viernes, 14 de septiembre de 2007

EN CARTELERA: HAIRSPRAY * * * *

No voy a negar que el género musical me interesa, más cuando puedo permitirme disfrutar el detalle más importante de estos filmes: la música, como me ha sucedido con Hairspray (E.U., 2007), remake de la película homónima dirigida por el controversial realizador de culto John Waters, en 1988. La cinta de Waters fue llevada a Broadway el año 2002, con la presentadora de televisión y actriz Ricky Lake en el papel de la gordita Tracey Turnblad, cuyo sueño es participar en un concurso de baile televisivo.

Dirigida por el irregular Adam Shankman (responsable del churro Cheaper by the Dozen 2, y otros como The Wedding Planner y Bringing Down the House), creo que Hairspray se pone en camino para la próxima entrega de los Oscares, al menos, dentro de la nominación para Mejor Canción. En ese sentido, las deficiencias que Shankman tiene como realizador, las ha sabido compensar como coreógrafo de todos los números musicales, muy disfrutables, sencillos y conseguidos en todos los aspectos, desde los bailes hasta la magnífica producción musical.

A estos puntos musicales, se suman otros en cuanto al reparto se refiere. En primer lugar, el notable debut de la joven actriz (tan sólo 18 años) Nikky Blonsky, interpretando a Tracey. Blonsky es una chica que demuestra que sabe cantar bien, abriendo el filme con fuerza con la canción “Good Morning Baltimore”; sabe moverse bien cuando le toca bailar e imprimir una presencia fresca a la película. Luego, la actuación que llama más la atención es la de un irreconocible John Travolta, en el papel de la mamá de Tracey, debajo de un enorme trabajo de maquillaje que lo transforma en una gordísima mujer, una ama de casa que tiene que lavar y planchar ajeno para mantener el hogar, cosa que a duras penas puede hacer su marido (Christopher Walken, efectivo y cantando), con una tienda de magia y bromas.

Estamos en los convulsos inicios de los 1960. El sueño de Tracey es participar en el programa de baile televisivo de Corny Collins. A su madre no le agrada la idea de ver a su hija, bajita, gordita y poco agraciada, ilusionada al participar en un programa donde el físico es lo que más importa. Sin embargo, la vida de Tracey tendrá un giro, cuando entre en contacto con la música negra, conociendo los ritmos del funk y el rithm & blues. Tracey no se rendirá y llamará la atención del presentador del programa al hacer un casting, pero la productora (Michelle Pfeiffer bellísima y malévola), evitará que Tracey participe al ver que la chica baila con el estilo de los negros y que su físico no se adecua a los estandares del programa, haciendo todas las truculencias posibles para que su hija gane el concurso.

Tracey poco a poco se involucrará en la lucha por los derechos de los negros y la segregación racial, en lo que será un manifiesto inocente y muy musical contra el racismo y la discriminación, no nada más por el color de piel, sino por el físico, dentro y fuera de la televisión. Un mensaje de tolerancia y unión, en una película con una ambientación lograda y que acaba siendo entretenida, gracias en buena medida al simpático trabajo de John Travolta, pero por obvias razonas sin poder demostrar sus dotes de bailarín, aunque siento que a veces se corre el peligro de que todo su personaje sea un distractor fuerte.

No estaremos lejos de ver una chick-flick común en muchos momentos, de aventuras y desventuras escolares. También es cierto, que tampoco estaremos ante un poderoso musical como Vaselina . Pero al salir de ver el filme, la música todavía estaba sonando dentro de mí, con ganas de mover un poco el zapato. Creo que si un musical logra esto, no puede ser tan malo.

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