jueves, 18 de septiembre de 2008

[REC ] * * * *


Algo demuestra REC (2007), el reciente filme del catalán Jaume Balagueró y el valenciano Paco Plaza: el subgénero del cine de zombies puede seguir vigente, se pueden reelaborar sus fórmulas y convenciones. Su idea parte del estilo de Blair Witch Project (1999), en cuanto a disfrazar de puro realismo un relato de terror fantástico, ambientado en pleno centro de Barcelona, con el pretexto de grabar un documental nocturno sobre el trabajo del cuerpo de bomberos.

El resultado es, precisamente, un filme de zombies tan efectivo como pocos en fechas recientes, realizado con un ritmo ágil, veloz y que no da tregua una vez que la reportera protagonista (Manuela Velasco) se aventura en la realización del documental, para acabar encerrada por la policia en un edificio junto a tres bomberos, unos mozos de escuadra y un puñado de aterrados vecinos, ante el peligro de una “amenaza biológica”.

Durante todo el tiempo (escasos pero aterradores 80 minutos) vemos lo que el camarógrafo de televisión también ve. Lo importante es no dejar de grabar, por terrorífica y sangrienta que se ponga la situación. Es el sensacionalismo televisivo la base de toda la historia, sin complicaciones y sencilla, no apta para aquellos susceptibles de acabar mareados ante los movimientos de una cámara inquieta, en su ir y venir por los rincones del edificio.

Lo que enseña Balagueró, de los máximos representantes del género de terror en España, y Plaza, es lo bien que se puede hacer un filme de este tipo usando recursos mínimos: un buen trabajo de maquillaje, iluminación muy básica, explotar los miedos claustrofóbicos a la obscuridad (¡Esa última escena es, simplemente, genial!) así como un magnífico diseño de arte y sonido. Esto y un cuadro de actores que sepan gritar a todo pulmón y totalmente desconocidos. Gracias a los momentos de sobreactuación que ofrecen algunos de ellos, el filme no deja de tener algo de serie B, pero hecho con inspiración y sobrado estilo. Lo mejor es que sus realizadores siguen una vieja fórmula que, por ser tal vez demasiado elemental, pocos siguen, especialmente en Hollywood: explotar los miedos más elementales del ser humano.

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