sábado, 23 de junio de 2007

CRÓNICAS * * * *

Si hubo una cinta latinoamericana notable en el 2004, que sorprendiera no nada más por la inteligencia y madurez de sus temas, sino también por estar dotada de un apropiado tratamiento de thriller, esa fue Crónicas (México-Ecuador, 2004), apenas el segundo largometraje del realizador ecuatoriano Sebastián Cordero (inédita en México y España su película Ratones, Ratas, Rateros, 1999).

Lo que resulta genial en Crónicas, escrita por el mismo Cordero, es cómo logra mantener todas las piezas de su juego argumental y narrativo bien puestas, en un thriller policiaco ambientado en el pueblo de Babahoyo, Ecuador, una tierra de nadie bajo el cuidado de una policia corrupta. El esquema argumental es el del clásico asesino serial, conocido como el “Monstruo de Babahoyo” y las investigaciones en torno a sus asesinatos de niños, pero a lo largo del filme y hasta su contundente final, se mantiene intacta una interesante reflexión sobre la ética profesional de los medios de comunicación televisivos.

Ecuador, tiempo actual. Un humilde vendedor de biblias, Vinicio Cepeda (el mexicano Damián Alcazar), se salva de ser linchado por una turba enardecida y frente a los ojos de su asustado hijo, luego de causar la muerte a un niño al atropellarlo. Quien lo salva es Manolo Bonilla (John Leguizamo), reportero de un programa amarillista de Miami, que se encuentra en el pueblo haciendo un reportaje sobre el asesino de niños.

Sin embargo, Vinicio ira a parar la cárcel, suceso que servirá para que se inicié entre él y Manolo una manipuladora y oportunista relación, cuando el primero le prometa valiosa información sobre el asesino, que no podría conseguir por ningún otro medio, a cambio de que el reportero, acompañado de un camarógrafo (José María Yazpik) y la productora del programa (Leonor Watling), le ayude a salir de prisión, y deje de cumplir una dura condena por lo que fue un homicidio imprudencial.

En este filme, de un logrado tratamiento realista, cuando todo parece que irá tomando un camino predecible, habrá giros y resultados inesperados. No habrá buenos, ni malos, y el criminal sin rostro (o al menos así lo parece) será el pretexto perfecto para que la trama avance sin problema alguno, y se nos presente la corrupción en toda la extensión de la palabra, no nada más policiaca, sino también de parte de los cuestionables métodos de Manolo para lograr lo que quiere.

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