lunes, 20 de agosto de 2007

THE KID * * * * *

Charlie Chaplin y Jackie Coogan buscando ventanas que romper. 
El primer largometraje dirigido y producido por Charlie Chaplin no podía haber tenido otra inspiración más que su propio pasado, y la dura infancia que vivió en Londres. Curiosamente, The Kid (Estados Unidos, 1921) fue un filme producido en una de las etapas emocionalmente más difíciles de Chaplin, cuando se encontraba en medio del divorcio de su primera esposa, Mildred Harris (aunque se consolaría después casándose con una de las extras de este filme). The Kid tuvo numerosas reediciones (Chaplin sentía muchas escenas demasiado sentimentales), y atravesó muchos obstáculos para que los inversionistas le tuvieran fe a un largometraje protagonizado por un Charlot (el icónico personaje creado por el actor) convertido en el padre adoptivo de un bebé abandonado.

Para convencerlos, Chaplin entretuvo a los productores de la First National (quienes preferían algo que durara dos rollos nada más) con su pequeño actor, Jackie Coogan (quien décadas más tarde acabaría interpretando al pelón tío de la teleserie "La Familia Adams", en los 1960). Los productores quedaron fascinados con el pequeño Coogan, y le dieron luz verde a Chaplin para que empezara la filmación.

Con su actuación Jackie Coogan casi "se roba" el filme. El niño de 7 años debutó con Chaplin en el corto A Days Pleasure (1919), producido también por la First National. Luego de haber trabajado para Sam Wood en Peck’s Bad Boy (1921), Jackie se embarcó en el papel que lo llevaría a la fama en The Kid, como el niño huérfano que es adoptado por el siempre noble e inocente Charlot.

Una graciosísima primera secuencia es la que abre la película, con una madre (Edna Purviance, la bella actriz fetiche de Chaplin), saliendo del Hospital de la Caridad con su bebé en brazos. Chaplin retrata a esta madre (que de tan bella uno llega a dudar que sufra tanto) como una santa, a la que parece hay que perdonarle todo y comprenderla del error que comete al abandonar a su hijo dentro de un lujoso coche (Chaplin compara su sufrimiento con el calvario de Cristo, intercalando una silueta de Cristo cargando la cruz). Junto al bebé, la madre deja una nota que pide “cuidar con mucho cariño a este pobre huérfano”, un elemento importante y decisivo en la resolución de la película. Sin embargo, el coche es robado por un par de ladrones, que al llegar a su escondite se dan cuenta de la presencia del bebé.   Cuando la madre se arrepiente y regresa a buscarlo ya es demasiado tarde.

El humilde cuarto de Charlot (diseñado por el mismo Chaplin, recordando aquel que compartió con su madre en Londres) es un pequeño espacio, que durante el resto del filme será el depositario de todas las alegrías y penas del niño y de su nuevo padre. El cuarto es un espacio bastante logrado que, por añadidura, consigue reflejar toda la situación de miseria que viven los dos protagonistas.

De hecho, la cotidianidad y el día a día que se vive en el pobre barrio de Charlot, es un fiel reflejo del mismo que habitó Chaplin en Inglaterra: los vecinos, el fanfarrón tipo con el que se acaba peleando por culpa del niño, etc. Para sobrevivir, Charlot y el niño tienen el método más mala leche que un servidor haya visto jamás: el niño se dedica a romper las ventanas de las casas, para que luego de emprender la huída llegue al lugar casualmente Charlot, en su papel de “técnico reparador de ventanas”,  y el dueño le pida que cambie el vidrio. Un divertidísimo “fraude laboral” el del pequeño Coogan y su extraordinaria puntería para destrozar vidrios.

El tercer acto del filme (el más melodramático de todos) tiene un afortunado repunte, gracias a un delirante fragmento cómico, que años atrás hubiera podido funcionarle a Chaplin como un perfecto cortometraje. En esta secuencia, Charlot tiene un sueño en donde se ve a sí mismo en el cielo (con todo y un perro con alas de ángel), luego de que las autoridades le quitan al niño, extrañándolo e imaginando que se reencuentra con él. La actriz que interpreta el ángel es Lita Grey, segunda esposa de Chaplin. Un fragmento cómico, sentimental, pero no exento de una traviesa y pícara comicidad, donde los celos rompen con toda la armonía amorosa de los ángeles.

Junto a los buenas secuencias cómicas de las que goza The Kid (hay que mencionar también la del refugio de indigentes, donde Charlot se las arregla graciosamente para esconder al niño en la cama), se encuentra, por otro lado, una gran habilidad narrativa de Chaplin (quien musicalizó la película y escribió el guión). Chaplin consigue armar, con inteligencia, los encuentros-desencuentros de Edna Purviance con su ya crecido hijo. Convertida en una famosa cantante de ópera, la madre se reencuentra con su pequeño hijo en el barrio, sin saber que es el hijo que abandonó años atrás.

Más adelante, Chaplin logra un climax de mucha intensidad emocional. Hay una persecución para rescatar al niño, para concluir con una desgarradora y emotiva escena.  Dicha escena es un duelo histriónico entre Chaplin y Coogan, donde ninguno pierde presencia escénica. Al contrario, ambos ganan en el que fue para Chaplin un magnífico debut en el largometraje, así como uno de los mejores filmes de su carrera y de la Historia del Cine en general. 

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