miércoles, 20 de febrero de 2008

EN CARTELERA: NO COUNTRY FOR OLD MEN * * * * 1/2

El último filme de los inclasificables hermanos Joel e Ethan Coen, No Country for Old Men (E.U., 2007), supone el regreso de este par de grandes cineastas a sus trabajos más notables del pasado, encontrando muchos puntos en común con Blood Simple (1984) -su primer largometraje-, en especial por la historia persecutoria de muerte y venganza, así como por los áridos y pueblerinos escenarios en los que se ambienta. Luego de una floja racha, con una comedia visible y entretenida, instalada en el más clásico género de la screw ball comedy, Intolerable Cruelty (2003), más un lamentable remake del clásico británico The Ladykillers (2004), ambientado en el sur de Estados Unidos (¿en dónde más tratándose de los Coen?), sin olvidar, claro, su estupendo cortometraje “Tuileries”, realizado para el proyecto de cortos Paris Je t’aime (varios cineastas, 2006).

Adaptación de la novela homónima del ganador del premio Pulitzer Cormac McCarthy, la película es el clásico estudio de la violencia y el mal de los hermanos Coen, aquí sin su acostumbrado humor negro (Miller’s Crossing/1990, O Brother, Where Art Thou/2000), ni toque sarcástico o cómico (Raising Arizona/1987), o sus reflexiones intelectuales y existenciales (Barton Fink/1991, The Man Who Wasn’t There/2001), representado en la gélida e impresionante presencia del español Javier Bardem, nominado al Oscar a Mejor Actor de Reparto (el cual, ya casi lo tiene sus manos), quien interpreta a un psicópata multiasesino de look setentero estilo Príncipe Valiente, Anton Chigurh, una de las creaciones histriónicas más notables en toda la carrera del actor.

Si bien los temas planteados aquí no son nuevos en la filmografía de los hermanos, sí lo es la aproximación estilística, teniendo uno de sus filmes más tranquilos y ruidosamente silenciosos (la edición del sonido es magistral) hasta el momento: no hay música sino hasta los créditos finales, los personajes tienden a estar estáticos la mayor parte del tiempo, hay muchos planos fijos, en especial, en la insistencia de captar la vastedad de los paisajes áridos del desierto de Texas, lugar donde se ambienta la historia. Como en Blood Simple, la película es un relato persecutorio del “gato y el ratón”, teniendo de por medio una guerra entre narcotraficantes mexicanos en la década de los 1970, cuando todavía no era el problema grave que es ahora en la frontera, y una policia fronteriza pasiva apenas y se movilizaba.

Un cazador, Lewis Moss (Josh Brolin), se involucra en esa guerra, cuando se topa con una maleta llena de dinero, cerca de donde ocurrió un enfrentamiento entre narcos. Confiado, Moss se llevará la maleta, sin siquiera sospechar que el hábil, feroz y calculador Chigurh comenzará a rastrearlo para recuperar ese dinero, dejando en su camino un reguero de sangre y muertos. En tanto, el avejentado y cansado sheriff (Tommy Lee Jones, eficaz como siempre) comenzará una tardía investigación, hasta la frontera con México.

Sería difícil (quizás inútil) aplicarle a una película de los Coen el calificativo de “arriesgado”. Su cine siempre es críptico y enigmático, lleno de claves difíciles de descifrar y que muchas veces quedan a libre interpretación, pero decía que No Country.... es un filme atípico dentro de su estilo. La fotografía de Roger Deakins (colaborador habitual de los Coen) emula los colores deslavados del cine de los 1970, y tenemos el final más anticlimático jamás visto antes en su cine, mientras la cámara explora el rugoso y reflexivo rostro de Tommy Lee Jones. Tal vez mucho de No Country... ya lo hayamos visto antes, pero sin duda es un gran regreso de los Coen al cuadro de los grandes.

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