lunes, 26 de mayo de 2008

CINESPAÑA: PIEDRAS * *

Al realizador Ramón Salazar, le ha sucedido lo que a muchos otros de sus colegas: pasar por la faceta “Almodóvar”. Para varios, es como entrar a la edad del acné durante la adolescencia, es decir, puro dolor y sufrimiento, del cual no se sale bien librado. Piedras (España, 2002), es un mediano ejercicio de estilo que, desde la tipografía de los créditos iniciales, intenta emular a Pedro Almodóvar, en un relato femenino con varias narraciones paralelas, las cuales es difícil no adivinar que acabarán entrecruzándose.

La película, escrita por el mismo Salazar, acaba siendo tan predecible y llena de personajes cliché, que resulta inútil su atractivo acabado visual, en la buena fotografía de David Carretero, y el interesante trabajo de edición de Teresa Font, encadenando los saltos de una historia a otra de una manera creativa y delicada al mismo tiempo. El tema que intenta unir a las cuatro mujeres protagonistas: los pies y los zapatos que usan, acaba siendo absurdo y, en ocasiones, risible.

La presentación de cada una de las mujeres, tiene que ver con la forma de sus pies, el color y tipo de zapatos que usan. Anita (Mónica Cervera) o la de las “zapatillas amarillas”, es una chica con retraso mental, que gusta sacar a pasear a su perro chihuahua y ver pasar aviones; luego Leire (Najwa Nimri), una bailarina de discoteca, drogadicta y novia de un pintor; Isabel (Ángela Molina) es una mujer de la alta sociedad, que ha decidido ir al podólogo a que le examine los pies; Adela (Antonia San Juan), madre de Anita, es una “madame” que administra una casa de citas, en camino de aprender a ser una “buena madre” (deja a su hija, que apenas y se vale por sí misma, salir sola a la calle a pasear al perro) y encontrar el amor. Finalmente, Maricarmen (Vicky Peña) es una taxista y madrastra de un niño, que debe lidiar con una drogadicta (Lola Dueñas) en su casa.

La referencia a los pies, más allá de ser una interesante reflexión fetichista-erótico-romántica al más puro estilo Buñuel, en el filme de Salazar no encuentra del todo su lugar en la trama, siendo un aspecto apenas cómico (por ejemplo, los zapatos de Anita), forzadamente erótico (ese masaje en el armario de Isabel) o sentimental (esa lección de tango que aprende Adela).

Pero lo peor, es cómo las historias no son más que un reciclaje “almodovariano”, poco original y derivativo, de sus temas y personajes: la mujer taxista, la infaltable presencia del personaje homosexual (y otros “enclosetados”); el hombre como provocador del sufrimiento femenino, la referencia cómico-dramática a los programas basura de chismes, etc., con un lesbianismo ambiguo (¿qué hay realmente entre Isabel y el personaje de María Casal?), sin la imaginación, irreverencia, agresiva comicidad ni colorido artístico del realizador manchego.

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