reproches de ésta, de su gran amistad con el entusiasta Marcos, de sus planes de abrir un negocio juntos, de la seca relación que lleva con su madre, y en general, de cada uno de los detalles cotidianos, mínimos, insignificantes de su vida: la rasurada que se da en el baño al principio del filme, de su cuidada manera de lavar los platos sucios, de preparar la cena, etc.

Hay una admirable voluntad de Rosales por hacer un cine estilísticamente propositivo, en deuda con el cine de Ozu: planos largos, fijos; el minimalismo y la limpieza de su realización. Aunque, hasta aquí, todo iba bien para Rosas. El problema, es que llega un momento en que no sabe mucho que hacer con su relato, ni a donde llevar a Abel y la fatídica decisión que toma dentro de un taxi, o en el baño de la estación del metro. Se estanca en detalles sin relevancia (el imposible pago a Trini, esa relación con Tere que no va para ningún lado).

Aunque formalmente interesante, Las Horas del Día falla por lo hueco de su historia, sobre todo en personajes que se quedan desdibujados, sin ir más a fondo en las causas por las que emerge ese lado obscuro de Abel, dejándolo todo a la imaginación y las suposiciones (¿será todo producto de su propia frustración?).

Me parece que Rosales pudo haber sacado mucho más de la amistad entre Abel y Marcos, de su noviazgo con Tere o, incluso, de esos inquietantes asesinatos, que parecen no tener mucha razón de ser.

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