miércoles, 26 de marzo de 2008

DVD: TUVALU * * * *


Anton (el francés Denis Lavan, muy cómico sin mucho esfuerzo) es un hombrecillo (cual grumete de un barco), dedicado afanosamente a mantener limpio el negocio familiar: una alberca pública. Su único objetivo es lograr que no se venga abajo y, además, que su padre, anciano invidente, se convenza de que la alberca está llena de gente, chapoteando, divirtiéndose ruidosamente. El padre de Anton funge un imaginario papel de salvavidas, en su silla favorita a la orilla de la alberca, para que así pueda escuchar el ruido de la gente, que no es más que una grabación desgastada, que sirve para montar una de las farsas más tiernas que un hijo haya fabricado para el beneplácito de su padre.

Estos y otros delirios conforman Tuvalu (Idem, Alemania, 1999), del director alemán Veit Helmer (quien coescribió el guión junto a Michaela Beck y Lyudmila Merdzhanska), una película conmovedoramente extraña, y también un interesante ejercicio fotográfico conformado por una serie de imágenes delirantes, ubicadas en un lugar atemporal e inespecífico.

Además de sus labores cotidianas en la alberca, el chaplinesco Anton se encarga de mantener funcionando la caldera, hasta que llega Eva (muy guapa Chulpan Hamatova) con su padre Kart (Phillipe Clay) a usar la alberca, robando la primera el corazón de Anton. Eva y su padre han quedado varados en la costa, debido a que su barco se ha descompuesto y necesita una pieza de reemplazo para su funcionamiento.

Eva descubre que una de las piezas de la caldera podría hacer que la embarcación funcione, por lo que la catástrofe llega cuando se roba dicha pieza, provocando que la piscina quede paralizada. Gregor (Terrence Gillespie), hermano de Anton, encarnando el lado materialista de la historia, quiere derrumbar el ruinoso establecimiento, que ya ni siquiera pasa las inspecciones oficiales, para construir un edificio nuevo que le reditúe ganancias, a expensas de su padre y de Anton.

La película de Helmer, cargada de imágenes sublimes (hermosa secuencia en la que Eva ejecuta una danza acuática con un pez dorado), de la mano de un surrealismo inocente, humorístico (la máquina surtidora en la taquilla), homenajea el slapstick de Chaplin y Buster Keaton, a través de unos personajes tiernos y conmovedores, que consiguen levantar un verdadero teatro del absurdo.

Protagonizada por actores de diferente nacionalidad, la calidad de su trabajo se basa en la gestualidad, su lenguaje corporal y sonidos de los personajes, para establecer una comunicación más allá del diálogo, ya que los actores no pronuncian diálogo alguno durante todo el filme.

Más bien, es un ejercicio de estilo prodigioso, que emula las películas silentes de los 1910 y 1920, filmada en cámara rápida, fotografiada con una paleta que va del sepia, pasando por el verde y el azul, solarizaciones alucinantes, en un logrado trabajo del cinefotógrafo Emil Christov.

Esta fábula es una metáfora sobre la deshumanización y la excesiva tecnologización, como un elemento peligroso, amenazador: Anton, es esa parte nostálgica y humana, que lucha por seguir en pie en una sociedad altamente tecnologizada, en conflicto con Gregor, cómico y grotesco al mismo tiempo, y que termina por robarse la película.
Tuvalu esconde debajo de su historia romántica discursos contemporáneos sobre la degradación social que se vive en la actualidad, que encuentra su perfecta expresión en un filme bello y simpático a la vez.

++Hasta la fecha, no existe edición en DVD en España, aunque sí en Región 1 y Región 4.

1 comentario:

adayin dijo...

Gracias Alex, por comentar de una cinta como esta.

Yo, absurdamente, la compre porque vi que estuvo en festivales, hablaban bien de ella, pero sobre todo porque me gusto la portada, el tag y estaba barata, jajaja..

O sea, di con ella por las razones mas absurdas. Pero la vi por curiosidad y me encanto. Que bueno que no fui el unico que la vi y le gusto.

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