miércoles, 14 de mayo de 2008

JAPÓN * * *


El realizador mexicano Carlos Reygadas, abogado de carrera, decidió dejar las leyes para dedicarse al cine. Los esfuerzos de este drástico giro laboral, han comenzado a dar sus frutos y muy jugosos, gracias al talento de un cineasta que tomó el riesgo de filmar una película sumamente conceptual, bella y demandante para el espectador, alejada de patrones comerciales y que siempre está acompañado de polémica.

Japón (México-España-Holanda-Alemania, 2001), su ópera prima, tuvo que enfrentar limitantes técnicas y complicados procesos de producción (muchos miembros del staff no tenían experiencia en largometrajes). Sin embargo, esto no impidió que fuera reconocida en Europa en los festivales de Cannes (mención especial), con buenos comentarios de la crítica francesa; recibió el Premio al Mejor Director Debutante en Edimburgo y el premio a Mejor Opera Prima en La Habana.

Japón es una historia con un sólido trasfondo filosófico, en donde doctrinas orientales, como el budismo y su vertiente zen (la paciencia imperturbable, la importancia del "aquí y ahora", etc), dan forma a un relato existencial y desafiante.
Su personaje principal, es un hombre (Alejandro Ferretis), del cual nunca sabremos su nombre real, que escapa de la ciudad hacia un auto retiro espiritual en la campiña mexicana. Su futura vida de asceta, en ciertos momentos, parece que terminará en un suicidio, por el cual no se decidirá hasta haber obtenido un conocimiento que le permita alcanzar plenitud y sentido a su existencia.

En su viaje llega a un pueblo donde conocerá a una anciana, Ascensión (Magdalena Flores), que vive en la miseria y bajo el abuso de sus manipuladores familiares, quien le transmitirá al hombre una hermosa y sabia lección de tolerancia y compasión.

Lo que más llama la atención de Japón, es la opción de Reygadas por elegir trabajar con actores no profesionales, gente del campo, y convertirla en protagonista de este inusual viaje iniciativo. Cada plano exuda poesía, un sublime simbolismo religioso. Así, Reygadas ofrece el relato de un ser torturado por su pasado y que lucha por romper las ataduras de su otra vida. El hombre busca dejar atrás cualquier recuerdo del pasado, y conservar sólo los de su profesión de pintor.

Por otro lado, Reygadas intenta hacer un retrato casi documental de la vida campesina en México, contrario a lo pintoresco y festivo de filmes clásicos mexicanos de la Epoca de Oro, logrando un realismo amargo, de pobreza en la vida campirana. A esto se contraponen secuencias plenas de poesía visual, como esa especie de “purificación espiritual” bajo la lluvia, con el hombre tirado en el suelo junto a un caballo muerto y con las entrañas de fuera, o aquellas del sueño de la mujer en la playa, el escape surrealista de un filme que podría pasar como el documental sobre la vida de una anciana campesina.

Apoyado en un espléndida dirección de fotografía, Reygadas muestra una habilidad notable en el manejo de la cámara, mostrando contrastes, texturas, hasta la mínima arruga en el rostro de Ascensión, junto a la piel avejentada del hombre, como en esa escena de la relación sexual entre ambos, que tanto dio de qué hablar en el momento de su estreno.

Lo que más importa en los personajes, no son tanto sus antecedentes o su pasado, sino su carga espiritual, en medio de inmensos paisajes verdosos; puestos a prueba por una presencia divina, que parece observarlos desde las alturas (¡esas tomas aéreas!).

La notable secuencia final, a lo largo de una kilométrica vía de ferrocarril, está filmada con un largo traveling que explora una zona de muerte y destrucción, que bien puede funcionar como una alegoría sobre la vulnerabilidad de los campesinos y de su pobreza.

++ A pesar de que España participó en la producción, el filme nunca tuvo estreno comercial en la península. Tampoco ha sido editada en DVD.

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