miércoles, 18 de junio de 2008

CLÁSICOS DE CLÁSICOS: THE MIND OF MR. SOAMES * * * 1/2

Al ver The Mind of Mr. Soames (1970), es inevitable recordar las últimas y, en la mayoría de los casos, lamentables apariciones en el cine de Terence Stamp, de los mejores actores británicos de los últimos años. Basta recordar sus participaciones en My Boss’s Daughter, ese mayordomo fantasmagórico que hizo en The Haunted Mansion, o también ese “sensei” de Elektra en la película del mismo nombre. Al parecer, Terence Stamp ha ido saliendo de esa mala racha con su actuación en Dead Fish (al lado de Gary Oldman y Robert Carlyle), y pronto lo veremos también en la, aparentemente, divertida Get Smart este 2008.

The Mind of Mr. Soames, narra el “despertar” de un hombre con la mentalidad de un bebé, gracias a los esfuerzos de un doctor de ideología humanista, Michael Bergen (Robert Vaughn). El hombre en cuestión, John Soames (Terence Stamp), estuvo en coma desde que nació hace 30 años, y despertaba gracias a una milagrosa operación en el cerebro.

El dilema planteado en esta película, adaptación de la novela de Charles Eric Maine, es sobre la posibilidad de educar a un hombre que no ha aprendido ni siquiera a hablar. La película, con un ritmo narrativo tranquilo, mostraba la evolución de Soames en el desarrollo de sus destrezas motoras hasta el uso del habla. Eran lentos pero efectivos los avances de Bergen, en colaboración con el doctor Maitland (Nigel Davenport), hasta que, inevitablemente, Soames comienza a mostrar interés por el mundo exterior.

Era una reelaboración de la premisa de Frankenstein, y Bergen es el “hombre de ciencia” con la responsabilidad de cuidar al nuevo ser que estaba creando. Terence Stamp ofrecía una magnífica actuación, en su imitación de gestos y lloriqueos de un niño de 1 o 2 años, lo mismo que el buen trabajo de Robert Vaughn, y Nigel Davenport. Los personajes prácticamente se regocijan en una serie de interrogantes y teorías relacionadas con el comportamiento humano. Había una implícita: la sociedad termina moldeando al ser humano, creando patrones de conducta, como cuando Soames descubre por primera vez el cariño y cuidados de una mujer. ¿Se enfrentaba a un despertar sexual o con el descubrimiento del amor materno?

The Mind of Mr. Soames, en el rigor estático de su puesta en escena, está inmersa en una complejidad digna de ser analizada por estudiantes de Psicología con todo y ser un relato de ciencia ficción, aunque también es entretenida en esa inocencia e ingenuidad que transmitía Stamp: su interacción con los doctores de la clínica, su intento de hacerse amigo de una nerviosa chica, hasta un final desgarrador pero satisfactorio de acuerdo a la premisa.

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